viernes, 19 de junio de 2015

Zygmunt Bauman: La educación y la cultura son tratadas como mercancías

Zygmunt Bauman, foto Reuters, 2010.

Por: Steven Navarrete Cardona

Conversación con uno de los pensadores más importantes del siglo XXI.

l sociólogo polaco asegura que las fisuras causadas por las crisis económicas han permitido que los partidos neonazis tomen fuerza.

Testigo de primera mano de las transformaciones que experimentó la sociedad europea y cerca de cumplir 90 años, Zygmunt Bauman aún no deja descansar su brazo y su cerebro y continúa escribiendo y reflexionando sobre la realidad sociopolítica mundial.

Para Bauman, uno de los pensadores más importantes de la actualidad por su teorización de la realidad contemporánea bajo el concepto de “modernidad líquida” —que reflexiona, entre otros aspectos, sobre la debilidad de los nexos sociales y emocionales, la incertidumbre sobre el futuro y los cambios que ha traído la globalización al poder del Estado-nación—, señala cómo la cultura, la salud y la educación han sido reducidas a simples mercancías.

Con la crisis económica que atraviesa Europa, ¿es posible la existencia de una “ciudadanía global”?

Es posible, pero no en un futuro cercano. La “ciudadanía” es un concepto que nació y se desarrolló en el curso de la construcción del moderno Estado-nación, promoviendo y estrechando la práctica de la soberanía territorial. Las instituciones políticas diseñadas y establecidas en este proceso fueron creadas para servir al proyecto de la independencia; sin embargo, la globalización ha creado realmente la interdependencia mundial, una realidad en la que las instituciones políticas heredadas y conservadas del Estado-nación no son funcionales.

Entonces, ¿qué sería necesario para conseguir la ciudadanía global?

Para elevar la integración humana desde el nivel de las divisiones nacionales y pasar a una humanidad unificada, dichas instituciones necesitan ser reemplazadas por una red de instituciones alternativas, sobrepasando las limitaciones impuestas por las barreras de los estados territoriales y reduciendo radicalmente su soberanía. La unificación de la humanidad, llamando a la práctica política y pensando en reconocer la globalización ya existente de la interdependencia humana, no podría hacerse a través de la globalización, sino aboliendo la ciudadanía local, separando de esta manera los derechos humanos de la adscripción territorial.

Es un escenario complejo, ningún Estado estaría dispuesto a ceder su soberanía...

Como Benjamin Barber resumió recientemente esta situación: “Por naturaleza demasiado inclinado a la rivalidad y a la exclusión mutua, ellos (los estados-nación) parecen quintaesencialmente indispuestos a la cooperación e incapaces de establecer los bienes comunes a nivel global”. Pero añade: “Hoy en día, aunque es claro que los estados ya no pueden proteger a sus ciudadanos y deben considerar ceder una parte de su declarada soberanía, no hay ninguna alternativa clara, y por lo tanto se niegan a hacerlo”. Personalmente, yo llamo esa situación interregnum, que significa: las viejas formas de hacer las cosas no funcionan por más tiempo, pero las nuevas formas no han sido aún inventadas y puestas en su lugar.

¿Por qué la cultura, el arte y la educación son los sectores que más han sido golpeados en la reducción del gasto público, por parte de los gobiernos de la UE, para salir de la crisis?

La cultura es el mayor capital de la humanidad, el arte, la vanguardia de peregrinación histórica humana explorando nuevas y desconocidas tierras y formas de vida, y la educación que pone a disposición de toda la humanidad sus descubrimientos, han sido, sin embargo, reducidos al estatus de productos en el mercado, comercializados como otras mercancías y, contrario a su naturaleza, medidos por el rasero de los beneficios instantáneos. Invertir en la cultura, las artes y la educación, por muy grandes que sus beneficios puedan ser a futuro, se considera, por tanto, poco aconsejable y un desperdicio a corto plazo. Tal miopía resulta en sacrificar la calidad de vida de las generaciones futuras a los caprichos efímeros y comodidades del presente.

¿Entonces qué sugiere?

