Universidad de Lima. Abril de 1996. Foto: Archivo personal. |
Quizás algún día las enciclopedias sobre fenomenología y
ciencias espirituales algún día lo incorporen como crítico y perseguidor de ideas
que pasaban por científicas.
Tuve la suerte de rozar sus batallas y ver los espadazos que
dio cuando vino al Perú, en abril de 1996, cuando fue invitado por la Universidad
de Lima como conferencista principal del I
Curso Internacional: Filosofía de
las ciencias y técnicas sociales. Metodología de la investigación científica.
Curso, que por cierto, motivó mi acercamiento final sobre tópicos epistemológicos.
En general, Bunge actualizó y profundizó los conocimientos sobre Filosofía de
la Ciencia en nuestro medio académico.
Aquella tarde, antes de iniciarse el curso internacional, apareció
turbado, con el cabello desarreglado y algo conmocionado. Nos acercamos, con la
amabilidad que raramente suele caracterizarle, nos atendió y hasta concedió la
habitual foto del recuerdo. Terminada la sesión con los asistentes, entró a la
tribuna académica para disertar sobre “Técnicas Sociales”. Primera confrontación:
un religioso, al cual despachó rápidamente del debate, señalándole que si para
debatir abandonaría sus posturas confesionales. El sacerdote no dio su brazo a
torcer, fin del debate. Con el jurista fue de frente al tema: “El derecho no es
una ciencia. Es socio-técnica que permite regular determinados aspectos de las
relaciones humanas”. El jurista quedó
sorprendido, ni siquiera su argumento de una ciencia jurídica positiva desde el
punto de vista de Hans Kelsen sirvió para evitar la demolición. La aplanadora
bungeana fue más allá: un asistente le preguntó si la contabilidad podía ser
considerada como ciencia exacta. Respuesta: “son conocimientos que no alcanzan
tal nivel”. Fin del debate. Un maestro le interrogó si consideraba la educación
como una ciencia. Respuesta. “No alcanza los requisitos para ser considerada
ciencia, son técnicas sociales”. Ya comenzaba a odiar a este argentino soberbio
y altanero, quién se mostraba cómo un cruzado dispuesto a inmolarse en su
combate contra la pseudociencia, sobre todo, el combate a filósofos seguidores de Edmundo
Husserl y Martín Heidegger, considerados por él como “pseudo filosofía”. Sobre
Heidegger dirá que: “escribe como un esquizofrénico”.
Ese año, Mario Bunge llegó a Perú invitado a instancias de
Paco Miro Quesada y David Sobrevilla. Las universidades “problemáticas” (Léase
Cantuta y San Marcos) nos hallábamos con el campus universitario ocupados por
fuerzas militares, por orden del dictador Fujimori. El Rector interventor de
San Marcos quería otorgarle un doctorado honoris causa, la cual desistió y le
pidió que renuncie al cargo y permita que la vida democrática se instale en el
fuero de la cuatricentenaria. Mi distancia con él se diluía ante su postura
democrática y anti dictatorial. Él mismo había sufrido los horrores de una
dictadura militar en Argentina cuando se asiló en Canadá. Contó Bunge que su
abuelo había fundado el Partido Socialista en Argentina a inicios del siglo XX
y eso lo acercaba a los sectores democráticos y populares.
Aquel día que llegó turbado, la Universidad Católica le
otorgó el doctorado honoris causa en horas de la mañana. Su discurso de
agradecimiento fue de confrontación, no fue tomado con agrado por sus oferentes,
muchos seguidores del pensamiento filosófico de Husserl y Heidegger. La
fenomenología resultaba un credo oficial que adherían muchos docentes de
filosofía en dicha universidad.
No estuve esa mañana que ocurrió el incidente. Por amigos que
asistieron a la ceremonia narraron que Bunge afirmó que la fenomenología era
una filosofía proveniente del fascismo, que Martín Heidegger era un militante nazi.
Y que quienes siguen esta filosofía se alejan del campo científico. La reacción
de los afectados fue de fulminante rechazo. Una distinguida filósofa, abandonó
la mesa de honor mencionando que no permitiría que en una universidad donde se
estudia dicha filosofía sea ofendida de tal manera. El auditorio quedó vacío, solo algunos
docentes y estudiantes acompañaron a Bunge. Eso explicaba porque él llegaba
exaltado al curso de la Universidad de Lima, que culminó el viernes en la noche.
Reseña de la polémica generada en 1996. Revista Quehacer julio-agosto 1996. |
Después de su despedida de Lima a Montreal, Bunge empezó a
ser tema de conversación en el alicaído mundo filosófico limeño de postura
eurocéntrica. La polémica se inició bajo una falacia ad hominen sobre el filósofo argentino: “Positivista de cabo a rabo”.
Se argumentó que Bunge miente sobre Heidegger cuando señala que militó en el
Partido Nacional Socialista Obrero Alemán liderado por Adolph Hitler. Se eludió
la discusión indicando que más bien el escritor de “El ser y el tiempo” fue una víctima de la circunstancias políticas
de su época y que tampoco fue antisemita.
