jueves, 14 de junio de 2012

POESÍA SOCIAL ESPAÑOLA SIGLO XX

Esta selección de poetas proviene del libro: Antología de la poesía social, publicada por Leopoldo de Luis. La poesía española ha ejercido notable influencia en Latinoamérica, tanto como Latinoamérica ha influido sobre ella. Sus temas y conflictos después de la derrota de la República y la imposición de la dictadura franquista, son intensos y testimoniales. Cada poeta señala sus angustias, pero también esperanzas. El arte poética dirige una mirada al futuro que se avecina, propone y señala derroteros para una España postfranquista.

Hoy el pueblo español sufre una crisis económica, sus sindicatos y organizaciones sociales levantan sus banderas contra una política económica neoliberal que los arrastra a la pauperización. Esta selección de poesías es también un saludo al poeta y pintor Fernando Sabido Sánchez quien dirige http://www.poesiasolidariadelmundo.com/ recomendable para los que disfrutan leer poesía de compromiso social.


ANGELA FIGUERA AYMERICH

Bilbao, 1902- 1984. Publicó: Vencida por el ángel (1950); Víspera de la vida (1953); Los días duros (1953); El grito inútil (1952); Belleza cruel (1958); Toco la tierra (1962); Canciones para todo el año (1984) póstumo. En 1986, la editorial Hiperión publica la primera edición de sus Obras completas.

 

UNIDAD

Si todos nos sintiéramos hermanos.
(Pues la sangre de un hombre, ¿no es igual a otra sangre?)
Si nuestra alma se abriera. (¿No es igual a otra sangre?)
Si fuéramos humildes. (¿El peso de las cosas, ¿no iguala la estatura?)
Si el amor nos hiciera poner hombro con hombro,
fatiga con fatiga
y lágrima con lágrima.
Si nos hiciéramos unos.
Unos con otros.
Unos junto a otros.
Por encima del fuego y de la nieve;
aún más allá del oro y de la espada.
Si hiciéramos un bloque sin fisura
con los dos mil millones
de rojos corazones que nos laten.
Si hincáramos los pies en nuestra tierra
y abriéramos los ojos serenando la frente,
y empujáramos recio, solamente hacia arriba,
qué hermosa arquitectura se alzaría del lodo.

 

ME EXPLICO ANTE DIOS

Señor, si no te canto no te enojes.
Ya ves, no tengo tiempo para nada.
Hay que vivir, andar, estar con la gente;
mirar el bosque, el mar; subir alturas,
dolores, escaleras; bajar sótanos,
abismos, minas, pozos y corazones;
entrar en los talleres y cocinas;
sembrar, coger, bregar con los metales,
labrar la roca, cepillar madera;
sudar al sol, mojarse con la lluvia;
abrir ventanas, mantener el fuego;
cocer el pan, gritar por los caminos;
dormir al niño, remendar la ropa;
llorar por los difuntos y aprenderse
la propia muerte un poco cada día.

No te hago falta, tienes a tus Santos;
los coros de tus Vírgenes y Arcángeles
te alaban y bendicen en tu gloria.
Pero, al que solo es hombre, ¿quién le canta?
Tus campos celestiales
florecen, sin invierno, blancos lirios.
Mas ¿quién lleva azucenas a la casa del pobre?
Los astros se detienen en tu frente.
Pero ¿quién baja un rayo
de sol hasta las cárceles sin puerta?

El Ángel se arrodilla ante María.
Mas ¿quién dice a la madre pecadora
bendito sea el fruto de vientre?
Con oro, incienso y mirra
los Magos te enriquecen en la cuna.
Pero ¿quién se arrodilla
y entrega sus tesoros a los niños descalzos?
Tu mano se levanta
y el agua es vino, el pan interminable.
Pero ¿quién pone los manteles
en casa de la viuda
y quien ofrece un vaso de esperanza
a los que se desvelan por la noche?

Ya ves: tanto que hacer por aquí abajo;
tengo que darles cuerda diariamente
a tantos corazones y relojes.
Tengo que andar buscando por la calle
a tantos de mis hijos y decirles
las cosas que ya saben, las que ignoran;
quitarles piedrecillas de los ojos,
ponerles una estrella en los cabellos,
hablarles de la fuerza de sus manos,
y del color tan bello de su sangre,
de la canción que llevan en la boca,
del mundo de mañana y de sus hijos.

Ya ves: no queda tiempo para nada.

