miércoles, 15 de febrero de 2012

INVENCIONES Y FALSIFICACIONES DOCUMENTALES DEL SIGLO XVIII

EL PRÍNCIPE DE LOS CRONISTAS NATIVOS: FELIPE LÁZARO GUAMÁN POMA
Invenciones y falsificaciones documentales del siglo XVIII

Dr. Alfredo Alberdi Vallejo*
http://www.alberdi.de/ 

Die Sinne trügen nicht, das Urteil trügt.
(Los sentidos no engañan, el juicio es quien engaña)
Johann Wolfgang von Goethe.

1. Introducción.

El asunto de las falsificaciones documentales es vetusto y no deriva de los años noventa del pasado siglo XX. Por lo menos han transcurrido dos siglos desde cuando las falsificaciones de una de las lenguas de los nativos peruanos, como es el quechua y su soporte mnemotécnico como es el quipu (nudos en cuerdas usados como registros), fue vigorosamente rechazado todavía en el siglo XVIII. Las obras y sus papeles de aquel ilustre falseador, desde aquella fecha, cayeron en el ridículo y el olvido, pero revivieron en Europa tras superar la Guerra de la Independencia Americana, las dos Guerras Mundiales y el fin del siglo XX en la Italia postfascista. Los afianzadores de aquellos documentos falaces fueron y son todavía un grupo de intelectuales italianos, capitaneados por “una arqueóloga en fin de carrera”. [1]

Pero, ¿qué importancia tendrían una obra publicada y los manuscritos de un príncipe, masón y alquimista italiano del siglo XVIII para la historiografía peruana? En sus días felices, ése libro del príncipe fue rechazado por lo menos por un quechua-hablante; por tanto, pasaron al olvido en Europa aquella obra y sus manuscritos pero no los carcomieron los gusanos que mutatis mutando los eruditos vulgares los convirtieron en las “fuentes documentales” para cuestionar la autoría del cronista quechua Guamán Poma.

Por este nefasto intento, para legitimar unos papeles falsos como bases documentales, que ahora tiene éxito en ciertos círculos utilitarios, se fueron juntando supuestos parecidos de algún dibujo que no es obra ejecutada por Guamán Poma para levantar un pedestal a ciertos soñados personajes fenecidos como el caso de Blas Valera que, de paso sea dicho, tiene una provechosa obra que no es de la misma naturaleza histórica ni literaria que la obra del cronista quechua; tampoco existe una sola prueba que el hermano lego jesuita Gonzalo Ruíz haya dejado dibujos testimoniales de su talento artístico, pues sino todas las afirmaciones, y no pruebas, son suposiciones edificadas en Italia de los últimos años a esta parte.

Pese a todas las vicisitudes atravesadas en el tiempo aquellos manuscritos y la obra del príncipe alquimista, gracias a la imputación contra Guamán Poma, por lo menos su publicación apócrifa de 1750, ha merecido que algunos bibliófilos se hayan planteado la tarea económica de reditar dicho mamotreto. ¿Tendrá esa obra una base científica para sustentar la veracidad de sus aciertos en cuanto al estudio de la lengua quechua y los “quipu” como escritura de los incas? Salvo la imaginación fecunda de su autor y sus apologistas pueda tener éxito, mas no así entre los rigurosos historiadores, los lingüistas y los mismos quechua-hablantes que la rechazarán ahora y en un futuro inmediato.

El deber de muchos científicos sería dejar estudios sistemáticos donde se clarifiquen a los lectores que esas publicaciones son espurias, extrañas a la lengua quechua y que el único fin que tienen es tergiversar la historia y sacar provecho por el mercadeo editorial de los apócrifos italianos. [2]

Es necesario distinguir de entre los legados del Príncipe Di Sangro de San Severo el libro titulado: “LETTERA APOLOGETICA DELL ESERCITADO ACCADEMICO DELLA CRUSCA contenente la Difesa del Libro Intitolato LETTERA D’UNA PERUANA Per rispetto alla suppsositione DE QUIPU scritta ALLA DUCHESSA DI S**** IN NAPOLI MDCCL” de la autoría de Raimondo Di Sangro, Séptimo Príncipe de San Severo, Duque de Torremaggiore (1710 – 1771), protegido de Carlos VII o Carlos III rey de España. Sobre este libro en referencia volveremos a mencionar más adelante en el presente trabajo.

2.- Los Quipus apócrifos de Raimondo Di Sangro, Príncipe de San Severo de 1750, fuente de variadas falsificaciones históricas.

La importancia que conlleva ese libro de Raimondo Di Sangro no tiene mayor mérito científico, así sopesado en la antigüedad como en la actualidad, el que sea una curiosidad bibliográfica por sus dibujos de quipus (registro con nudos en cordones coloreados de la época incaica) que las mentes afiebradas hasta le hacen aparecer al citado personaje imprimiendo a colores sus idealizados quipus (ni que éste haya tenido una impresora moderna laser y, por su puesto, un ordenador Windows XP para lograr esa maravilla, pues todo indica para sus aduladores que ese alquimista incluso habría “inventado” la informática de nuestros tiempos) que, a todas luces, fue coloreada a mano por sus sirvientes reclutados en el castillo Torremaggiore, propiedad del citado San Severo en 1750.

¿De dónde tuvo noticias Raimondo Di Sangro de los quipus incaicos? Todo parece indicar que se inspiró en la pésima novela pseudo–indigenista titulada: Lettres d’une Péruvienn (“Cartas de una peruana”), editada en 1747 de la autora Madame Françoise d'Issembourg d'Happoncourt de Graffigny (1695–1758), actualmente reeditado. El estilo de la citada novela al parecer inspiró todo el contenido de un documento apócrifo ahora atribuído, de grado o fuerza, al insigne Padre Blas Valera; sobre este asunto volveremos a tratar y transcribir los textos de ambos estilos aquí enunciados.

La citada novela de Madame Graffigny, contiene una serie de palabras “quechuas” defectuosamente escritas y peor explicadas, como por ejemplo las siguientes: “Coya–Mama – Oello – Huaco”, “Yahuarhuoca”, “Yalpor” (en vez de Illapa) “Tisicaca” (en vez de Titicaca), “Mamas” (en vez de Mamakuna), “Quapas o Quipos” (quiere explicar que esos son los “quipos reales”, tener presente este término usado frecuentemente en los apócrifos italianos de la cosecha de la novelista francesa), “Chaqui” (en vez de Chaski), “Capa – Inca” (en vez de Qapaq Inka), “Cuci – Patas” (que traduce como “sacerdotes del Sol” en vez de Willak Umo, Yanakamayoq), “Anqui” (en vez de Auki), etc. Estas palabras “quechuas fueron en gran parte repetidas por el citado Príncipe de San Severo, sin recato alguno, en su libro “Carta apologética” (las negritas son nuestras). [3]

El Príncipe de San Severo hizo publicar su obra en 1750 cuyo contenido era principalmente resaltar dos cuestiones principales: la primera, que la formación no fonética de las lenguas de los indios antecedería a las escrituras bíblicas, contradiciendo así a la primacía del “Verbo” divino y el ingreso de la escritura desde las Indias Occidentales. El segundo criterio, correspondía a la escritura simbólica de los quipos incaicos que, sin conocer el autor plenamente el quechua y el antiguo Tawantinsuyo, sostuvo que aquella lengua indígena tenía una estructura silábica; por tanto, correspondía a una escritura con sonidos silábico–escriturarios aquellos “quipus reales”.

Como se sabe, Raimondo Di Sangro, era francmasón y militaba en la Academia della Crusca bajo el pseudónimo de el “Esercitato”, conforme aparece en la carátula del libro de su autoría en defensa de la obra de Madame Graffigny y dedicada a la Duquesa “S****” que era nada menos que doña María Ángela Ardinghelli quien militaba como miembro de la Academia de Ciencias de París y era la que dudaba de la existencia de una “escritura silábica” llamada “Quipu”. En todo caso, el príncipe, con su acendrada práctica y sus escritos masónicos, además de una sospecha de asesinato a una mujer y su hijo tierno en su castillo de su propiedad (que luego aparecieron “disecados” o preparados los cadáveres que ahora se exhiben llamándola “máquina anatómica” en la Capilla de la Piedad en Nápoles), sumado a esta los ensayos de alquimia (calificada de “brujería” en la mentalidad popular de aquel entonces) a que se dedicaba el ilustre masón en los sótanos de su “Palazzo Sangro Di San Severo” (Torremaggiore) fomentaron las sospechas de herejía en su vida religiosa.

Es de imperiosa necesidad indicar que Raimondo Di Sangro en sus comunicaciones personales para transmitir a sus colegas alquimistas los resultados de sus investigaciones lo hacia a través de las cartas codificadas (al igual que uno de los documentos de los apócrifos italianos que cuestionaba la autoría de Guamán Poma). Una carta codificada – por ejemplo es el caso a ilustrar– producida por Di Sangro es la enviada al Barón Theodor von Tschudi en 1763 tratando en ella de explicarle el uso de la piedra “Pechblende” que es la uranita, en castellano conocida como pecblenda (pseudogalena negra compacta). Por ello nos preguntamos, ¿qué coincidencias habrán entre el “código cifrado” que usó el supuesto Anello Oliva con la carta de Raimondo Di Sangro a von Tschudi? ¿No es la misma codificación que traen ambos documentos, la dirigida al Barón von Tschudi y el de Oliva, que nos ofrece aquellas escrituras falsificadas italianas con las “equivalencias de la escritura cifrada” como mencionó el estudioso peruano Estenssoro en su artículo arriba mencionado? [4]
Fig. 1. Los códigos usados en “Historia et rudimenta” apócrifo, son semejantes a los usados por
Raimondo Di Sangro de San Severo en carta al Barón von Tschudi.
Entre sus acusadores del citado libro estuvo el “Perere” llamado Innocenzio Molari quien al discurso de la “formación fonética de las lenguas” condenaba como proposición herética y que despertó en la inquisición el deseo de instalarse en Nápoles para hacer cumplir la excomunión de los masones decretada por la bula “Providas Romanorum Pontificum” del Papa Benedicto XIV en 1751, un año después de publicada la “Carta apologética”. Todas las inconsistencias del libro causó hondo rechazo tanto en lo religioso a nivel europeo y en el puramente gramatical de la lengua quechua en el Perú de aquel tiempo, por lo que el autor tuvo que abjurar de sus criterios publicados, conforme da noticia el historiador Porras Barrenechea quien escribe lo siguiente:

“La estrafalaria tesis del académico napolitano promovió la respuesta de un abate innominado, quien en un libro titulado Perere de’Quipu, sostuvo que la idea de San Severo era herética por cuanto las Santas Escrituras se hallaban escritas en caracteres fonéticos. Ante las amenazas eclesiásticas, di Sangro tuvo que humillarse ante la Santidad de Benedicto XIV y escribir un libro titulado SUPPLICA DI RAIMONDO DI SANGRO PRINCIPE DI S. SEVERO UMILIATA ALLA SANTITA DI BENEDETTO XIV, PONTEFICE OTTIMO MASSIMO IN DEFESA E RISCHIARAMENTO DELLA SUA LETTERA APOLOGETICA SUL PROPOSITO DE’QUIPU DE’PERUANI (Nápoles, 1753)” [5]

Conforme se lee de la cita de Porras Barrenechea, no solamente los supuestos quipus peruanos fueron rechazados en Europa sino también en el mismo Perú de aquella época que, sobre este asunto, trataremos seguidamente. Pero ante todo esclarezcamos el tipo de fuentes que usó para construir unos supuestos modelos el Príncipe Raimondo Di Sangro e ilustrar su obra, porque inventó una escritura silábica según su nobilísimo entender, suponiendo como usarían los incas y fingiendo ser, por derecho sanguíneo, el único heredero de los Amautas incas a quien legaron por cosa privada –el mismo Inca– esos conocimientos secretos por lo que hizo de las suyas al antojo de su soberano placer.
Fig. 2. Quipu auténtico de los Quipukamayoq del Tawantinsuyo hallado en Pachacámac en 1907. Fuente: Museum fürVölkerkunde, Berlín.
Los quipus clásicos de los “quipucamayok” son hilos coloreados y anudados sin ningún otro aditamento posible. Estos servían como registros contables y nada más. En cambio existen también los otros quipus (kipuchakuna) de los brujos quechuas (layqakuna) que usan en sus hechizos unos hilos, un sinnúmero de figuritas y otras señales (trozos de cueros, conchas, ollitas diminutas, dientes, figuritas tejidas y briscadas en formas de hombres, mujeres, animales, cruces y rombos, unos hechos solamente con hilos de lana y otros con soportes de paja, ramas y huesos) que según la intención del brujo se anudaban en los enmarañados cordeles. Estos “quipus” de los brujos son los que les inspiraron tanto a Graffigny como al Príncipe de San Severo para fabricar sus quipus apócrifos. A estos modelos de quipus brujescos los defensores de los apócrifos italianos, con todo orgullo singular, les presentan fotografiados a colores hacia el público lector bautizándoles como: “capacquipu, quipu real, quipu literario” sin percatarse del mayor embrollo de su simpleza material y el destino que tuvo y tienen aquellos curiosos cordeles entre los pueblos quechuas hasta la actualidad.

Los quipus falsificados por San Severo, enseñan a manejar y descifrar unos pequeños figurines que dibujados cuelgan de un simulacro de cordón a colores, existen formas amañadas de animales: oso (Veumari [¿?]), ñandú (Suri), etc., en forma de hombres: Inka, príncipe (Auki), princesa (Ñusta), Manco Cápac, “Oello” (y no Ocllo), reyna (Coya), “Curaca”, etc., también existen figuritas representando los elementos de la naturaleza como el Sol (Inti), Luna (Quilla), rayo (Yllapa), etc., artefactos como la honda (en un quechua desconocido nominado como “Tacvehirac”), un instrumento musical nominado con el extraño término “Nuncaynin”, etc., figuras de dioses quechuas prehispánicos como: “Pachacamac” y “Viracocha”, etc. A estos figurines se les grafican en hilos de colores con variados significados idealizados por Sangro, por ejemplo, el colo amarillo representa el oro, el carmesí al Inca, el morado a los curacas y al gobierno, los colores combinados a los pueblos, los dibujos de hilos sin colorar son los signos convencionales (espacios sin color), el blanco a la plata, el negro al tiempo, el verde a los indios comunes, el carmesí al Inca, el colorado al ejército inca, el verde claro (nilo) representaría a la behetría, el celeste al cielo, etc. San Severo diseñó cuarenta dibujos de quipus idealizados que representan palabras; estos eran vocablos repetidos o inventados que se referían a los nombres de seres divinos, plantas, astros (sol, luna, estrellas, venus) fenómenos meteorológicos (arcoiris, rayo, noche, lluvia, agua), objetos (honda, flauta de pan, corona inca), animales mamíferos (llama, oso, etc.), aves y una suerte de bultitos que denotaban una jerarquía del linaje familiar incaico, además de mencionar dibujos cuadrados y redondeados que no tienen ningún significado en el quechua como estos: “pinunsun”, “maytinnu”, “yanrinnuy”, “veu pacha”, “citu”. En cuanto al sistema numérico contable, establece una paridad con el sistema decimal romano como supuestamente idéntico usado por los incas. Por esto, numerosos estudiosos de los quipus, tomaron los colores recreados por San Severo para darles diversas interpretaciones a una soñada “escritura inca”; asimismo, las operaciones aritméticas simplemente fueron deducidas con los que hicieron en la época romana, incluso algunos hasta se permitieron crear un eslogan: “los incas fueron los romanos del Nuevo Mundo”.

De la fantasiosa cabeza del Príncipe de San Severo sale que el quechua tiene una estructura silábica en su forma fonética (no considera que el quechua-hablante nunca usó ni usa del deletreo ni recurre al silabeo de cada palabra en su lengua propia, nunca pronuncia: “in–ti” sino: Inti (Sol), dice palabras enteras más las partículas (sufijos) pronunciándola como una sola palabra aglutinada, por ejemplo: “Inti–ypaq: para mi sol”; sin embargo, para San Severo cada figurín suyo debe indicar sus sílabas por el número de nudos amarrados que se hiciese debajo del cordón adjunto. Por ejemplo, tomando la construcción de San Severo, la figurita dibujada de color negro con un nudo en forma de cabeza y el cuerpo de nudos y flecos carmesí, dice Sangro, es la representación de “CURACA”, y si al cordón dibujado negro que cuelga debajo de los flecos, se hace un nudo, ya no es la palabra entera sino solamente la primera sílaba, es decir, se debe leer como: “CU”, y si fuesen dos nudos seguidos, entonces se leería como: “CURA” y para que se pronuncie “CA”, indica el fantasioso autor, se deberían hacer dos nudos seguidos y un nudo aparte de los anteriores, así sucesivamente para cada palabra quechua inventada por la imaginación y el capricho principesco (véase la figura 3). 
Fig. 3. Copia de los quipus apócrifos inventado por Raimondo Di Sangro Príncipe de San Severo en la “Carta apologética”, Nápoles 1750, en este mamotreto transcribe a su antojo la oración copiada de Cristóbal de Molina al Hacedor indígena: “Tizce caylla Viracocha maynin canqui hanacPachapicho cay pachapicho uku pachapicho caylla pachapicho cay pachaCamac runa rurac maynim canqui uayariuay”. Estos “quipus” nunca se exhibieron en ningún museo del mundo.
  Asimismo, en su obra de la “Carta apologética”, Raimondo Di Sangro, toma una poesía transmitida por el Inca Garcilaso (según manifiesta este autor, que copió del Padre Blas Valera) y que inicia los versos quechuas con: “Çumac ñusta...” como ilustración de sus escritura falsificada e inventados “quipus incaicos”. En la edición de su obra de 1750 Di Sangro tomó el símbolo “CURACA” con el cordón negro, debajo de los flecos color carmesí haciéndole un dibujo de un nudo cuyo valor dió como “Çu” (“CU” porque no había la “C” con cedilla) y le siguió con la figura de hilo amarillo en cuyo centro había un círculo dividido en cuatro cuartos con los colores: rojo (dice que era el fuego), verde (dice que era la vegetación), marrón (dice que era la tierra) y azul (dice que representaba al agua) y que todo debería significar “PACHACAMAC”, pero debajo le colgaba un hilo amarrillo (oro) que, según el recetario principesco, se debe anudar tres nudos seguidos “mudos” y que el cuarto nudo en solitario es el que se debe pronunciar como la última sílaba de la palabra antedicha cuyo equivalente silábico sería el “MAC”; entonces ambas figuraciones y sus sílabas fonadoras deben sonar como: “ÇuMac” (sumac), así sucesivamente para proceder con un engorroso sistema de dibujos que demorarían días y días para escribir una simple nota de media página.

En la edición de la “Carta apologética”, como ya se dijo anteriormente, el verso ilustrado por San Severo a la palabra “ÇuMac” le inicia con el figurín de “CURACA” y no con el figurín de “SURI” (la primera sílaba “SU”) para construir esa palabra “sumac”, pero en los apócrifos italianos le corrigieron y le actualizaron para el gusto de los lectores de los siglos XX y XXI pretendiendo comprender esa falsa “escritura arcaica” fuente de sus sustentos, lo que equivale a deformar el falso quipo principesco del siglo XVIII. Este detalle tiene trascendental importancia para señalar el fraude de los documentos italianos.

La “Carta apologética” tiene dos fuentes importantes para levantar esos quipus inventados: el Inca Garcilaso y la autora Graffigny. En esa publicación no aparece mencionado para nada una parte del dibujo de Guamán Poma con el “contador mayor i tesorero Tauantinsuio quipoc curaca Condor Chaua” (Nueva Corónica, pág. 360) que San Severo no conoció aquel importante manuscrito ni menos tuvo entre sus manos.

Asimismo, en esta publicación no menciona a la Historia et rudimenta linguae piruanorum del supuesto Padre Blas Valera; sin embargo, confirman y certifican que ambos manuscritos el alquimista italiano conoció y usó en su trabajo. [6]

En todo este intríngulis aparece un tal Padre Pedro de Illanes vendiendo la Historia et rudimenta a Raimondo Di Sangro en 1744, cuando Madame Graffigny estaría recién escribiendo su famosa “Cartas de una peruana” (publicada en 1747), pero ya en el documento citado estaban figurando todos los errores inventados por ella acerca de los quipus peruanos, ¿cómo sabía el jesuita Illanes de las fantasías de la escritora francesa? ¿Por qué el de San Severo no tomó como fuente de primera mano lo vendido por Illanes y prefirió quedarse con la novela de la francesa? Ninguno de estos datos se ajusta con la razón histórica y con la lógica formal del día a día. Sencillamente, Raimondo Di Sangro no conoció esos documentos apócrifos porque fueron falsificados dos siglos y medio más tarde.

A toda esta falsificación de los “quipus”, con el correr del tiempo, han seguido confusiones, frustraciones y defensores de lo indefendible.

Pero, ¿cuál fue la reacción frente a estas falsificaciones del Príncipe de San Severo entre los ilustres peruanos que conocían tanto el quechua y el uso práctico que todavía quedaba de los quipus incaicos? ¿Se conoció la “Carta apologética” en el Perú colonial o no? Indudablemente, aún queda como testimonio un escrito publicado en Lima de 1793.

