lunes, 23 de mayo de 2016

Pedro Salinas: ¿5 de junio o 5 de abril?


Caricatura tomada de las redes sociales

eis mil millones de dólares fue lo que le robó al Perú. Inventó la leyenda de que él fue quien capturó a Abimael Guzmán. Y el cobarde, al final, huyó del país y renunció vía fax. En el camino, polarizó al país, sometió y trituró las instituciones e inficionó al país de podredumbre y de una forma que no ha tenido precedentes.

Y ahora, su hija, quien pretende hacernos creer que es “el lado bueno” de su padre, está a punto de hacerse nuevamente del poder si es que el próximo 5 de abril la mayoría de los peruanos decide optar por la sinrazón.

Y ojo. Ya tiene una mayoría parlamentaria poderosa que la espera. Y en esa aplastante mayoría se escuchan nombres que nos evocan el fujimorismo cleptócrata y estragado y virulento de toda la vida, que liberará al autócrata apenas se asiente en el poder.

No han pasado ni veinticinco años, y apenas cuatro gobiernos democráticos (uno corto y de transición), y la legalidad democrática está nuevamente en cuestión. Y no me cabe la menor duda, amenazada.  Es mi Perú.

Y nada. Así estamos. Al borde del abismo, para variar. Y no me digan que exagero, pues quienes todavía tenemos alguito de memoria recordamos perfectamente lo que fue el fujimorismo en todo su “esplendor”. La prepotencia permanente. El desprecio por la democracia. El asco a la libertad de prensa. Eso era.

Y no me vengan con que Keiko es una cosa y Alberto otra, porque no me la creo. Son la misma vaina. Porque el fujimorismo es una dinastía, y no una fuerza política, oigan. Miren, si no, a sus militantes. A la Chacón. A Becerril. A Octavio Salazar. Sin mencionar al resto de los innombrables, que, si se fijan, están ahí, agazapados, esperando la hora, para regresar con la sangre en el ojo y hacer de las suyas. Para abusar del poder. Para controlarlo todo. Como antes. Como hace casi un cuarto de siglo.

¿Qué cosa pasó para llegar nuevamente a esto? En opinión de Gustavo Gorriti, “entre el dos mil y el presente, se fortaleció la economía pero se debilitó la democracia. La vivimos peligrosamente y tuvimos que elegir siempre el mal menor para evitar el mal mayor. El problema es que, en una serie perversa, el mal mayor de la elección previa se convirtió en el mal menor de la siguiente. Así, el 2001 se eligió a Toledo para evitar la de García; el 2006 a García, para evitar la de Humala; el 2011 a Humala, para evitar la de Keiko Fujimori” (Caretas, 14/4/2016).

Y ahora, el mal menor, Pedro Pablo Kuczynski, por alguna razón ininteligible, pareciera no querer ganar, o no hacer los esfuerzos suficientes para ser el próximo presidente. Por lo demás, ha tenido todas las oportunidades para desmarcarse. Pero ya lo ven. Ahí sigue. Riéndose y haciéndose el tonto, mientras que la hija de Fujimori y su financiadísima campaña sigue aceitando su maquinaria con la intención de aplastarlo el domingo 5 de junio.

Keiko Fujimori insiste en que tiene vocación democrática. Pero me van a perdonar. El fujimorismo que veo es el de siempre. Es decir, aun asumiendo que Keiko ha cambiado un poquito, el fujimorismo no parece haber cambiado un ápice. Sigue siendo autoritario y populista, o sea. Porque eso es lo que está en su ADN. Y si ya comenzamos a atisbar los colmillos en algunos de sus miembros, ¿se imaginan lo que harán cuando estén en el poder?

Porque así va a ser. Y nadie me puede quitar eso de la cabeza. Pues si no se han dado cuenta, estamos camino hacia otro 5 de abril. Tal cual. César Hildebrandt lo explicó claramente en su semanario hace poco más de un mes:

“El Perú es país de costumbres laxas y memoria breve. Por eso es que García pudo regresar al poder y por eso es que Iglesias, el gran traidor, reposa en la cripta de los héroes de la guerra del Pacífico (…) En los próximos cinco años tendremos un régimen parlamentario en manos del fujimorismo. ¿Le daremos también, redundantemente, el Ejecutivo? ¿Qué podrán hacer la inescrupulosa Keiko Fujimori y el sin bandera José Chlimper, azuzados por la Chacón y las Alcorta, con el Congreso y el Ejecutivo en sus manos?

–‘Eso se llama gobernabilidad’ –diría Jorge Morelli, el ideólogo en la sombra del fujimorismo.

Yo le respondería:

–Eso, de suceder, se llamará empacho del poder, monopolio en manos turbias, chavismo de derecha. Eso sería el 5 de abril sin tanques ni balazos pero con los mismos resultados” (Hildebrandt en sus trece, 15/4/2016).

Así que ya saben. El autoritarismo puede volver, con todo lo que ello implica: corrupción a raudales, abuso indiscriminado, deterioro institucional, liquidación de la democracia, censura inquisitorial, ocultamiento de la verdad, violencia y barbarie, y así. Y su alias es “fujimorismo”.

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