miércoles, 16 de septiembre de 2015

LOS COMMUNARD FRANCESES EN LAS LUCHAS CAMPESINAS Y SU TESTIMONIO EN LA NARRATIVA DE PIURA.



Roque Ramírez Cueva


I. José Carlos Mariátegui y el campesinado piurano

l tópico y problema del indio, a pesar de los tiempos de tecno industrialización y neoliberalismo, resultan preocupación latente que se cuajó y dimensionó de manera casi paralela al interés de conformar, en el Perú y Latinoamérica, un espíritu de autonomía.  Inquietud y actitud que se remontaría a las luchas insurgentes de Túpac Amaru, a las luchas de la independencia y la deformada construcción de la República (entendiendo como el no establecimiento del orden capitalista o demo liberal).

Todos conocemos que dicho asunto fue abordado con permanente atención e intencionalidad ideológica en los años diez al treinta del pasado siglo XX, donde surge un mayor y especial interés por discutir los fenómenos socio culturales que se generan alrededor del indio, asentado mayormente en las geografías y espacios andinos.

Esta eclosión por lo indígena concentró la expresión no sólo de una escuela literaria sino, ante todo, la conjunción de un movimiento más amplio y de perspectivas económicas, sociales e ideológicas conocido con la nominación de indigenismo.

La pregunta del momento –y posterior- sería por lógica ¿Por qué tanto celo y desvelo por una masa de indios sin clase? “Coqueros e incivilizados”,  “reliquias tradicionales y prototipos nacionales!, cuando no “ciudadanos de segunda clase”.

La respuesta de José Carlos Mariátegui, señalando que esa masa de indios conformaba una clase social, la campesina, los situó de manera certera en la estratificación social que ocupan, con la particularidad de ser herederos de la esencia andino-amazónica que va a conformar la síntesis de lo peruano, sin ser la única sangre advertida también por Arguedas.

Es decir, el sostén social base sobre el cual y por lo cual se levantaba la condición estructural, transicional, de nuestra sociedad agraria. Sociedad peruana que transitaba por un desarrollo mixto de sus fuerzas productivas, lo cual interrelacionaría las respectivas relaciones sociales, polarizadas en gran parte entre campesinos y latifundistas.

En las formas de producción si bien eran de rasgos capitalistas, persistían los rezagos feudales en mayor predominio, factor que convertía al país en eminentemente agrario. Todo lo anterior es sabido y aceptado por diversos especialistas. Teníamos un agro explotado por terratenientes, en base a viejas formas productivas y con instrumentos de trabajo artesanales, todo apoyado mayormente en el empeño y laboriosidad de una fuerza de trabajo aportada en altos porcentajes por el indio.

Antes de continuar es necesario un paréntesis. Hay otros enfoques sociales sobre el indigenismo y el problema agrario, no se niegan, por eso advertimos que responden a las concepciones de quienes los enarbolan: por visiones mesiánicas y milenaristas de movimientos indios; por observaciones romántico exotistas post independentistas de corte escolástico liberal; por la restauración antropológica del humanismo liberal, y, desde luego, por la opción oscurantista del gamonalismo y la aristocracia que representaba el punto de vista oficial.

La propuesta de Mariátegui, en cambio, a cualquier polémica e interrogante, se ubica en la perspectiva de la ciencia proletaria promovida por el grupo Amauta, orientado por el partido socialista (que tan luego se llamaría Partido Comunista del Perú). Cuyos antecedentes transcurrieron por el ideario anarco sindicalista desplazado al campo para organizar al indio (campesinos), y por idearios utópicos socialistas asumidos por los conductores del Patronato Indígena, entre ellos Pedro Zulen, Hildebrando Castro Pozo, Dora Mayer, entre otros.

Sin embargo, se puede afirmar un punto de partida diferente, que provino de otras canteras ajenas a las señaladas, aunque después confluyeran por ser parte de los mismos principios ideológicos. Para ello nos remontamos a tiempos del siglo XIX, en que se manifestaba en Europa el socialismo utópico, y que vino al Perú, desde París con los communard, proletarios de la Comuna.

