miércoles, 26 de julio de 2017

Mariátegui: Polémica y agonía del marxismo.






Claudio Berrios Cavieres, CEPIB-UV (Centro de Estudios de Pensamiento Iberoamericano-Universidad de Valparaíso)


Resumen:
Nuestro trabajo consistirá en realizar un pequeño punteo de los diferentes momentos en los cuales el pensador peruano José Carlos Mariátegui concibió el marxismo como un elemento creador, ajeno a la visión cerrada, mecanicista y economicista que se tuvo del pensamiento de Marx durante gran parte del siglo XX. Trataremos de seguir el discurso mariateguiano, en razón a los momentos en que Mariátegui pudo dar luces de un marxismo dinámico, en donde la voluntad humana y la polémica de ideas se transforman en creadores de nuevas realidades.
Palabras claves: Mariátegui – marxismo – agonía – polémica – Amauta

No hay un hecho en la historia que no esté precedido, acompañado y seguido de determinadas formas de conciencia, sea esta supersticiosa o experimentada, ingenua o refleja, madura o naciente, impulsiva o amaestrada, caprichosa o razonadora.”
Antonio Labriola.
ensar el marxismo desde el siglo XXI, es tratar de articular una serie de conceptos frente a una sociedad muy distinta y diversa a la conocida y estudiada por Marx durante el siglo XIX, y por los marxismos del siglo XX. En Latinoamérica, el marxismo se ha mostrado muchas veces como un concepto y sistema ajeno a su realidad regional. Bajo esta visión, el paradigma marxista no calzaría con el desarrollo de América Latina, y menos en lo que respecta al mundo actual. El pensamiento de Marx ha sido visto por algunos como una idea fija, un sistema cerrado, un dogma, siendo un pensamiento que no tendría cabida, cayendo al mundo de los idealismos, sin base real y material. Es por eso imperante preguntarnos sobre qué marxismo debemos hablar, y si llegado a este punto, entender también si el marxismo constituye un elemento de resistencia y lucha actual frente al rapaz avance del capitalismo como sistema de desigualdad extrema.
Bajo esta problemática queremos recoger el pensamiento de uno de los más importantes pensadores de América Latina, quien en su corta edad logró enarbolar la bandera del socialismo en el Perú, de un modo heterodoxo, y radicalmente polémico. Nos referimos a José Carlos Mariátegui, quien es, sin duda alguna, una de las mentes más ricas e interesantes que nos dio Latinoamérica a lo largo del siglo XX, en lo que respecta a la creación de un nuevo pensamiento socialista desde esta región, estableciendo una nueva dimensión de análisis a partir de de lo que podríamos llamar “socialismo de los bordes”[1]. Nacido en Moquegua en 1894 y muerto en 1930 a la corta edad de 35 años, Mariátegui abrió un espectro de análisis y paradigmas nuevos, no sólo para el Perú de la década del veinte, si no que, para todo Latinoamérica y el mundo.

Mariátegui es parte de una corriente de pensamiento en el cual el marxismo toma vida de manera abierta y necesaria para un estudio material de nuestra sociedad, a diferencia del ya conocido marxismo ortodoxo que bañó al mundo desde 1930 en adelante. El proceso denominado bolchevización que tuvo su sede en la URSS, a manos de Stalin, cierra el ciclo a un periodo rico en formación de pensadores autónomos de izquierda, como lo fue América latina, lo que Michael Löwy denominara “periodo revolucionario”[2], en donde la obra de Mariátegui comienza a construirse, en conjunto a la de otros intelectuales de Latinoamérica que vieron en el marxismo las herramientas para un análisis de su realidad social, y su correspondientes forma de luchas. Tal fue el caso de Julio Antonio Mella en Cuba y Luis Emilio Recabarren en Chile.

