viernes, 26 de febrero de 2010

Fiesta Prohibida: El Grupo Intelectual Primero de Mayo.*

Inserto este texto de mi colega y amigo Jesús Cabel Moscoso, escrito hace muchos años. Al releer su texto Fiesta prohibida encuentro acertadas sus críticas y observaciones, desarrolló una adecuada y justa interpretación del mensaje y las propuestas que se trazó el GIPM desde su fundación. Con esta publicación, Cabel rompió con la perniciosa y pésima costumbre de algunos estudiosos de la literatura peruana, aficcionados por la omisión deliberada y del ocultamiento de la obra de autores  situados fuera del canón de sus propias propuestas estéticas.
No deja de llamar nuestra atención que este texto ya agotado, es reclamado actualmente por muchos poetas y estudiosos. Espero que Jesús escuche este clamor y se anime a reeditarlo insertando nuevos estudios sobre la actividad poética reciente.
 En 1947, tres poetas se reúnen con el interés de fundar un grupo literario: Guerra Peñaloza, Carlos Loayza y Víctor Mazzi. Viajes impostergables truncan la idea hasta 1950 en que Mazzi organiza el grupo “Tierra y Libertad”. Se encontraba por entonces en Paucartambo. Sin embargo, fue el azar el que permitió que vuelvan a encontrarse en Lima en 1956. Aquí es donde decidieron fundar el “Grupo Intelectual Primero de Mayo” (G.I.P.M.) en el local donde funcionaba el “Movimiento Social Progresista” (Jr. Chincha 243-Lima). Y no es que el GIPM haya nacido bajo los principios del M.S.P. sino que Mazzi, el principal animador del grupo trabajaba y vivía en dicho local. Por ese entonces militaba en el M.S.P: Sebastián Salazar Bondy, Manuel Jesús Orbegozo, Hugo Bravo, Hernán Velarde, Luis Alberto Ratto, Francisco Moncloa, Leopoldo Vidal Martínez y Alejandro Romualdo, éste último elegido presidente honorario cuando se fundó el G.I.P.M. Después militaría en el movimiento, José Miguel Oviedo, entre otros.
Al iniciarse el GIPM contó con catorce miembros: Víctor Mazzi Trujillo, Leoncio Bueno, José Guerra Peñaloza, Carlos Loayza Gómez, Víctor Raúl Ladera, Miguel Herrera Gallegos, Moisés León Paitán, Algemiro Peréz Contreras, Benjamin Inocente Alcántara, David Gonzaga Gálvez, Emilio Saldarriaga García, Jorge Sosa, Danilo Valladares y Eusebio Arias Vivanco . Su acta de fundación permite entrever aspectos de importancia:

 "Sin desechar las experiencias positivas de los movimientos artísticos y filosóficos de todos los tiempos, ni caer en el sectarismo, ni en los prejuicios negativos, lucharemos consecuentemente por superarnos al máximo mediante el esfuerzo colectivo, trabajando en equipo, rechazando las pretensiones individualistas, la pedantería, el autoelogio y la maledicencia, hasta construir nuestra propia fuerza, que será en todo momento fuerza de renovación y pureza, de decidido apostolado con fecundidad de mensaje y columbramiento del futuro."

A la fecha el G.I.P.M. ha lanzado su segunda declaración. En ella puede notarse casi un cambio radical frente a la primera declaración de 1956. Sus miembros en la actualidad no pasan de cuarenta, pero en todos late un espíritu de lucha ejemplar. Cabe anotar que desde 1968 ya no pertenecen al G.I.P.M.: Leoncio Bueno, Jesús Ángel García, Carlos Milla y José Gutiérrez Olaya, ya que según sus declaraciones del actual Secretario, el G.I.P.M. no tiene militancia política (se entiende como grupo) y los miembros mencionados pretenden pretendían imprimirle un sello característico . Por lo expuesto es útil revisar algunos pasajes de la segunda declaración:

“Pero creemos que lo importante es destacar, subrayar, sostener que la concepción proletaria del mundo también se hace extensiva a la poesía y a todas las cosas llamadas del espíritu. Y esta poesía proletaria, pues, no surge del aire. Es todo un proceso que va de lo inferior a lo superior, que va perfeccionando sus armas (técnicas y conceptuales) para mejor interpretar los hechos y los objetivos que más y mejor que convienen al proletariado, a esa clase que es dueña del futuro y que no es excluyente de quienes, no siendo proletarios por extracción obrera adoptan sus intereses y se identifican con su lucha en la única causa justa que en el estado actual de la sociedad, es la destrucción de ese orden que permite a unos pocos explotar a las grandes mayorías, que permite a unos pocos chupar la sangre de los muchos, que permite la cárcel, el hambre, la muerte, la ignorancia para el pueblo, y los placeres, el hartazgo, la riqueza, la educación para los zánganos.