Estos obreros franceses llegaron a nuestras costas por el Puerto de Paita, huyendo de la persecución desatada después de los sucesos de la Comuna de París (1871). Por cierto estos communard protagonistas de la acción proletaria en la toma de París y la formación temporal de un gobierno de obreros en Francia, antes pisarían los puertos de Uruguay, Argentina y Chile.[1] Consigo trajeron sus experiencias de lucha y el pensamiento germinal, obviamente proletario.

Indicios de este arribo lo sugiere Sergio Grez, quien en su libro dice “… de los que daba testimonio el famoso párrafo que en 1913 dedicaría Lugones a la ‘plebe ultramarina que crea desórdenes en el zaguán’. Las oligarquías de la tierra y las finanzas comprobarían que con la mano de obra barata de ‘esos hombres de buena voluntad’ pero que ‘sólo tenían su fuerza de trabajo’ desembarcaban revulsivas ideologías políticas que desplegaban idearios…” (p. 104).

Llegados al Perú, expulsados de Argentina o Chile, trataron de evitar radicarse en ciudades, debido a que allí eran de fácil identificación como les había sucedido en los países mencionados (claro, esto siempre y cuando no hayan llegado directamente al país desde Francia), al parecer se asentaron en zonas rurales. Su presencia en la zona andina de Piura y en las haciendas de Chincha, así lo indican.[2]

Llegados a estos lugares, particularmente al de Piura –ámbito de interés en esta nota-, y ya integrados con los lugareños, los campesinos, de manera muy acomedida dirían mis paisanos chalacos, solidaria e intencionalmente asumieron un rol organizador y de educación proletaria en la práctica de la lucha popular misma. Primero haciendo inferir y entender en los comuneros nacionales una diferente óptica en relación a la tenencia de la tierra y las relaciones que se desprenden de dicha propiedad y sus medios de producción.

Segundo, de allí a tomar tierras había un paso. La propiedad ancestral del indio y usurpada por latifundistas debería ser recuperada mediante la toma de tierras. Así los campesinos de la Comunidad de Chalaco, optaron por recuperar aquellas tierras que, en ese momento se encontraban en las haciendas de Chalaco y Morropón. La acción se realizó entre los años 1882 y 1883.[3]

Son los historiadores quienes advierten de estos hechos y, luego, los narradores con el ingenio de pluma dieron testimonio en sus obras de ficción., aunque al parecer en este caso fue un novelista quien advirtió el hecho. El primero en tratarlo de manera breve, en un par párrafos incluidos en la página cien de su novela Montoneras[4], fue el narrador Francisco Vegas Seminario, autor de la relevante novela Taita Yoveraqué.

Mucho tiempo después, por los años de 1988, será el narrador Miguel Gutiérrez Correa quien advierte en el dosier de su novela Hombres de Camino[5], que al grito de ¡Viva la Comuna! Los campesinos de Chalaco enarbolando una bandera roja, hicieron frente y derrotaron a las huestes chilenas en la denominada Quebrada de la Guerra, caserío de Pambarumbe, y que meses después invaden la ciudad de Piura tomándola por breve lapso. Gutiérrez vuelve al tema en una historia, recién publicada (Julio, 2015), incluida en el libro llamado Las aventuras del señor Bauman de Metz y otras historias. Edic. Alfaguara. Bauman es personaje vital en sus novelas.

Apelando al argumento histórico de la gesta de los comuneros de Chalaco y Santo Domingo, provincia de Morropón (Piura), el narrador y cuentista Víctor Borrero Vargas, escribe un cuento llamado “El sueño de Onésimo”, mención honrosa en el concurso Copé (1988), en el que recrea dichos sucesos de los campesinos  enfrentando poderes en tiempos de la guerra con Chile.