La renegociación de nuestra actual forma de relacionarnos con el mundo se hace cada vez más necesaria y urgente en vista de que el planeta, nuestra casa común, se encuentra al borde de la insostenibilidad, gracias al agotamiento progresivo de los recursos del planeta y la creciente impotencia de los instrumentos heredados de la acción colectiva para hacer frente a los problemas que surgen de nuestra cada vez más íntima interdependencia física, social y espiritual.

Hablemos de uno de los efectos del mundo en red. Nuevas formas de control social han sido promovidas durante las últimas décadas, entre ellas cámaras de vigilancia en cada esquina, algo que usted describe en su libro ‘Vigilancia líquida’. ¿La libertad está en riesgo de perderse con esta vigilancia constante?

Día a día aumenta enormemente el contenido de los bancos de datos que son una reminiscencia de los campos minados, erizados de explosivos ocultos de los que sabemos que tienen que explotar, aunque no se puede decir cuándo y dónde. Estos son usados a diario por las compañías comerciales para reforzar su influencia sobre las opciones y el comportamiento de los consumidores. Ellos (los bancos de datos) facilitan enormemente la coacción desde arriba y pueden servir a las agencias políticas con inclinaciones autoritarias e intenciones dictatoriales.

¿Qué es lo más preocupante de la vigilancia contemporánea?

El aspecto más preocupante de la vigilancia contemporánea y la recolección de datos es que se lleva a cabo con nuestra aprobación masiva, entusiasta, despreocupada y alegre. No nos preocupamos por la catástrofe hasta que golpea... Y así que el proceso no es tan manejable y potencialmente controlable, ya que se limitaría, como en el pasado, a tratar el espionaje especializado y a las agencias de vigilancia.

 ¿Cree que en medio de la crisis económica algunos de los partidos declarados neonazis pueden llegar al poder en un escenario de desconcierto como este?

Necesitamos retornar a la raíz de su primera pregunta. Estos dos problemas están íntimamente conectados. La discrepancia entre los instrumentos políticos disponibles y los poderes reales que deciden las posibilidades y perspectivas de nuestras vidas y las de nuestros niños —discrepancia causada y diariamente exacerbada por la globalización sin control y la ajustada interdependencia— provocará que un número creciente de personas busque alternativas al sistema político visiblemente indolente e ineficaz para coordinar las políticas con las preferencias populares y los deseos, fallando espectacularmente en la posibilidad de generar empleo. Los jóvenes son los más afectados, engrosando la mayor franja del número de desempleados, lo cual se suma al impedimento para que participen en los asuntos públicos y del Estado, en la reforma de los mismos.

¿Entonces que está sucediendo con los sistemas democráticos?

La confianza en la capacidad de la democracia está marchitándose, lo que resulta en una situación excepcionalmente fértil para que crezcan las semillas de resentimiento y florezcan sentimientos totalitarios. La complejidad de las causas de la miseria, siendo además desorientadoras e incapaces de mostrarse en principio, el sentido humillante, crece la demanda de “líderes fuertes” capaces de proporcionar fórmulas simples, que ofrecen y prometen soluciones simples, haciendo una oferta tentadora de aliviar a sus seguidores en cambio de su obediencia inflexible, de la carga de la responsabilidad de sus vidas demasiado pesadas para ellos y que carecen de los recursos necesarios para sobrellevarlas.

¿Qué deberían hacer los ciudadanos?


Por desgracia, no hay atajos para una solución radical. En el corto plazo, sólo son posibles paliativos temporales y transitorios. Prevenir catástrofes similares requeriría llamados a repensar y reformar nuestra filosofía de vida y nuestro modo de convivir, de hecho, una especie de revolución cultural, y como ya se ha indicado, el cambio cultural toma tiempo y evade imperativos y gestión. Las raíces de las periódicas crisis económicas, así como la imposibilidad de controlarlos y evitarlas, se encuentran profundamente arraigadas en nuestro modo de ser: la concepción de un crecimiento económico sin fin como remedio universal a todos los males sociales, el hábito de buscar la felicidad a través de comprar (de saquear el mundo en lugar de contribuir al mismo), favorece la competencia sobre la solidaridad, la individualidad sobre el intercambio, y el imparable aumento de la tolerancia a la desigualdad social, que ha llegado a niveles tan altos que hace tiempo era inconcebible que esto ocurriera.

