lunes, 7 de abril de 2014

Tundra la mañana, Zumarán.

DEL ARENAL LAMBAYEQUE  A  CAMPOS  ELISEOS



Escribe: Roque Ramírez Cueva





ace algunos años llegó, a nuestras manos, el manuscrito de un libro de poemas llamado por su autor Tundra la mañana. A solicitud mía fue que su creador me los cedió con el propósito de comentar dichos versos. El resultado de mi lectura no se publicó en el diario capitalino donde entonces colaboraba por la extensión de la nota, mi amigo y paisano Hernán Flores con toda su bonhomía y carisma de editor del suplemento cultural Cara & Sello no podía cederme dos páginas, ya tenía asignada una.

 En un breve lapso de tiempo cambiaron al amigo editor. Hoy algunos lustros después en memoria de algunos amigos enteros –los números de mi mano-  a quienes extravié su compañía virtual y cierta, rescato, para las páginas virtuales y los ojos certeros del lector, tal otear del conjunto poético de uno de ellos, no sin antes dar a conocer los caminos y las huellas del poeta.

Jorge Zumarán nacido en la ciudad de Chiclayo, norte peruano, hoy radica en Francia desde el año 1973, año de terror desde aquel septiembre fascista en que se vieron obligados a inmolarse los mejores hijos del pueblo chileno, y motivo por el cual nuestro poeta tuvo que salir de la patria de Víctor Jara, donde viajó por coordinaciones estudiantiles. Allá en parís estudia y se gradúa de economista en La Sorbona, para costearse los estudios se obligó a trabajar de obrero en las minas de sal de Suiza.

Acá en Perú, antes de Chile, había ingresado a la Universidad Nacional de Ingeniería, centro de estudios en el cual se involucró en los círculos literarios, ganando en 1968 el primer premio en los Juegos Florales “Edgardo Tello” organizados por el CEIME-UNI, con el conjunto de versos “Poemas de la tierra y de sus hombres”. En este mismo certamen, con otro poemario “Guerra del estío”, obtuvo mención honrosa. Ambos trabajos galardonados, junto con otros poemas, fueron reunidos y publicados bajo el título de Fantasmas y resurrecciones, en 1973.

Esta poesía era el resultado de la vibración pasional propia de los años juveniles y que la trabajó en la línea e influjos de lo mejor de la poesía hispanoamericana de los años 20 y 30, en la ruta realista y formal de Miguel Hernández, Pablo Neruda y, obviamente Vallejo. Lecturas obligadas en el escozor de los patios universitarios de la década 60, de los cuales saldrían las promociones poéticas de los años 70. El camino de Zumarán es similar al común de los jóvenes promocionales de aquel entonces, unos continuaron con la experiencia de los poetas de la generación del 50, y la mayoría se inclinó por la nueva veta de la poesía conversacional refractada desde las costas anglosajonas. Contados fueron los escritores que se interesaron por la surgente literatura proletaria.

Esta poesía  primera la armó conjugando el verso irónico,  romántico (a lo Olmedo),  cinético (Neruda) y didáctico (Bretch) en pos de cantos requeridos por modernas epopeyas que, por cierto, ni las guerrillas de ese momento hicieron posible. Leamos, los siguientes fragmentos de Fantasmas y resurrecciones: “Grité ¡vivan los pobres! / Y el grito comenzó a girar con el viento / se fue a las cordilleras, también a las ciudades, /se incrustó en mil gargantas / se paseó entre millones / y volvió enardecido.”

Y luego, estos: “Desnuda tu cuerpo / desnúdalo arrojando lo más lejos posible / la ropa que lo cubre, / no hay ojo milenario / que no descubra desde el fondo de mi pupila / las crestas de bambú. / El desierto nos devora. / Ábrete a la noche y a las arenas.”  O  estos: “Aquel día estaba vertical / y dijo / mirando a su familia: / los quiero tanto, tanto”. Se aprecia, entonces, el andar de una experimentación que le abrirá la trocha de la decantación de esas huellas foráneas que lo impulsaron hacia el desbroce de las propias.

Conjugación que incorporó también los aires de la canción y/o poesía popular, cuyos compases sonaron  en valles lambayecanos a ritmo de pie de tierra, coplas y décimas zañeras, leamos: “En las tierras / norteñas / crece la caña/ crece la caña. / Y en los brazos del labriego / crece la furia / crece la furia. / Y con la caña / y con la furia / vienen los años de las hogueras.” Los poemas de Fantasmas y resurrecciones, por cierto, se enlazan con el vaso comunicante de un aliento alto y romántico en la semántica de estos versos primeros.