 

NO QUIERO

No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.

No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.

No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.

No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos.

No quiero
que el labriego trabaje sin agua
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.

No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.

No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas
que en los trajes se pongan señales.

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles
que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos,
que decreten lo que es poesía.

No quiero
amar en secreto,
llorar en secreto,
cantar en secreto.

No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO

 

GABRIEL CELAYA MÚGICA

Hernani (Guipúzcoa), 1911-1991. Dirigió la colección de poesía Norte. Publicó: Marea del silencio (1935); La soledad cerrada (1947); Movimientos elementales (1947); Tranquilamente hablando (1947) (firmado como Juan de Leceta); Las cosas como son (1949); Las cartas boca arriba (1951); Lo demás es silencio (1952); Cantos Íberos (1955); Campos semánticos (1971); Itinerario poética (1973).

 

LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades:

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: Poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.



 BLAS DE OTERO

Bilbao, 1916-1979. Publicó: Cuatro poemas (1941); Cántico espiritual (1942); Ángel fieramente humano (1950); Redoble de conciencia (1951); Pido la paz y la palabra (1955); Ancia (1958); Parler clair / En castellano (1959); En castellano (1960); Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia (1960); Que trata de España (1964); Historias fingidas y verdaderas (1970); Pido la paz y la palabra (1975); En castellano (1977); Que trata de España (1977); Hojas de Madrid con La galerna (2010).

 

CARTILLA (POÉTICA)

La poesía tiene sus derechos.
Lo sé.
Soy el primero en sudar tinta
delante del papel.

La poesía crea las palabras.
Lo sé.
Esto es verdad y sigue siéndolo
diciéndola al revés.

La poesía exige ser sinceros.
Lo sé.
Le pido a Dios que me perdone
y a todo dios, excúsenme.

La poesía atañe a lo esencial
del ser.
No lo repitan tantas veces,
repito que lo sé.

Ahora viene el pero.

La poesía tiene sus deberes.
Igual que un colegial.
Entre yo y ella hay un contrato
social.

Ah las palabras más maravillosas,
«rosa», «poema», «mar»,
son m pura y otras letras:
o, a…

Si hay un alma sincera, que se guarde
(en el almario) su cantar.
¿Cantos de vida y esperanza,
serán?

Pero yo no he venido a ver el cielo,
te advierto. Lo esencial
es la existencia; la conciencia
de estar
en esta clase o en la otra.

Es un deber elemental.


 GLORIA FUERTES

Madrid, 1918-1998. Codirigió la revista de poesía Arquero. Publicó: Isla ignorada (1950); Canciones para niños (1952); Antología y poemas del suburbio (1954); Aconsejo beber hilo (1954); Que estas en la tierra (1962); Villancicos (1956); Cangura para todo (1968); Don Pato y Don Pito (1970); Aurora, Brígida y Carlos (1970); La pájara pinta (1972); La Oca Loca (1977); El camello cojito (1978); El hada acaramelada (1973); La gata chundarata y otros cuentos (1974); El dragón tragón (1978); La momia tiene catarro (1978); El libro loco. De todo un poco (1981); El perro que no sabía ladrar (1982); El abecedario de don Hilario (1983); Trabalenguas para que se trabe tu lengua (1988); El cocinero distraído (1994).

 

LAS FLACAS MUJERES

Las flacas mujeres de los metalúrgicos
siguen pariendo en casa o en el tranvía.
Los niños van algunos a las escuelas municipales
y se aprenden los ríos porque es cosa que gusta.
Las niñas van a las monjas que enseñan sus
         labores
y a rezar.
De la ciudad se va borrando poco a poco la huella
de los morteros,
¡Han pasado tantos meses!
………………………………………….
He visto en sueños que hay varios señores
hablando en una mesa de divisas,
de barcos, de aviones, de cornisas
que se van a caer, cuando las bombas.

Y yo pido perdón al Gran Quien Sea
por desearles una buena caja
con cuatro cirios de los más curiosos.


 JOSÉ HIERRO

Madrid, 1922-2002. Publicó: Tierra sin nosotros (1947); Alegría (1947); Con las piedras, con el viento (1950); Quinta del 42 (1952); Antología poética (1954); Estatuas yacentes (1955); Cuanto sé de mi (1957); Poesía del momento (1957); Poesías escogidas (1960); Poesías completas 1944-1962 (1962); Libro de las alucinaciones (1964); En prosa: 15 días de vacaciones (1951); Agenda (1991); Prehistoria literaria (1991); Cuaderno de Nueva York (1998); Guardados en la sombra (2002)


CANCIÓN DE CUNA PARA DORMIR A UN PRESO

La gaviota sobre el pinar.
(La mar resuena.)
Se acerca el sueño. Dormirás,
soñarás, aunque no lo quieras.
La gaviota sobre el pinar
goteado todo de estrellas.