lunes, 15 de junio de 2015

Los daños del neoliberalismo peruano



Félix Jiménez
Publicado en: Diario Uno, 13 junio 2015.



l neoliberalismo atraviesa por una «coyuntura crítica» (véase David y Ruth Collier, 1991). El enfriamiento económico y la crisis política e institucional, han configurado un escenario de ruptura del equilibrio que existía entre el poder político y económico y que, por lo tanto, abre la posibilidad de cambios significativos en la economía y en la política. El proceso electoral que se avecina estará así dominado por la discusión sobre la insostenibilidad del modelo económico neoliberal, con la participación de expresiones políticas nuevas que pondrán en entredicho a las viejas estructuras partidarias. Se trata de un momento de cambio decisivo porque recién, después de veinticinco años, son evidentes los daños causados por el neoliberalismo en la economía y en la sociedad

Los daños en la estructura económica

El reciente crecimiento de cerca de una década y los cuatro años de crecimiento en los noventa, tuvieron como fuente a factores externos y no a factores internos: aumento de los precios de las materias primas, crecimiento de los países desarrollados y condiciones financieras favorables. El neoliberalismo nos inserta a la economía internacional desmantelando, fundamentalmente, los estándares regulatorios existentes en el comercio exterior y en el mercado de trabajo. Este tipo de inserción nos mantiene como productores de materias primas, dadas nuestras ventajas comparativas, sobre todo naturales.

No fueron las políticas monetaria y fiscal, ni la cambiaria, las que explicaron el crecimiento. Tampoco fueron las privatizaciones que encarecieron los precios de los servicios públicos.  La apreciación monetaria que generó el boom primario exportador, en ambos períodos, y la apertura comercial, ayudaron a combatir la inflación, pero dieron lugar a una espectacular penetración de importaciones en el mercado interno.   
Como el boom fue el resultado de factores externos, la recesión y el enfriamiento económico (como el actual), también fueron el resultado de los mismos factores externos, pero con signo contrario: disminución y/o estancamiento de los precios de las materias primas, estancamiento económico de los países desarrollados y condiciones financieras desfavorables.

Las políticas neoliberales, entonces, en lugar de sentar las bases para un crecimiento económico determinado por factores o fuentes internas, debilitó esta posibilidad. Largos periodos de caída del tipo de cambio real hicieron perder competitividad a las actividades productoras de transables o comercializables, como las actividades manufactureras y agroindustriales. La estructura de precios relativos configurada en veinticinco años de neoliberalismo, favoreció el crecimiento de las actividades terciarias de no-transables (servicios y comercio), que acompañó al boom de las actividades primario-exportadoras. Las actividades terciarias y la construcción emplean al grueso de los trabajadores de baja calificación y productividad. En consecuencia, el crecimiento económico neoliberal no se basó en aumentos sostenidos de la productividad, sino en las ventajas naturales de las materias primas (sobre todo minerales).

En resumen, el neoliberalismo dañó la estructura productiva. La hizo menos industrial y agrícola y más productora de servicios de baja productividad. El crecimiento de la capacidad productiva per cápita se rezagó frente al crecimiento de la PEA. Por eso fue incapaz de resolver el problema de la informalidad.

Los daños institucionales

Pero el neoliberalismo no solo dañó la capacidad de la estructura productiva para crecer mediante aumentos en la productividad. También dañó las instituciones. Quizás sería mejor decir que fortaleció a  las instituciones extractivitas, a las instituciones que favorecen el rentismo y no la innovación, a las que debilitan la democracia y facilitan la corrupción. Estas instituciones no son débiles, sino todo lo contrario. Pero, son las instituciones que acompañan al extractivismo económico.

¿Cómo llegamos a esta situación? Las instituciones extractivistas no son nuevas en nuestro país. Pero, con el neoliberalismo se han hecho corrosivas, a tal punto que han puesto en cuestión a la democracia constitucional liberal. Son el resultado de las políticas neoliberales que se introdujeron en nuestro país con los paquetes de ajustes patrocinados por el FMI y el Banco Mundial desde fines de los años setenta, pasando por los ochenta y hasta los noventa.