El escritor que pública un último y reciente libro sobre la temática y argumento en cuestión es el narrador Antolín Castillo, nacido en los andes de Santo Domingo (vecino al territorio de Chalaco). Su narración breve se titula Repican las Campanas. (Lima, editorial San Marcos, 2012). Antolín Castillo conoce ampliamente todos los pliegues de las cordilleras donde suceden los hechos, la idiosincrasia de su gente, su lenguaje.

II. Los communard, los Chalacos y la Toma de Piura desde la narrativa.

En la parte uno de estas notas afirmamos que en el siglo XIX hubo sucesos importantes. Uno para la vida e historia nacional como lo fueron las rutas de las ideas utópicas y marxistas que aportan e influyen en el pensamiento peruano, una de cuyas huellas fueron marcadas por los communard, obreros proletarios de La Comuna de París, quienes llegaron a Sudamérica y Perú, asilándose de la persecución que sufrieran en Europa. Y La huella esencial estuvo signada por la labor del núcleo Amauta y José Carlos Mariátegui, al fundar el PC del Perú.

Dos, suceso importante para la vida e historia regional. Los comuneros andinos de Morropón, abandonaron sus diarias tareas agrícolas  para enfrentar, primero, a las huestes chilenas derrotándolas con sólo bala sorda; y luego a los señores latifundistas usurpadores de sus tierras, por lo cual marcharon a caballo los distantes 90 kilómetros hacia el centro de poder, Piura, y tomaron la ciudad con puñales desenvainados y disparos de escopetas.

Al concluir la parte uno, mencionamos a los narradores y relatos que describen tales sucesos. Sólo nos faltó hacer hincapié que otra narración en la que se relata la toma de Piura por los Chalacos, fue en la inmensa novela de Miguel Gutiérrez, La Violencia del Tiempo (LVT) [6], donde el narrador detalla, infiere y sustenta las motivaciones, ideas, pasiones, desencuentros y desenlaces de aquellos   protagonistas y hechos  históricos, políticos e ideológicos. Para no ser injustos con el autor, es necesario aclarar que, salvo Francisco Vegas, los demás narradores incorporan los hechos y la temática en mención después que Gutiérrez los hiciera vislumbrar en el dossier de su primera saga Hombres de Caminos. Al parecer hubo grata complicidad con historiadores que le donaron sus libretas de campo. Más adelante hablaremos de ello.

Para continuar, antes nos merecemos hacer algunas preguntas ¿Cómo se dieron aquellos sucesos? ¿Cómo así campesinos y agricultores de comportamiento pacífico y sin formación escolar básica decidieron enfrentar a las tropas chilenas y luego a los temidos e implacables terratenientes? ¿Respuesta a un sentimiento patriótico por un país, cuyo estado los arrinconaba en las montañas?

El responder parte de esas interrogantes nos lleva a buscar en nuestra propia historia de vida. Nacidos en esa región andina desde la escuela escuchamos decir a los mayores que, mi padre maestro lo asentía, en esa quebrada –camino a Santo Domingo y Chalaco- los pobladores de esos valles andinos derrotaron a una tropa chilena de avanzada. Los vencieron sin el pertrecho de las armas de fuego, con dignidad y sagacidad, usando sólo galgas y huaracas detuvieron el avance enemigo y lo hicieron retroceder de vuelta a Piura donde los terratenientes, asiduos concurrentes del Centro Piurano, recibían a los oficiales de Lynch con algo más de cordialidad.

El suceso no figura en los anales de las gestas patrióticas ni se ha registrado en las páginas de la historia oficial de la región. Las razones son varias, veamos algunas de ellas, las de interés. Aparte que en tal suceso no hubo participación de capitanes ni generales menos parientes de latifundistas que en ese tiempo asumían jefaturas, la victoria obtenida por los comuneros andinos en lugar de ser ensalzada o saludada siquiera, disgustó a la clase dominante porque percibieron comportamientos inusuales en esa “masa pezuñenta de serranos”.

