viernes, 14 de noviembre de 2014

LA FILOSOFÍA COMO ACTIVIDAD EN LUDWIG WITTGENSTEIN


Víctor Mazzi Huaycucho

Esta disertación se realizó en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, como parte del conversatorio ¿Qué es filosofar? organizado por el Centro de Estudios Filosóficos "César Guardia Mayorga", anticipando el día mundial de la filosofía ha celebrarse este jueves 20 de noviembre. No pretendo modificar de lo que ya se ha establecido, discutido, refutado o exaltado sobre el pensamiento de Wittgenstein. Pretendo seguir la pauta sugerida por el mismo Wittgenstein, atendiendo el giro entre el Tractatus lógico-philosophicus (1918) e Investigaciones filosóficas (1953, póstumo), textos que fundan dos corrientes muy importantes en la filosofía del siglo XX.




as ideas de Wittgenstein sobre la filosofía como actividad guardan cierta unidad discursiva  en Tractatus lógico-philosophicus e Investigaciones filosóficas, en ambos textos la base común discursiva es la filosofía del lenguaje. El referente temático reflexivo del asunto tendría sus antecedentes en Crátilo, un diálogo de Platón que trataba sobre la exactitud de los nombres, pero esencialmente trata sobre los problemas del lenguaje.

La definición misma de filosofía tiene muchas acepciones y aristas que en cada época han cambiado parte o el todo de su función como reflexión, especulación y saber más general. Desde la perplejidad y el asombro que causaba su ejercicio entre sus primeros pensadores griegos, siglos después su ejercicio se concibe como ancilla theologiae. Bajo el capitalismo su ejercicio se asociaba con el ideal del progreso de la humanidad: La Ilustración francesa nos brindó la idea de la seguridad del saber, el orden y progreso del positivismo permitió ejercerla sin  el apego al dogma y la tradición.

Cuando nos preguntamos: ¿Qué es filosofar? Las respuestas varían de acuerdo a determinadas preferencias, sin embargo, a esta pregunta habría que agregar esta otra: ¿Qué es un problema filosófico? La respuesta podría discurrir como cuestiones especulativas de la filosofía primera, la exigencia que sus respuestas se basen en hechos empíricamente comprobables y se sustenten en evidencias analíticas permite seguridad y certeza de obtener una respuesta consistente y lógicamente coherente.

A inicios del siglo XX Bertrand Russell en su Our knowledge of the external world as a field for scientific method in philosophy, afianzó, -quizás ya en un viaje sin retorno-, el giro de la filosofía hacia la ciencia y su estructura lógica. Se propuso disipar las dudas que habrían de plantearse sobre el ejercicio filosófico: reflexionar a partir de hechos comprobados teniendo a la lógica como herramienta esencial de la filosofía. Sobre el método científico en filosofía Wittgenstein escribía en su Diario Filosófico que Russell “cae prácticamente por detrás del método de la física”; la filosofía se reducía al campo de las ciencias naturales guiada por el método del análisis lógico (atomismo lógico instaurado por el británico como partículas de la realidad pensada a través del lenguaje).


EL “YO” FILOSÓFICO

¿Qué entiende Wittgenstein por filosofía? A diferencia de otros pensadores de su época, en su Diario Filosófico fechado el 2-9-16 escribe un texto sorprendente que resume la condición de la filosofía como actividad con identidad y representación autónoma del sujeto quien la ejerce. Sostiene:
“El yo filosófico no es el ser humano, no es el cuerpo humano o el alma humana con las propiedades psicológicas, sino el sujeto metafísico, el límite (no una parte) del mundo. (…) mi cuerpo sobre todo, es una parte del mundo entre otras partes del mundo, (…) quien hace suyo esto, no conferirá a su cuerpo o al cuerpo humano un lugar privilegiado en el mundo. Considerará hombres y animales, con toda ingenuidad, como cosas similares e interrelacionadas.”
En el Tractatus el pensamiento de
Wittgenstein muestra la influencia
de Gottlob Frege y Bertrand
Russell.
Concebir el “yo” como una representación extra-individual que reclama una condición metafísica concebida como una substancia que es más fundamental que toda realidad, que supone los límites del mundo y ser parte de él. Este “yo filosófico” indaga, busca respuestas desde la propia limitación, es la condición en la que se pregunta: ¿Qué evidencia puede permitir la resolución de cuestiones filosóficas? Se trata de asuntos para los que en filosofía no cabe buscar un criterio decisorio definitivo, sino las consideraciones de estar ubicados en el límite del mundo.