3.- El Mercurio Peruano de Lima y don Joseph Manuel Bermúdez frente a los apócrifos italianos y la crítica a los quipus falsificados de Raimondo Di Sangro Príncipe de San Severo en 1793.

El periódico bimensual El Mercurio Peruano, durante los cuatro años de sus existencia (1791–1795), agrupó a los mejores intelectuales del entonces alrededor de la Sociedad Académica de Amantes de Lima” (para unos llamada: “Amantes de país” y para otros: “Amantes del Perú”) en la que contó, entre sus miembros, al ilustre médico don Hipólito Unanue y don José Baquijano y Carrillo. Pese a la subvención virreynal tuvo influencia de la denominada “ilustración” europea, conjugándola con ciertas ideas liberales y una semejanza en el estudio de las lenguas al estilo de “...la perfección de su Lengua á su Academia de la Crusca (La Toscana)” conforme menciona el “Vicario Foráneo de la Ciudad de Huánuco é individuo de la Sociedad (Amantes de Lima)” doctor don Joseph Manuel Bermúdez en su “Discurso sobre la utilidad é importancia de la Lengua general del Perú”, que publicó en tres entregas consecutivas en el citado periódico limeño. [7]

El doctor Bermúdez en su “Discurso”, demuestra que es un gramático en la lengua quechua, enuncia acerca de su trabajo sobre el idioma nativo que dice lo siguiente:

“Por lo que animado del deseo de servir al Público, en asunto tan propio de su curiosidad y provecho, me determiné a componer una Gramática mas metódica y clara que quantas hasta aquí se han estampado de la Lengua general de nuestra América, precedida de un pequeño tratado de Ortografía, valiéndome de las luces esparcidas en las obras de este género de los antiguos Maestros...” [8]

En la cita antecedente se afirma que el doctor Bermúdez tenía un conocimiento cabal de la lengua nativa puesto que, aparte de afirmar que la “Caldea fue la primera cuna de las lenguas”, describe que “extendido ya el Cristianismo por el orbe cesó la infusión milagrosa de las lenguas; pero no cesó la obligación de trabajar en adquirirlas”; así justificando el trabajo de aprender otras lenguas; describió los adelantos de la medicina, la botánica, la anatomía, artes y lenguas (conserva varias lenguas y dialectos) de los naturales quechuas al observa agudamente en lo siguiente:

“Que la Quichua logre de estas ventajas se hace palpable con solo reflexionar que ni en la magestad, ni en la dulzura, ni en la precisión y energía, ni en su respectiva abundancia cede á ninguna otra... [...] ¿Quanto adelantaron en el descubrimiento de los simples, de la virtud de las plantas, y uso de las yerbas para su Botánica y Medicina? ¿Hasta donde llegaron en el beneficio de los metales, extrayendo el Oro y la Plata en tanta abundancia, sin haber conocido el fierro, y otras ventajas que tenemos? ¿Y de qué suerte participaríamos de esos adelantamientos, sino profundando su idioma?...” [9]

A estas razones citadas, el doctor Bermúdez en su “Discurso”, además hace una certera diferenciación de las variadas familias lingüísticas y sus respectivos dialectos del quechua de esta manera:

“Así en sóla la Lengua Quichua se atesoraron todas las riquezas intelectuales y curiosas del Perú. Mas como todo se altera quanto más se aleja de su origen; de este modo sólo conservó ella su pureza en la Provincia del Cuzco y las inmediatas, donde fue nombrada Incasuyo, y corrompida en las más remotas se denominó Chinchaysuyo...[...] Por mas que Huaynacapac se esforzó a que sólo se hablase la Quichua en cerca de quarenta grados que encerraba su vastísimo Reyno, desde la equinoccial de Quito hasta Chile, jamás pudo conseguir que se aboliesen los demás idiomas... ” [10]

Como se aprecia de ese juicio veraz y que tiene vigencia hasta la actualidad, mal se podría conjeturar que haya existido una sola familia del quechua que admitía el deletreo y el silabeo.

Tratando el doctor Joseph Manuel Bermúdez sobre los quipus de los funcionarios encargados de registrar las cuentas en esos artefactos de cordeles y nudos (quipukamayoqkuna), entra en su “Discurso” en un abierto cuestionamiento al mal uso y abuso de la lengua quechua, como la falsificación escrituraria de Raimondo Di Sangro Príncipe de San Severo, al respecto fija una severa crítica y rechaza a los quipus apócrifos italianos y dice lo siguiente:

Si el Príncipe de San Severo en Nápoles hubiese tenido una mediana noción de la Lengua Peruana, jamás proferiría la extraña paradoxa de que los Quipus les servían á nuestros Americanos de Alfabeto [aquí hay una llamada y al pie de página que dice: Aun bastaría haber leído á Garcilaso en la parte Ira. Libro 6. Cap. 4° de sus comentarios donde llama á los Quipus: Los Libros anales. En los capítulos 7 y 8 del mismo Libro describe menudamente los Quipus, y refiere qual era su uso. Y en la parte 2a Lib. I. Cap. 33 nombra a los Quipus: Los nudos anales de Cassamarca.] Bastaba averiguar el significado del nombre Quipu, y el Verbo Quipuni, para saber que el uno denotaba el nudo, o los cálculos que se hacían por nudos; y que el otro equivalía á contar por nudos. Y pasando más adelante en su informe investigaría que los Quipus eran, y son aun, unos nudos formados en un agregado de diversos hilos, más ó menos gruesos, con más ó menos vueltas para indicar las unidades, cientos y millares, con lo que conservaban, y todavía conservan la memoria de sus cantidades y números para sus cargos y datos: y de que se valían para sus cómputos cronológicos.” (las negritas son nuestras) [11]

Tan acertada opinión del doctor Bermúdez merece comentarse. La crítica severa al desconocimiento, que no alcanzaba ni a una “mediana noción” del quechua por parte del Príncipe San Severo para publicar su libro “Carta apologética” (“LETTERA APOLOGETICA”), demuestra que es una “extraña paradoja” formal y conceptual porque se toma la libertad de inventar una lengua que ni los mismo quechua-hablantes la entienden: la idea de Raimondo Di Sangro es extremadamente opuesta al entendimiento de la lengua y a la manera de hablar, sentir, entender, pensar y contabilizar la economía familiar de los verdaderos quechuas. Pues, en todo tiempo se ha impuesto una lengua extraña por los aprendices de la lengua quechua, generalmente extranjeros con ínfulas del saber y definir lo que los nativos deben aprender de su lengua: han falsificado las palabras, han corrompido la pronunciación (castellanizándola mediante neologismos al quechua) y han deseado hablarles en una lengua distinta a la de ellos, pero al no logar hacerse entender les acusaron a los nativos de “behetría mental”, “Babel brutal” y demás calificativos maquillados de conceptos cultos y exactos como mencionan los defensores de los apócrifos italianos. La acepción “lengua babélica” que contiene uno de los apócrifos tiene singular importancia para fijarnos del tiempo en que fue imitado. Este mismo calificativo mereció la obra de Guamán Poma por parte de Porras Barrenechea al criticar al cronista quechua quien escribe lo siguiente:

“... y en lo externo por la forma bárbara y confusa de la expresión, verdadera jerigonza o retorta de español y quechua, con predominio de la fonética y sintaxis india. Las crónicas de Santa Cruz Pachacutic y de Huamán Poma de Ayala son, en forma y fondo, las primeras crónicas bilingües [...] Desde el punto de vista español es, tal como la juzgó Jiménez de la Espada, una jerigonza bárbara [...] su Nueva crónica y buen gobierno no solo trata de revivir épocas remotas... sino que es también por la confusión y embrollo de sus ideas y noticias, y por el desorden y barbarie del estilo y de la sintaxis, pura behetría mental” (las cursivas son nuestras) [12]

Como se lee de la cita antecedente, esta apreciación crítica de Porras Barrenechea fue dada a conocer en 1946, fecha muy moderna para tener presente la raíz de lo falsificado de los apócrifos italianos. Dejemos de lado esta discreción por el momento.

Volviendo al tema del quechua del siglo XVIII, el doctor Bermúdez, escribe lo siguiente:

“...la tan decantada barbarie de los Indios no tanto provenía de su ineptitud, quanto de la incuria de sus primeros Maestros [acá cita al pie de página al “aplaudido Padre Joseph de Acosta en un tratado, que escribió determinantemente sobre el asunto”. ¿Cómo querían estos que los entendiesen, quanto les hablaban en un idioma desconocido? Y aun hablándoles en su misma Lengua ¿cómo les habían de percibir si la alteraban con las frases Castellanas, idiotismos é impropiedades de que usaban, de suerte que se hallaban aquellos miserables, oyendo solo el sonido de un conjunto de voces, que no siendo españolas, ni Índicas los confundían muy lejos de convencerlos?...” [13]

Muy acertado el análisis del doctor Bermúdez refutando las deformaciones a la lengua quechua por los sectores sociales ajenos a los nativos que fueron arrastrándose por los siglos de los siglos. Falsificaron la lengua quechua y desearon que sus inventos o “conjunto de sonidos” de palabras desconocidas fuesen tomadas en serio y pasadas como propias de esa lengua que antes fue de “salvajes” y ahora convertida en la lengua de fácil comprensión por los “civilizados”. Y esta es la actitud del Príncipe de San Severo en su libro arriba citado con los quipus no incaicos, sino de los hechiceros o brujos muy confortablemente deformados, en las “Cartas de una Peruana” de Madame Graffigny, falsificados y que esas obras fraudulentas tomaran cuerpo de acreditación en Europa de los siglos XVIII, XIX, XX y XXI. A estas bases apócrifas les dieron un valor intrínseco al quechua y a los quipus como “escritura de los incas”.

En 1827 aparece una obra de Anthony J. Phair titulada: A Prospect of Quipola or and explanation of quipoes, now openfor public opinion (Londres, 1827) o el denominado: “Prospecto de Quipola o explicación de los Quipus” donde se hablaba de un sistema descubierto y únicamente manejado por el señor inglés arriba mencionado.

El asunto de las falsificaciones fueron ganando terreno entre los estudiosos y abriendo espacio entre las ciencias mundiales sobre las culturas antiguas, especialmente de los Incas, que llegó hasta la “Exposición Mundial de Filadelfia”, con ocasión del Centenario de la Declaración de la Independencia de Estados Unidos de Norteamérica en 1876, para exhibirse un cuadro de quipus apócrifos.