Bien, vayamos al libro, cometido de la nota, cuando éste llegó a mis manos estaba inédito, hoy, quizá ya no lo sea, lo cual me alegra. Tundra la mañana, es una construcción que llama nuestra atención por efecto de una paciente y celosa tarea formal que se cimenta en el diseño vertebral de su arquitectura. Sus versos activan, al leerlos, las sensibles armonías sonoras en las que están estructurados. Compuestos desde la impronta de la poesía castellana a la que se le adosa una fluidez madura del ritmo coloquial.

De esa manera, la amalgama de lo tradicional y lo moderno, propio de la poética de esas décadas últimas del siglo XX, estructura el lirismo de Zumarán. Tundra la mañana muestra elementos peculiares, en su naturaleza poética, los mismos que se aprecian en el uso de objetos regionales cómo el desierto, paisaje de dunas que, entre uno y otro poema, nos sugiere connotaciones encontradas: la indolencia provinciana, el extrañamiento de la patria y todas las orfandades que conlleva, desolación absoluta (sin lares ni gente íntimos, y sin la vitalidad de su raigambre).

Otro, es el agua inmensa y desolada en alta mar, escurridiza en las mezquinas sequías, bullangera y benigna en sus diluviales avenidas, es decir aguas movidas, ámbitos en cuyos intertextos la digresión de los griegos nos aflora asuntos comunes y totales. Camuflado dentro del agua está inmerso el elemento esencial sobre el que se explaya la voz poética, el tiempo. Tiempo destructor y constructor del todo y la nada. Término último que nos lleva a preguntarnos, ¿qué es el hombre ante la inmensidad insondable del tiempo? Tiempo tan certero como un espejismo. Por último, no hay agua ni tiempo sin su energía espacial, el movimiento. Creador, éste, de los creadores primigenios. Que no son otra cosa que facedores o hacedores  primeros, trabajo y mente indivisos.

En otras palabras, estos cuerpos temáticos en lo externo e interno nos ofrecen la visión universal en que discurre la voz, alter ego, del poeta. Sus digresiones parten de un yo pensante oculto hacia un colectivo involucrado con el amplio espacio contextual en que se convive: el tránsito dialéctico del hombre en la historia, en especial del hombre involucrado en el trabajo.

Ahora, el agua, poema 3, es también un componente físico, no parcial sino celular del cuerpo amado, del cuerpo amante, mejor dicho del cuerpo extasiado, ebrio de ternura que galopa a plenitud por los meandros profundos del eros y que se mezcla con su natural complemento, los otros brazos, ramas prolongadas que se funden en uno, desentendiéndose de las cosas imprescindibles del entorno mientras la propuesta del amar fluye. Todo ello en la descripción cinética y frenética de una voz poética densa en imágenes y metáforas, con puntuales comparaciones y epítetos.

La armazón de sus poemas se cimenta en una cadencia similar a la de los tonderos (de los tonos del canto se pasa a la frase oral sin perder unidad sonora, y luego la réplica del canto). En los poemas esos tiempos se fragmentan mediante subtítulos que no eluden su condición de verso, o usando números y títulos que nos llevan desde la primera unidad significante a otra autónoma y a otra sin diluir el discurso total del poema. Sin, desde luego, intención alguna de aproximarse a la segmentación estructuralista. Mas, es cierto que tal cadencia cumple la función del distanciamiento propia del drama épico de Brecht.

Y para no empezar, cerramos, diciendo que la intencionalidad última de nuestro poeta Jorge Zumarán es deliberar acerca de un tema ineludible a quienes se vieron obligados a partir a la soledad del exilio, el tópico es la presencia fantasmal o la ausencia cierta de la nación, no cualquiera, la de ellos. Ausencia y presencia que como punzada hieren no sólo por desencantos padecidos –que no se abandonan ni alivian en el exilio sin riesgo de amputar su raigambre- sino que, y el poeta Zúmaran lo sabe, tal carencia vital de su geografía humana y natural les ha arrebatado algo, se sienten incompletos e inciertos ellos, los exiliados.

Tundra la mañana, muy diversa en su conjunto, trae también un poema en francés que por ser analfabeto, del idioma, no comentamos; y una prosa poética que encandila por sus aciertos de solidez temática y fuerza lírica. De esta manera, Jorge, de pronto como en reversa empezó a retornarse desde los Campos Eliseos a los arenales de Lambayeque, surgidos, nunca olvidarlo, en nuestro lato Perú.