Para el austriaco la estructuración de este “yo filosófico” requería requisitos y consideraciones, la cuales ya había esbozado en sus Notas sobre lógica (1913). Enumeremos dichas consideraciones a manera de postulados:

1.  “En filosofía no hay deducciones: ella es puramente descriptiva”. Plantea el carácter descriptivo de la unidad del discurso filosófico, no se guía por la estructura discursiva de la ciencia.

2. “La filosofía no ofrece figuras de la realidad.” La filosofía es concebida como reflexión que se aproxima a la realidad pensada.

3. “La filosofía no puede confirmar ni refutar la investigación científica.” En sí misma no es una conclusión plausible después de aplicarse un sistema hipotético-deductivo. Sostiene que la filosofía “ha de designar siempre algo por encima de, o por debajo de, pero no al lado de, las ciencias naturales”. Idea que se muestra en Tractatus. 4.111. La filosofía en sí misma no es la ciencia como plantea el positivismo, utiliza, se apropia de los conceptos científicos como actualización para su ejercicio cotidiano, aunque no tiene la misma función que una ciencia natural.

4.“La filosofía consiste en lógica y metafísica: la lógica es su base.” La lógica resulta ser la herramienta básica que posibilita la comprensión del mundo.

5.      “Desconfianza frente a la gramática es la primera condición para filosofar.” Los problemas y dificultades que originan el estudio de un problema filosófico se inician por sospechas que el lenguaje en el que está estructurado un discurso, una idea está siendo utilizando incorrectamente y altera el uso normal de sus representaciones normadas por las reglas lógicas establecidas. Esto nos conduce al aforismo 4.0031 del Tractatus: “Toda filosofía es “crítica del lenguaje”. Aquí se hace evidente un giro hacia la concepción lingüística de la filosofía como actividad, se interpone la primacía del mediador comunicativo: el lenguaje.

6. “Lo que hay que reconocer [de la actividad filosófica] es la estructura de la proposición [lógica en la cual descansa], el resto viene de suyo. Pero el lenguaje ordinario oculta la estructura de la proposición; en él, las relaciones parecen predicados, los predicados parecen nombres, etc.” El interés de la reflexión se desplaza hacia su estructura lógica subyacente; el lenguaje ordinario se muestra como la forma en la que oculta una proposición lógica a pesar de la maraña de confusiones y ambigüedades.

7.“La filosofía es la doctrina de la forma lógica de las proposiciones científicas (no sólo las proposiciones primitivas).” Como doctrina, nos plantea que ésta debe ser instrumentada tomando como referencia las proposiciones de las ciencias naturales que permitan comprender y edificar un cuerpo de proposiciones que se rigen por reglas lógicas.

Si estos requisitos que consideran una condición especial de la actividad reflexiva Wittgenstein en Investigaciones filosóficas reitera la condición lingüística a la que se llega cuando se filosofa. Escribe:
“116. Cuando los filósofos  usan una palabra –“conocimiento”, “ser”, “objeto”, “yo”, “proposición”, ”nombre”- y tratan de captar la esencia de la cosa, siempre se ha de preguntar: ¿Se usa efectivamente esta palabra de este modo en el lenguaje que tiene su tierra natal?-“
Aquí sostiene que la captación de la esencia de la cosa es representada mediante el lenguaje, aquí funda el criterio de la comunicabilidad de un concepto filosófico sujeto a la variación y diversidad cultural; el giro lingüístico se extiende a la diversidad comunicativa. La condición reflexiva, -señala-, debe considerar que:
“126. La filosofía expone meramente todo y no explica ni deduce nada. –Puesto que todo yace abiertamente, no hay nada que explicar. Pues lo que acaso esté oculto, no nos interesa. Se podría llamar también “filosofía” a lo que es posible antes de todos los nuevos descubrimientos e invenciones.”
En esta obra póstuma, Wittgenstein varió
sus iniciales planteamientos expuestos en
Tractatus lógico-philosophicus.
Aquí concebir filosofía resulta un “constructo” abierto que señala una condición referencial de estatus de posibilidades que puede virar según los contextos de nuevos descubrimientos.)