Duerme. Ya tienes en tus manos
el azul de la noche inmensa.
No hay más que sombra. Arriba, luna.
Peter Pan por las alamedas.
Sobre ciervos de lomo verde
la niña ciega.
Ya tú eres hombre, ya te duermes,
mi amigo, ea…

Duerme, mi amigo. Vuela un cuervo
sobre la luna, y la degüella.
La mar está cerca de ti,
muerde tus piernas.
No es verdad que tú seas hombre;
eres un niño que no sueña.
No es verdad que tú hayas sufrido:
son cuentos tristes que te cuentan.
Duerme. La sombra toda es tuya,
mi amigo, ea…

Eres un niño que está serio.
Perdió la risa y no la encuentra.
Será que habrá caído al mar,
la habrá comido una ballena.
Duerme, mi amigo, que te acunen
campanillas y panderetas,
flautas de caña de son vago
amanecidas en la niebla.

No es verdad que te pese el alma.
El alma es aire y humo y seda.
La noche es vasta. Tiene espacios
para volar por donde quieras,
para llegar al alba y ver
las aguas frías que despiertan,
las rocas grises, como el casco
que tú llevabas a la guerra.
La noche es amplia, duerme, amigo,
mi amigo, ea…

La noche es bella, está desnuda,
no tiene límites ni rejas.
No es verdad que tú hayas sufrido,
son cuentos tristes que te cuentan.
Tú eres un niño que está triste,
eres un niño que no sueña.
Y la gaviota está esperando
para venir cuando te duermas.
Duerme, ya tienes en tus manos
el azul de la noche inmensa.
Duerme, mi amigo…
                                Ya se duerme
mi amigo, ea…

JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO

Barcelona, 1928-1999. Publicó: El retorno (1955); Salmos al viento (1958); Claridad (1961); Años decisivos (1961); Algo sucede (1968); Bajo tolerancia (1973); Taller de Arquitectura (1976); Del tiempo y del olvido (1977); Palabras para Julia (1979); Los pasos del cazador (1980); A veces gran amor (1981); Sobre las circunstancias (1983); Final de un adiós (1984); La noche le es propicia (1992); El ángel verde y otros poemas encontrados (1993); Elegías a Julia Gay (1993); Como los trenes de la noche (1994); Cuadernos de El Escorial (1995).

 

ESCRITO EN OROPESA

Hijos de las tinieblas,
contemplad
los campos. Vedlos
yermos, tendidos
bajo el sol.
                Aguardan
otras manos, otro sudor
más digno.
                 Tienen
derecho a la esperanza.
Pero miradlos bien,
ahora.
               Su tierra
será vuestro sepulcro,
y, por encima,
saludarán los árboles
al viento,
cuando vosotros
sólo seáis historia.

 JESÚS LÓPEZ PACHECO

Madrid, 1930-1997. Publicó: Dejad crecer este silencio (1952); Central eléctrica (1957) Novela; Mi corazón se llama cudillero (1961); Pongo mi mano sobre España (1961); Canciones del amor prohibido (1961); España a tres voces (1961); Algunos aspectos del orden público en el momento actual de la histeria de España (1970); La hoja de parra (1973); Lucha por la respiración y otros ejercicios narrativos (1980); Asilo poético: poemas escritos en Canadá, 1968–90 (1992); Ecólogas y urbanas: manual para evitar un fin de siglo siniestro: versos, acciones, prosas, refranes, juegos y muchas otras cosas (1996). Póstumos: El homóvil o la desorbitación: libro de maquinerías: polinovela multinacional (2002); El tiempo de mi vida : antología (2002).