Lo inusual se observaba en varios aspectos, la unidad del campesinado de la zona, participaron hombres de todas las aldeas y caseríos de los hoy distritos de Chalaco, Santo Domingo y Santa Catalina de Moza. Sorprendió la estrategia de permitir un ingreso confiado para atraer al enemigo  a la emboscada, además del uso de armas silenciosas -galgas y huaracas-[7] que no le permitirían advertir al rival una avisada agresión; la elección del terreno entre cerros y quebrada; no presentaron pelea directa, no se dejaron avistar, los mantuvieron a raya despeñando rocas y lanzando hondazos, es decir no dieron lugar a que hubiera bajas inútiles entre los comuneros.

Sin embargo, los “blancos” hacendados hicieron bilis cuando se enteraron por medio de peones y capaces del fuerte rumor que crecía en la zona, y los hacendados de Morropón y Franco les confirmarían: los comuneros de Chalaco habían enfrentado a las mesnadas chilenas enarbolando un estandarte rojo y, entre otros vítores se les había escuchado una frase ¡viva la comuna! Los hacendados que frecuentaban el Centro Piurano, un club exclusivo, no eran iletrados, estaban enterados de los importantes hechos que sucedían en Europa y en el resto de Sudamérica, por eso la frase los inquietaba. Haya sido el Bauman de Metz que Miguel Gutiérrez lo crea de protagonista para sus novelas o hayan  tenido otro nombre, tal vez como Ernesto Closet y Juan Infe (Cristian Carrasco)[8], el hecho es que la presencia de proletarios franceses participando en los movimientos campesinos y en la política regional de Piura y Chincha ha sido percibido y anotado por los historiadores. El Dr. Miguel Maticorena Estrada en 1980 publicó en el Diario El Comercio un esbozo de ensayo: Un movimiento social: Los Chalacos en Piura “El Comercio” 7-Febrero-80. Como el propio Dr. Maticorena lo resume en el subtítulo dicho movimiento social se percibe como Un eco de la Comuna de París en el movimiento campesino más importante de Piura en Enero de 1883. Claro que, en este ensayo se alude directamente a la Toma de Piura por los Chalacos.

Justo ese otro suceso, la decisión de enfrentar a los terratenientes en el núcleo urbano, la ciudad de Piura, desde el cual “los blancos” ejercían e imponían su poder con la complicidad del estado representado por sus instituciones de justicia, gobernación y gendarmería, se tomó en el momento que la injusticia y abuso amenazaban con dejar sin tierras a los comuneros andinos. Después de vencer al invasor, durante meses resistieron el asedio e incursiones punitivas de la fuerza de gendarmes comandada por el Prefecto de Piura Fernando Seminario. Esto se daba en medio de la guerra que el Perú libraba contra el ejército chileno. Al parecer, no pudieron tener un enfrentamiento frontal contra la gendarmería del citado Prefecto porque algunos de los líderes de los comuneros se aliaron con las fuerzas reaccionarias del general peruano Iglesias. Y por esa circunstancia, los hacendados se informaron de las maneras y procedimientos del accionar de los comuneros.

Al no poder incursionar en las tierras de la comunidad de Chalaco, el Prefecto y los terratenientes presionan a los comuneros y usurpan sus propiedades usando las leyes a sus intereses. Los campesinos llegan a la conclusión que tenían que enfrentar a los latifundistas en el núcleo urbano de su centro de poder, la ciudad de Piura, y deciden marchar hacia allá para invadirla y exigir justicia. No era una incursión pacifica, marcharon armados de machetes y escopetas a lomo de caballo y mulas.

En la literatura es visto desde una ficción no tan extraña a los sucesos históricos. Si el Dr. Maticorena, en sus ensayos afirma y sugiere  “la idea de la existencia de la influencia de la Comuna de París en el movimiento armado en Piura” (Carrasco)[9]. El historiador piurano dice “Serían las 5 de la madrugada del día 28 de enero de 1883, cuando fue despertada la población por un largo tropel que había entrado por La Tina y que tomando por la calle de Arequipa (antes Playón) con bullicios de rebelión y a las voces de ‘viva la comunidad’, ‘vivan los Chalacos’ (aunque hay quien asegura que decía ‘Viva la Comuna’ […] se dirigían hasta la altura de la calle El Callao (p.68-69).” 