Las políticas de austeridad, obligaron a recortar el gasto (en los presupuestos de educación, salud, seguridad, defensa, etc.) y a reducir el personal (comprando sus renuncias) de la administración gubernamental del Estado. Los recortes de gasto también afectaron el mantenimiento de la infraestructura económica y social (carreteras, hospitales, escuelas, universidades públicas, etc.). Estas políticas de austeridad  --las mismas que ahora pretenden imponerle a Grecia--, sirvieron para pagar los servicios de la deuda externa del país. Dañaron la capacidad del Estado para proveer seguridad y educación de calidad, y menoscabaron la independencia del poder judicial durante las discusiones presupuestales.

Además, el neoliberalismo, en su expresión política, fomentó el individualismo y la despolitización, privatizó la función pública y propició la penetración del poder económico en las funciones de gobierno. A todo esto se sumó la crisis de los partidos que desprovistos de ideologías después de la caída del muro de Berlin, se convirtieron en estructuras formales de poder y de usufructo del poder (ejecutivo y legislativo) por las oligarquías partidarias que compiten periódicamente con ese fin.

A modo de conclusión


Con una estructura productiva dañada y con instituciones que conspiran contra la propia democracia, contra el principio de que el origen del poder político proviene  de la comunidad de ciudadanos, ya no es posible apostar por la sostenibilidad del modelo neoliberal.

sábado, 6 de junio de 2015

¿TRADICIÓN CRISTIANA EN LA POESÍA DE VALLEJO?





Roque Ramírez Cueva


s harto conocido el asunto que Vallejo ha sido y es tildado de poeta místico o al menos lo rotulan de cristiano, desde luego dicha membrecía tiene una sinuosa intencionalidad de recuperar al poeta y su obra para un Estado, un orden que lo defenestró e intentó castrarlo en su condición de intelectual y artista irreverente con tal sistema.

Para señalarlo de místico se emplea el viejo fundamento, sin base ni razón alguna, de apelar al hecho de la inclusión de simbologías propias del credo cristiano en la construcción de la poesía de nuestro poeta universal y proletario (por su ideología asumida). Incluso el argumento más usado peca de simplismo porque basta la escritura de alguna palabra o de algún personaje mencionado en la Biblia para investirlo de escritor cercano a la grey de Cristo.

Los más de los comentaristas lo hacen, ya se dijo intencionalmente. Y los menos, lectores no avisados, se basan en leer apresurados sólo el símbolo monosémico que proyectan los versos vallejeanos. No obstante que, a pesar de ser evidente un discurso nítido, ya en el poema “los dados eternos” la voz poética deja bien sentada su idea de que, en todo caso, es el hombre mismo quien merece la impostura de llamarse Dios. El vate considera desde su punto de vista claro, sin eufemismos ni galas retóricas que, por la propia obra del hombre, a menudo creador, “el Dios es él”.

En tales intencionalidades se pretende ocultar algún que otro asunto esencial como las circunstancias en que Vallejo incorpora dicha terminología a su poesía. Una de ellas, como lo hace notar el poeta Julio Carmona(1), es que al momento de escribir su primer libro Heraldos Negros y el segundo Trilce, el poeta de Santiago de Chuco cuenta con una formación que se nutre en mucho de la cultura campesina, cultura ésta muy ligada a las influencias de la religión cristiana. Aun así, no es a tientas su visión ni su fe, más bien son inquisitivas, plantea dudas y propone digresiones filosóficas.

Otra circunstancia, es que ya en Europa y con militancia comunista, convicta y confesa, no abandona la trasmisión de vocablos bíblicos en sus versos. Sin embargo, en esta oportunidad se aprecia una enorme diferencia, el poeta emplea las palabras adrede, seguro de lo que afirma, lo hace con el objeto de darle vuelta a los significados insertos en las voces bíblicas. Licencia ésta que se permiten los creadores para invertir (y no parafrasear) los símbolos, las acepciones tomadas de puntos de vista con los cuales se discrepa. Es decir, el poeta crea desde y con la intertextualidad. Que es como le llaman, ¿no?