Mariátegui fue capaz de entender la sociedad a nivel mundial y nacional a través de un marxismo que no se encontraba regido, ni por concepciones completamente mesiánicas, ni deterministas. Este marxismo del cual nuestro autor se afirma se vio influenciado en gran medida por su viaje a la Europa de la posguerra, y específicamente en Italia, en donde logró un acercamiento a las corrientes marxistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX, de autores como Antonio Labriola, Benedetto Croce, y contemporáneamente a Mariátegui, Antonio Gramsci.[3] A la llegada de José Carlos, Italia constituía un espacio de luchas ideológicas, producto de la Primera Guerra Mundial. De esta manera señalará Robert Paris la Italia vivida y absorbida por Mariátegui: “Sin que sea necesario insistir sobre el cosmopolitismo tradicional de los intelectuales italianos, Italia desempeña el papel de pivote o de una caja de resonancia." Es en Italia donde Mariátegui encuentra- durante un tiempo exiliado en Florencia- al conde Karolyi. Es en Italia… donde descubre ciertas obras de la literatura rusa…Es a través de la lectura de los periódicos como el Avanti, Critica Sociale, Umanitá Nuova, L´Ordine Nuovo… que reúne todo lo que constituirá la sustancia de sus conferencias sobre la crisis mundial y, a más largo plazo, de ese vasto panorama en el que Amauta se esforzará por reubicar la evolución del Perú contemporáneo.”[4]

Como señaló José Aricó, Mariátegui “leyó a Marx con el filtro del historicismo italiano.”[5] Este filtro se enmarca en una visión singularmente histórica de la vida del ser humano y de la humanidad en su conjunto, en donde la idea de pensar y actuar se encuentran como un solo espacio de acción, lo que podríamos llamar como praxis. Elementos que se remontan a la figura de Joan Battista Vico en el siglo XVIII.[6]

Mariátegui no se reconocerá más peruano que en Europa, según señaló, comenzando a crear desde el extranjero las bases para el entendimiento de la realidad, su realidad, teniendo en consideración los elementos propios de su nación, a fin de poder captar el espectro total de esta. Es por eso que posteriormente señalará que el marxismo en el Perú no deberá ser “ni calco, ni copia” de las realidades alternas, sino “creación heroica”[7] a partir de la realidad misma de la cual se intentar cambiar. En este sentido, Mariátegui apelará a la construcción y formación de un espíritu que dé fuerzas al proletariado para llegar a la construcción de una sociedad socialista. Este elemento lo tomará de George Sorel y su visión del mito, en donde se es necesario articular un pathos dentro de la clase obrera, reconociendo en ellas su misión revolucionaria.

Mariátegui y la agonía del marxismo.
Por el año de 1926 Mariátegui publica en la revista Variedades, y en Amauta meses más tarde, un escrito sobre el último libro del español Miguel de Unamuno, autoexiliado en Francia, titulado “La agonía del cristianismo”, en donde profundizará sobre el dogma cristiano. Mariátegui, señala que lo primero que nos muestra este libro “es que su autor no es sólo filósofo sino también filólogo”[8], ya que Unamuno se aventura en el desarrollo de un concepto, el cual corresponde al de agonía. Según Mariátegui, “Agonía no es preludio de la muerte, no es conclusión de la vida. Agonía —como Unamuno escribe en la introducción de su libro— quiere decir lucha. Agoniza aquel que vive luchando; luchando contra la vida misma. Y contra la muerte”.[9] Para el escritor peruano, Unamuno nos muestra la agonía como la lucha constante de la vida, en lo que se quiere, se piensa y se siente. La agonía pasa a ser la construcción y reconstrucción constante del pensamiento y acción del ser, donde la lucha se estructura entre el pensamiento y la realidad. En este punto Mariátegui tomará su visión de marxismo, hará suya la agonía, sin antes, referirse a lo que él entiende por marxismo, en contraria posición al profesor de Salamanca. Mariátegui señalará que “explicándonos su pensamiento sobre la histo­ria que, de “otra parte es realidad, tanto o más que la naturaleza”, Unamuno recae en una inter­pretación equivocada del marxismo. Las doctrinas personales de Karl Marx —escribe— el judío saduceo que creía que las cosas hacen a los hombres, han producido cosas.”[10]