La campaña contra Bunge se difundió en diarios y revistas bajo
la dirección de escritores orientados por el pensamiento fenomenológico. La
pluma de David Sobrevilla emergía como una respuesta contundente a lo que
atacaban al filósofo argentino, a pesar del silencio y sesgo entre quienes
controlan medios periodísticos. Se pretendía establecer “filosofía” de acuerdo
a la universidad donde se le enseña, instalando un maniqueísmo ortodoxo: fenomenología
o positivismo. Entre los argumentos discrepantes se acogía un tópico extra: “la
ciencia como gran metarrelato” tomado de Jean François Lyotard, en su rechazo a toda
filosofía de la ciencia, como parte de la crítica postmoderna a los “grandes
metarrelatos”.
El mundo filosófico peruano de la noche a la mañana trató de
ser dividido entre dos campos, obviando deliberadamente otras filosofías y
otras perspectivas. El punto central de la discusión debía reducirse a una
afirmación que fastidiaba a muchos que militaban en la fenomenología pura y dura
(algunos de procedencia judía): Martín Heidegger militó en el Partido Nacional
Socialista Obrero Alemán. Y resultó cierta la afirmación del filósofo
argentino: ya habían indicios. La condena del Tribunal de Núremberg a prisión
domiciliaria perpetua por formar parte de la maquinaria asesina del fascismo
alemán.
La certeza de su militancia nazi emergía insospechadamente
desde la misma fuente familiar del filósofo fascista. En 2014 se publica en Frankfurt
am Main: Überlegungen II-IV (Schwarze
Hefte 1931-1938) conocidos como “Cuadernos
Negros” (Trotta, 2015 [1931-1938]; 2017 [1938-1939]; 2019 [1939-1941]). Si
alguna duda quedaba sobre su militancia después de la edición de los tres volúmenes,
el año 2018 la editorial Herder bajo autorización de Arnulf Heidegger publica
la correspondencia personal entre Martín y su hermano Fritz Heidegger. Una carta
del filósofo dirigida a su hermano fechada en Friburgo, el 4 de mayo de 1933,
literalmente, desnuda al filósofo fascista:
Carta de Martín a Fritz Heidegger. Tomado de: Martín y Fritz Heidegger. Correspondencia 1930-1949. Editorial Herder. |
“No has de considerar todo el movimiento desde abajo, sino desde el führer y sus grandes fines. Ayer me hice del partido, no solo por persuasión interna, sino también debido a la conciencia de que solo por este camino es posible una purificación y esclarecimiento de todo el movimiento. Aunque tú de momento no te decidas a hacer lo mismo, te aconsejaría que te prepares interiormente para una adhesión…”.
En el debate a favor y en contra sobre Bunge, un filósofo escribió
que quienes estaban convencidos de la afirmación de Bunge eran “tontos”, tal
como sucedía durante el mayo francés de 1968: “miran el dedo que apunta a la
luna, no a la luna”. Años después ante el cúmulo de evidencias que lo que
afirmaba Bunge era cierto, dio una disculpa poco convincente. Aunque cuando sostiene
que Heidegger no fue un antisemita, un libro escrito por Donatella di Cesare “Heidegger
y los judíos” (Gedisa, 2017) revela que el filósofo alemán como antisemita y contradice
la postura de imaginar un Heidegger “democrático” y “defensor de los judíos”.
Mario Bunge desde aquella fecha (1996), dejó una
preocupación por reafirmar la filosofía de la ciencia y una filosofía que se
apegue al canon que operan las ciencias naturales. Desde “La ciencia su método
y filosofía” (1960) manual obligatorio en la universidad peruana del siglo
pasado, su monumental “La investigación científica” (1969); o las más reciente
y polémica: “Las ciencias sociales en discusión” (1999) lo muestra fructífero
en el campo de la filosofía de la ciencia, que es una disciplina reciente.
Mario Bunge regularmente regresó al Perú para dictar
conferencias, seminarios y cursos. Siempre de la mano de Lucas Lavado, quien lo
representó en nuestro país. Y cada intervención suya ha generado debate y
posturas en su favor o contra. Provocar el debate, el encono de ideas, al final
contribuye a desarrollar el pensamiento y reflexión en la filosofía, en nuestro
medio tan acostumbrada a repetir y difundir ideas surgidas en Europa.
Aunque esto no es una elegía, ni un laudatorio, también
mantengo mis distancias con el filósofo argentino. Él siempre se mostró
contrario a afirmar la presencia de una filosofía latinoamericana. Discrepaba
con Paco Miro Quesada y Leopoldo Zea sobre este tópico, se apegaba a la
tradición europea. Sobre este tópico nuestra distancia se centra en el manejo
de fuentes y el estudio de las propuestas latinoamericanas que emergen en un
medio acostumbrado a repetir, copiar, pero reacio a contradecir y crear nuevas
visiones.
Hoy, me entero de su deceso, escribo recordando lo que
significa ser filósofo y la función que se debe cumplir. Hasta siempre don
Mario, sé que la ciencia y la epistemologia seguirán desarrollándose en buena
salud.
Chosica, 25 febrero 2020.