También tuvieron defensores los quipus apócrifos como fue el caso de Mariano E. de Rivero y Urdariz en 1851, quien junto a Johann Jakob von Tschudi glorificaron las fantasías del “Prospecto de la Quipola”. Usando la misma metodología y esas fuentes manidas, reprodujeron las equivocadas tesis de los quipus falsificados como son los casos de Charles Wiener, Max F. Uhle, L. L. Locke, Adolf Bastian y otros menos notables personajes.
Fig. 4. ©Alberdi. Quipus o “wichqas” de los brujos. Fuente: “Khipu” N° 9, München, 1982. Zweisprachige Kulturzeitschrift über Lateinamerika.
La advertencia hecha en el mundo científico para dejar de creer en esas fuentes de los quipus apócrifos, fue realizada por el estudioso Carlos Radicati, quien escribe lo siguiente:

“Esta tendencia fantaseadora se acentuó en el siglo pasado y asumió manifestaciones aún más peligrosas pues la nuevas publicaciones, abandonando el ropaje novelesco, se revistieron de una aparente seriedad... [...] Es evidente que estos quipus apócrifos, al igual, por supuesto, que los ejemplares falsificados, no pueden constituir fuentes de consulta y, menos aún, ser presentados como testimonios de especulaciones científicas.” (Las negritas son nuestras) [14]

Pese a todas las pruebas estudiadas por los consagrados especialistas de los quipus incaicos, algunas mentes fantaseadoras presentaron los quipus apócrifos del Príncipe de San Severo como “testimonios científicos” y, a su fuente falsificada, como es la llamada “Historia et Rudimenta Linguae Piruanorum (HR)”, no tuvieron empacho en afirmar que ese documento fue usado por aquel masón italiano, por lo que escriben lo siguiente:

“Sin embargo, Raimondo de Sangro, en su Lettera Apologética (1750) bien conocida a los estudiosos de quipu, utilizó HR”. [15]

Este testimonio arriba citado nos indica que tengamos en cuenta este documento que fue atribuido al Padre Blas Valera, ¿verdaderamente habría sido Valera el autor de dicho disparate falseador de la verdad histórica? ¿Puede un eximio quechua-hablante cometer los barbarismos más infantiles en su propia lengua? Para dar respuesta a estas interrogantes pasaremos seguidamente a revisar dicho documento.

4.- Donde se verifica que el Padre Blas Valera nunca habría cometido semejantes desvaríos novelescos ni las aberraciones de sintaxis en su propia lengua quechua.

Las rediciones de los libros tanto de Graffigny como de Raimondo Di Sangro indican que a costa de los falsos testimonios sobre Guamán Poma se han ido imponiendo los intereses comerciales, porque no solamente esos tergiversados productos de sus fantasías hoy en día llenan las tiendas de libros raros, sino incluso las bases mismas de esas falsedades, es decir, las inconsistencias de los manuscritos apócrifos italianos van asomando sus tentáculos en varios sectores intelectuales, quienes tomándolos en serio a esos papeles, pese que ya fueron hace siglos declarado espurios, ven en ellos una fuente científica de análisis y discusión. Un baldón de oprobio caiga sobre los balandrones por asumir tamaña irresponsabilidad. [16]

Pero, ¿qué decir sobre el recurso amañado de usar el nombre del Padre Blas Valera en semejante falacia? ¿Tendrá aquel jesuita una responsabilidad de la que pretenden hacerle cargo? Para darse una luz en las tinieblas y responder a nuestras preguntas hemos acudido a la lectura de los apócrifos para ver en ellos las falsificaciones del quechua y el fondo contextual de esos papeles altamente sospechosos por las manipulaciones interesadas.

El Padre Blas Valera (1545–1597), como se sabe, fue un maestro de la lengua quechua, escribió “La historia de los Incas” o “Historia Occidentalis”, era traductor tanto del aymara como del quechua al castellano en el Tercer Concilio Limense de 1583 y fino discurseante mediante sus sermones dirigidos en lenguas nativas a la masa indígena del siglo XVI.

Sin embargo, sin conocerse una obra completa del Padre Valera, se publicó partes de su trabajo de lo transcrito por el Inca Garcilaso de la Vega; igualmente, se tiene vagas nociones de las noticias que mencionó el cronista tardío Joan Anello Oliva (Giovanni Anello Oliva, 1574–1642) atribuyéndole al citado Valera como autor de un “Vocabulario antiguo”, pese a que transcribe solamente tres párrafos de aquella obra “escondida”; además, el mencionado Oliva duda de Valera y le llama como “el auctor inçierto”. Sin embargo, vale la pena transcribir lo que dice al respecto:

“... que los Incas Reies del Peru fueron muchos mas en numero de los que e referido porque en un bocabulario antiguo de mano del Padre Blas Valera que traxo consigo el Padre Diego de Torres Vasquez desde Çadiz quando vino al Peru muy inteligente de la lengua quichua y grande escudriñador de las antiguallas del Peru y de sus Incas, y que como thesoro escondido teniamos guardado en la libreria del colegio de Chuquiabo y por buena dicha ube a mis manos...[...] Y conforme a este prinçipio ba nombrando en su vocabulario no acabado por que solamente tiene hasta la letra H...” (Las negritas son nuestras) [17]

Pese a todos los inconvenientes en obtener una rica y completa obra del Padre Blas Valera, no podemos dejar de dar un veredicto sobre un autor de tanto renombre, pues mueve a dudas y sospechas que, en nuestro presente, existan irreparables errores por parte de Valera en la redacción de la lengua quechua cual aparecen en el apócrifo italiano conocido como: Exsul Immeritus del que ya hemos hecho referencia. En estos apócrifos saltan a la vista grandes errores irreversibles para cualquier sindéresis de un entendido en la lengua quechua, puesto que la redacción (llamase sintaxis) es ilógica en su estructura gramatical de aquella “lengua” bautizada como quechua, pues ésa acusa la carencia del verbo en una oración completa, entre los desatinos sobresalientes, en esos manuscritos falsificados y atribuido al jesuita Valera.

4.- 1. El primer craso error del quechua en la composición de la primera línea del apócrifo italiano atribuido al Padre Blas Valera.

La sintaxis de la primera línea de Exsul Immeritus acusa error en la construcción correcta de la lengua quechua por lo que la traducción es fallida o manipulada, puesto que la oración: “Tahuantinsuyo llactanpac / mana huachayoc (sic!) carcusca [El desterrado inocente a su pueblo del Tahuantinsuyo] [escrito mediante capacquipu]” [18] es incongruente con el pensamiento y la lengua quechua.

Para la oración quechua: “Tahuantinsuyo llactanpac / mana huachayoc carcusca”, existen dos fallas de redacción e interpretación que seguidamente exponemos. El primer lugar, la oración quechua, erróneamente construida, no corresponde a la traducción del castellano porque el verbo “botar, expulsar, desterrar” se refiere al pueblo del Tawantinsuyo y no a una persona, pues el texto arriba transcrito nos mostrará una construcción extraña de la siguiente manera:

Glosa: “Tahuantinsuyo llactanpac / mana huachayoc carcusca”.

Tahuantinsuyo, sustantivo singular: Tawantinsuyo; llacta, sustantivo, raíz: “pueblo”; + n– posesivo primera persona singular: “su”; + pac , tópico “paq”, sufijo nominal reflexivo: “para”; + mana , adverbio negación: “no”; + huacha, sustantivo singular: “parido”; + “yoc”, posesivo “yuq” o por sufijo de derivación denominativa: “sin su parido”; + “carcu-y” , verbo infinitivo: “botado, expulsado, desterrado”; + “sca”, pasado narrativo o sufijo verbal flexivo “sqa”: “él había”.

Por tanto, la oración expresaría en el castellano lo siguiente: “Para su pueblo Tawantinsuyo había sido expulsado el sin su parido” y no: “El desterrado inocente a su pueblo del Tahuantinsuyo” como pretenden legalizar a la mala los presuntuosos traductores de los apócrifos italianos.

En segundo lugar, si quisiéramos expresar que una persona “hijo del Tawantinsuyo”, “fue expulsado de su pueblo”, tendríamos que redactar con propiedad correcta el quechua de la siguiente manera:

Mana huachayoc carcusca Tahiuantinsuyo llactanpac casca”: “Habría sido expulsado (desterrado, botado) sin su parido, de su pueblo el Tawantinsuyo”.

La palabra quechua “huacha” significa: “parido” y no es sinónimo de la palabra quechua: “hucha” o “qucha” que significa: “pecado, falta, culpa, delito, dañar”. Pues, si en caso quisiérase que significase “inocente”, ésa no se haría con el adverbio de negación “mana” que significa: “no, nada” (“mana quchayoq”, expresa “sin pecado, sin culpa, incriminado” pero no “inocente”), puesto que en el quechua antiguo y también en el actual existe una palabra sustantiva propia para designar con propiedad al “inocente” que es: “huchannacc, quchannaq”. En todo caso, la construcción quechua para decir: “El desterrado inocente de su pueblo el Tahuantinsuyo”, sería: “Huchannac carcurca Tahuantinsuyo llactampac carca” y no al revés.

La sintaxis impropia en la lengua quechua, tal como está redactada en los apócrifos italianos, merece un rechazo absoluto.

Hasta aquí hemos mostrado la primera falta o error del supuesto documento no redactado por el eximio quechuista que fue el Padre Valera. La siguiente falsificación que mostraremos, es el colmo monstruoso entre todos los errores cometidos en la lengua quechua.

4. 2.- El Padre Blas Valera nunca habría escrito una oración quechua sin el verbo principal.

Para cualquier quechua-hablante el error monumental que trae el apócrifo Exsul Immeritus es perceptible por sus tres palabras compuestas que no menciona nada, pues un maestro en la lengua nativa como lo fue el Padre Blas Valera nunca habría cometido tal disparate en su propia lengua. Esas tres frases están recargadas de errores que cometería cualquier principiante en el aprendizaje de la lengua quechua. En tan pocas palabras se hallan insondables barbarismos contenido en aquel documento. Sirva este mal ejemplo para descartar con toda probabilidad de la autoría al Padre Valera. Lo lamentable de esta construcción quechua (en medio del latín ahora traducido por los defensores acérrimos de los apócrifos italianos) es que no tiene el verbo principal y que éste fue agregado en la traducción al castellano hecho que constituye una alteración del documento, es decir, es un grave falseamiento del manuscrito.

He aquí el inmenso engaño:

“Cuando Luis y yo enterramos a Mama Urpay, él colocó una lápida sobre la fosa mientras cuchamamapac puynucunapi payahuarmicuna [las ancianas batían (sic!) las ollas para mamita] y yo, atormentado por dentro...” [19]

Esa oración quechua arriba transcrita, simplemente no es una frase nominal ni posee la frase verbal, es decir, no tiene predicado. No tiene razón de ser. Como se lee de la oración quechua, aquella es carente del verbo principal, es decir, que denota la acción sin que aparezca el verbo “batir” (tal vez sería aconsejable para los defensores de los apócrifos que tengan a bien de señalar el verbo quechua porque no vaya a suceder que esté por allí escondido y pronto a resucitar); seguidamente va una frase insólita que debería comprenderse como referidas a las “viejas verdes”, porque esta última palabra, denota duplicidad de concepto que trae un insulto en el quechua. Pero analicemos el contrasentido de toda la oración quechua.