Unamuno posee una visión positivista y evolucionista del marxismo, que emanaba de los postulados de la II Internacional, y que marcó en gran medida el desarrollo de un pensamiento encadenado en un dogmatismo bañado por el concepto decimonónico de “ciencia”, impidiendo captar lo que en Marx  “es esencial y sustantivo, de lo que es formal y contingente.”[11] Posteriormente señalará: 
“La vehemencia política lleva aquí a Unamu­no a una aserción arbitraria y excesiva. No; no es cierto que Karl Marx creyese que las cosas hacen a los hombres. Unamuno conoce mal el marxismo. La verdadera imagen de Marx no es la del monótono materialista que nos presentan sus discípulos. A Marx hace falta estudiarlo en Marx mismo. Las exégesis son generalmente falaces. Son exégesis de la letra, no del espíritu. ¿Y no es acaso Unamuno el más celoso en prevenirnos, a propósito del cristianismo, contra la inanidad y contra la falacia de la letra?”[12]

Mariátegui no critica a Unamuno mas allá de la forma en que él entiende el marxismo, cuya exégesis se basa en la caricaturización de este pensamiento. Es por eso que apela a estudiar a Marx desde el Marx mismo, ya que el lapidario entendimiento acerca del pensamiento del escritor alemán radica en las bases positivistas, y la necesidad de algunos seguidores de acercar el socialismo científico a la cientificidad de las ciencias exactas, elementos que para Mariátegui no se encuentran en Marx. El concepto de agonía se afirmará para el pensador peruano en la idea de lucha constante por el desarrollo de un pensamiento que se acerque más a la realidad.  Es por esto que señalará:
“Los que lo han continuado no han sido los pedantes profesores tudescos de la teoría de la plusvalía, incapaces de agregar nada a la doctrina, dedicados sólo a limitarla, a estereotiparla; han sido, más bien, los revolucionarios, tachados de herejía, como Georges Sorel —otro agonizante diría Unamuno— que han osado enriquecer y desarrollar las consecuencias de la idea marxista. El “materialismo histórico” es mucho menos materialista de lo que comúnmente se piensa. “[13]

Acá, Mariátegui apela al desarrollo dinámico que debe tener el marxismo como material de análisis de la realidad social, el cual no se puede aferrar al amén de los textos escritos por Marx, si no a la construcción, reconstrucción y cambio de los planteamientos. Como señalará Jaime Massardo, “este esfuerzo por historizar la lectura de Marx aparece en Mariátegui vinculado a la recuperación de ese particular e irreductible aspecto de la obra marxiana representado por la voluntad humana de transformación de la sociedad.”[14] Es decir, hacer posible un Perú, dentro de los márgenes de un Perú real. Este es el punto cuando Mariátegui señala que  “el “materialismo histórico” es mucho menos materialista de lo que comúnmente se piensa.”, haciendo alusión al posicionamiento de la voluntad humana dentro del proceso de trasformación de la realidad.

Exactamente un año antes a la publicación sobre la “Agonía del cristianismo”, Mariátegui escribe un artículo titulado “El hombre y el mito”, en donde da cuenta de la crisis del ideal de “progreso” que se había germinado en el seno de la sociedad burguesa industrializada, y que la Gran Guerra del 14 había debilitado.  Es acá donde Mariátegui expone de manera clara su aceptación del concepto de “mito” bajo la visión de George Sorel, argumentando que:
“el hombre, como la filosofía lo define, es un animal metafísico. No se vive fecundamente sin una concepción metafísica de la vida. El mito mueve al hombre en la historia. Sin un mito la existencia del hombre no tiene ningún sentido histórico. La historia la hacen los hombres poseídos e iluminados por una creencia superior, por una esperanza super-humana; los demás hombres son el coro anónimo del drama.”[15]

Mariátegui entiende al ser humano bajo el estimulo del mito, de aquella fe hacia un ideal, que es el motor para la realización de un proyecto, en este caso, a la construcción del socialismo. Por otro lado, la construcción de un mito viene a complementar la fuerza de un proyecto con bases históricas. Mariátegui nunca separará el desarrollo de la realidad social en la construcción de este mito. Algo muy cercano a lo que señala A. Gramsci, al referirse al mito soreliano en la figura del príncipe moderno de Maquiavelo, “como una fantasía concreta que actúa sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar y organizar su voluntad colectiva.”[16], es decir, a partir de las bases de la realidad actual, el mito viene a armar el escenario para la construcción de una voluntad colectiva.