De esa manera, observamos que, por ejemplo el rotulo de unos de sus libros, aparte de ser la obra menos susceptible de ser aproximada a la mística católica es, España, aparta de mí este cáliz. Según se lee, cristiano el título, ¿no?, sin embargo, muy lejos de propósitos santos. Si leemos el sentido significativo de este sintagma en forma de enunciado, se puede comprender sólo a partir de cambiar los datos mono sémicos, su exteriorización, por otros que se pueden inferir del contexto bélico en que transitaba España: en lugar de no padecer el martirologio de Cristo –“España, aparta de mí este cáliz”- un símbolo bi sémico nos dicta, terminar con el sufrimiento del pueblo español.

Ahora bien, para llegar a esta lectura última se tiene que comparar y oponerla a las simbologías cristianas, ambas en su circunstancia histórica. Lo cual nos lleva irremediablemente a situarnos en el ambiente pasadista de una cultura heredera de la feudalidad colonial, por ende de su religiosidad rural de hace casi cien años atrás en Santiago de Chuco que es, más o menos, el mismo ámbito de casi todo el ande norteño, y, claro, parecido a nuestra sierra piurana. Por tanto, nos atrevemos a imaginar que Vallejo escuchó con certeza y a diario, las mismas invocaciones religiosas a las que, entre los ocho y doce años oía en las reuniones donde con letanía se rezaba el rosario en memoria de las amadas almas.

Las rezadoras y devotas decían, más o menos, “el cáliz de purgación”, “el Señor nos redimió con el sacrificio de su sangre”, “ampáranos con el cáliz de tu redención”. Y cuando la furia de la naturaleza se manifestaba en temblores, “Señor aplaca tu ira y tu rigor”, “aparta de mí el mal”. En esta premisa contextual Vallejo escribió su título “España, aparta de mí este cáliz”, es decir invocando un tiempo congelado para afrontar y azotar esas sociedades ayer, y, desde esa experiencia, las presentes. Esta observación, es un segmento de cómo se generaría en la creación literaria la universalidad.

¿Cuál es la propuesta del creador? A partir de usar como recurso toda una simbología religiosa aceptada en todos los sub conscientes populares, por tanto en los lectores que tienen empatía con el cristianismo, que en América somos muchos o casi todos. Dichos símbolos son transmutados en sus acepciones, en su semántica, otorgándoles otras de tal modo que, connotativamente, expresen los temas ejes de dicho libro: el sufrimiento del pueblo español (símbolo bisémico); y, siguiendo lecturas, lo comprendemos como la inmolación y rebeldía del pueblo hispano (símbolo polisémico).

Y, por supuesto, extendiendo las lecturas hacia otras polisemias, sólo del título en mención, nos aproximan a percibir un llamado del poeta, su exigencia hecha a los hombres de España, por lo mismo a los hombres del mundo, invocando a todos ellos a que hagan a un lado los sufrimientos e inmolaciones. El asunto es, cómo apartarlos o cómo evitarlos.

La respuesta ya no compete a entender sólo el enunciado del título de la obra, además, y lo más importante, es que se tiene que analizar en el conjunto del asunto literario de toda la obra. Infiriendo varios entendimientos de la misma. Una de las respuestas nos llevará, de alguna manera, a las significaciones o símbolos que devengan del difícilmente decodificado verso vallejeano “saludo al sufrimiento armado”

Otra variante, dentro de las posibilidades de la comprensión polisémica, con menos solemnidad pedirá que los hombres de España, los trabajadores, soldados, obreros y poetas, no cualquier hombre sino aquellos justicieros y solidarios, se decidan a poner fin a las condiciones de ecce homos en que se han convertido todos los anteriores hombres. En otras palabras, sanar y cambiar de piel y órganos para que no prevalezcan los lastimosos aspectos de la miseria y otras laceraciones. (2)

Otro caso de como Vallejo apela adrede al metalenguaje cristiano para invertir simbologías y/o acepciones, lo tenemos en su conocido verso “salud, hombre de Dios, mata y escribe”. Es nuestra idea que el poeta lo oyó, igual que nosotros, cuando se lo leyeron del versículo 13, capítulo 10 del libro Los Hechos “Levántate, Pedro, mata y come”. Pero, mientras en la frase bíblica se da a entender que, ante la consumada muerte de Cristo, el Apóstol Pedro –por ende un hombre de Dios- tiene que continuar su camino para predicar (matar) con la prédica y alimentarse de ella. ¿Qué va a matar? Creencias paganas, creo.

