Roque Ramírez Cueva
I. José Carlos Mariátegui y el campesinado piurano
l tópico y problema del indio, a pesar de los tiempos de tecno industrialización y neoliberalismo, resultan preocupación latente que se cuajó y dimensionó de manera casi paralela al interés de conformar, en el Perú y Latinoamérica, un espíritu de autonomía. Inquietud y actitud que se remontaría a las luchas insurgentes de Túpac Amaru, a las luchas de la independencia y la deformada construcción de la República (entendiendo como el no establecimiento del orden capitalista o demo liberal).
Todos conocemos que dicho asunto fue abordado con
permanente atención e intencionalidad ideológica en los años diez al treinta
del pasado siglo XX, donde surge un mayor y especial interés por discutir los
fenómenos socio culturales que se generan alrededor del indio, asentado
mayormente en las geografías y espacios andinos.
Esta eclosión por lo indígena concentró la expresión
no sólo de una escuela literaria sino, ante todo, la conjunción de un
movimiento más amplio y de perspectivas económicas, sociales e ideológicas
conocido con la nominación de indigenismo.
La pregunta del momento –y posterior- sería por lógica
¿Por qué tanto celo y desvelo por una masa de indios sin clase? “Coqueros e
incivilizados”, “reliquias tradicionales
y prototipos nacionales!, cuando no “ciudadanos de segunda clase”.
La respuesta de José Carlos Mariátegui, señalando que
esa masa de indios conformaba una clase social, la campesina, los situó de
manera certera en la estratificación social que ocupan, con la particularidad
de ser herederos de la esencia andino-amazónica que va a conformar la síntesis
de lo peruano, sin ser la única sangre advertida también por Arguedas.
Es decir, el sostén social base sobre el cual y por lo
cual se levantaba la condición estructural, transicional, de nuestra sociedad
agraria. Sociedad peruana que transitaba por un desarrollo mixto de sus fuerzas
productivas, lo cual interrelacionaría las respectivas relaciones sociales,
polarizadas en gran parte entre campesinos y latifundistas.
En las formas de producción si bien eran de rasgos
capitalistas, persistían los rezagos feudales en mayor predominio, factor que
convertía al país en eminentemente agrario. Todo lo anterior es sabido y
aceptado por diversos especialistas. Teníamos un agro explotado por
terratenientes, en base a viejas formas productivas y con instrumentos de
trabajo artesanales, todo apoyado mayormente en el empeño y laboriosidad de una
fuerza de trabajo aportada en altos porcentajes por el indio.
Antes de continuar es necesario un paréntesis. Hay
otros enfoques sociales sobre el indigenismo y el problema agrario, no se
niegan, por eso advertimos que responden a las concepciones de quienes los
enarbolan: por visiones mesiánicas y milenaristas de movimientos indios; por
observaciones romántico exotistas post independentistas de corte escolástico
liberal; por la restauración antropológica del humanismo liberal, y, desde
luego, por la opción oscurantista del gamonalismo y la aristocracia que
representaba el punto de vista oficial.
La propuesta de Mariátegui, en cambio, a cualquier
polémica e interrogante, se ubica en la perspectiva de la ciencia proletaria
promovida por el grupo Amauta, orientado
por el partido socialista (que tan luego se llamaría Partido Comunista del
Perú). Cuyos antecedentes transcurrieron por el ideario anarco sindicalista
desplazado al campo para organizar al indio (campesinos), y por idearios
utópicos socialistas asumidos por los conductores del Patronato Indígena, entre
ellos Pedro Zulen, Hildebrando Castro Pozo, Dora Mayer, entre otros.
Sin embargo, se puede afirmar un punto de partida
diferente, que provino de otras canteras ajenas a las señaladas, aunque después
confluyeran por ser parte de los mismos principios ideológicos. Para ello nos
remontamos a tiempos del siglo XIX, en que se manifestaba en Europa el
socialismo utópico, y que vino al Perú, desde París con los communard, proletarios de la Comuna.