Puedo afirmar que parte de los ocho excelentes cuadernillos publicados por el G.I.P.M. entre 1957 y 1970, el trabajo mejor organizado y el que los representa, es la antología: Poesía Proletaria del Perú (1930-1976) perteneciente a Mazzi. Esa antología habla por todos los esfuerzos de quienes han hecho del G.I.P.M. un grupo sin antecedentes en la historia de la literatura del país. Si existen algunas divergencias propiamente con el contenido y elección de los poetas, en parte se debe a la necesidad de selección y criterios del antólogo –no incluye, por ejemplo, a César Lévano y Julián Petrovick-; pero lo que sí, deja notar en general, es que la poesía proletaria principalmente trata de ajustar sus temas a los problemas que le concierne al proletariado. Así resulta ser la intérprete de una realidad que en la mayoría de los casos el poeta no la comparte pero la hace suya, la vive con intensidad, se identifica con su angustia. Muchas veces su versión, a fuerza de datos obtenidos de segunda mano, es falseada, pero siempre buscará los temas de palpitante actualidad: el hambre, la miseria, las injusticias, etc. Su eje de acción es el presente y existe el particular convencimiento en el tipo de lector al que se dirigen. Están seguros que cuentan con un auditorio heterogéneo pero totalmente de acuerdo con lo que tratan. En todo caso, la poesía proletaria está limitada por quienes la comparten. Si existen ocasiones en que la individualidad vence al hecho de fondo que trata, estas le restan fuerza y energía a temas de mayor horizonte, insistiendo en impactar, convocar sentimientos más o menos de interés público desde la única alternativa ideológica: el proletariado. Sin ser explícitamente una poesía política, es en suma, una poesía destinada a reflejar el sudor y la esperanza del mismo.
Víctor Mazzi Trujillo (Apata, Jauja, 1925) insurge en la década del 50, pero su obra significativa alcanza el nivel de sus postulados que esgrimen desde los manifiestos del G.I.P.M., logrando excelente tono corrosivo lindante a la ironía y el sarcasmo, en este último lustro. Gran parte de lo que hemos indicado se encuentra en sus libros: A lengua Viva (1975), Poemas del albañil (1976) y Memorial de un tiempo a otro (1978). En este último, pese a su brevedad, descubrimos poemas de un fervor admirables por las causas de las mayorías. Dice:
Si no hubiera señales
las inventaría
para decir lo que es
un pueblo
la vida, el mundo.
Cogería el sonido
de una hoja en el otoño
de unos tiestos crepitantes
o de un pájaro pequeño.
Quizás dibujaría
signos de un árbol
o en una piedra
para hablar de los míos.
Así diría
¡Estoy presente!
y soy testimonio de un tiempo
con el cuchillo entre los dientes.

(“Señales”, p. 6)

Precisamente a la antología de Mazzi que refleja en todo sentido su gusto, criterio e ideología, se debe la presencia de poetas como Algemiro Pérez Contreras, silenciado sin ningún escrúpulo; y los más recientes: Julio Carmona, Martín Parodi, Artidoro Velapatiño y Alberto Alarcón. En mi opinión, el éxito del G.I.P.M. obedece en gran parte, a la participación activa de elementos jóvenes de diferentes lugares del país, no necesariamente de Lima. Se puede notar en ellos, cierta correspondencia con lo que manifiestan, sea que estén más cerca de la República Popular de China que de la U.R.S.S. Ya pueden señalarse la diferencia abismal que guardan con grupos similares: un rechazo frontal a “Hora Zero” y acercamiento, por ejemplo, al Círculo Literario “Javier Heraud” de Ayacucho.