“127. El trabajo del filósofo es compilar recuerdos para una finalidad determinada.” (Dichos recuerdos representan los antecedentes de reflexiones anteriores que forman parte del “corpus” argumentativo para dar coherencia al asunto que se trata).

“128. Si se quisiera proponer tesis en filosofía, nunca se podría llegar a discutirlas porque todos estarían de acuerdo con ellas.” Aquí señala una condición al establecer el canon, el consenso implica conformidad de los filósofos con aquella tesis, la cual se erige exenta de crítica y recusación.

“598. Cuando filosofamos, quisiéramos hipostasiar sentimientos donde no los hay. Nos sirven para explicarnos nuestros pensamientos.” Hipostasis, El ser o la sustancia, de la cual los fenómenos son su manifestación, aproximación a determinar nuestros pensamientos sobre determinados fenómenos que resultan aparentes o ausentes en el espacio lógico donde debería ser descrito.

Todas estas ideas pueden ser resumidas en pocas sentencias tal como enuncia en el aforismo 4.112 del Tractatus. Cito:
“El objetivo de la filosofía es la clarificación lógica de todos los pensamientos.
La filosofía no es una teoría, sino actividad.
Una obra filosófica consta esencialmente de elucidaciones.
El resultado de la filosofía no son “proposiciones filosóficas” sino la clarificación de las proposiciones. La filosofía debe clarificar y delimitar de manera nítida los pensamientos que, de otro modo, se presentan, por así decirlo, turbios y envueltos en brumas.”
Estas ideas conducen a considerar filosofía como actividad que debe atender los contextos discursivos que esclarezcan los pensamientos que resulten sometidos al análisis lógico de las proposiciones desde donde surgen.


LA CLARIFICACIÓN DEL PENSAMIENTO COMO ACTIVIDAD FILOSÓFICA

Señala Wittgenstein en Investigaciones filosóficas (569) que “El lenguaje es un instrumento. Sus conceptos son instrumentos. Creemos entonces –afirma Wittgenstein- que no puede tener mucha importancia qué conceptos empleemos. Si el lenguaje resulta ser un instrumento para la comunicación del pensamiento, éste debe ser utilizado adecuadamente evitando su uso incorrecto. Si bien la actividad filosófica tiene por objetivo la clarificación lógica de todos los pensamientos, el austriaco sostiene que la claridad a la que aspira (133) “es en verdad completa. Pero esto sólo quiere decir que los problemas filosóficos deben desaparecer completamente.” Tal claridad “lleva a la filosofía al descanso”, esto quiere decir que su actividad cesa en la medida cuando “ya no se fustigue más con preguntas” de tal manera “que la ponen a ella misma en cuestión”. El descanso de la filosofía sólo puede desembocar en el silencio. (aforismo 7. Tractatus. De lo que no se puede hablar, hay que callar.)

Para evitar confusiones y ambigüedades en la actividad filosófica “La filosofía debe clarificar y delimitar nítidamente los pensamientos que de otro modo son (…) turbios y borrosos.” Ante esto uno debe preguntarse: ¿Por qué hay pensamientos turbios y borrosos en filosofía? En otra parte del Tractatus señala que esencialmente los filósofos utilizan palabras que carecen de significado, incurren en error porque no comprenden esencialmente el uso correcto de los significados de las palabras que utilizan, por lo que pone énfasis en declarar que toda filosofía es “crítica del lenguaje”; perfección de la herramienta para comunicar adecuadamente ideas.