Amauta.
La revista Amauta, que ve la luz una mañana de Septiembre de 1926, es consignada por su creador como una revista cuyo objetivo es el de “plantear, esclarecer y conocer los problemas peruanos desde puntos de vistas doctrinarios y científicos.”[17] Amauta fue la revista de la cual Mariátegui, como creador, le da el carácter funcional frente a las problemáticas del Perú de la década del veinte. La  revista no era vista solamente como un conglomerado de elementos “culturales” que  establecería las categorías de “cultura”. Amauta fue una revista que, al igual que su creador, se afiliaba a una idea y una fe, y a partir de ella, comenzaría a construir y polemizar sobre la “cultura”. En este sentido, Mariátegui hace notar dicha fe y fuerza en la presentación de Amauta en Septiembre de 1926, donde señala:
 “Esta revista en el campo intelectual, no representa un grupo. Representa, más bien, un movimiento, un espíritu. En el Perú se siente desde hace algún tiempo una corriente, cada día más vigorosa y definida, de renovación. A los fautores de esta renovación se les llama vanguardistas, socialistas, revolucionarios, etc. La historia no los ha bautizado definitivamente todavía. Existen entre ellos algunas discrepancias formales, algunas diferencias psicológicas. Pero por encima de lo que los diferencia, todos estos espíritus ponen lo que los aproxima y mancomuna: su voluntad de crear un Perú nuevo dentro del mundo nuevo. La inteligencia, la coordinación de los más volitivos de estos elementos, progresan gradualmente. El movimiento -intelectual y espiritual- adquiere poco a poco organicidad. Con la aparición de Amauta entra en una fase de definición.”[18]

Mariátegui destaca la “fase de definición” de la aparición de la revista Amauta, cuya finalidad es reunir aquella “nueva generación” que germina en el seno de la sociedad peruana, donde la renovación enmarca nuevas visiones, que Mariátegui tiene la intención de acumular, y por ende, definir. Amauta polemizará con la intención a dar lugar a nuevas ideas, contraponiéndolas con las viejas, y estableciendo nuevos puntos de análisis. Esto se puede apreciar en la polémica que tiene Mariátegui con el escritor Luís Alberto Sánchez, en relación a la problemática indigenista, y los diversos puntos de vistas que Amauta albergaba en sus páginas:
“Los indigenistas o pseudo-indigenistas, a su juicio, adoptan simultáneamente los puntos de vista de Valcárcel y López Albújar. Pero éste es un error de su visión. Que se contraste, que se confronte dos puntos de vista, no quiere de­cir que se les adopte. La crítica, el examen de una idea o un hecho, requieren precisamente esa confrontación, sin la cual ningún seguro criterio puede elaborarse. Las tendencias o los grupos renovadores no tienen todavía un pro­grama cabalmente formulado ni uniformemen­te aceptado. Como he escrito, polemizando con Falcón, mi esfuerzo no tiende a imponer un cri­terio, sino a contribuir a su formación. Y, a riesgo de resultar demasiado lapalissiano, debo recordar a Sánchez que un programa no es anterior a un debate sino posterior a él.”[19]

Desde este punto se aprecia un elemento central dentro del pensamiento de Mariátegui, y por consiguiente, de su ideario socialista: la idea de la confrontación de ideas, dando lugar a nuevas etapas de pensamientos. Si era necesario establecer un programa, era necesario confrontar las ideas, criticar, polemizar. Tal como señalará Osvaldo Fernández:
“Propuesta para el debate, la revista, aparece como un espacio particular, destinado a inaugurar y alimentar una confrontación sobre los asuntos peruanos, que avanza en la producción de un concepto nuevo, real y concreto de peruanidad, al mismo tiempo que va constituyendo el sujeto intelectual que se define en torno suyo. De ahí que la temática no pudiera ser abordada sino a través de la controversia, entra las distintas posiciones.”[20]

