sábado, 20 de julio de 2013

SOY HIJA DEL EXILIO Y ASÍ MORIRÉ, HIJA DEL EXILIO

Reportaje a Rosina Valcárcel.

Por: Elvia Ardalani.


La presente entrevista con Rosina Valcárcel se realizó en dos partes: La primera se llevó a cabo cuando dirigía yo la revista virtual El Collar de la Paloma, específicamente para el número de octubre del 2008. Fue una de las entrevistas más leídas de cuantas presentamos, gracias a la calidez de la poeta y su visión. Aquella primera charla se enfocaba mucho en la situación literaria y social del Perú y Latinoamérica, poco ahondaba en las perspectivas humanas y literarias de la poesía de Valcárcel. De ahí que le pidiera yo a Rosina la oportunidad de ampliar la entrevista para poder presentar al lector un cuadro más equilibrado de su obra, ya que ésta sigue siendo fundacional para el desarrollo de la lírica en su país y el resto del continente. Las preguntas para esta segunda parte, por llamarla de alguna manera, se enfocan más en el lado humano y biográfico, huellas legibles en su poética afincada en el exilio y el caos, entre otros temas. Intenté organizar la entrevista como un conjunto fluido, eliminando las divisiones (primera entrevista vs. segunda) para evitar confundir al lector e integré las preguntas configurándolas, sutilmente, por temáticas. Se da inicio con la biografía, se continúa con la parte social y literaria, cerrando la charla con la introspección de Rosina con respecto a su propia obra. Descarté la introducción mía a la primera entrevista pues estaba hecha específicamente para los lectores de la revista, sustituyéndola con ésta. El título original permanece, ya que es en esa frase de la escritora donde queda cifrado, a mi parecer, el origen de su obra. A continuación transcribo el diálogo con nuestra poeta.
Rosina Valcárcel testimonia su arte poética, sus convicciones y compromisos.
Rosina, a los lectores siempre les gusta saber sobre el inicio literario de los escritores, ¿cómo fue el tuyo?
Mi inicio literario, creo que se da de modo espontáneo dentro del clima familiar donde me crié, en el D.F. Ciudad de México. Gustavo Valcárcel Velasco, mi padre, fue deportado por el dictador Manuel Apolinario Odría en febrero de 1951. Llegamos el 9 de marzo a la tierra de Diego Rivera y Frida Kahlo. Paulatinamente fueron arribando otros intelectuales exiliados como Juan Gonzalo Rose, Manuel Scorza, Juan Pablo Chang, Luis de la Puente Uceda, Jacobo Hurwitz, entre varios. Ellos leían mucho y comentaban las obras preferidas. El primer poema que recuerdo es uno de Lope de Vega: Aquel caracol / que va por el sol / en cada ramita / llevaba una flor / que viva la gala / qué viva el amor / que viva la gala / de aquel caracol.

Conociste el exilio desde muy niña. Cuéntanos, por favor.
Sí, conocí el exilio desde muy niña. A los dos meses de arribar a México, cumplí mis cuatro añitos: el 1° de Mayo de 1951. Recuerdo la música de un danzón sensual y arrabalero. El bosque de Chapultepec; el zoológico gigante; los carruseles con caballitos de madera donde subíamos una vez al mes; el Club Deportivo Hacienda donde papá nos llevaba algunos sábados por la mañana a nadar en pleno invierno. A la salida nos invitaba helados con caritas de sol; el cineclub de la Asociación Peruano-Soviética adonde llegábamos algunos fines de semana. Ahí descubrimos el fulgor del cine ruso, la rebeldía de sus gestas populares, me impresionaron mucho: La Madre (1926), Alexander Nevski y Acorazado Potemkin (1925) de Serguei Eisenstein, piedras angulares en la historia de la cinematografía. Aquel pasaje de la madre con su bebé en coche cayendo por la escalera en medio del tumulto reprimido por la guardia zarista en Odesa, suscita en mí una reacción visceral, me deja huella. Al salir, soy portadora de una revelación. Se despertó en mí una romántica adhesión a los humillados y ofendidos. Estudié en la escuelita estatal Mariano Azuela, mis remembranzas son ambivalentes, de gran cariño por la gente mexicana y de desconcierto por el dolor que padecían nuestros padres lejos de su patria.

De ahí que tu poesía tenga un fuerte vínculo con el exilio.
Sí, el exilio nos involucró a todos, a nuestro padre Gustavo, a mi madre Violeta Carnero Hoke (Piura, 1923), a mis hermanos César Gustavo, Xavier Alonso, Jorge Marcel y a mí. Mi padre, militante aprista, con esposa, cuatro infantes y sólo cinco dólares en el bolsillo, se tuvo que trepar a un barco y enrumbarse a México, país y pueblo que nos brindará solidaridad y asilo. Definitivamente esa deportación nos marcó. A mí, me dejó huella muy profunda, insuperable. Esa experiencia me causó sentimiento de desarraigo, sensación de exclusión, de marginación. Imagínense a unos niños sin abuelos (as), sin tíos (as), sin primos (as), sin barrio, sin patria, totalmente desprotegidos y a la buena de Dios. El sonido y el olor de la lluvia intensa, la humedad y el frío violentaban nuestros pequeños cuerpos desorientados. Los alimentos no eran abundantes, la ropa tampoco, las condiciones materiales de nuestra existencia eran insuficientes para sobrellevar una vida medianamente normal. Ello cala el alma, ello es una suerte de marca en la piel viva.
Y se acrecentaba cada vez que nuestros padres añoraban a Perú, a la patria lejana, eso era demasiado. Aunque los pobladores mexicanos fueron cálidos, los intelectuales y artistas como David Alfaro Siqueiros pronto le consiguieron trabajo remunerado a papá y ello neutralizó un tanto las penurias. Entonces mi poesía tiene vínculo con el exilio. Soy hija del exilio y así moriré: hija del exilio. Hay textos donde es fácil rastrear, algunos del libro Una mujer canta en medio del caos (Amarilis, Lima, 1991); otros de Loca como las aves (Arteidea, Lima, 1995); Paseo de sonámbula (Colmillo blanco, Lima, 2001); también poemas de Naturaleza viva (Hipocampo, Lima, 2011); y, Contradanza (Fondo Editorial Cultura Peruana, Lima, 2013).