Estos obreros franceses llegaron a nuestras costas por
el Puerto de Paita, huyendo de la persecución desatada después de los sucesos
de la Comuna de París (1871). Por cierto estos communard protagonistas de la
acción proletaria en la toma de París y la formación temporal de un gobierno de
obreros en Francia, antes pisarían los puertos de Uruguay, Argentina y Chile.[1]
Consigo trajeron sus experiencias de lucha y el pensamiento germinal, obviamente
proletario.
Indicios de este arribo lo sugiere Sergio Grez, quien
en su libro dice “… de los que daba testimonio el famoso párrafo que en 1913
dedicaría Lugones a la ‘plebe ultramarina que crea desórdenes en el zaguán’.
Las oligarquías de la tierra y las finanzas comprobarían que con la mano de
obra barata de ‘esos hombres de buena voluntad’ pero que ‘sólo tenían su fuerza
de trabajo’ desembarcaban revulsivas ideologías políticas que desplegaban
idearios…” (p. 104).
Llegados al Perú, expulsados de Argentina o Chile,
trataron de evitar radicarse en ciudades, debido a que allí eran de fácil
identificación como les había sucedido en los países mencionados (claro, esto
siempre y cuando no hayan llegado directamente al país desde Francia), al
parecer se asentaron en zonas rurales. Su presencia en la zona andina de Piura
y en las haciendas de Chincha, así lo indican.[2]
Llegados a estos lugares, particularmente al de Piura
–ámbito de interés en esta nota-, y ya integrados con los lugareños, los
campesinos, de manera muy acomedida dirían mis paisanos chalacos, solidaria e
intencionalmente asumieron un rol organizador y de educación proletaria en la
práctica de la lucha popular misma. Primero haciendo inferir y entender en los
comuneros nacionales una diferente óptica en relación a la tenencia de la
tierra y las relaciones que se desprenden de dicha propiedad y sus medios de
producción.
Segundo, de allí a tomar tierras había un paso. La
propiedad ancestral del indio y usurpada por latifundistas debería ser recuperada
mediante la toma de tierras. Así los campesinos de la Comunidad de Chalaco,
optaron por recuperar aquellas tierras que, en ese momento se encontraban en
las haciendas de Chalaco y Morropón. La acción se realizó entre los años 1882 y
1883.[3]
Son los historiadores quienes advierten de estos
hechos y, luego, los narradores con el ingenio de pluma dieron testimonio en
sus obras de ficción., aunque al parecer en este caso fue un novelista quien
advirtió el hecho. El primero en tratarlo de manera breve, en un par párrafos
incluidos en la página cien de su novela Montoneras[4],
fue el narrador Francisco Vegas Seminario, autor de la relevante novela Taita Yoveraqué.
Mucho tiempo después, por los años de 1988, será el
narrador Miguel Gutiérrez Correa quien advierte en el dosier de su novela Hombres de Camino[5],
que al grito de ¡Viva la Comuna! Los campesinos de Chalaco enarbolando una
bandera roja, hicieron frente y derrotaron a las huestes chilenas en la denominada
Quebrada de la Guerra, caserío de Pambarumbe, y que meses después invaden la
ciudad de Piura tomándola por breve lapso. Gutiérrez vuelve al tema en una
historia, recién publicada (Julio, 2015), incluida en el libro llamado Las aventuras del señor Bauman de Metz y
otras historias. Edic. Alfaguara. Bauman es personaje vital en sus novelas.
Apelando al argumento histórico de la gesta de los
comuneros de Chalaco y Santo Domingo, provincia de Morropón (Piura), el
narrador y cuentista Víctor Borrero Vargas, escribe un cuento llamado “El sueño
de Onésimo”, mención honrosa en el concurso Copé (1988), en el que recrea dichos
sucesos de los campesinos enfrentando
poderes en tiempos de la guerra con Chile.
