martes, 29 de julio de 2014

MIRÉ EL CIELO


César Ángeles Loayza

¿Quién de nosotros no dio vida, y luego reconocido con alegría, algún dibujo con nuestras propias manos? Asimismo, los múltiples dibujos Miguel Lescano Tena (Lima, 1963: a quien conozco desde fines de los incandescentes años 80) trasmiten, entre otras cuestiones, una voluntad irrenunciable de vivir la vida desde y para la expresión artística. Según me dijo hace poco, en su acogedor taller de junto al cielo del Cono Norte (altos de su casa familiar en San Martín de Porres), corresponden a ideas gráficas que va trazando en cuadernos y soportes móviles durante diversas circunstancias: como la vida cotidiana, los viajes (de los que es asiduo), el ámbito doméstico, o el de la actividad laboral (como en la Cantuta, donde estudió artes plásticas y literatura, y ha vuelto como docente universitario, para alegría de los muchachos y muchachas que comparten su vocación por crear, y creer).

En este sentido heterogéneo, los dibujos de Lescano Tena son un vínculo vital desde la dinámica misma de su circunstancia actual como ser humano. En un presente con ritmos y asuntos entremezclados que, como sabemos quiénes habitamos una urbe contemporánea (aunque sea esta Lima semicolonial), se cargan de electricidad, drama y velocidades encontradas. Por eso, los dibujos que ahora expone de forma masiva, expresan  también su vida entre la multitud, en Lima o en la ciudad y el espacio que sean. Figuras geométricas, trazos veloces en contrastados tonos, o suaves y agresivos rasgos faciales, entre modulaciones cromáticas en tensión, transmiten aquella dinámica entre el artista y su entorno.

 A la manera de los grafitis urbanos, estos dibujos espontáneos y caóticos, como la vida misma, son embriones visuales para futuros trabajos de mayor aliento, en los diversos lenguajes donde la imaginación de Lescano se despliega con pasión. Es decir que muchos de ellos dieron lugar a serigrafías, óleos, instalaciones y trabajos en técnicas mixtas, que no pocas veces articuló con la poesía y la música. Como en tantos otros casos de artistas de diversas épocas, los trazos a mano alzada que aquí se exponen constituyen una suerte de cocina previa para obras de mayor formato, aliento y complejidad conceptual. En este sentido, son dibujos al paso, en cuadernos que son como silenciosos amigos y cómplices de viaje, que mantienen el fuego de la creación. Vistos así, son también una manera de no dejarnos vencer por la rutinización y enfriamiento que suele invadir la vida cotidiana, más aún en los gélidos tiempos del capitalismo global y salvaje.

 José María Eguren, Carlos Oquendo de Amat y Jorge Eduardo Eielson, por citar tres poetas de vanguardia en nuestra tradición, comparten el mismo estro de anudar lo simple-cotidiano con la aventura creativo-poética de largo aliento. De semejante manera, Lescano, quien (me consta) aprecia este tipo de poesía minimalista e imbricada con la fantasía del lenguaje, nos incita a considerar el trabajo artístico como patrimonio de todos los hombres y mujeres de la tierra (en sintonía con la posición de su admirado Joseph Beuys). Es decir, no como un quehacer lejano, propio de élites privilegiadas, sino como algo que todos tenemos a mano, como es el mero acto de dibujar; y dejar así una huella nuestra, que anteceda una obra futura, o que sirva para dar voz a los ángeles y demonios que batallan, como reyes rojos, en la bóveda interior de nuestra imaginación.


Al exhibir Miguel Lescano parte de su cocina creativa, no solo nos abre varias puertas y ventanas de su morada personal, sino que nos dice que las formas de aquello que llamamos “arte” están literalmente al alcance de nuestras manos. Y que, como los niños y niñas que fuimos alguna vez, de nosotros depende que nuestra vida, como expresó Oquendo de Amat en su bello libro-objeto 5 metros de poemas, sea parecida a un canto.

 Lescano publicó el 2011 su libro de poesía titulado La música dibuja el cielo. He ahí la búsqueda inagotable (como inagotables son los desiertos  de la costa del Perú que recreó J.E. Eielson) de usar y entrelazar lenguajes diversos,  lo cual es una marca reconocible en la obra de Lescano:leskan.dalo de vehemencia y tena.cidad creativas. Lo que constituye, también, una manera singular y divergente de vivir en este Perú de los emprendedores, que emprenden caminos usualmente dirigidos a la asimilación acrítica dentro de un sistema político y cultural saturado de grasa, injusticia y detritus individualista. Sea el arte (del dibujo, por ejemplo) una manera primordial de resistir e imaginar otros mundos y realidades estallantes, mejores en todo orden de cosas. Urgentemente, aquí y ahora.
Larco avenue. Lima la Bi(color), julio 2014.

MIGUEL LESCANO REALIZARÁ SU EXPOSICIÓN INDIVIDUAL TITULADA: POÉTICA: Blanco sobre negro. En el Centro Cultural Ricardo Palma de la Municipalidad de Miraflores a partir del 6 de agosto del presente año.

lunes, 14 de julio de 2014

Eduardo Galeano: GAZA

Bombardeo Israelí sobre la franja de Gaza, cientos de civiles, sobre todo niños, entre las víctimas.
Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.
Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006.
Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelí usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.
Palestinos pierden territorio desde 1946.
Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa. No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.

Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto nazi implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?

El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica.

Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí. Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.

La llamada comunidad internacional, ¿existe? ¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad.
La hipocresia de los medios periodísticos mundiales desenmascarados por Aljazeera.
Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos.

La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna que otra lágrima mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena.

____________________
Este artículo fue escrito en setiembre de 2012, se reproduce a raíz de los bombardeos que viene ejecutando el gobierno israelí contra el pueblo palestino de la franja de Gaza.