Tal vez por eso la crítica se ha referido a tu excelente poesía como poesía de desarraigo. Aunque, ¿no es acaso toda poesía un acto de desarraigo?
¿La crítica se ha referido a mi poesía como poesía de desarraigo? Bueno, los años de destierro en México nos produjeron un sentimiento de desarraigo profundo, imposible de superar. Soy consciente de ello. ¿Toda poesía es un acto de desarraigo? Sí y no. Quizá para algunos. Es un punto complejo. Creo que escribir poesía es un acto de catarsis, un exorcizar fantasmas y demonios, un desnudarse, un encuentro con uno mismo, con el prójimo, con los otros, un acto de humanización, un acto que nos diferencia de los (otros) animales. La escritura es la esencia de los poetas. Hacer poesía es mi punto de apoyo con el que puedo mover el mundo. Cuando yo no puedo escribir (porque me ganan las tareas de la lucha por la sobrevivencia u otras) me siento más desarraigada que nunca, sin deseos de vivir.

Con frecuencia se habla de la influencia de tu padre en tu vida y tu obra. Cuéntanos de la influencia de tu madre.
Mamá es un personaje, aún casi anónimo, de la historia política contemporánea de Perú. Fue una mujer semiautodidacta, sólo pudo acabar estudios de primaria. Willy Carnero Hoke, su hermano, influyó en ella, le quitó cierta timidez, la sacudió, y la politizó en los mejores tiempos del APRA. A propósito, Marcel, mi hermano sociólogo, escribió un libro literario valioso, asociado a Violeta y la familia Carnero: Memoria en dos mundos, ahí resume dos épocas entrelazadas en “Mundos que se fueron” y “En busca de la infancia perdida”, que, en honor a la verdad, engloban muchos mundos, todos ellos afines a Marcel Valcárcel Carnero: su ‘antes’ y su ‘después’.
La constante en Memoria en dos mundos es sin duda la mudanza; los cambios de país de residencia, los cambios de residencia dentro de Lima. De la mano de Marcel Valcárcel, el recorrido por México, Guatemala, y otros lugares comunes, el lector ayuda a re-crear esos mundos, que hoy se muestran en todo su onirismo. Escuchémosle:
“Tiempo atrás tomé la decisión de aventurarme a escribir, con cierto orden, historias de una rama familiar: los Carnero Hoke, apelando sobre todo a la memoria de mi madre, Violeta. Fue así como llegué a redactar algo más de una treintena de páginas de un breve primer relato, cuya pretensión es doble: de un lado, no perder remembranzas familiares que se engarzan en la historia social y política de nuestro país, y, de otro, acercarme a algunos parientes que nunca conocí físicamente, pero que siempre estuvieron latentes en eso que llamamos querencia de sangre.
Con ellos buscaba enlazar trayectorias de varios integrantes del grupo familiar, con ciertas etapas transcurridas en el Perú a fines del siglo XIX y buena parte del siglo XX. Auscultar cómo las circunstancias fueron moldeando sujetos de carne y hueso, y cómo estos reaccionaron frente a ellas, no dejando en el texto que el peso de las estructuras sociales los doblegaran cual marionetas, ni tampoco considerar estar frente a individuos con rasgos excepcionales”.
Mi hermano Gustavo, el mayor, también preparó una suerte de antología-collage, titulada Violeta (Suma, Lima, 2011): incluye presentación, “Camarada Violeta” por Eduardo González Viaña; Palabras sindicales de Óscar Alarcón Delgado; “Violeta en la memoria” de Harold Alva; y Cartas y poemas a Violeta (de papá), “Violeta, mi madre” texto de Gustavo, el primogénito, y “Los dibujos de Violeta”.

Recientemente regresaste a México. Cuéntanos de ese viaje, de ese rencuentro.
Hubo un Encuentro de Escritores Latinoamericanos en Tezontepec de Aldama (Hidalgo), en abril de 2012. Primero, mi compañero Carlos Ostolaza y yo llegamos al Distrito Federal. Ahí estuvimos alojados en casa de la colega Margarita Zires, investigadora cultural. Con Carlos, íbamos diario a los museos, él quedaba boquiabierto. Lo acompañé a menudo. Retorné, con él, a la cálida “Casa Azul”, actual Museo de Frida Kahlo. Conocimos el increíble Museo de León Trotsky, que se halla en el tradicional barrio de Coyoacán de la Ciudad de México, en la calle de Viena # 45, entre las calles de Morelos y Gómez Farías, en la Colonia del Carmen. Salí muy emocionada. Luego la amiga Hilda Tizoc nos invitó a Cuernavaca, donde pasamos días gratos. Ya en Tezontepec, compartimos experiencias fecundas con artistas, intelectuales y jóvenes de diversas nacionalidades, con el pueblo mexicano fabuloso, visitamos colegios y convivimos. Yo pude realizar talleres de poesía para niñas y niños, fue una experiencia extraordinaria. Carlos hizo una exposición pictórica pública para estudiantes.
Autorretrato con "Bonito". Óleo sobre tela, 55 x 43.5 cm. La influencia estética de Frida Khalo
se halla en parte de su poesía.
¿Hubo apoyo familiar, una vez que decidiste dedicarte a la literatura?
Una vez que vislumbré que la literatura era mi vocación central hubo apoyo parcial de parte de mi familia. Aunque padre me aconsejó no siguiera estudios de Literatura en la universidad, pues había muchos poetas en Perú, la mayoría se morían de hambre. Que mejor estudiase Sociología, que nuestro país necesitaba de las Ciencias Sociales para contribuir a la transformación social. Entonces, 1964, una le hacía caso a los padres, no como ahora que felizmente los jóvenes optan por lo que aman, me parece. Postulé a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en el verano de ese año, e ingresé. Estando en Pre-Letras, José María Arguedas, el gran narrador nacional, me advirtió que si estudiaba Sociología iba a estar muy distante del arte, que en ese caso optase por la Antropología, más cercana a la Literatura. Y le hice caso. Bueno, pero en todos los domicilios donde vivimos hubo bibliotecas, tertulias, ambiente cultural. Mi padre fue poeta importante de la Generación del 50 (recibió el Premio nacional de poesía), ello debe de haber influido también, de modo inconsciente, creo.