 A MI PADRE

Padre obrero: de tu trabajo vengo,
de tu ascensión a mano dura y dura
por la vida. Mi grito de poeta,
mi vida de hombre claro y enfrentado,
vienen de ti, de tu sudor de oro.
Tengo mi infancia en la memoria llena
de tus manos de hombre manejando
las herramientas: curvos alicates,
limpio martillo, sierra sonriente…
Mis versos ya nacían de tus dedos,
de cada movimiento creador.
¡Cómo las herramientas cantan claras
en las manos! Su ruido me acompaña
como una gran canción inolvidable.
Acero de la sierra, espejo mío:
dame la imagen de mi padre obrero,
cuéntame su fatiga y su trabajo,
repíteme su gesto sacudiéndose
la gota de sudor que le nacía
como una idea pura de la frente.
Boca de alicate: muerde el verso
para que salga de mis manos como
un trozo de metal, un duro alambre
trabajado. Martillo: di que sí,
dale tu golpe afirmativo al verso
de mis manos. ¡Queridas herramientas!
¡Emblemas del escudo de mi casa!
Más orgullo que el mío, pocos hijos
pueden tenerlo por su origen. ¡Obrero
que supiste subir a mano honrada,
obrero de la luz y padre mío,
padre de mis hermanos y mi pluma,
y abuelo de mi hijo y de mis versos!


 MANUEL MANTERO

Sevilla, 1930. Publicó: La carne antigua (1954); Mínima del ciprés y los labios- Arcos de la frontera (1958); Tiempo de hombre (1960); La lámpara común (1962)

 

EN TEJAS


Salió a la calle,
vestida,
pero desnuda,

(Los pechos locos en el balanceo,
el vientre dibujado,
la falda a medio muslo de dulzura.)

La miraban y hablaban y tocaban.
Ella, entre risas, respondía.
Uno le dijo que hasta el fin del mundo,
otro acercó la boca a su mejilla
y se llevó una lanza de perfume.

Pero hubo un negro. Se quemó los ojos
con el sexo evidente de la hembra,
la siguió por la calle,
suplicó. La besó.

(Sucedió en Tejas.)

La mujer gritó, dijo que aquel hombre
se había propasado, y sollozaba.
Lo arrastraron a un árbol.
La tarde era muy bella y triste
Como la paz de un condenado a muerte.

Ya el negro estaba ahorcado,
la lengua fuera y lúridos los ojos,
grotesco, suspendido de la rama,
moviéndose de un modo diferente
a los pechos absueltos de la hembra.