En la novela de Miguel Gutiérrez, La Violencia del Tiempo, se imagina  que “…allí estaba, de nuevo, la partida triunfal de los temibles comuneros Chalacos. Partida y despedida triunfales que les tributaban entre el jubiloso doblar de campanas sus mujeres, los ancianos, los tullidos, los niños […] embravecido por todas las montañas protectoras de la comunidad. Durante la cabalgata se unieron hombres de otras comunidades y bastardos no reconocidos de grandes hacendados … contra quienes combatían los comuneros de San Fernando [de  Chalaco]. Y vi, brumoso y fantasmal, a Bauman de Metz, que había sembrado la chispa de la rebelión por todas esas montañas y jalcas, y, a la vez, tú, Sarango y yo escuchábamos del Ciego la historia de esta rebelión que infamaba y hacía odiosa la memoria del señor de Metz / / Imagina ahora el avance tumultuoso de esa caballería de desarrapados por la tierra áspera, cómo prenden fuego a las casas hacienda […] Y vi, veo, al fin, ajusticiar con armas de filo a un poderoso hacendado legendario…”

La incursión de los comuneros pertenecientes a la comunidad de San Fernando de Chalaco y otras reparticiones cercanas, invadiendo Piura, no concluyó con logros favorables a la comunidad. Entre otras causas quizá porque no se supieron orientar en terreno distinto a sus montañas. Porque no diseñaron una estrategia que les garantizara la entrada y retirada  de la ciudad. Lo cual indica que no tuvieron una dirección correcta, posiblemente no todos los dirigentes estuvieron de acuerdo con una acción que tal vez se perfiló de aventura. Y no hubo la unidad y sagacidad que mostraron ante las tropas invasoras. Lo que se dice en este párrafo final es difícil de demostrar por no haber evidencias históricas que confirmen lo dicho. No obstante se puede afirmar que si hubieran tenido una orientación y conducción correctas, el movimiento campesino hubiera obtenido mejor tempestad a sus propósitos reivindicativos.


NOTAS


[1] Grez  Toso, Sergio. Los anarquistas y el movimiento obrero, la alborada de la idea en Chile. PP. 104 y 105, Capitulo  I. Consultado en: https://books.google.com.pe/books?id=9Tp3gW2mEHIC&pg=PA25&lpg=PA25&dq=inmigrantes+de+la+comuna+de+paris&source=
[2] Miguel Marticorena Estrada en artículo periodístico publicado en el Diario El tiempo de Piura, sobre sublevación campesina de comuneros de Chalaco contra huestes chilenas y latifundistas; y Carmen Sotomayor con Ramón Aranda en su investigación: Sublevación de campesinos negros en Chincha, 1879. Nos lo confirman.
[3] Maticorena Estrada, Miguel. La comuna de Piura y Chalaco, montoneras 1883. Lima, edic. Copé PetroPerú. 2014.
[4]  Vegas Seminario, Francisco. Montoneras. Lima. Juan Mejía Baca & P.L. Villanueva editores. 1955.
[5] Gutiérrez, Miguel. Hombres de Caminos. Lima, Editorial Horizonte. 1998.
[6] Gutiérrez, Miguel. La Violencia del Tiempo. Lima. Edit. Punto de Lectura, 2010. https://books.google.com.pe/books?id=MZN1FbTtSOoC&pg=PT411&dq=bauman+de+metz++comuneros+de+chalaco++en+piura
[7] Las galgas son rocas o peñas grandes que se despeñan desde las alturas sobre un objetivo. Huaracas es el nombre quechua de las hondas.
[8] Carrasco, Cristian.  Blog  Generaciones Históricas (Estudiantes de Historia, etc).     http://generacioneshistoricas13.blogspot.com/2015/03/resena-la-comuna-de-piura-y-chalaco.html
[9] Carrasco, Blog Ibid.