Si hablamos de poesía y justo con una poeta tan humana, es indispensable hablar del amor. ¿Cómo es la relación entre amor y poesía en la obra y la vida de Rosina Valcárcel?
Elvia querida, todas las historias terminan hablando de amor. Hay una carencia de amor pasada o presente. El autor o autora comprende solamente si se ubica en ese punto de arrebato, de dolor perenne. Con nuestro desgarramiento el lector(a) crea una suerte de sentido de su propia aventura. Ello en el plano del inconsciente, en gran medida. La sociedad capitalista, alienada, no cuenta ya con un código amoroso, como afirma Julia Kristeva. Tendemos a idealizar al sujeto amado. El amor es el símbolo de las contradicciones oscuras. No soy ajena a este fenómeno. Desde mi primer poemario, Sendas del bosque (La Rama Florida, 1966), podemos verificar los sentimientos de soledad, desamor, tristeza, aunque también el amor late puro y gris. Y, así sucesivamente, en Navíos (1975); Una mujer canta en medio del caos (1991); Loca como las aves (1995); Paseo de sonámbula (2001); Naturaleza viva (2011); y se confirma en Contradanza (mayo: 2013). Aunque también existe otro amor, el amor a la humanidad, que se expresa de modo solidario, de canto a la vida, de ofrenda a las heroínas o héroes. Los amores personales residen en la obra, claro, las parejas conocidas: Leoni Vélez; Lucho Rocca; Víctor Carranza; Carlos Ostolaza. También están los afectos fallidos, imposibles, efímeros, platónicos. El amor nos rescata de la vida que nos tocó cargar desde pequeños. El amor hacia los hijos, las hijas, es un sentimiento primario y elevado, singular, casi sagrado. Mis hijas, Odette Amaranta y Milena Scherezade, me retribuyen la ternura que les brindé (y brindo), aprendo de ellas y con ellas. A veces no fue fácil el camino, pero se aprende. Luana, mi nieta de once años y seis meses, es fuera de serie, como la mayoría de las niñas de este tiempo, independiente, es una nieta de la vida, es una infanta sabia, para su edad. La poesía no es una carrera, es una suerte de destino que te signa.

¿Qué se siente cruzar el océano para encontrarte con tu nieta?
Luana, es “mi hijita doble”, un pedacito de mi infancia, quizá el que no pude tener. Con ella viajo de modo imaginario a islas remotas. La amo inmensamente, es lo sagrado que la vida me dio.
Como poeta y madre háblanos del significado de la maternidad en tu vida y en tu literatura.
Es difícil, pues a lo largo de la historia a la mujer se le asignó el papel de madre como parte de los normas de la sociedad patriarcal. Yo no tuve ese deseo consciente de realización de ser madre.
Cuando sufrí mi primer aborto lo poeticé:
“Ante divinas voces”: Ante divinas voces / de la noche / me inclino // Danzan conmigo / vírgenes desnudas,/ coronas de olvido / llevan sus cabellos. // También / niños descalzos / duermen en mi sueño.// ¡Grave llanto/ de recién nacidos!//¡Piedad, piedad!/ Esta es la hora. // En lo oscuro/ emerge/ un hijo blanco. (C/f Sendas del bosque, 1966),
La primera experiencia de salir embarazada de modo consciente, fue por amor y por azar, llevar en el vientre a un ser, alumbrarlo, amamantarlo, criarlo fue natural, cultural y “medio alucinante”. Mi esposo, de algún modo, participó en la crianza. Es innegable que tener un hijo (a) es una suerte de sacrificio para quienes transitamos otras sendas. El tiempo, espacio, salud física-mental que nos “hurtan” las crías es irrecuperable. Pero, jamás me sentí extranjera en mi casa. Por un lado, la dicha que sentí es insustituible. Mis hijas me dieron la mayor alegría, inesperada. Ello, sutilmente lo expresé en los textos siguientes: “Como las aves”, Se inicia el rito/ en la estación/ infatigable/ de la noche / Llego al extremo de mis fuerzas /y / alumbro/ como las aves/ entre el viento/ y las tinieblas (Navíos, 1975, p. 13); “Odette” En invierno / duerme / en una guitarra (Una mujer canta en medio del caos, 1991, p.81); “Celebración de Amaranta”, Viene el amor del mundo / ciega yegua delirante / justo cuando te alejas al otro lado del mar. // ¿Dónde estarás enero? ¿en la sal / de las piedras recibidas?/ ¿acaso te he perdido / corazón disperso / de las aguas? // Soledad de rosas, te envuelve la gracia/ del tiempo / sobre la mañana seca y doliente. // Junco y capulí por qué socavas mi alma en roca / dime bella mía qué lejana extensión/ qué movimiento formaron tu estatura. // Delgada y fugaz he visto tu frente / en los acantilados / con fuerza de ola y ritmo de alta mar. // Luciérnaga dulcísima aletea mi noche / apuntala mi columna desgajada // ay verano tardío tráeme el resplandor / de sus juegos pequeños. (Ob. Cit. p. 68). “Ave”, Amaranta enciende flores ámbar en la ventana / mira el poniente / lluvia de los dioses/ A V E/ junco/ perla, fuente / primavera mujer / rocío sueño irreal / flauta, risa / ritmo que no evade / su cuerpo / eleva el baile / bajo los astros brillan olas // A la hora de la luna / nos trae relámpagos / y su paso alado / alcanza la gloria / en la tarde añil / de mi vida silvestre / que se va / (entre la niebla). P. 87
Tras ver el perfil de la muerte, decidí fecundarme, la segunda vez, y tener otra cría. Así, en otra edad, exploré mi cuerpo, acaricié mi vientre, y le avisé a mi segundo compañero que iba a ser padre. “Milena”: He vuelto a las cavernas bocabajo / Dragones-dinosaurios mastican mi contorno / Mis pechos exploran la estrella que naciste // Tu padre sueña a sobresaltos / Y tú / hermosa Sherezade/ bebes voluptuosa mi sangre// Las mil y una noches/ dulce mezquita oriental (Ibid. p.67). “Muchacha ojos de papel”:Un amor en la mano es el inicio / Todo sueño es fiel Milena / Con el primer vodka / un lado embiste calmo / otro circula vertical / en el mediodía nevado / Muchacha ojos de papel / Aroma de ciruela / Morisca piel / Luna profana / Adonis en el mar / Fiesta de brujas / Tu cuerpo tiembla / Spinetta reverdece / La flor silba baladas / Cerca a todo lo nuestro / Muchacha pies de ángel / importa si tratas de olvidar / ladridos de amor / Venus tiene otros nombres / como espadas // Eros, Afrodita / Baila / Asciende y no calles / abre los ojos un instante // ¿Me escuchas, hija? // Estoy contigo (Paseo de sonámbula, 2001, pp.83-84).