El escritor que pública un último y reciente libro
sobre la temática y argumento en cuestión es el narrador Antolín Castillo,
nacido en los andes de Santo Domingo (vecino al territorio de Chalaco). Su
narración breve se titula Repican las
Campanas. (Lima, editorial San Marcos, 2012). Antolín Castillo conoce
ampliamente todos los pliegues de las cordilleras donde suceden los hechos, la
idiosincrasia de su gente, su lenguaje.
II. Los communard, los Chalacos y la Toma de Piura desde la narrativa.
En la parte uno de estas notas afirmamos que en el
siglo XIX hubo sucesos importantes. Uno para la vida e historia nacional como
lo fueron las rutas de las ideas utópicas y marxistas que aportan e influyen en
el pensamiento peruano, una de cuyas huellas fueron marcadas por los communard,
obreros proletarios de La Comuna de París, quienes llegaron a Sudamérica y
Perú, asilándose de la persecución que sufrieran en Europa. Y La huella
esencial estuvo signada por la labor del núcleo Amauta y José Carlos
Mariátegui, al fundar el PC del Perú.
Dos, suceso importante para la vida e historia
regional. Los comuneros andinos de Morropón, abandonaron sus diarias tareas
agrícolas para enfrentar, primero, a las
huestes chilenas derrotándolas con sólo bala sorda; y luego a los señores
latifundistas usurpadores de sus tierras, por lo cual marcharon a caballo los
distantes 90 kilómetros hacia el centro de poder, Piura, y tomaron la ciudad
con puñales desenvainados y disparos de escopetas.
Al concluir la parte uno, mencionamos a los narradores
y relatos que describen tales sucesos. Sólo nos faltó hacer hincapié que otra
narración en la que se relata la toma de Piura por los Chalacos, fue en la
inmensa novela de Miguel Gutiérrez, La
Violencia del Tiempo (LVT) [6],
donde el narrador detalla, infiere y sustenta las motivaciones, ideas, pasiones,
desencuentros y desenlaces de aquellos protagonistas y hechos históricos, políticos e ideológicos. Para no
ser injustos con el autor, es necesario aclarar que, salvo Francisco Vegas,
los demás narradores incorporan los hechos y la temática en mención después que
Gutiérrez los hiciera vislumbrar en el dossier de su primera saga Hombres de Caminos. Al parecer hubo
grata complicidad con historiadores que le donaron sus libretas de campo. Más
adelante hablaremos de ello.
Para continuar, antes nos merecemos hacer algunas
preguntas ¿Cómo se dieron aquellos sucesos? ¿Cómo así campesinos y agricultores
de comportamiento pacífico y sin formación escolar básica decidieron enfrentar
a las tropas chilenas y luego a los temidos e implacables terratenientes? ¿Respuesta
a un sentimiento patriótico por un país, cuyo estado los arrinconaba en las
montañas?
El responder parte de esas interrogantes nos lleva a
buscar en nuestra propia historia de vida. Nacidos en esa región andina desde
la escuela escuchamos decir a los mayores que, mi padre maestro lo asentía, en
esa quebrada –camino a Santo Domingo y Chalaco- los pobladores de esos valles
andinos derrotaron a una tropa chilena de avanzada. Los vencieron sin el
pertrecho de las armas de fuego, con dignidad y sagacidad, usando sólo galgas y
huaracas detuvieron el avance enemigo y lo hicieron retroceder de vuelta a
Piura donde los terratenientes, asiduos concurrentes del Centro Piurano,
recibían a los oficiales de Lynch con algo más de cordialidad.
El suceso no figura en los anales de las gestas
patrióticas ni se ha registrado en las páginas de la historia oficial de la
región. Las razones son varias, veamos algunas de ellas, las de interés. Aparte
que en tal suceso no hubo participación de capitanes ni generales menos
parientes de latifundistas que en ese tiempo asumían jefaturas, la victoria
obtenida por los comuneros andinos en lugar de ser ensalzada o saludada
siquiera, disgustó a la clase dominante porque percibieron comportamientos
inusuales en esa “masa pezuñenta de serranos”.