Glosa: “cuchamamapac puynucunapi payahuarmicuna”.

Cuchamama, sustantivo de: “la mar madre”; + pac, tópico “paq”, sufijo nominal flexivo: “para”; + puynu, sustantivo masculino: “cántaro”; + kuna, sufijo pluralizador: “cántaros”; + paya, sustantivo femenino para personas: “vieja”; + huarmi, sustantivo femenino para personas: “mujer”, + cuna, pluralizador: “mujeres” (estos últimos sustantivos no se pueden unir en quechua sino en despectivo).

De la glosa del quechua al castellano resulta: “para la madre mar cántaros en libidinosas viejas” y no: “las ancianas batían las ollas para mamita”.
Fig. 5. Changóo, el rey blanco de los monos, habla el quechua perfecto de los salvajes civilizados: “para madre mar cántaros en libidinosas viejas”.
Indicamos que en la traducción hecha por los defensores de los apócrifos, con absoluta ignorancia de la lengua quechua, no existe en la oración el verbo “batían” que aumentaron de su cosecha: (en quechua sería el verbo: qachiy o aychiy: “batir, remover”, que está ausente en la oración); además no figura la palabra “las ollas” (en quechua sería: mankakuna, sino dice: puynucuna: “cántaros”); y lo más grave entre los desatinos redundantes, es la duplicación innecesaria de “ancianas” y “mujeres”, pues deja transparentar que esa construcción lo escribió alguien no quechua-hablante, porque la palabra “paya” (vieja) es sustantivo femenino que designa sólo para personas por lo que no es necesario aumentar la palabra “warmi” (mujer), “paya” que es admitida para las plantas y los animales, como el caso específico que ahora tomamos de ejemplo: paya allqo que significa “la perra vieja”, puesto que la palabra “allqo” (perro) es sustantivo quechua carente de género por lo que se acude a un sustantivo auxiliar que indique el género, conforme al ejemplo dado, lo que no sucede para las personas. La sola palabra “paya” expresa “la vieja” y “machu” designa “el viejo”. El duplicar las palabras “paya warmi” constituye un despectivo que expresa: “las viejas verdes o libidinosas” para aquellas mujeres que siendo viejas quieren pasarse de jóvenes. Por último, ¿de dónde sale la palabra “mamita”? ¿El “traductor” no conoce la palabra “cuchamama” (accidente geográfico) o “Mama Cocha” (deidad marina)?

Esa construcción quechua, sin sentido de aquel documento, es muy improbable que el Padre Blas Valera lo haya escrito porque es risible y ridículo presentarle a su paternidad escribiendo esos errores piramidales que traen esos papeles falsificados.

Entonces, ¿cuándo fueron escritos dichos apócrifos? Para dar respuesta a esta pregunta, creemos necesario enumerar algunas palabras quechuas existentes en Exsul Immeritus cuya ortografía es moderna, salpicada de algunos arcaísmos en medio de tanto latín desfasado y palabras quechuas inventadas.

Las palabras quechuas usadas y transcritas en el documento apócrifo Exsul Immmeritus (EI) parecerían haber sido escritas con la escritura actual del quechua como el uso de la consonante “q” de la ortografía racionalizada del quechua. Muchas palabras quechuas, en este documento supuestamente antiguo, están escritas con los préstamos del castellano sustituyéndose el pluralizador propio de la lengua nativa (–kuna) por la “s” del castellano.

He aquí algunas palabras con la ortografía moderna donde usan la consonante “q” postvelar, fricativa para el quechua contemporáneo: “Machaquymuqta” (palabra extraña al quechua, pág. 133, EI), “quychu” (pág. 138, EI), “noqata” (pág. 141 EI) y deficientemente traducido como: “de mí” y no “a mí”, también “noqata cuyapayay” (pág 158, EI), “noqan” (pág. 141, EI).

Algunas palabras quechuas con el pluralizador “s” castellano: “quipus”, “chinchaysuyus”, “villacumus” (pág. 138, EI), “huacas” (pág. 154, EI), “huaracas”,“champos” (pág. 158, EI), “apusquintin”,“tocapus”, “unkus”, “ticcsimis” (pág. 165, EI). No hay mucho que anotar sobre el extravagante quechua porque no tendrían razón de ser ni obligaría hacer los esfuerzos por estudiarlos; basta con lo que hasta aquí está escrito de aquel conglomerado novelesco que no concuerda con los escritos del Padre Blas Valera.

5. – La fantasía novelada atribuida al Padre Blas Valera: al trasluz la “Carta de una Peruana”.

Casi todo el estilo que trae el apócrifo italiano Exsul Inmmeritus que ha sido “traducido” del latín al castellano, no muestra una afinidad en la composición que caracteriza a la pluma del Padre Blas Valera. No coincide en nada con lo que transcribió el Inca Garcilaso de la Vega los párrafos extensos aparecidos en sus Comentarios reales de los Incas (1609) de lo que dejó escrito el Padre Blas Valera. [20]

Los apócrifos italianos estilísticamente son diferentes a la Relación de las costumbres antiguas de los naturales del Pirú, [21] que comúnmente se atribuye a la autoría de Blas Valera, aunque este trabajo publicado tardíamente trae controversias al citar hechos acaecidos en 1615, muchos años después del fallecimiento del Padre Blas Valera. En cambio hemos podido comprobar la abundante afinidad tanto estilística, temática y en los errores del quechua que contiene la obra de Madame Graffigny en su Carta de una Peruana (1750) y transcrita por el Príncipe Raimondo Di Sangro de San Severo. [22]
Fig. 6. Carátula de la novela de M. Graffigny en la traducción española publicada en 1792.
Una buena cantidad de palabras quechuas que contiene la novela de Graffigny, son muy parecidas en su ortografía, usos del pluralizador castellano e interpretaciones antojadizas con el Exsul Immeritus que ambos presentan en los casos siguientes: “MAMA–OELLO”, “YALPOR” (dice que es rayo), “QUAPAS” (dice que son quipus), “HASAVEC” (traduce por poetas), “CHAQUI” (y no “chaski”), “TISICACA”; el uso de la “s” en las palabras quechuas se hace a porfía suprimiendo el sufijo pluralizador quechua (–kuna): “Quipos”,“Amautas”,“Mamas”,"Quipocamayos”,“Curacas”, etc.
La novela arriba indicada inicia con una introducción escrita por la autora francesa, donde se apiada de los indios vencidos en la invasión a sus tierras por los hispanos; hace todos los esfuerzos en mostrar que una civilización antigua, humanamente superior a la europea, tiene derecho a ser comprendida. Al respecto es mejor leer el concepto con las mismas palabras de la autora:

“La Moral y la Ciencia de las Leyes útiles al bien de la sociedad eran las únicas cosas que los Peruanos habían aprendido y en que habían hecho algún progreso.” [23]

Esta cita transcrita es muy semejante al exordio que hace el citado documento apócrifo italiano Exsul Immeritus:

“Vuelve los ojos al Cielo, oh ciudadano de la Patria de la verdad, a ese mismo cielo que Dios creó tan ordenado y tan visible precisamente para que todo eso se convirtiese en evidente.” [24]

Como se aprecia de ambas citas, ellas tienen hasta el mismo estilo ortográfico, la misma línea de conceptos moralistas que biunívoca exponen a lo largo y ancho de la citada novela y el apócrifo italiano.

He aquí una síntesis de la novela titulada: Carta de una Peruana.

La novela de Madame Graffigny, es un relato descabellado de un supuesto asalto, por los invasores y saqueadores hispanos al templo de los Incas del Cusco, y el rapto de una de las “vírgenes del Sol” llamada con el nombre berberisco de “Zilia” quien es fiel amante y supuesta prometida del príncipe heredero (en la novela se dice que “Anqui” significa príncipe incaico) de un Inca anónimo. El príncipe incaico igualmente es llamado con otro nombre arábigo: “Aza”. Sucede que los españoles, después de cometer violaciones y matanzas a los indígenas, a “Zilia” deciden “desterrarla” a Europa al igual que a su amado “Aza” pero por rutas diferentes; como es de esperarse en la creatividad fantasiosa, en alta mar, unos supuestos guerreros (se tiene la idea que sean corsarios franceses) asaltan victoriosamente a la flota hispana y allí la capturan a “Zilia” y se la llevan como “objeto de guerra” delante del capitán llamado “Deterville” quien es natural de París. La princesa quechua narra sus pesares y angustias mediante el secreto de sus quipus (franceses). Aterrada por las aventuras guerreristas y la tristeza por su amado perdido, encuentra en la casa parisina Deterville, donde se la confinó, a su ángel protector en la persona de “Celia” que es la hermana de “Deterville”. Su carcelero, noble francés militar, se enamora de “Zilia” que ella le desdeña y jura ser solamente para “Aza”. A pesar de su despecho “Deterville”, al retirarse a Malta, se lleva consigo los quipus “escritos” por “Zilia” para hacerlos llegar a su amado “Aza” (por allá, ¿tal vez se encuentren todavía esos quipus incacicos?). Escribe “Zilia” a su amado cuarentaidós cartas: unas partes en quipus y las otras en letras porque se le agotan los hilos (posiblemente fueron largos kilómetros anudados en esos hilos) y, por otra parte, es increíble la velocidad que aprendió a escribir en letras alfabéticas y a redactar en un francés impecable. Al fin de casi toda la novela, se entera “Zilia” que su amado el príncipe incaico “Aza” se encuentra en España y que pronto contraerá matrimonio con una noble española. Esta noticia la lleva a denostar a su amado llamándole “pérfido” y hace una reflexión a su pueblo al más puro estilo del apócrifo italiano.

La novela alabada por Raimondo Príncipe Di Sangro de San Severo, constituye un libro apólogo a su entorno social de la llamada ilustración dieciochesca francesa, en extremo criticista a lo hispánico, pese a su hipocresía francmasónica que describe en sus líneas inventadas.

La novela de Graffigny y el apócrifo italiano tienen en común un hilo que los une, pese a que tengan que decirle que el autor sea el Padre Blas Valera.

Aquí ponemos algunos ejemplos sintéticos de los tantos que puedan surgir de un análisis especial, acucioso y puramente literario.