En su artículo “Feminismo y Literatura en Latinoamérica” la crítica Adelaida Martínez menciona que las escritoras y madres latinoamericanas “han inscrito sus cuerpos maternales en el texto de la historia para denunciar los horrores de las dictaduras”. Es decir, ser madre y escritora en América Latina conlleva una doble responsabilidad. ¿Qué opinas?
Martínez habla de la verificación del canon que distingue a la literatura escrita por latinoamericanas y cómo coincide con las correcciones que hacen las literaturas femeninas de otras lenguas integrando temas antes "prohibidos," como la sexualidad de la mujer, la denuncia de la opresión patriarcal, la búsqueda de la identidad, lo que evidencia el proceso de escribir para una mujer en la sociedad contemporánea. Se diferencia de las otras literaturas por incorporar la problemática tercermundista del colonialismo, del silencio ocasionado por la tortura política, y de la violación ecológica.

Lo que define a la literatura femenina latinoamericana es sin duda su diversa y multidimensional especificidad cultural. Ser madre y escritora en nuestro continente sí conlleva un doble compromiso, doble deber. La mujer, madre y escritora no es ajena a los procesos históricos, ella ha grabado su cuerpo maternal en el texto de la historia para denunciar los horrores de las dictaduras. La literatura testimonial y el relato oral juegan papeles centrales. Rigoberta Menchú, activista de los derechos humanos de Guatemala (Chimel, Uspatán, 1959), nació en una numerosa familia campesina de la etnia indígena maya-quiché. Su infancia y su juventud estuvieron marcadas por el dolor de la pobreza, la discriminación étnica y la violenta represión con la que las clases dominantes guatemaltecas trataban de contener las aspiraciones de justicia social del campesinado. Ella es un ejemplo. Asimismo, Domitila Barrios Chungara, esposa de un minero y madre de siete hijos, fue la única mujer de la clase trabajadora que asistió a la Tribuna del Año Internacional de la Mujer, organizada en México en 1975. Ahí surgió la idea de este testimonio que contiene elementos para un análisis histórico profundamente innovador porque expresa una interpretación de los hechos a partir de una visión popular. En junio de 1967, el dictador René Barrientos Ortuño envió un contingente militar contra las comunidades de Catavi y Llallagua, para reprimir las reivindicaciones de los mineros parapetados contra la explotación y los abusos de los grandes empresarios. Tras la matanza, Barrios Chungara fue apresada y torturada por los militares. A consecuencia de estos abusos perdió el bebé (nonato) que llevaba dentro de su vientre. Estos hechos se conocen como la Masacre de San Juan. Más, cuando la perseverancia y consecuencia con los propios ideales es superior a la tentación de hacer concesiones, la persecución de la que fue objeto la líder minera sólo sirvió para multiplicar el alcance de su palabra y de la causa que representaba. Así, en 1975 su voz llegó a ser oída en escenarios internacionales y cuando un año después su testimonio se plasmó en un libro titulado Si me permiten hablar…su prestigio trascendió nuestras fronteras. Estos testimonios fueron posteriormente recopilados en los libros no solo en Si me permiten hablar, también en Domitila, una mujer de las minas de Bolivia y ¡Aquí también Domitila! En la Navidad de 1977, Domitila Barrios inició una huelga de hambre junto con otras cuatro mujeres mineras contra la dictadura. Les siguieron los sacerdotes Luis Espinal y Xavier Albó; y en poco tiempo, más de 1.500 personas se sumaron a la huelga. Con el pasar de las horas, los huelguistas se multiplicaron por miles, y al régimen militar no le quedó otra opción salvo la de claudicar en favor de la democracia.