En este sentido, podemos señalar la importancia que tiene para la revista la presencia del “otro” para la polémica, y como “otro”, nos referimos a la contraposición ideológica de determinados temas dentro de la articulación de la revista. El “otro” se presenta como el sujeto necesario para el dinamismo de las ideas, y por ende, la presencia de una problematización de la realidad por parte de Mariátegui y la revista. Así, “cuando parecía insistir en las prerrogativas del centro ortodoxo, más claro se hacía el carácter de Amauta como espacio de debate”, la cual “suponía una inmediata y necesaria presencia del otro.”[21]

La defensa del Marxismo en el escenario político.
Entre los años 1928 y 1929, Mariátegui escribe una serie de artículos, los cuales posteriormente serán encerrados en el libro “Defensa del Marxismo”. Dichos artículos abarcarán la crítica de Mariátegui al social demócrata belga Henri de Man y su polémico libro “Mas allá del marxismo.” En “Defensa del Marxismo” se reúnen los puntos esenciales con los cuales Mariátegui abarca la problemática de la filosofía de la praxis. La defensa tiene un doble juego: por un lado se estrecha claramente a la crítica sobre el texto de De Man; y por otro, define el marxismo en relación al escenario político e ideológico que vive Perú a finales de la década del veinte. En efecto, la separación de Mariategui con Victor Raul Haya de la Torre, líder del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), cuando este transforma a la alianza en Partido Nacional Libertador (PNL) en 1928, crea un quiebre en el ideario izquierdista del Perú, el cual se encontraba enfrentándose al recalcitrante “Oncenio” de Leguía. Mariátegui, responde políticamente, formando el Partido Socialista de Perú (PSP) el mismo año, dejando en claro en el segundo aniversario de la revista Amauta -“Aniversario y Balance”- que:
 “el trabajo de definición ideológica nos parece cumplido. En todo caso, hemos oído ya las opiniones categóricas y solícitas en expresarse. Todo debate se abre para los que opinan, no para los que callan. La primera jornada de Amauta ha concluido. En la segunda jornada, no necesita ya llamarse revista de la “nueva generación”, de la “vanguardia”, de las “izquierdas”. Para ser fiel a la revolución, le basta ser una revista socialista.”[22]

Mariátegui apela aquí, a la transposición de un frente  (adoptado por el APRA años antes) al del Partido Socialista, considerando el concepto “socialista” como sistema de conjunto que debe encerrar a toda la nueva generación del Perú con ideales revolucionarios. Las ideas que de ella fluyan siempre se deberán ir polemizando, contraponiendo con otras, llevando a cabo el desarrollo de un inalcanzable ir y venir del concepto.
Con este punto nos acercamos directamente al desarrollo que en Mariátegui significaba la idea de Marxismo, y lo que respecta a la filosofía de la praxis, en donde el elemento central es el movimiento mismo de las ideas, supeditadas al desarrollo de la realidad concreta, la cual se encarga de establecer la fuerza de dichas ideas. Mariátegui citará a Adriano Tilgher: “La voluntad socialista no se agita en el vacío, no prescinde de la situación preexistente, no se ilusiona de mudarla con llamamientos al buen corazón de los hombres, sino que se adhiere sólidamente a la realidad histórica, mas no resignándose pasivamente a ella.”[23]

En este punto podemos pensar que el texto intenta poner en juego las visiones más humanitarias que tienen algunos llamados marxismos. Mariátegui intenta elevar el estudio de Marx en su condición objetiva de método de análisis:
“La crítica marxista estudia concretamente la sociedad capitalista. Mientras el capitalismo no haya trasmontado definitivamente, el canon de Marx sigue siendo válido. El socialismo, o sea la lucha por transformar el orden social de capitalista en colectivista mantiene viva esa crítica, la continúa, la confirma, la corrige. Vana es toda tentativa de catalogarla como una simple teoría científica, mientas obre en la historia como evangelio y método de un movimiento de masas.”[24]