En el caso de la Carta de una peruana, el destinatario de la princesa incaica “Zilia” es su amado de sangre real incaico “Aza” a quien le trata como a un ícono sublime implorándole lo siguiente:

Aza mío, mi amado Aza, los lamentos de tu tierna Zilia, parecidos al vapor de la mañana, se exhalan y disipan antes de llegar a ti...” (las negritas son nuestras) [25]

En este mismo sentido, el apócrifo italiano, del supuesto Blas Valera, tiene la misma debilidad amatoria subliminal dedicada al “Beato Caballero de Cristo” (Ignacio de Loyola) a quien le dice palabras enternecidas al igual que “Zilia” a su amado “Aza” en lo siguiente:

“No dudo, Ignacio mío, de quien procede gran parte de mi sabiduría, que en tu condición de Beato podrías aparecerme en una visión: en este caso no sellarás con ceniza y cal mi boca, sino que impondrás tu mano bendecidora sobre mi cabeza ahora ya canosa”. (Las negritas son nuestras) [26]

Cualquier persona que pueda confrontar este muestrario literario tendrá la ocasión de apreciar esas coincidencias: “Aza mío” es a: “Ignacio mío”. Igual semejanza guarda: “al vapor de la mañana” con: “ceniza y cal mi boca”; “se exhalan y disipan antes de llegar a tí” igual a: “sino que impondrás tu mano”. Pero no es todo, sino que existen más coincidencias gemelas que, como volvemos a reafirmar, solamente lo más saltante transcribiremos en esta ocasión.

Como si en la novela “Zilia”, la “virgen del sol” cusqueña, quisiera reivindicar los “quipus reales” se pone a “escribir” en esos “nudos parlantes” lo siguiente:

“Corrí apresurada adonde estaban mis QUIPOS... con la esperanza de que con su socorro haría inmortal la historia de nuestro amor y felicidad.” (Las negritas son nuestras) [27]

En este mismo sentido el supuesto Blas Valera, en el apócrifo italiano al introducir en sus papeles, explica algo del concepto “quipus”, reivindicando también el derecho histórico “usurpado” por un célebre historiador cusqueño que publicó su libro recién en Lisboa, el 1609; mas el resucitado jesuita, dice lo siguiente:

“En primer lugar volveré a escribir la disquisición sobre los quipus incaicos con la cual Garcilaso no está de acuerdo o, por fraude, está de acuerdo con las voces de los españoles y de aquellos sacerdotes que los quemaron sin haberlos entendido o aclarado”. (Las negritas son nuestras) [28]

Como en la novela de Graffigny, el supuesto Blas Valera “vuelve a escribir la disquisición sobre los quipus” para inmortalizar “con su socorro” ante la historia el “fraude” del Inca Garcilaso y de los sacerdotes (católicos o incaicos) que a sabiendas no aclararon la historia o la ignoraron.

Estas son unas bonitas coincidencias entre ambos documentos.

También existen algunos pasajes respecto de la “conquista española” al antiguo Tahuantinsuyo, donde los conceptos generales coinciden dichosamente entre ambos documentos:

“¡O que desprecio tan grande no me inspirarían semejantes hombres [...] Los conquistadores de mi país me enseñaron á conocer las desgracias...” (Las negritas son nuestras). [29]

En seguida, tanto el estilo y la idea principal de la cita antecedente parecería continuar en lo que afirma el presunto Blas Valera, quien escribe lo siguiente:

Oh, gente hispánica, ¿no tuviste bastante que por codicia te apropiaste del oro y la plata? ¿Que con ferocidad engañosa te apropiaste de esta tierra mía? (Las negritas son nuestras) [30]

Pero eso no es todo lo que apenas aquí mostramos de las numerosas coincidencias, sino también existen venenos en medio de tanto amor, celo y orgullo que traen ambos testimonios escritos:

“¡Que! ¡Había yo de recompensar tantos beneficios, emponzoñando nuestros preciosos días y los de vuestra hermana...” (La negrita es nuestra) [31]

Esas palabras, arriba transcritas de Graffigny, sugiere que en la princesa incaica “Zilia” nada tiende a envenenar, con intrigas y falsos testimonios, los días placenteros entre los hermanos “Deterville” y “Celia” en la novela que vamos tratando.

Ese mismo concepto de hacer prevalecer la “verdad” aparece en el escrito del resucitado Blas Valera de los apócrifos italianos:

“No sin razón en la citada obra se consideró inoportuno hacer referencia claramente al envenenamiento porque todo el pueblo del Tahuantinsuyo desconocía la Verdad y para evitar instigarlo aún más contra los delegados de la Iglesia...” (la negrita es nuestra) [32]

La sinrazón se quiere justificar por todo un pueblo que no conocía la “verdad” y que un conocimiento de la sociedad, tanto indígena colonial como de los mestizos defina y afirme con esa “verdad” algo de poca credibilidad. Y es a pie firme la afirmación que usaron en Cajamarca los españoles de un veneno –que mataba los parásitos intestinales el vino con arsénico– como concluye esta nueva novela que abusa el nombre del jesuita chachapoyano.

Hasta aquí hemos mostrado las coincidencias. Y para ser breves al señalar esos sorprendentes parecidos de los apócrifos italianos y su fuente de inspiración, que es la novela de la escritora francesa, mostraremos el desenlace final, la despedida en ambos casos que tienen la misma afinidad apócrifa. He aquí lo que muestran ambos escritos:

“¡Oh dichosos Peruanos! Ya tenéis en vuestro hemisferio el germen de la verdad; cultivadlo y aprovechaos de su inapreciable fruto. Sufrid con paciencia las flaquezas de algunos de vuestros conquistadores, porque son hombres... [...] Venid á tener parte en la alegría de vuestra Zilia, tan digna de compasión por sus errores pasados...” (las negritas son nuestras) [33]

Nuevamente sale esa categoría elástica de la “verdad”, pero ahora se refiere a esa verdad evangélica que atenuará a sus sufridos vasallos del Papa y del rey hispano porque aquellos tienen sus flaquezas humanas, de hecho inclinados a ser malvados por ser hombres. Este mismo concepto central de la novela, por casualidad histórica o alguien quien tomó el estilo de la digna Graffigny, en el caso del supuesto Blas Valera, escribe el sustancioso gemelo apócrifo las palabras que sigue:

Oh, pueblo del Tahuantinsuyo, una vorágine funesta te ha tragado y nunca devuelve las cosas tragadas... En realidad habiendo sido educado desde mi infancia continuamente en el amor a la verdad... [...] Tú, indio, extranjero en tu tierra, la hora ya Babel de idiomas y de ideas, de religiones de nuevas huacas, inclínate al nuevo Soberano...[...] El desterrado inocente Blas Valera os ha precedido, guardando aquí los jirones que quedan de la civilización incaica.” (Las negritas son nuestras) [34]

Ambos escritos invocan la concurrencia de sus hechos, a los “dichosos peruanos” o “al pueblo del tahuantinsuyo” que deben soportar con paciencia al nuevo amo “conquistador” e “inclinarse al nuevo soberano”; ambos se despiden con sus nombres: “vuestra Zilia, digna de compasión por sus errores pasados” pero ya redimidos, ahora inocente. Y el apócrifo: con “el desterrado inocente Blas Valera” que quiere denostar más a los propios escritores indios que ahora tienen fama mundial –pues, hasta la muerte real o ficticia del verdadero Valera, pues al Inca Garcilaso no le era aún reconocida su fama de escritor sino un siglo más tarde, mientras que de Guamán Poma recién pudo leerse su obra en 1936– que en el siglo XVII. ¿Sería que la escritora francesa haya sido plagiada en su estilo e idea de su novela por alguien quien puso la firma de Blas Valera? ¿Tal vez fue un influjo de Valera en Madame Graffigny para que escribiera en quipus y de la misma suerte estilística de lo suyo? Todo es factible, porque el Padre Blas Valera después de su muerte y de su resurrección y, en ese ayer, ahora ya se habría reencarnado en una dama francesa escritora para, a través de ella, seguir esclareciendo la “verdad” de la civilización incaica y de su autoría de un libro, por entonces ignorado y desconocido, como es la Nueva Corónica del cronista quechua Felipe Lázaro Guamán Poma.

6.– Pedro de Cieza de León pierde su principado de cronista de las Indias frente a Francisco de Chávez.

El apócrifo italiano Exsul Immeritus, “refrendado” con la supuesta firma del Padre Blas Valera, trae un documento extraño sobre el suceso de Cajamarca de 1532 donde fue apresado el Inca Atahualpa, junto a sus mujeres y servidores, por los aventureros españoles de entonces. Ese acontecimiento militar fue narrado por varios cronistas. Sin embargo, los apócrifos hacen aparecer una supuesta relación de un tal Francisco de Chávez, quien negando a esa historia oficial quiere informa al rey (otra carta al rey) español de la “verdad” de los hechos en el que sostiene que no hubo acción de armas sino un “envenamiento con oropimiente mezclado con vino” a las huestes militares del Inca. Todos murieron como moscas emponzoñadas esa tarde en Cajamarca, según aquel relato.

La naturaleza de la supuesta “relación” de Francisco de Chávez no tiene ningún fin concreto perseguido por el interesado por acrecentar mérito alguno a su labor de soldado, así para obtener alguna gracia del rey hispano; banalmente sólo desea develar un “engaño” (¿de quién?) que ya no tenía importancia alguna. Ese papel está fechado en “Caxamalca a 5 de agosto de 1533”, pero ¿con qué objetivo? ¿Pretendería Chávez desmentir con su “verdad” una versión antojadiza de algún cronista que no conocía? ¿Y qué recompensa crecida esperaba de ello? Dejemos estas preguntas de lado sobre un español desconocido como lo era Francisco de Chávez el Almagrista quien si estuvo en Cajamarca cuando fue capturado el Inca Atahualpa en 1532; este español era analfabeto, amigo del Inca Atauchi y murió poco antes de la Batalla de Chupas en 1542; el otro Francisco de Chávez, que no estuvo en Cajamarca, es el que aparece mencionado en la obra bastante tardía del jesuita Anello Oliva (1631, casi un siglo después de los hechos acaecidos en Cajamarca). [35]

La mención de Chávez (el de Oliva) va unida a la amistad del capitán incaico Tito Atauchi que, una vez muerto el Inca Atahualpa, ingresó a Cajamarca para “vengar la muerte de su hermano”; sin embargo, este sería un dato contradictorio con la realidad, pues Tito Atauchi era del linaje familiar del Inca Huáscar contrincante del Inca Atahualpa. Estos datos constan del proceso que siguió el virrey Toledo, en 1572, contra Alonso Tito Atauchi acusándole de alianza secreta con los incas rebeldes de Vilcabamba. [36]

Las “relaciones” y “memoriales” están casi siempre unidas a las “informaciones” y “probanzas” que escribían algunos españoles e indígenas de los años coloniales; éstos documentos eran elaborados por los interesados con el fin especial de relatar sus hechos (enumeración según fecha y refrendado por testigos) como el haber “ganado la tierra con sus armas y caballo”, haber trabajado por la pacificación de los naturales, haber contribuido luchando contra las “tiranías” (entiéndase las rebeliones de Almagro el Mozo, Gonzalo Pizarro, Francisco Hernández Girón, Diego Centeno, y otros) alzando el estandarte real o el haber participado en las “entradas” o conquistas de nuevas tierras de los infieles selváticos con el objetivo de merecer alguna encomienda, homenajes heráldicos, colocación de oficios u otros afanes económicos gratificados por la Corona española. Las “relaciones” siempre presentan, después de narrar los hechos, varias preguntas a las que tienen que responder los testigos señalados ante un oidor de la Real Audiencia o el alcalde ordinario presentados por el relator. En cambio la “relación” de Chávez no tiene ningún fin determinado, no es del tipo canónico legal que contempla esos documentos, pues carece del respaldo legal de “testigos” –quienes refrendarían o negarían las aseveraciones de la “relación” o “relator”– a esa mal llamada “relación” de Chávez que no es sino un papel sin mérito alguno, insuficiente a las exigencias legales “para ser elevado a la Corte de España” porque carece de los testigos legalizados por autoridad y del escribano público y del cabildo.