Uno de tus versos más conocidos dice canto en medio del caos ¿Cómo es nuestro caos inmediato, el latinoamericano y el mundial?
Sí, uno de mis versos más conocidos dice canto en medio del caos. Nuestro caos inmediato, el latinoamericano y el mundial son complejos. En Perú se vive una democracia para la vitrina, para el exterior. La delincuencia crece significativamente. La corrupción del poder judicial heredada de los gobiernos anteriores (léase: Fujimori-Montesinos) no se supera. Los sueldos no han mejorado. La pobreza continúa. No hay políticas culturales reales para todos los sectores. El tema salud parece que se aliviará un poco...Veremos. En nuestro continente hay pauperización, desempleo, subempleo, drogadicción, narcotráfico, índices de mortandad infantil altos (con excepción de Cuba, felizmente). Sin embargo no todo es gris, nuevos rostros asoman en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, etc. El proyecto del Alba es interesante, en ese sentido. En el mundo hay violencia de todo tipo, hay abusos y violaciones de los derechos humanos básicos, con algunas excepciones. La globalización trajo avances en el área de las comunicaciones, en la tecnología, los mercados, entre otros aspectos; pero los beneficiados principales siguen siendo los poderosos, los dueños de las propiedades, de los medios de comunicación. Hay una amenaza latente de que podría darse la tercera guerra mundial. ¿Qué papel juega el gobierno de los EE.UU? Sabemos que es el primer responsable de genocidios en el Medio Oriente. Los Estados capitalistas le asignan al rubro militar-armamentista un alto porcentaje de los presupuestos, no así a la salud, educación, infancia, cultura...El panorama es confuso y hay escepticismo en las poblaciones. El individualismo generado por las políticas de esos Estados es alienante. Contribuyen a ello los programas televisivos llamados "chatarra" que idiotizan al público y a los pueblos, y los periódicos tildados "amarillos" por la mediocridad y enajenación de sus contenidos. La cultura es la quinta rueda del coche en la mayoría de los países subdesarrollados y del "Tercer Mundo".

Rosina, tu labor como defensora de los derechos humanos es tan legendaria como tu poesía. ¿Qué derechos humanos siguen siendo violados en tu país?
¿Creen que mi labor como defensora de los derechos humanos es tan legendaria como mi poesía? Muchas gracias, es un elogio muy generoso pero exagerado. En mi país todavía no se respetan los derechos humanos. Hay juicios pendientes contra los mismos presidentes de la República por delitos de lesa humanidad, por ser responsables de genocidios, de masacres en centros penales, en comunidades campesinas, por atentar contra la vida de estudiantes, profesores, líderes populares, etc. Durante el conflicto armado interno que duró veinte años, aproximadamente, el saldo fue atroz. Los paramilitares, las fuerzas Armadas, el Ejército, la Marina, la Aviación, no sólo fueron corruptos en cuanto al manejo del dinero del Estado y de la ciudadanía, no sólo fueron espías ("chuponeando los teléfonos de los representantes de la izquierda, de centro- izquierda, de los hombres y mujeres dignos (as), como es el caso del máximo de la Fuerza Aérea de Perú, hoy encarcelado); lo peor fue la desaparición de poblados, las torturas de todo tipo contra presos políticos y representantes populares. Los casos de La Cantuta y Barrios Altos son muy conocidos. El caso de la toma de la embajada de Japón por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, visto por cable-tv, ocurrido hace diez años, demostró que los guerrilleros respetaron la vida de sus rehenes. En cambio el presidente Fujimori y sus cómplices, tras sacar a los pocos rehenes que quedaban, bombardearon la embajada y eliminaron a todos los rebeldes, estando aún con vida varios. De parte de las fuerzas represivas también hubo violaciones sexuales contra mujeres campesinas, indígenas, de sectores populares. Incluso al interior de los grupos subversivos se cometieron errores y abusos. Se "saldaron cuentas" haciendo juicios populares y eliminando a compañeros. Se aprovecharon de su rol y carisma algunos líderes rebeldes o cuadros medios, y tuvieron relaciones sexuales con las camaradas más jóvenes, según se lee o interpreta en los resultados de los documentos presentados por la Comisión de la Verdad y Reconciliación. (Ello ha sido reforzado por estudios, investigaciones y trabajos efectuados por algunas ONGs, como es el caso de Consejería de Proyectos (PCS), quienes laboran en Perú, Guatemala, Colombia, México, etc.). Y, finalmente, el derecho elemental a poder vivir, a tener techo, trabajo, comida, salud, educación, cultura, aún no se respeta a cabalidad en Perú. Hay algunos esfuerzos, algunas alianzas, hay congresistas honrados, en general parece que existen buenas intenciones, pero glosa el dicho popular: "El infierno también está lleno de buenas intenciones". Ojalá me equivoque y la realidad cambie, así pueda existir una patria solidaria, libre y justa.