Lo inusual se observaba en varios aspectos, la unidad
del campesinado de la zona, participaron hombres de todas las aldeas y caseríos
de los hoy distritos de Chalaco, Santo Domingo y Santa Catalina de Moza.
Sorprendió la estrategia de permitir un ingreso confiado para atraer al enemigo
a la emboscada, además del uso de armas
silenciosas -galgas y huaracas-[7]
que no le permitirían advertir al rival una avisada agresión; la elección del
terreno entre cerros y quebrada; no presentaron pelea directa, no se dejaron
avistar, los mantuvieron a raya despeñando rocas y lanzando hondazos, es decir
no dieron lugar a que hubiera bajas inútiles entre los comuneros.
Sin embargo, los “blancos” hacendados hicieron bilis
cuando se enteraron por medio de peones y capaces del fuerte rumor que crecía
en la zona, y los hacendados de Morropón y Franco les confirmarían: los
comuneros de Chalaco habían enfrentado a las mesnadas chilenas enarbolando un
estandarte rojo y, entre otros vítores se les había escuchado una frase ¡viva
la comuna! Los hacendados que frecuentaban el Centro Piurano, un club exclusivo,
no eran iletrados, estaban enterados de los importantes hechos que sucedían en
Europa y en el resto de Sudamérica, por eso la frase los inquietaba. Haya sido
el Bauman de Metz que Miguel Gutiérrez lo crea de protagonista para sus novelas
o hayan tenido otro nombre, tal vez como
Ernesto Closet y Juan Infe (Cristian Carrasco)[8],
el hecho es que la presencia de proletarios franceses participando en los
movimientos campesinos y en la política regional de Piura y Chincha ha sido
percibido y anotado por los historiadores. El Dr. Miguel Maticorena Estrada en
1980 publicó en el Diario El Comercio un esbozo de ensayo: Un movimiento social: Los Chalacos en Piura “El Comercio” 7-Febrero-80. Como el propio Dr. Maticorena lo
resume en el subtítulo dicho movimiento social se percibe como Un eco de la Comuna de París en el
movimiento campesino más importante de Piura en Enero de 1883. Claro que,
en este ensayo se alude directamente a la Toma de Piura por los Chalacos.
Justo ese otro suceso, la decisión de enfrentar a los terratenientes en
el núcleo urbano, la ciudad de Piura, desde el cual “los blancos” ejercían e
imponían su poder con la complicidad del estado representado por sus
instituciones de justicia, gobernación y gendarmería, se tomó en el momento que
la injusticia y abuso amenazaban con dejar sin tierras a los comuneros andinos.
Después de vencer al invasor, durante meses resistieron el asedio e incursiones
punitivas de la fuerza de gendarmes comandada por el Prefecto de Piura Fernando
Seminario. Esto se daba en medio de la guerra que el Perú libraba contra el
ejército chileno. Al parecer, no pudieron tener un enfrentamiento frontal
contra la gendarmería del citado Prefecto porque algunos de los líderes de los
comuneros se aliaron con las fuerzas reaccionarias del general peruano
Iglesias. Y por esa circunstancia, los hacendados se informaron de las maneras
y procedimientos del accionar de los comuneros.
Al no poder incursionar en las tierras de la comunidad de Chalaco, el
Prefecto y los terratenientes presionan a los comuneros y usurpan sus
propiedades usando las leyes a sus intereses. Los campesinos llegan a la
conclusión que tenían que enfrentar a los latifundistas en el núcleo urbano de
su centro de poder, la ciudad de Piura, y deciden marchar hacia allá para invadirla
y exigir justicia. No era una incursión pacifica, marcharon armados de machetes
y escopetas a lomo de caballo y mulas.
En la literatura es visto desde una ficción no tan extraña a los sucesos
históricos. Si el Dr. Maticorena, en sus ensayos afirma y sugiere “la idea de la existencia de la influencia de
la Comuna de París en el movimiento armado en Piura” (Carrasco)[9]. El historiador piurano
dice “Serían las 5 de la madrugada del día 28 de enero de 1883, cuando fue
despertada la población por un largo tropel que había entrado por La Tina y que
tomando por la calle de Arequipa (antes Playón) con bullicios de rebelión y a
las voces de ‘viva la comunidad’, ‘vivan los Chalacos’ (aunque hay quien
asegura que decía ‘Viva la Comuna’ […] se dirigían hasta la altura de la calle
El Callao (p.68-69).”