Por ende, Mariátegui reconoce una doble finalidad dentro del marxismo: su condición de método de análisis, y su condición de evangelio que otorga el pathos a todo movimiento que recurra al marxismo como fuente de lucha. Pero para que recurra como evangelio, es necesario poseer una ética, que muchos, como de Man, señalaban inexistente en el marxismo. Mariátegui señala:
“La función ética del socialismo […] debe ser buscada, no en grandilocuentes decálogos, ni en especulaciones filosóficas, que en ningún modo constituían una necesidad de la teorización marxista, sino en la creación de una moral de productores por el propio proceso de la lucha anticapitalista.”[25]

La dualidad que nos presenta Mariátegui es la de elevar la condición de “moral de esclavos” a la de “moral de productores” como un medio para hacer efectiva la condición de una praxis que realizara el cambio histórico de la sociedad. Es por esto que nuestro autor se presenta crítico a todo socialismo utópico y romanticismo decimonónico al cual se le podía atribuir al marxismo, pues esta disciplina se debe situar en “el terreno de la economía, de la producción. Su moral de clase depende de la energía y heroísmo con que opere en este terreno y de la amplitud con que conozca y domine la economía burguesa.”[26] Es por este punto que Mariátegui deriva en la crítica acerca de la condición de ver el en el marxismo una ciencia determinista. Nuestro autor señala:
“Otra actitud frecuente de los intelectuales que se entretienen en roer la bibliografía marxista, es la de exagerar interesadamente el determinismo de Marx y su escuela con el objeto de declararlos, también desde este punto de vista, un producto de la mentalidad mecanicista del siglo XIX.”[27]

De esta manera, el marxismo se situaría fuera de las corrientes propias del siglo XIX que se encontraban cargadas de la impronta que el positivismo establecía para definir algo como “ciencia”. El marxismo posee un materialismo plasmado de un voluntarismo que “no se agita en el vacío, no prescinde de la situación preexistente, no se ilusiona de mudarla con llamamientos al buen corazón de los hombres, sino que se adhiere sólidamente a la realidad histórica, mas no resignándose pasivamente a ella”[28]

Nuestro autor refuerza el hecho de considerar a las ideas elementos “dinámicos”, los cuales se articulan, trasforman y cambian a raíz de la polémicas, concepto importante al establecer la revista Amauta como articulo de formación orgánica dentro de la izquierda peruana que se acerco al pensamiento de Mariátegui.
A modo de conclusión
El desarrollo del marxismo en Mariátegui se encuentra representado en un dinamismo del pensamiento, de la idea, en donde esta se destruye, se arma, se desarma y articula nuevamente. En una constante agonía, en la cual la presentación del “otro” como elemento de construcción es necesaria. Mariátegui veía la necesidad de la polémica como desarrollo del dinamismo anteriormente señalado, el cual ira conjugando constante y dialécticamente, el desarrollo de la idea y la realidad.
Mariátegui comprende que el objeto de estudio para el paradigma marxista, siempre irá de la mano, y envolviendo, al sujeto que lo analiza. Para el marxismo, el objeto de estudio es la sociedad, y como tal, el sujeto que lo estudia se encuentra envuelto en este.
En este sentido podemos señalar que Mariátegui entiende a Marx en la forma de entender la realidad social como una problemática, y no como un sistema. Una problemática que se debe ir superando, teniendo en consideración el proyecto de cambio frente a la realidad. Dicho proyecto, a los ojos de Mariátegui se enarbola en la construcción de un mito. Este mito equipara el desarrollo del ideal, del proyecto, ya que nuestro autor entiende la condición humana, más allá de su condición de ser racional, aplicando su estado espiritual, sin dejar con eso, el espectro terrenal e histórico- social del ser humano. Es por eso que Mariátegui vio en el Perú de la década del veinte, la posibilidad de otro Perú, llevándolo al imaginario político y social, dejando la posibilidad no utópica de un cambio. El marxismo entonces, vendría a ser aquella disciplina de estudio que otorga herramientas metodológicas de análisis de la realidad histórica, objetivándola; mientras que promueve la condición ética de las clases oprimidas, en razón de reconocerse como sujetos históricos con una moral de productores.
El valor de Mariátegui para el siglo XXI se deja ver en el desarrollo de su pensamiento en donde, no es primero la idea -canon enmarcado a los idealistas-, ni primero la materia –materialistas- si no que es un ir y venir de los dos elementos. Son dos momentos de la construcción del presente, que fluyen y confluyen, problematizando la realidad, a fin de ir constantemente hacia el mejoramiento de una idea, la destrucción de esta y la adaptación de otra. De esta manera, Mariátegui nos muestra la agonía constante del socialismo en el mundo actual, la necesidad del desarrollo polémico frente a los “dogmatismos” y el posicionamiento del hombre como un ser racional y espiritual, con los pies en la tierra, y los ojos hacia un cambio de la realidad.
Bibliografía.
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Massardo, J. (2001) Investigaciones sobre la Historia del marxismo en América Latina. Chile: Bravo y Allende Editores.
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Terán, O. (2007). Un socialista de los márgenes. En Sicilia, L. José Carlos Mariátegui, un marxismo indigenista(págs. 9-14). Buenos Aires: Capital intelectual.