Olvidaba mencionar que Jorge Zumarán, en sus tiempos de poeta joven, aparte de los círculos literarios de la UNI (Universidad de Ingeniería), llevando sus poemas  de Fantasmas y resurrecciones antes de publicarlos, conoce y empieza a frecuentar al poeta Víctor Mazzi Trujillo, junto con él a otros miembros del Grupo Intelectual Primero de Mayo, entre ellos a Eduardo Ibarra y Julio Carmona. No obstante, en sus viajes de retorno a Lima, no dejó de visitar Chosica, portando el preciado obsequio de libros sobre poesía proletaria en Francés, Paroles de Jacques Prévert fue uno de tantos, me testimonian que los infaltables amigos dieron una mano con la traducción. Tiempo después, en los oscuros 80, don Víctor me presentó a Jorge y lo leí.

A continuación presentamos dos de sus poemas incluidos en Tundra la mañana, ambos, poema 1 y 3 (fragmento), están incluidos en el subtítulo “La sombra del agua”:

La sombra del agua

1
El dolor es una forma de existencia
que tiene cuatro estrellas cardinales
la reflexión del tiempo sobrevive
a todo dolor
a toda dicha.
El tiempo es el agua en movimiento
generaciones sucesivas beben del mismo río
la reflexión del tiempo sobrevive
a toda generación  a toda espera.
La reflexión del tiempo
es decir su imagen en el agua
es un juego de vueltas incesantes
que sólo los ahogados reconocen.
La reflexión del tiempo estalla en los cristales
hace milagros en las cabelleras
siembra y destruye monumentos
el tiempo es reflexión y es nada.
La materia desenvuelve su proyecto asombroso
pero sin el tiempo sólo el terror persiste
como un caracol gigante que se extiende
el tiempo es el constructor más hábil.
La lucha contra el tiempo es una imagen
una ilusión del alba
los amantes se bañan desnudos en la playa
y pierden para siempre el placer de la aurora.
El tiempo es leal como una traición
está siempre en el momento preciso
lo que fue polvo ahora es espejismo
y el espejismo se posa detrás de las arenas.
El tiempo y el movimiento son dos abismos paralelos
que se lanzan terribles miradas sin futuro
el uno y el otro desenvuelven la materia
y la materia pare con dolor ajeno.
La reflexión del tiempo en un espejo
es el viaje infinito
La reflexión del movimiento en las aguas oscuras del océano
es  movimiento más movimiento.
La unidad del tiempo y del movimiento nos devuelve
a nuestra condición de creadores.
(16-2-82)

 3

La sombra del agua
acumulada en tus párpados
señalando al oriente
deshojando a los árboles

La sombra del agua
su forma indecisa
la bendición de tu boca
tu contacto inaudito

la placidez de los días
que se hunden en un lago
que hacen olas breves
cantos incomprensibles

la sombra del agua
la sombra de tu boca
la ansiedad de tus labios
tu cuerpo murmurando
la oscuridad de los túneles
los caminos de noche
las sombras rojo-oscuras
de tus manos temblando
aferradas al viento
galopando en las nubes
cascos desesperados
insectos ahogándose
atravesando el hielo capa frágil diamante

la plenitud de tus ojos
la plenitud de tu aliento
los cuerpos se desnudan
la hiedra repta y sube
inmóvil como un águila
el silencio es el único
movimiento de tus ojos
que son turbios y oscuros
de azul ebrio profundo
renaciendo del agua
del cansancio a la lucha

no hagas caso del aire
que en la noche te abrasa
de las rojas gargantas
de las piedras cerradas
atraviesa este campo
estas altas colinas
el granito que cae
la llama que se eleva

toca el basalto ardiente
que brota de la tierra
mezclándose a las sombras
a la sombra del agua que amenaza en tus ojos
que se mezcla conmigo
que conmigo se ahoga
en tus brazos de verdes
exhuberantes plantas

el declinar del día
el declinar del árbol
las piedras inclinadas
bajo tu austero paso
bajo tu breve paso
que nunca deja huellas
visibles en mis manos
que pasea en mi cuerpo
la ebriedad del cansancio
la exaltación sagrada
del trópico en verano /…/
tu voz rompe la aurora
mezcla colores líquidos
y todo es una hoguera
voraz devoradora /…/

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