En la novela de Miguel Gutiérrez, La
Violencia del Tiempo, se imagina que
“…allí estaba, de nuevo, la partida triunfal de los temibles comuneros Chalacos.
Partida y despedida triunfales que les tributaban entre el jubiloso doblar de
campanas sus mujeres, los ancianos, los tullidos, los niños […] embravecido por
todas las montañas protectoras de la comunidad. Durante la cabalgata se unieron
hombres de otras comunidades y bastardos no reconocidos de grandes hacendados …
contra quienes combatían los comuneros de San Fernando [de Chalaco]. Y vi, brumoso y fantasmal, a Bauman
de Metz, que había sembrado la chispa de la rebelión por todas esas montañas y
jalcas, y, a la vez, tú, Sarango y yo escuchábamos del Ciego la historia de
esta rebelión que infamaba y hacía odiosa la memoria del señor de Metz / /
Imagina ahora el avance tumultuoso de esa caballería de desarrapados por la
tierra áspera, cómo prenden fuego a las casas hacienda […] Y vi, veo, al fin,
ajusticiar con armas de filo a un poderoso hacendado legendario…”
La incursión de los comuneros
pertenecientes a la comunidad de San Fernando de Chalaco y otras reparticiones
cercanas, invadiendo Piura, no concluyó con logros favorables a la comunidad.
Entre otras causas quizá porque no se supieron orientar en terreno distinto a
sus montañas. Porque no diseñaron una estrategia que les garantizara la entrada
y retirada de la ciudad. Lo cual indica
que no tuvieron una dirección correcta, posiblemente no todos los dirigentes
estuvieron de acuerdo con una acción que tal vez se perfiló de aventura. Y no
hubo la unidad y sagacidad que mostraron ante las tropas invasoras. Lo que se
dice en este párrafo final es difícil de demostrar por no haber evidencias
históricas que confirmen lo dicho. No obstante se puede afirmar que si hubieran
tenido una orientación y conducción correctas, el movimiento campesino hubiera
obtenido mejor tempestad a sus propósitos reivindicativos.
NOTAS
[1] Grez Toso, Sergio. Los
anarquistas y el movimiento obrero, la alborada de la idea en Chile. PP. 104 y
105, Capitulo I. Consultado en: https://books.google.com.pe/books?id=9Tp3gW2mEHIC&pg=PA25&lpg=PA25&dq=inmigrantes+de+la+comuna+de+paris&source=
[2] Miguel Marticorena Estrada en artículo periodístico publicado en el
Diario El tiempo de Piura, sobre sublevación campesina de comuneros de Chalaco
contra huestes chilenas y latifundistas; y Carmen Sotomayor con Ramón Aranda en
su investigación: Sublevación de
campesinos negros en Chincha, 1879. Nos lo confirman.
[3] Maticorena Estrada, Miguel. La
comuna de Piura y Chalaco, montoneras 1883. Lima, edic. Copé PetroPerú.
2014.
[6] Gutiérrez, Miguel. La Violencia
del Tiempo. Lima. Edit. Punto de Lectura, 2010.
https://books.google.com.pe/books?id=MZN1FbTtSOoC&pg=PT411&dq=bauman+de+metz++comuneros+de+chalaco++en+piura
[7] Las galgas son rocas o peñas
grandes que se despeñan desde las alturas sobre un objetivo. Huaracas es el nombre
quechua de las hondas.
[8] Carrasco, Cristian. Blog
Generaciones Históricas (Estudiantes de Historia, etc). http://generacioneshistoricas13.blogspot.com/2015/03/resena-la-comuna-de-piura-y-chalaco.html
[9] Carrasco, Blog Ibid.