El contenido de ese controvertido documento no tiene otro fin que desprestigiar, tomando de escudo al supuesto Blas Valera, del apócrifo Exul Immeritus, al Inca Garcilaso de la Vega y a Guamán Poma.

Con referencia al acontecimiento de la prisión del Inca Atahualpa, en Cajamarca en 1532, pese a que el pseudo Valera dice haberle dejado que: “el indio Guamán narrara verbalmente su versión de la conquista, las costumbres de su provincia, y se verá en nuestra transcripción como se equivoca incluso cuando alude al dominico Valverde, quien tranquilamente aparece como secuaz de San Francisco” (apócrifo, pág. 136), es insidioso. Parece muy extraño que Guamán Poma narre todos los hechos allí enumerados; sin embargo, el muy sabihondo escuchante admite los equívocos, pese a ser consciente del error para estampar esas palabras en la Nueva Corónica con la versión del cronista quechua, incluso sin mencionar el asunto del “vino envenenado” como la “verdad” del hecho militar en Cajamarca. Esta versión, ¿no será un autogolpe a la veracidad que pretende el apócrifo? Pues, el padre Blas Valera no habría cometido tal contrasentido ni aún resucitado o rencarnado mil veces en esta vida terrena.

En todo caso, la versión de la captura de Atahualpa y la gran masacre de los hispanos contra la masa indígena que iban con el Inca, ha sido registrado puntualmente por Pedro de Cieza de León el “Príncipe de los cronistas de las Indias”. [37]

Apoyados en el apócrifo italiano, las hasta ahora admisibles noticias del cronista hispano debe ponerse en tela de juicio. Por ello el “Príncipe de los cronistas de Indias” estaría alterando la “verdad” de los hechos históricos; por tanto, habría que cuestionar la honestidad y el valor exacto suministrado por Cieza de León. Habría que cuestionar su bien ganado prestigio de Cieza. Pero, ¿es para fiarse absolutamente de esa “relación” absurda de Francisco de Chávez para cuestionar la obra del cronista hispano? Pensamos que no.

No ahondaremos más detalles sobre el tema de Cajamarca al contrastar esa “relación Chávez”, que remata el documento apócrifo italiano, al que ya hemos estudiado en un trabajo anterior al que nos remitimos y nos reafirmamos en su contenido. [38]

7. – Conclusiones:

La posición del Dr. Joseph Manuel Bermúdez en su trabajo publicado en el Mercurio Peruano en 1793, demuestra que las falsificaciones del quechua y los quipus que difundía Raimondo Di Sangro (este alquimista no habría usado el Exsul Immeritus del supuesto Blas Valera ni la Historia et rudimenta) eran carentes de seriedad debido al desconocimiento total del quechua y sus estructuras tanto gramatical y de la sintaxis. El “quipu” que muestra el autor italiano denota una ignorancia plena del registro contable de los “quipucamayoc” incaicos y de todas las sociedades prehispácicas quechuas. Por lo tanto, la base que usaba Raimondo Di Sangro de San Severo no era producto de las informaciones del Padre Blas Valera sino de algún impostor(a) que fingía conocer lo que no podía sustentar sino amparado en algunos disparates novelescos.

La novela absurda del Exsul Immeritus que estaba dirigida a los “peruanos”, empieza con una frase quechua sintácticamente deficiente para luego proseguir en latín como si fueran los quechuas a usar esa lengua. Por lo incomprensible, mal redactada y peor entendido –por los quechua-hablantes– se concluye que la redacción del quechua que lleva el Exsul Immeritus no es de la autoría del Padre Blas Valera, maestro de la lengua quechua, quien no hubiera escrito semejante monstruosidad en su propia lengua nativa como aparece en aquel documento trucado y arriba mencionado. Tampoco sostenemos que ésas falsificaciones hubiesen sido hechas por Madame Graffigny, sino un impostor que de su obra haya hecho una mala copia tomando de modelo la novela de aquella autora francesa.

Se concluye que el Príncipe Raimondo Di Sangro de San Severo, pese a no haber usado el Exsul Immeritus, no fue el falsario directo de los manuscritos de Nápoles (siglo XVIII), tampoco fue Madame Graffigny, sino esos apócrifos (Exsul Immeritus e Historia et rudimenta) fueron fraguados más tarde, tal vez ya a fines del siglo XX, por sus indicios modernos que delatan de por si dichos papeles fraudulentos.

Los quipus admisibles en las investigaciones históricas son los elaborados por los “quipucamayoc” incaicos. El resto de los supuestos “aportes” idealizados de los quipus como es el caso de las figuras dibujadas por Raimondo Di Sangro Príncipe de San Severo, el de las “quipolas” inventadas por Anthony J. Phair en 1827, como así también los “quipus” de los brujos quechuas, no pasarían de ser curiosidades estrambóticas y no tomadas como bases de los estudios científicos.

Por la comprobación documental, Sangro de San Severo no habría conocido el manuscrito de Guamán Poma, y no es probable que el alquimista italiano haya copiado la “tabla de quipus” que aparece en la Nueva Corónica de Guamán Poma (pág. 360), porque aquella página fue calcada del cronista quechua para darle credibilidad a los apócrifos italianos.

Los partidarios de los apócrifos estarían también cuestionando la veracidad de Pedro de Cieza de León quien habría sido un petimetre de la historia de las Indias Occidentales, siendo en verdad un mentecato engañoso al escribir que la tarde del 15 de noviembre de 1532, en Cajamarca, habría sido una feroz masacre a la masa indígena del Inca Atahualpa. Así Cieza de León estaría alterando la “verdad” histórica por no fijarse bien que ése “genocidio” sería el pacífico envenenamiento sólo a los militares indígenas; por tanto, Pedro de Cieza de León no es indigno de llamarse el “Príncipe de los cronistas de Indias”, puesto que le desacredita la “relación” de Francisco de Chávez que, como tal documento, no tiene las exigencias que el caso legal requiere por ser una verdadera falsificación.

8. – Bibliografía general.

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BERMÚDEZ, Joseph Manuel (1793) [1964 – 1966]:
 “Discurso sobre la utilidad é importancia de la Lengua general del Perú” (Quechua), en: Mercurio Peruano del 17 de noviembre de 1793, folios 176 al181; del 21 de noviembre de 1973, folios 184 al 189 y del 24 de noviembre de 1793, folios 192 al 199. Edición facsimilar de la Biblioteca Nacional del Perú, XII tomos, Lima. (1830) Anales de la Catedral de Lima, 1534 a 1824. Editado en Lima.

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Relación de las costumbres antiguas de los naturales del Pirú, en: “Relación Anónima”. Tres relaciones de antigüedades peruanas, publicadas por Marcos Jiménez de la Espada. Edición del Ministerio de Fomento con motivo del Congreso Internacional de Americanistas que ha de celebrarse en Bruselas el presente año, Madrid.