¿Puede ser la literatura un arma de cambio social o eso ya no es válido?
De modo directo quizá la literatura no sea un arma de cambio social. Pero indirectamente sí. La obra de Víctor Hugo es notable, la de Balzac, la narrativa rusa, etc. La metamorfosis de Kafka es una suerte de denuncia de la alienación de la sociedad moderna, de la burocracia enquistada, es mi lectura, claro. Creo que para una tendencia de escritores en nuestro continente la literatura sigue siendo un instrumento de transformación social. En Perú las obras de César Vallejo en poesía y de José María Arguedas en narrativa (aunque también en sus poemas), expresan la realidad desde sus propias experiencias, sea urbana, sea andina, o mixta. Desde hace poco tiempo se dio una polémica entre narradores "urbanos" y narradores "andinos", cada quien dijo lo que quería de modo apasionado, controversial. En el caso de los andinos Zein Zorrilla representa y ha escrito, entre varios. En el de los urbanos Alonso Cueto, Iván Thays, Guillermo Niño de Guzmán, Fernando Ampuero, entre otros. En suma, se palpó una brecha, real, literaria, ideológica, pero brecha al fin. Más allá de que algunos discrepen de que se hable así, o que les parezca irrelevante, inconsistente dicho debate. Me parece que detrás de los andinos hay una perspectiva popular, progresista, de izquierda. Y entre los urbanos hay un enfoque de centro, neutro, apolítico, o de derecha sutil. Y entre los poetas, desde la llamada generación del '50 hubo una dicotomía: poesía pura, representada por Westphalen, Jorge E. Eielson, Blanca Varela, Carlos Germán Belli, Cecilia Bustamante, entre tantos, y la poesía social representada por Alejandro Romualdo, Gustavo Valcárcel, Juan Gonzalo Rose, Leoncio Bueno, Víctor Mazzi, Jorge Bacacorzo, Mario Florián, Efraín Miranda, entre muchos. En la generación del 60, de algún modo se superó aquella dicotomía, se fusionó lo individual con lo colectivo con resultados afortunados. Ejemplo: Juan Ojeda, Guillermo Cúneo, marginales, de calidad alta. Pasados los años, podría afirmarse que poetas de la talla o fama de Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza, Marco Martos, Mirko Lauer devienen en poetas apolíticos, o escépticos respecto del compromiso del poeta con su historia. Y que los aedas que se agruparon en torno de la revista Piélago, Hildebrando Pérez, Juan Cristóbal, Julio Nelson, representan a los poetas izquierdistas, comprometidos con las causas populares. Asimismo, Winston Orrillo, entre otros. Hay bardos como Pablo Guevara, Arturo Corcuera, Gladys Basagoitia que tienen una posición contestataria, pero sus textos son difíciles de ubicar. En la generación del 70 es más complejo el tema. La revista Gleba que dirigió Ricardo Falla da señales, se anticipa. Hay otros poetas migrantes identificados con la cultura andina como José Luis Ayala, Omar Aramayo. Otros como Julio Carmona o Nicolás Matayoshi, cuya estirpe popular se percibe en sus escritos- Chacho Martínez es otro caso singular-. Las poetas Queti Belevan y Sonia Luz Carrillo juegan un papel. La mayoría de los poetas del 70 tiene un discurso coloquial, con elementos de la calle, la urbe, lo marginal, expresando la realidad sin ser abstractos, algunos con un lirismo desgarrador, por ejemplo quienes integraron el grupo Estación Reunida: Óscar Málaga, Elqui Burgos, José Rosas, Patrick Rosas. O quienes conformaron el movimiento Hora Zero: Enrique Verástegui, Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruiz, Tulio Mora, Jorge Nájar, Eloy Jáuregui, Bernardo Álvarez, Ángel Garrido, entre otros. Aunque en el presente varios de los citados no creen en la Revolución Cubana, en los paradigmas socialistas, ni en los nacionalismos; podría decir, pues, que son poetas independientes, con algunas excepciones (Nájar, Álvarez, Garrido). Entre las poetas, las del interior: Gloria Mendoza (Puno), Ana Bertha Vizcarra (Cusco), Carolina Ocampo (Huancayo), etc. en sus poemas se puede leer un compromiso con la historia, con el porvenir, hay un tono optimista, esperanzador aún. Para los jóvenes de las generaciones posteriores la historia y la sociedad está más allá del bien y del mal, por decirlo metafóricamente. Ellos vivieron otras circunstancias, tuvieron otras lecturas, otros intereses, gustos, preferencias y sueños. Para mí, la literatura es catarsis, a través de ella exorcizo pesares, carencias, ausencias, separaciones, muertes, desapariciones, amigos presos políticos, enfermedades físicas y mentales. De algún modo, todavía, la poesía es un arma contracultural. ¿De transformación? Lo pueden decir los lectores y lectoras.

¿Cómo ves la situación de la literatura hispanoamericana actual, particularmente la peruana?
La situación de la literatura hispanoamericana actual la veo muy bien. En todo nuestro continente hay escritores valiosos, varios son reconocidos. En narrativa los del llamado Boom. Entre las poetas mujeres, por ejemplo, conozco y valoro la poesía de: Esther María Oses, Elsie Alvarado de Ricord (de la promoción de los '50), Moravia Ochoa, Giovanna Benedetti (de la generación de los '60), de Panamá. Thelma Nava, Raquel Huerta, entre otras de México. Raquel Jodorowsky, chilena, quien radica en Perú desde hace años. María Mercedes Carranza, Guiomar Cuesta de Colombia. Destaca también Cristina Castello de Argentina. Voz irreverente de la joven María Montero de Costa Rica. La mayoría de las citadas, amén de su valor literario, tienen el don de la solidaridad, defienden los derechos humanos de las mayorías empobrecidas, y de las minorías excluidas (mujeres; poblaciones afro-descendientes, indígenas; homosexuales).