jueves, 7 de junio de 2012

Pablo Cingolani: Un mundo sin bosques, sin pajaros y sin soñadores

Roberto Arlt, una mirada profunda a nuestro tiempo.
Roberto Arlt sorprendió a muchos por su escritura tenazmente profética. Arlt vivió siempre aquejado moralmente por los males de su época, y uno en especial: la irrupción del nazismo, como la síntesis y la quinta esencia del mal, de un mal que él también supo delimitar y que anclaba al maquinismo, al capitalismo, a la tasa de ganancia, a lo que en suma, el escritor más feroz de la narrativa sudamericana, denominó como deshumanización, que es la consecuencia de lo antedicho. “No reaccionamos ya frente a nada” –clamaba desde una de sus inigualables columnas del periódico El Mundo, publicada en 1937, ya en los albores de la Gran Guerra. Su crítica iba dirigida a sus colegas (y a nosotros), los periodistas, y al mundillo de la información, del manejo de la información. Hoy, frente al auge de la comunicación de masas, un auge desquiciante y un verdadero país no-fértil, sus palabras cobran ese valor anticipatorio ya anunciado, son también una radiografía trágica de nuestra época. Setenta y cinco años atrás, Arlt pintaba así el cuadro de situación: “Una noticia. Tres líneas. Una foto. Un nombre… y a otra cosa. Sí, a otra cosa. ‛Esa otra cosa’, a pesar de su aparente ingenuidad, señala con precisión terrorífica el grado de nuestra progresiva insensibilización”. Digan si esa es o no es la dinámica de cualquier noticiero televisivo de la actualidad, aquí y en cualquier parte del mundo. Un show macabro donde los culos de las actrices se mezclan con los cadáveres de todos los días en Siria o en México o en donde fuere, ya que en el mundo desterritorializado que promueven los medios masivos no hay fronteras geográficas ni culturales: lo importante es esa sobrecarga perversa e inmovilizante que trastorna a millones, a todos. “Cien mil chinos se mueren de hambre en cualquier provincia… Paciencia”. Arlt se pregunta qué ocurre, qué deja de ocurrir, qué va a suceder. Lanza un piedrazo: “¿O es que nuestro sistema nervioso no da ya más?”. ¿Quién puede dudar hoy, en el siglo XXI, de los estragos psicosomáticos que causan la alienación y el desarraigo? ¿Quién puede dudar a la vez que hoy vivimos el auge de la respuesta forzada a ese colapso cerebral anunciado e inundados de drogas químicas, narcóticos sociales, pastillas de todos los colores, cocteles de sustancias tóxicas, discursos y más discursos, que lo único que sirven es para reciclar a las máquinas en lo que pretenden convertirnos? El autor de Los siete locos, cierra el círculo de la degradación de la condición humana y se interroga y nos interroga a todos: “¿O es que viviendo, como vivimos, en plena vibración, estrépito, catástrofe y horror, hemos perdido el sentido de la vibración, del horror, del estrépito y de la catástrofe? Luego vendría la historia a agravar y confirmar la sentencia: el tour de forcé insensato y macabro de los nazis y la extensión y perfeccionamiento del método del aniquilamiento de los otros como la solución final aplaudida por la mayor parte de un pueblo que había sido la cuna de Kant; luego de los nazis, la comprobación de que Stalin y su temible burocracia nos decía una cosa y estaba haciendo otra, incluyendo el genocidio, dizque necesario para construir el socialismo que anda ahí fosilizado por culpa de tanta infamia; luego de los nazis y los estalinistas, asquean los yanquis masacrando vietnamitas, y como los vietnamitas se defendieron y los echaron a patadas de su tierra, y tras que se cayeron los diques ideológicos, ahora las guerras o invasiones que se suceden (Pienso en Panamá, pienso siempre en Panamá y lo cobardes que fuimos todos) sin que nada perturbe el circo indecoroso del consumismo (la etapa superior de la insensibilización) y la progresiva energumenización colectiva, producto de lo ya anotado: la imposición de un pensamiento único y la suplantación de nuestras terminales nerviosas por el auge estupidizante de los medios técnicos de comunicación. Arlt se pregunta si esta posición mental de la humanidad es natural y se contesta a sí mismo y con firmeza: “Creo que no”. Aunque frente a las evidencias vividas y padecidas en su momento histórico, no puede eludir el pesimismo, afirmando –al final de su crónica- que “el horror de la presente civilización se ha quintuplicado en pocos años” y el hombre se ha vuelto más duro, más sordo, más ciego y más topo, “un topo que ya no sabe en qué dirección excava su galería subterránea”.