Si bien la filosofía tiene como actividad primordial “la clarificación lógica del pensamiento”, clarificar debe concebirse como la “acción” de limpiar, sanear, depurar, refinar, comprender el pensamiento mediante la extensión de sus explicaciones que nos permitan atrapar el sentido exacto de lo que se está conversando y esto implica uso adecuado de la lógica como disciplina que norma el uso correcto del pensamiento. En el aforismo 4.003 del Tractatus señala que buena parte de lo que se ha escrito sobre filosofía, sus proposiciones e interrogantes, no son falsas, sino ¡¡¡absurdas!!! ¿Por qué absurdas? Determina que son discursos que no guardan coherencia lógica en sus enunciados básicos.

EL MÉTODO TERAPÉUTICO.

Para Wittgenstein un problema filosófico tiene la forma: “No sé salir del atolladero”. Un problema filosófico confronta la dificultad de corregir proposiciones absurdas mediante la correcta aplicación de reglas lógicas en el lenguaje utilizado. Sostiene que “el filósofo trata una pregunta como una enfermedad”. El sinónimo de concebir problemas filosóficos como una “patología” implica necesidad de aplicar un diagnóstico y su respectivo tratamiento que frene “la enfermedad”. Afirma que los problemas surgen por una malinterpretación de nuestras formas lingüísticas, la receta para el proceso infeccioso consiste en el “mejoramiento de nuestra terminología [en el lenguaje] para evitar malentendidos en el uso práctico” ya que “las confusiones que nos ocupan surgen, por así decirlo, cuando el lenguaje marcha en el vacío, no cuando trabaja.” Señala que la causa principal de las enfermedades filosóficas es nutrirse bajo una dieta unilateral: “uno nutre su pensamiento [con] sólo de un tipo de ejemplos”. Propone abrir el abanico de opciones en el uso del lenguaje, lo que llamó “juego del lenguaje”. El tratamiento de la enfermedad comporta diferentes rubros, “no hay un único método en filosofía”, es indispensable reconocer que la existencia de métodos de tratamiento son tan diversos “como [aplicar] diferentes terapias”.


La función terapéutica de la filosofía consiste en a poner en evidencia lo erróneo del programa metafísico, el cual utilizaba proposiciones que carecían de significado, el método terapéutico aunque imperfecto, demostraría que sus usos lingüísticos carecían del concurso de la semántica. La cuestión central del tratamiento terapéutico consistía en recurrir a la teoría del significado, éste vendría en su auxilio para tratar clínicamente a quienes transgredían persistentemente la aplicación correcta de las reglas semánticas. Probarle a un metafísico que no había dado significado alguno a ciertos signos de sus proposiciones, resultaría también un método de corrección insatisfactorio, aunque resultaría el único estrictamente correcto: “no decir nada más de lo que se puede decir”, en lo posible recurrir a las proposiciones de la ciencia natural.

Willard Quine opinando sobre la función terapéutica de la filosofía planteado por Wittgenstein acotaba que: “Hubo una vez un puñado de terapeutas positivistas y una multitud de metafísicos crónicos. Ahora hay terapeutas en todas las facultades [de filosofía]. La epidemia ha sido contenida y la terapia es rutina.” Se pregunta Quine “¿En qué forma han de ocupar sus mentes desde ahora en adelante los terapeutas veteranos? Una forma es dirigiendo sus esfuerzos contra una forma continuada, pero no menos virulenta, de infección, a saber, la perplejidad filosófica en la mente de los profanos.

A la terapia del silencio debemos implantarle una función reflexiva que permita retornar al asombro y la perplejidad, tan necesarios en la reflexión filosófica de nuestros días. La receta de la filosofía como actividad debe contemplar en sí misma un conjunto de reglas y usos para expresar correctamente un pensamiento, aunque esto  tampoco garantiza profundidad en la actividad filosófica. La reflexión filosófica como actividad debe trascender sus propios límites y proponer nuevas formas de comprensión del mundo exterior.

Lima, jueves 13 de noviembre.

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