Tu país cuenta con una brillante tradición poética, dentro de la cual tu poesía queda inscrita en la llamada Generación del 70. ¿Nos podrías hablar de los puntos convergentes dentro de la generación?
Cierto, Perú cuenta con una brillante tradición poética. ¿Mi poesía? A veces ha sido inscrita dentro de la generación del '60 (por Antonio Cornejo Polar), por participar en el grupo liderado por Hildebrando Pérez Grande, cuya revista fue Piélago; sus miembros fueron: Juan Cristóbal, Julio Nelson, Edgardo Tello, Carlos Henderson, Fredy Sánchez Lihón, etc. Javier Sologuren editor de La Rama Florida lanzó mi primer poemario Sendas del bosque en noviembre de 1966. ¿Hay puntos convergentes dentro de la generación del '70? De modo general sí, los factores históricos, culturales y políticos de entonces identifican a la mayoría de poetas del '70 como el eco de la Revolución Cubana; la defensa del pueblo de Viet Nam; las guerrillas del ELN y del MIR, los asesinatos de los poetas Javier Heraud y Edgardo Tello (en Perú); el hippismo; el feminismo; las Universidades de San Marcos y Federico Villarreal, principalmente; el reformismo del Gobierno de Juan Velasco Alvarado (68-76). La revista Gleba dirigida por Ricardo Falla emerge en la F. Villarreal. El grupo Estación Reunida, nace en San Marcos y lo integran Elqui Burgos, Óscar Málaga, José Rosas, poetas importantes, entre otros, nace bajo el paradigma de Javier Heraud (caído el 15 de mayo de 1963). El Movimiento parricida Hora Zero irrumpe en los 70, nace en la Villarreal, Jorge Pimentel encarna la ruptura con la generación del '60. Las características predominantes del 70: vitalismo, exteriorismo, testimonio urbano deambulando por las calles, aproximación a las vivencias de los pueblos, actitud vanguardista proclive a sembrar grupos y manifiestos colectivos, prédica revolucionaria, y oposición al cultismo-hermetismo-cosmopolitismo de A. Cisneros, R. Hinostroza. Asimismo Enrique Verástegui, Juan Ramírez Ruiz, Tulio Mora, Jorge Nájar, Eloy Jáuregui, Edwin Sarmiento, entre varios bardos valiosos. Hay poetas insulares como José Watanabe, Abelardo Sánchez León y Rosina Valcárcel. Las poetas de Lima que pertenecen a los 70: Sonia Luz Carrillo (Federico Villarreal), Queti Belevan, y esta cronista (San Marcos). Gloria Mendoza (Puno), Ana Bertha Vizcarra (Cusco), Carolina Ocampo (Huancayo), entre diversas voces.
Apunte a lápiz por Carlos Ostolaza.
Hay en tu poesía imágenes sorprendentes, conmovedoras. ¿Qué recurso te parece más importante dentro de la poesía?
¿Les parece que en mi poesía hay imágenes sorprendentes, conmovedoras? Qué bueno. Muchas gracias. Dentro de la poesía ¿qué recurso me parece más importante? Pues fíjense que no lo sé. A menudo he escrito por esa suerte de inspiración, la musa rondaba mi puerta y ya. Claro, desde 1990 la cosa varió. Paulatinamente fui asumiendo la poesía como un asunto serio, el oficio traté de cumplirlo medianamente. Justo los tres poemarios que mencioné hace un ratito creo que son los más o menos logrados. Lo que sí puedo afirmar es que sólo entonces pude advertir que la cuestión había que tratarla con ironía, con sutil sentido del humor. Las escritoras mujeres no debemos, pues, permitirnos ser "víctimas" del sistema patriarcal, del machismo, de la cultura dominante, del "abandono", de la deslealtad, por ejemplo. Una puede y de hecho está afectada por múltiples sucesos, circunstancias históricas, políticas, familiares, amicales, amorosas, sexuales, conyugales, filiales, laborales, existenciales, etc. Algunas pueden haber sido violentadas, agredidas sexualmente, y ello hay que trabajarlo. Hay que procesar, luchar, hay que resistir, voltear la tortilla, y para ello la palabra, la escritura, juegan un papel crucial. Una exorciza una enfermedad a través de un poema. Uno exorciza un desamor mediante un texto. Una le saca la lengua a la adversidad escribiendo con el rostro altivo, con las manos abiertas, con el corazón pero también con la mente. La intuición y la inteligencia deben ir de la mano, no es fácil, pero se trata de intentarlo. Y en eso estamos las poetas no sólo de Perú sino de toda Latinoamérica. El recurso mío, pues, fue (es) emplear la ironía como un arma feminista, como un arma liberadora. Por cierto que romper con la tradición literaria nacional, latinoamericana o hispanoamericana es lo óptimo, y hay avances importantes, en Perú Blanca Varela (acaba de obtener en el exterior dos laureles significativos) es un paradigma para varias poetas, soy parte de esas lectoras. Julia Ferrer y Lola Thorne, también de la generación del 50, son otros modelos intereseantes. María Emilia Cornejo -poeta joven suicida- y Carmen Ollé, ambas de los años 70 (aunque Ollé publicará recién en los 80). Luego las poetas de los 80, conocidas como las "eróticas", por el hecho de tratar temas vinculados al cuerpo y a la sexualidad, la misma Ollé (con el contracultural libro Noches de adrenalina), Rocío Silva Santisteban, Dalmacia Ruiz Rosas, Patricia Alba, Mariella Dreyfus. Luego vendrán Rossella Di Paolo, Giovanna Polarollo, Tatiana Berger, Monserrat Álvarez (autora de Zona Dark), Violeta Barrientos, May Rivas, entre otras.

En tu obra se conjugan aspectos aparentemente irreconciliables como la ternura y la rebeldía, el amor y la rabia. ¿Podrías comentar algo al respecto?
Sabes, mi familia y yo padecimos destierro por orden del dictador Manuel A. Odría. México nos recibió cuando tenía sólo cuatro años de edad. Este hecho signará nuestra existencia. A menudo la delicada Violeta extrañaba, a sus hermanos, a su Perú. Y Gustavo, melancólico, evocaba, a viva voz, a sus compañeros y parientes. Los niños fuimos testigos de esas quejas, ira, silencio y frustraciones. Paralelamente, en casa se reunían los tíos, exiliados, no sólo los de sangre como Willy Carnero Hoke, o Maruja Roqué (la española), sino los de la militancia aprista Luis de la Puente Uceda, Juan Pablo Chang, y comunista, ejemplo Jacobo Hurwitz, Juan Gonzalo Rose. Ahí expresaban su espíritu insurrecto y conspiraban comités, charlas, mesas redondas, artículos, revistas, libros, tertulias, bohemia. Una, infanta, se nutría pues, de ambos licores. Papá tarareaba: “Mañana me iré mañana, mañana me iré de aquí…”, mientras yo jugaba con mi prima Nuri y mi amiga Anita Hurwitz.
México, mi primera patria, nos dio amor, arte, literatura, pintura, murales, cine, música, culturas populares, leyendas, mitos, comida típica, y rebeldía. Aún me siento mexicana. En Lima, casi púber, a flor de piel absorbí el cariño de la generosa familia Carnero. Mis lecturas tempranas influyeron en mi idiosincrasia y temperamento
Rosina, en un acto de introspección, haciendo a un lado lo que dice la crítica, ¿cómo ves tu propia obra?
Mi propia obra la veo lejana. Mis trabajos antropológicos creo que aportaron un tanto al debate de la identidad nacional y de las culturas populares. Mis textos periodísticos, acaso sirvan como una suerte de memoria clandestina registrada, rescatada, de los autores, sujetos históricos, décadas que me tocó vivir, soportar y compartir. Mis textos poéticos ahí están mirándome de perfil. Son mis hijos, algunos bastardos, otros villanos, otros representan a la bruja que he sido, otros a la princesa que me sentí, la mayoría simbolizan a la mujer que soy, a la mujer del siglo XX, nacida en Perú, América latina, parte del "Tercer Mundo", hija del exilio, huérfana, escuálida, rebelde, feminista, contestataria, bolivariana, marxista, guevarista, involucrada con la historia, el destierro, el desajuste y la dicha que me tocó vivir, sufrir y danzar.