* * *
Libro de Roberto Arlt publicado recientemente

El libro que reúne las crónicas periodísticas de Roberto Arlt se titula El paisaje en las nubes, es un tomazo de 766 páginas y una edición muy cuidada a cargo de Rose Corral, con un prólogo de Piglia. Lo editó el Fondo de Cultura Económica. El libro tiene un problema gravísimo: cuesta 265 bolivianos, casi 40 dólares, más de la cuarta parte de un salario mínimo local, lo cual lo convierte en un artículo tan suntuario que no hace más que afirmar lo que venimos anotando. Los osados, podrían intentar robarlo. Los demás, seguirán condenados a la tele, al paroxismo de su vulgaridad y su complicidad con los crímenes. Ni modo, por ahora.Arlt vivió obsesionado hasta el final con esa amenaza de deshumanización. Días antes de morir, le decía a su compañera de vida, algo que sigue estremeciendo: “pensar que cuando yo me muera, estos árboles van a estar y yo no los veré más” A César Tiempo, tan sólo una noche antes de partir, le gritó antes de subir a un tranvía: “¡Cuidado con la tristeza! ¡Es un vicio! ¡No aflojemos!”. Había soñado con conseguirse un yate y navegar y dar la vuelta al mundo. Falleció convencido de que las realidades de la guerra eran mucho peor que cualquiera abominación imaginada. El 26 de julio de 1942, le dio un ataque y murió. Tenía 42 años. Arlt es uno de los mayores exponentes de esa raza combativa y sensible de los escritores-periodistas, los periodistas-escritores como también lo fueron Mark Twain, Pasolini o el Chueco Céspedes, Walsh y el Gordo Soriano. Gente que dejaba el pellejo y algo más en lo que escribía. Otra de sus crónicas, esta vez de 1938, reflejaba a la perfección ese amor que Roberto sentía por la humanidad y por lo siniestro de las acechanzas. Había leído en algún lado, en un periódico de Dantzig, una frase pronunciada por un doctor alemán, doctor en física y en filosofía, un tal Robert Ley (sic), nazi connotado, director del Frente de Trabajo Alemán, dicha en Ginebra, en una asamblea: “En Alemania –dijo el dos veces doctorado-, no debe haber sitio para los soñadores”. En la misma ocasión, nos trató de “países idiotas” a los sudamericanos. Arlt escribe que cerró los ojos y entonces vio a la eminencia germana, “estrujando el planeta entre sus manos” y “exprimiéndolo, como una naranja, de su substancia más preciosa” y al volver abrir los ojos, se encontró con el mundo de Ley, “un mundo cúbico. Sin bosques, porque los bosques, de acuerdo con la economía dirigida, se habían convertido en yacimientos de madera. Los últimos pájaros que quedaron en los bosques fueron exterminados por decretos del doctor Ley. También, por decreto del doctor Ley se le prohibió susurrar al viento entre las ramas de los árboles y se decretó que los ríos rodaran en sus cauces sin un murmullo”. El padre de Los lanzallamas sigue, anotando la máxima del Nuevo Mundo: “Nada sobre la tierra debe soñar. Todos deben trabajar”. Sigo con su descripción a vuelo de pájaro torturado: “hacia donde se dirigía la vista, sólo se distinguían multitudes encorvadas, cara al suelo, empuñando el azadón, dirigiendo la grúa, sumergiéndose en los negros agujeros de las minas”. Todos deben trabajar. Enumero más monstruosidades, más sueños de la razón: 1. Supresión de la línea curva, porque provoca sueños e ideas concupiscentes 2. Las bicicletas se fabricarán con ruedas cuadradas 3. Las montañas serán “triangulizadas” como las Pirámides 4. La comida será remplazada por dosis de celulosa condensada 5. Las escuelas se cerrarán, porque saber leer y escribir no servirá para nada. ¡Todos deben trabajar! El producto de esa mentalidad antinatural y antipoética eran, para Arlt, “los hombres cúbicos”, los esclavos que pretendían los nazis, los seres humanos que sólo trabajan y que ya no sueñan. Nadie se crea, por si acaso, que Arlt era un vago, rico o mantenido. Fue un animal de periódico, escritor imparable, inventor sin suerte. Sucede que en su vorágine visionaria, Arlt ya intuía el mundo tal cual es hoy día: un mundo que se devora las selvas y las aves y con ellos –aunque la mayoría no lo sepa-, los sueños de la gente. Un mundo donde todos trabajamos obligados como bestias sin cadenas y donde los sueños caben en ese aparato rectangular y eléctrico, y allí se quedan y allí se mueren. Un mundo más sutil al de los campos de concentración pero que para la mayor parte de la humanidad, en los hechos, es igual a Auschwitz. O cómo dijo el poeta, tan bellamente como sólo podía decirlo Nicolás Guillén: “Me matan, si no trabajo/ y si trabajo, me matan/ siempre me matan, me matan”. Este mundo horroroso debe cesar, debe abolirse. Y eso ocurrirá no cuando haya nuevas ideas como lloriquea con hipocresía Vargas Llosa (diría Paul Valery: no necesitamos nuevas ideas, sino que las dos o tres buenas ideas que hemos tenido entre todos, se hagan realidad), sino cuando la gota rebalse la copa y listo. Será la próxima generación, o la otra. Eso no importa. Pero será. Será, empezará, cuando los changos apaguen el Facebook y saqueen las últimas librerías, y vuelvan a juntarse y compartan la lectura de los libros, como cuando el viejo de la tribu contaba sus historias a los niños, alrededor del fuego. Libros que, como quería Arlt, encierren la violencia de un cross a la mandíbula. Cuando en esos libros, volvamos a leer y encontrar todo lo bueno y lo bello que trajo aparejada la presencia humana en el espacio-tiempo, volveremos a las antiguas huellas, a los caminos, a las eternas montañas, a plantar árboles y regarlos con el vino de la amistad sincera y al silencio filosófico que nos cure de todas las heridas televisivas y permita que volvamos a escucharnos, a saber lo que realmente queremos y nos da vida y a llamar de nuevo a las cosas por su nombre y con nuestra propia voz.

Río Abajo, 5 de junio de 2012

Artículo enviado por Julio Carmona con autorización del autor.

Nota: Todas las citas pertenecen a dos crónicas de Roberto Arlt: El Polo Norte no está más en el Polo Norte y Un mundo sin soñadores publicadas en El paisaje en las nubes. Crónicas en El Mundo. 1937-1942, FCE, Buenos Aires, 2009.