En Vallejo, el verso es inaugurado con una expresión que insta a celebrar, “Salud!”, a un hombre común o de pueblo (hombre de Dios, por tanto) que se obliga a continuar luchando por y en la vida para lograr sus propósitos, su ideal (“mata”), y terminar devolviendo el saludo, comunicarse y hacer obra o crearla (“escribe”).

Otra lectura de los variados símbolos que se desprenden del verso “Salud, hombre de Dios, mata y escribe”, nos lleva a sondear el entorno donde creció y vivió el poeta hasta su juventud, contexto rural, campesino donde predominaba un expoliador latifundismo y una imposición ideológica de la fe católica. Hechos estos que le aportaron sintagmas para sus versos como el de “hombre de Dios”.

Al respecto, el lector debe conocer que en el norte del Perú (desde La Libertad, Cajamarca hasta Tumbes) los campesinos y los pobladores usaban este enunciado, “hombre de Dios”, para comunicarse con los suyos, porque al encontrarse a otro par lo saludaban como un hombre “igual a mí”, común, de su misma clase. A quienes son de otro estrato social, ajenos a ellos, les decían “amo”, “blanco”, o “señor”. De este modo, “hombre de Dios”, es un sintagma de saludo en señal de cercana amicalidad o parentela, cuando no de solidaridad para con quien consideran suyo, es decir, ya se dijo, de su misma condición social.

Ahora, Vallejo lo plasma en verso no por mero costumbrismo sino porque resulta una expresión salida de la voz popular, indicio que le da universalidad. Forma literaria propia de la poesía que entenderá bien durante su estadía en Francia, idea que más adelante redondearemos. Nuestro poeta de La Libertad fue quien supo plasmar mejor la universalidad en la poesía, en cualquier poesía, a partir de ubicarla y estructurarla desde las expresiones lingüísticas tomados de su dialecto regional, el español del norte andino peruano.

Justamente, “hombre de Dios”, en este caso la función poética dada al verso, ya no es signo de saludo y solidaridad exclusiva de los campesinos del norte andino del Perú. Siendo expresión cristiana, obviamente se manifestará en otras partes del orbe. Así, también la gran legión trabajadora y moradora de los barrios o suburbios de Francia, usaban (ignoro si lo hacen hoy) en sus cotidianas relaciones amicales el homme de dieu. No olvidemos que el hombre es un ser gregario que se manifiesta culturalmente en determinados grupos sociales mediante vasos comunicantes, aun cuando estos estén dispersos.

Antes Vallejo, en la bohemia del grupo Norte, había leído bien a poetas románticos franceses, quienes ya inquirieron por la dicotomía hombre–dios. Lamartine decía, “limitado en su naturaleza, en sus deseos infinitos, el hombre es un Dios caído que recuerda el cielo” (3), lo cual expresaba la tragedia del hombre de tiempos del romanticismo. Por cierto, lo del poeta francés nos lleva a los versos vallejeanos “Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; ... ¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!”.

Alfred de Vigny escribió poemas que traducen las dudas y convicciones religioso – filosóficas de su tiempo; en poema al patriarca del desierto dice, “Moisés, homme de dieu, y allí ajeno al orgullo, en el vasto horizonte, posa”. Lo dicho por Lamartine en anterior párrafo, es escrito así, por Vigny, “pero la causa, ¡oh gran Dios! He aquí la causa pendiente en su tejado, no es más pensaba! La causa es el martirio perpetuo y la inmolación perpetua del poeta”. Lo cita en sus cartas Delbos Chatterton. (4)

Lo leyó también en las novelas de Víctor Hugo, Los Miserables y en Nuestra señora de París, donde se alude y debate acerca de l’homme de dieu por parte de sectores sociales antagónicos. En una crítica de Baudelaire a la obra Los Miserables, el poeta maldito hace notar la discusión que propone Víctor Hugo acerca de los hombres de Dios, grey cristiana útil a la sociedad o defenestrada por la misma, y los compara con el hombre racional y con el hombre universal. Los curas son el modelo del hombre de Dios que Hugo desnuda en su doble moral, al igual que a inspectores (de policía) y jueces. Valjean es el proletario inocente e ignorante sobre el cual se ceban. (5)

Premunido de estas lecturas y de su cultura campesina, atrás comentada, el poeta vuelve a escuchar aquellos enunciados religiosos de su adolescencia, decíamos atrás, nada menos que en la ciudad luz, París. Con más certeza, esa gran legión está conformada por los clochards, según me lo refirieron poetas amigos que residen en París buen tiempo, no son viajeros. Ellos narran que los obreros, trabajadores temporales y pequeños empresarios, aun el lumpen proletariado, suelen decir, junto a un saludo, a una interrogante o intención admirativa “homme de dieu”, o su opuesto “nom de Dieu”.