Notas
[1] Terán, O. (2007). Un socialista de los márgenes. En Sicilia, L.   José Carlos Mariátegui, un marxismo indigenista(pp. 9-14). Buenos Aires:  Capital intelectual, p.9
[2] Lowy, M. (2007). El marxismo en América Latina. Chile: Editorial LOM.
[3] No se puede hablar concretamente de alguna lectura que hiciera Mariátegui de Gramsci, sin embargo, autores señalan que está claro que el pensador peruano frecuentaba la lectura de la revista L´Ordine Nuovo, instrumento del partido comunistas italiano, y cuya dirección estaba en manos de Gramsci.
[4] Paris, R. (1981). La formación ideológica de José Carlos Mariátegui. México:  Cuadernos de Pasado y Presente 92, pp.90-91
[5] Aricó, J. (1980). Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano. México: Cuadernos Pasado y presente. Nº 60, p. XV
[6] Para mayor detalle: Mondolfo, O. (1971). Verum Factum,  Desde antes de Vico hasta Marx. Argentina: Editorial siglo XXI.
[7] Mariátegui. J.C. (1971). Ideología y Política. Lima: Editorial Amauta. Colección Popular, p.249
[8] Mariátegui, J. C. (1959). Signos y Obras. Lima: Editorial Amauta. Colección Popular, p.116
[9] Ibíd.
[10] Ibíd., p.118
[11]  Mariátegui, J.C. (1967). Defensa del Marxismo. Lima: Editorial Amauta. Colección Popular, p.16
[12] Mariátegui, J. C. (1959), op.cit., p.119
[13] Ibídem
[14] Massardo, J. (2001) Investigaciones sobre la Historia del marxismo en América Latina. Chile: Bravo y Allende Editores, p.98
[15] Mariátegui, J.C. (1987). El alma matinal. Y otras estaciones del hombre de hoy. Lima: Editorial Amauta. Colección Popular, p.24
[16] Gramsci, A. (2012). La política y el Estado moderno. Argentina: Editorial Arte Gráfico, p. 77
[17] Mariátegui, J.C.  (1971), op.cit, p.239
[18] Ibíd., p.237
[19] Ibíd., p.217
[20] Fernández, O. (2010). Itinerario y trayecto herético de José Carlos Mariátegui. Chile: Editorial Quimantú.,  p. 110
[21] Ibíd., p.109
[22] Mariátegui, J.C. (1971), op,cit., p.247
[23] Mariátegui, J.C. (1967). op,cit., p.34
[24] Ibíd., p.36
[25] Ibíd., p.49
[26] Ibíd., p.61
[27] Ibíd., p.55
[28] Ibíd., p.58

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