¿La poesía es un género insalvable, en desuso?
No lo creo. No sé si la poesía es un género. ¿Por qué tendría que salvarse? Parodiando a Aldo Pellegrini, creo que hay un ímpetu en la mujer y el hombre, derivado del simple hecho de vivir, que, de una forma u otra, determina su destino irremediablemente. Esta fuerza se torna visible a cada instante a través de las voces del amor, que tiende a trascender del individuo en una comunión con el todo, tiene sus propias leyes irreductibles a los esquemas racionales. La poesía aparece como expresión de ese impulso hacia el cumplimiento de un destino vital, y la fatalidad de ese destino se revela en la poesía como un hecho indiscutible. La poesía no es, por consiguiente, una pompa o un divertimiento, sino una necesidad, de la misma manera que lo es el amor. Todas las otras necesidades, aun las más perentorias, están subordinadas a esos dos, que en definitiva son los dos aspectos de una misma energía esencial que le confiere su verdadero sentido a la vida. Si percibimos el significado del refrán antiguo "No sólo de pan vive el hombre" probaremos que la lúcida sabiduría popular arriba a una convicción análoga. Prescindir de la poesía equivaldría a renunciar a la vida. En suma, la poesía está viva y es vigente.
¿Qué poeta puede dejar de querer al surrealismo? De algún modo es la encarnación de un mito de la poesía, que perdura y le da un sentido muy especial a la tarea del poeta. Porque no se trata de una escuela literaria, sino de una concepción total del hombre y del universo: un humanismo poético, en cuyo centro está el hombre, no la divinidad, proyectado hacia lo absoluto, con todos los poderes implícitos en su condición. (dixit, Enrique Molina)
Platicando con César Lévano Casas, él arguye que el uso de los términos "insalvable", "en desuso" habla de una separación anacrónica y de suya utópica. El des-uso es el uso de los insatisfechos. Mientras mayor sea el arcaísmo en que caiga la poesía, tanto mayor será su operatividad. Nuevos códigos de comunicación pueden aparecer en cualquier rincón, pero la probeta experimental por excelencia es la poesía. La probeta examinada al trasluz por un conspirador o grupo de conspiradores, café de por medio. Desde ella es que se expanden las retóricas inesperadas. A partir de ella es que los lenguajes se rejuvenecen y cobran capacidad de agitación en diversas esferas de la actividad, empezando en el cortejo amoroso y concluyendo en la pedagogía o la investigación científica. Y el humor, también el humor. Recordemos que hay un "Don Juan" de Byron y un "Wintermärchen" de Heine. Todo ello, por supuesto, nos devuelve al conocimiento. Pero ya no es un conocimiento pasivo. Estamos explorando el efecto que la matriz lírica imprime al cuerpo colectivo. Un efecto imprescindible de reconsideración. Se ve de inmediato que la presente "demostración" es a priori, pero creo que esa aparente a-historicidad es justamente la herramienta trascendental que nos posibilita una inserción poética y humana en una época de resignación.

¿Qué espera Rosina Valcárcel de la vida y la poesía?
Aguardé mucho de la vida, del amor, de la amistad. Pero la existencia es diferente, la realidad es otra. Los seres humanos son de barro. Yo también. Cometemos errores, ofrecemos y no cumplimos. Hay deslealtad, hipocresía, envidia. Venimos con carne y hueso, con alma y miseria. Lentamente trato de comprender esta verificación, para sufrir menos, para desgarrarme sin tanta intensidad, es muy difícil. De la poesía no espero nada. Ella está ahí, me acompaña, a veces es un ángel, otras es un diablo. Es mi doble, mi sombra y mi luz.

Una última pregunta. ¿Hay esperanzas para este caos?
¿Hay esperanzas para este caos? Sí hay esperanzas. Múltiples esfuerzos se están dando. Por ejemplo, a través de la figura de Simón Bolívar muchos líderes y representantes de las causas populares se están aglutinando, para defender los derechos humanos, los derechos de los indígenas, afro-descendientes, los derechos de las mujeres, los derechos de los niños, los derechos de los pueblos a ser libres, autónomos. Los derechos de los trabajadores a salarios dignos. Los derechos de los desempleados a tener trabajo. Los derechos de los ancianos a tener apoyo estatal. ¡No más invasiones! ¡No más infiltraciones! ¡No más masacres! ¡No más guerras! ¡No más imperialismo!
Sufrí el caos del amor-desamor, de la hermandad-lejanía, la amistad-enemistad. Cómo conocí, conozco, siento el calor de la amistad, de la solidaridad, alegría y esperanza de seres humanos de diversos países, pueblos, ciudades, grupos étnicos, creencias, partidos, religiones, géneros, edades, sueños, canciones, danzas. Muchas Gracias.
Gracias a ti.

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