Entonces, César Vallejo agudo observador y oyente del mundo, y, claro, de sus contextos, supo y no dudó en dar universalidad a su poesía incorporando las voces populares que vinculaban mundialmente a los hijos del pueblo, por muy extraños y diferentes que sean ambos países, Perú y Francia, voces que unían y unen a obreros y trabajadores del orbe. (valga el redunde). Esta aleación es dúctil (dialéctica si se quiere) y sólida, además porque Vallejo para entonces se ha incorporado al pensamiento marxista y a su vanguardia, que son propias del proletariado internacional. Y en sus versos toda esa interacción se evidencia.

Luego, tal constatación cimentó en Vallejo su mayor arraigo no tanto por la patria regional que lo diferenciaba en el mundo, como sí por la patria universal, con una ideología total con que descifraba, comprendía y se batía junto a la clase proletaria (su participación en la guerra civil de España y su obra no dan lugar al desmentido) a la que por convicción propia se une. Vallejo enfrentó a todo tipo de deshumanización y contra todo tipo de despojo inicuo. Esto de los dos anteriores párrafos, es otro camino de andar por la universalidad en la creación literaria.

Por último, tal comprensión evitó a Vallejo involucrarse con dogmatismos rígidos. Uno de sus propósitos fue ese, no volverse dogmático. Una forma de no caer en tal tentación fue apelar con sabiduría a la herencia cultural que nos dejó el impuesto cristianismo en América, sin contradecirse con su punto de vista socialista. El escritor mexicano Carlos Fuentes (6) coincidirá después con César Vallejo al manifestar que no se puede evitar convivir con las tradiciones en que se han desarrollado nuestros pueblos latinoamericanos, siendo una de éstas las manifestaciones de religiosidad católica, definitivamente asimiladas a nuestros contextos populares que son la raigambre vital que los nutre.

Esta comprobación no significa de ninguna manera aceptación plena que dicha vitalidad popular en su expresión conservadora deban perennizarse y que no deban impugnarse, tal como apreciamos en la poesía y ensayo de Vallejo; en la obra del propio Fuentes, en la de Juan Rulfo, en la de Arguedas, Asturias, etc.

Notas:
(1)   Julio Carmona. Charla sobre Heraldos Negros y Trilce, sus concepciones y lenguaje. Universidad Nacional de Educación. 1988.
(2)   Máximo Gorki plantea la siguiente digresión en su novela La Madre: “nuestro Señor Jesucristo no habría existido si los hombres no hubieran perecido por su gloria…” Es decir, Cristo es tal gracias al sacrificio de los hombres. Gorki disgrega a partir del punto de vista de su personaje, una madre obrera cristiana quien llega a entender que cualquier porvenir, sólo se logrará con o mediante la lucha y sacrificio de los hombres, los únicos que deciden su destino.
(3)   Pilar Andrade Boue. Grandes voces de la poesía romántica: Lamartine, Vigny, Musset. En: http://www.liceus.com/cgi-bin/aco/lit/02/4541.asp.
(4)   Delbos Chatterton. Para Alfred Vigny. Ver siguiente enlace. Traduc. a español https://archive.org/stream/chatterto00vign/chatterto00vign_djvu.txt
(5)   Charles Baudelaire: http://www.biblisem.net/etudes/baudmise.htm

(6)   Culturas. Suplemento Diario La República. Nº 54. 6 Junio, 1999. Fuentes dice: “…a pesar de no ser creyentes, como yo, somos todos católicos nos guste o no” …”No podría asegurar que sea un país cristiano, pero estoy seguro que es un país sagrado”. Habla de México, pero calza bien para Perú.