Notas finales
[1] La cita corresponde al informe de la Sociedad de Americanistas de Francia. Cfr. Juan Carlos Estenssoro. Fuchs: “¿Historia de un fraude o fraude histórico?” en: Revista de Indias, vol. LVII, N° 210, Madrid, 1997.
[2] De las buenas intenciones que tienen algunos libreros al elegir la obra del alquimista Raimondo Di Sangro, Príncipe de San Severo, para reditarla traducida al castellano por una prestigiosa colección argentina es la de ser una novedad de tal rareza libresca; uno de los editores reconoce explícitamente que ésta se hizo en base al polémico cuestionamiento de la autoría de Guamán Poma de su obra: El primer nueva corónica y buen gobierno, escrito en el siglo XVII. He aquí la declaración aparecida bajo la autoría de Mauto Libertella al entrevistar al responsable de la Biblioteca Furt que a su pregunta le contestó con lo siguiente (copiado puntualmente): “¿Cómo le parece que fue cambiando la lectura de este texto [se refiere a “La carta apologética” de Raimondo Di Sangro] con el paso de las épocas? (Respuesta:) En rigor de verdad, la Carta Apologética provocó cierto escándalo en la fecha de su primera edición, 1750, ya que sus aseveraciones alrededor de la humanidad primitiva y de la marca de Caín hicieron que el Santo Oficio de Roma condenase el libro. [...] No hubo lugar y, a decir verdad, la Carta Apologética pareció caer en el olvido hasta que el affaire de los documentos Miccinelli y la discusión sobre la autoría de la Corónica y Buen Gobierno de Guamán Poma, en los años 90 del siglo XX, reavivaron el interés por la obra de San Severo. Spruit decidió luego reditarla por primera vez y produjo su gran versión erudita en 2002. La nuestra es la primera traducción y edición en lengua española que existe hasta ahora”. (s/f. Las cursivas son nuestras). Cfre.
[3] Cfr. “CARTAS DE UNA PERUANA. Escrita en francés por Mad. de GRAFFIGNI: y traducidas al castellano con algunas correcciones, y aumentada con notas, y una carta para su mayor complemento; por DOÑA MARIA ROMERO MASEGOSA Y CANCELADA. Valladolid: En la Oficina de la Viuda de Santander, é Hijos. Año 1792”.
[4] En su estudio apreciativo sobre los apócrifos italianos en la parte 8 aquel autor peruano dice: “MODELO PARA ARMAR: HAGA SU PROPIO MANUSCRITO NAPOLITANO / Para terminar con un poco de humor, le ofrecemos a los lectores las equivalencias de la escritura cifrada de los jesuitas que hemos podido deducir de la transcripción del manuscrito, diviértase cada uno como quiera lazando hacia el futuro sus mensajes, como una botella al mar”. En: Juan Carlos Estenssoro, ob. cit, ut supra, Madrid, 1997, págs. 577 –578. (Véase el código en el gráfico que acompaña al presente artículo).
[5] Cfr. Raúl Porras Barrenechea: Indagaciones peruanas: el legado Quechua. Edic. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1ra edición, Lima, 1999; pág. 159.
[6] Según afirma Laurencich este documento “Historia et rudimenta linguae piruanorum” poseyó el Príncipe de San Severo y dice lo siguiente: “El hecho que el Padre Illanes [Pedro de], en 1744 vendió HR [Historia et rudimenta...] en Nápoles a Raimondo de Sangro que lo utilizó para escribir su Lettera Apologetica (1750)”, cfre. Laura Laurencich: “Hebras, quipus y tocapus en el Mundo Inca y colonial”, en: Actas de III Jornadas Internacionales sobre Textiles Precolombinos, Edic. Victorìa Solanilla Demestre. Grup d’Estudis Precolombins, Universidad Autònoma de Barcelona, 2006, págs. 369–385. Según se lee la noticia, Laurencich no explica cómo ella está persuadida que aquel documento lo usó el Príncipe de San Severo, ¿dónde consta dicha referencia? ¿O es una afirmación visionaria gratuita de Laurencich?
[7] Cfre. Joseph Manuel Bermúdez: “Discurso sobre la utilidad é importancia de la Lengua general del Perú” (Quechua), en: Mercurio Peruano del 17 de noviembre de 1793, folios 176 al 181; del 21 de noviembre de 1793, folios 184 al 189 y del 24 de noviembre de 1793, folios 192 al 199. Edición facsimilar de la Biblioteca Nacional del Perú, XII tomos, Lima, 1964 – 1966. El mismo Bermúdez es autor de un libro titulado: “Anales de la Catedral de Lima, 1534 a 1824”, editado en Lima en 1830. El doctor Joseph Manuel Bermúdez habría nacido en la ciudad de Tarma, Perú, el año de 1764, según el breve comentario que trae la biblioteca digital andina. Cfre: http://www.comunidadandina.org/bda/docs/PE-CA-0006.pdf
[8] Cfr. Joseph Manuel Bermúdez, ob. cit. ut supra, del 24 de noviembre de 1793, folio 199. Sobre el anuncio de la “Gramática y la ortografía Quechua” no se conoce una edición ni el mismo manuscrito citado por el autor.
[9] Ob. Cit. ut supra, folios 185 – 186, Lima, 1793.
[10] Ídem, folio 187, Lima, 1793.
[11] Ídem, folio 187, Lima, 21 de noviembre de 1793.
[12] Cfre. Raúl Porras Barrenechea: El legado quechua: Indagaciones Peruanas. Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima, págs.78, 80 y 81. Primigeniamente publicado en “La Prensa” bajo el título de: “La Crónica India”, Lima, 20 de noviembre de 1946.
[13] Íbidem, folio 195, Lima, 24 de noviembre de 1793.
[14] Cfre. Carlos Radicati Di Primeglio: El sistema contable de los Incas. Yupana y Quipu. 1ra Edición, Librería Studium, Lima, 1977; págs. 51 – 52.
[15] Cfre. Laura Laurencich Minelli, Clara Miccinelli y Margherita Vitali: “Un documento polémico sobre la Evangelización del Perú”, en: Boletín Americanista, Universidad de Barcelona, Facultad de Geografía e Historia, sección de Historia de América. Año LI, pág. 187, Barcelona, 2001. Las autoras, indican lo siguiente: “Historia et Rudimenta Linguae Piruanorum (de ahora en adelante HR)”.
[16] En la actualidad se venden ejemplares de pésima edición de los apócrifos italianos bajo el título de: “Exul Immeritus Blas Valera Populo Suo e Historia et Rudimenta Linguae Peruanorum. Nativos, jesuitas y españoles en dos documentos secretos del siglo XVII”, edición asumida por la Municipalidad provincial de Chachapoyas, Perú, 2009. Cabe destacar que en la presentación de estos apócrifos que hace el “alcalde” de aquel municipio peruano, solamente firma con sus iniciales: “P.T.L.”; así presenta aquel funcionario su nítida cobardía quien politiquea incluso en la historiografía peruana.
[17] Cfre. Anello Oliva, S. J.: Historia del reino y provincias del Perú, de sus Incas reyes, descubrimiento y conquista por los españoles de la Corona de Castilla con otras singularidades concernientes á la Historia. Escrito en 1598 y publicado, después de tres siglos por Juan V. Pazos Varela y Luis Varela Orbegoso, 1ra edición, imp. San Pedro, Lima, 1895, págs. 70 y 71.
[18] Cfre. Ob. cit ut supra, Perú, 2009, pág. 131.
[19] Cfre. Ob. Cit. Ut supra, Perú, 2009, pág. 133.
[20] Cfre. Garcilaso de la Vega, Inca (1609): Comentarios reales de los Incas, tomos I, II y III. Biblioteca peruana, Lima, 1973.
[21] Cfre. Blas Valera (también conocida como: “Relación Anónima”): Relación de las costumbres antiguas de los naturales del Pirú, en: “Tres relaciones de antigüedades peruanas”, publicadas por Marcos Jiménez de la Espada. Edición del Ministerio de Fomento con motivo del Congreso Internacional de Americanistas que ha de celebrarse en Bruselas el presente año, Madrid, 1879.
[22] Cfre. Francisca de Graffigny, ob. Cit. Ut supra, Valladolid, 1792.
[23] Cfre. Ìdem, ob. Cit. Valladolid, 1792, pág. 40.
[24] Cfre. Exul Immeritus (en adelante: apócrifo italiano), pág. 131.
[25] Cfre. Ob cit. Ut supra, Valladolid, 1792, pág. 43.
[26] Cfre. Apócrifo, ob. Cit. Perú, 2009, pág. 135.
[27] Cfre. Ídem, Valladolid, 1792, págs. 50 y 51.
[28] Cfre. Apócrifo, ídem, Perú, 2009, pág. 135.
[29] Ìdem, Valladolid, 1792, pág. 478.
[30] Ídem, Perú 2009, pág. 136.
[31] Ídem, Valladolid, 1792, pág. 472.
[32] Ídem, Perú, 2009, pág. 136.
[33] Íbidem, Valladolid, 1792, pág. 514 y 516.
[34] Íbidem, Perú, 2009, págs. 155, 156 y 158.
[35] La obra de Anello Oliva, efectivamente trae a colación el dichoso “vocabulario” del Padre Blas Valera (más que glosario quechua parecería ser un breviario biográfico de entonces) que escribe quien era “Francisco de Chávez como “grande amigo de Tito Atauchi”; relata que Tito Atauchi fue hermano del Inca Atahualpa y tenía preferencia especial por aquel español a mérito de haberse él opuesto a la sentencia de muerte del Inca; pese a todo se sabe que Tito Atauchi no simpatizaba con Atahualpa; asimismo, de paso, informa Oliva que Chávez fue amigo de Luis Valera, pero no hay ninguna constancia de aquella “relación” de Chávez. Cfre. Anello Oliva, ob. cit. Pág. 110 y 111. También vivía por aquella época un almagrista llamado Francisco de Chávez que murió degollado por insubordinación decretada por el mismo Juan de Rada en 1541, quiere decir que no tuvo tiempo para escribir una carta y porque era analfabeto. Cfre. Ricardo Palma: “Los caballeros de la capa”, en: Tradiciones peruanas, edic. Villanes Cairo, Madrid, 1994, pág. 148.
[36] En el llamado vocabulario del Padre Blas Valera, mencionado por Oliva, habla que el capitán Tito Atauchi era partidario de Atahualpa y que por respeto a Francisco de Chávez “hizieronse las pazes” con los españoles. Cfre. Anello Oliva, ob. cit. Pág. 111. También cabe mencionar que el dato es contradictorio puesto que Tito Atauchi, aparece en varias acciones de armas a favor de los españoles luchando contra la rebelión de Francisco Hernández Girón, pero Guamán Poma no le hace figurar en esta acción militar sino a los curacas parientes suyos como “Capac apo Guamán Chaua”, “Apousaco”, “Apo Alanya” y “Guacra Uaman”. Sin embargo, el cronista quechua menciona a don Alonso Atauchi (esta persona de ninguna manera habría sido el personaje que vivió la invasión hispana, sino tal vez sea uno de sus hijos que tomó el nombre del padre). Cfre. Guamán Poma, ob. cit. París, 1936, págs. 431 al 434 y 740. Con relación al proceso instruido por el virrey Toledo, figuran el Príncipe Carlos Inca, los Incas Felipe Sayre, Agustín Condemayta, Diego Cayo y Alonso Tito Atauchi, este último por su colaboración militar con los españoles gozó a partir de 1555 el título honorífico y hereditario de “Alcalde de los Cuatro Suyos”, y figura como hijo de un pariente de Huáscar Inca que habría fallecido en destierro en 1573. Cfre. Ana María Lorandi: De quimeras, rebeliones y utopías. La gesta del Inca Bohorques. Fondo edit. PUCP, 1ra. Edición, Lima, 1997, pág. 80.
[37] Cfre. Pedro de Cieza de León: Descubrimiento y conquista del Perú (1553), Edición de Carmelo Sáenz, 1ra edición, Madrid, 2001. Para mejor información sobre los acontecimientos de Cajamarca puntualmente relatados en los capítulos XLII al XLV que en esta última, al respecto de la masacre de Cajamarca, dice: “Pasó este desbarate y prisión de Atabalipa en la provincia de Caxamalca, jurisdicción que es ahora de la ciudad de Trujillo, viernes, día de Santa Cruz de mayo del año mil quinientos y treinta y tres años” (confundida la fecha del año que debería ser de 1532 como el mismo Cieza ya enunció unas páginas antes en el citado capítulo).
[38] Cfre. Alfredo Alberdi Vallejo: El mundo al revés, Guamán Poma anticolonialista; 1ra Edición, WVB, Berlín, 2010, especialmente el capítulo 6 de dicha obra.

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* Reside en Berlín, Alemania. Cofundador del Archivo de Ayacucho, docente de la Freie Universiät Berlín y miembro ponente del Observatorio y Planetario Am Insulaner Berlin. Acaba de publicar: El mundo al revés, Guamán Poma anticolonialista. Este artículo se publica con la autorización expresa del autor, se puede acceder en formato PDF en el siguiente link:  http://www.alberdi.de/  (hacer click en Miscelánea andina)

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RUNA YACHACHIY
BERLÍN, 2012.

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