Algemiro Pérez Contreras (Jauja, 1934 – Ocros, Ayacucho, 1960) se dio a conocer en los cuadernos que editara el G.I.P.M. Por esos años es que publica Herida Innegable (Chosica, 1957) y Biografía del amor (Huancayo, 1958), además de la antología infantil, una plaqueta Poemas para navidad y las revistas que dirigió: “Formas de la Voz” y “Honda Tierra”. Sus dos libros éditos reducen una constante reiterativa: el amor. El autor no intenta otros temas sino la correspondencia entre el yo-amor. Su mundo queda reducido a la amada ausente que desconoce sus pasiones y penurias. No por ello, su canto deja de ser transparente, emotivo, doloroso. El lenguaje como consecuencia, será sencillo, a veces cortante, impulsado por el hecho de impactar e impactarnos. Este será el sello intransferible de reconocimiento de toda su obra, válido para indicar los inéditos. Una estrofa del segundo poemario puede adelantar lo propuesto:

Días que me conducen
de bruces a la noche
y no quisiera llamarme Algemiro
Que bien me vendría un César
un Luis un Manuel un Alberto
o un Ricardo simplemente
pero no soy más que un hombre del amor.
(VI, p. 7)

El poeta llega al extremo de la negación de su identidad, la cual está en función de un nombre deseado que culmina nuevamente en el amor. En otro poema afirma: “A veces desenredo silencios/y me digo/Tú tendrás la edad/donde el amor es canto” (p. 9) Y concluye: “Para el amor/yo siempre seré un niño” (p. 11). Estos dos únicos poemarios editados nos dan las claves para una interpretación de su quehacer poético: el asombro ante la desigualdad social y el desamparo en el que se vio inmerso, ya por la prematura muerte de la madre o el abandono del padre –al cual prácticamente niega-, lo condujeron a frenar esa realidad y qué mejor si pone los ojos del corazón correspondiente a un niño.

 A dieciocho años de su trágica desaparición, muy contados han sido los esfuerzos realizados para difundir su obra. Por un lado están: la Antología de la Literatura de Junín preparada por Apolinario Mayta, la antología de Mazzi y por el otro, la revista “Proceso” Nº 2 (sep-oct, 1973) en su sección “Poesía de Junín” a cargo del poeta y narrador Félix Huamán Cabrera. Al silencio físico del poeta ahora se une el silencio impuesto por la indiferencia. En sus libros inéditos: Cercana ausencia (1955), Poemas para después (1956), Andinelas (1957), Nadil (1957) y Desnuda Voz; de tema amatorio, que peligrosamente se irá inundando del fantasma de la muerte; incluso, lo vence, es la médula de su poesía. En Cercana… afirma: “Quiero vivir mi muerte amando”. O lo invade la confusión: “Esta tarde amigos,/ni yo mismo he podido encontrarme”, para después presentar un futuro incierto: “Ahora que la soledad/me acosa y me destruye,/y siento los días lejanos de la luz”. Su vida, pues, corresponde a un torturado que, no es lo mismo que un rebelde.
En Poemas para después sorprende su creciente madurez:

Y tú anciana muerte
en ansias de soledad
querrás destruir todas mis formas
con tus sombras de siempre
pero seguirás siendo a través
de los astros perdidos
la raíz de mis manos
que yo asesiné porque dolía mucho.

El aparente triunfo sobre la pesadumbre y el escepticismo se transforma en una bandera de lucha, en un ideal de liberación social: “Amad la libertad. Id a buscarla”. El tono imperativo es un buen índice del cambio que viene operándose en Algemiro. Dice: “Amadla si queréis/Rompedla si queréis/Yo solamente digo:/mi voz es la de ustedes”. Este sentido plural de sentirse parte del mundo es reconocer los conflictos de ese mundo, al cual debe enfrentarse y por eso confiesa: “Soy un hombre en pie/abierto a la esperanza”. Y al igual que Neruda, de quien no puede desligarse, le canta al pan: “Yo te canto pan nuestro como el día/ porque en ti canto a mi madre panadera”.

Nadil está dedicado o por lo menos lo escribió pensando en Nila Esther Robles Román, presumiblemente otra de las musas del poeta. A este juego difícil de conjugar el amor y la muerte, hemos visto que la trama social ha ido adquiriendo categoría de protesta sutil. En el poema “Soy el amor” concluye:

Soy el fuego eterno
del espacio
del mar
de la tierra
hermosamente ardiendo.

La musicalidad de esta estrofa, nos recuerda a Javier Heraud. El poemario es breve y mejores perspectivas puede encontrarse en Desnuda Voz. Aquí la emoción social gana propiamente al poema: “Y soy un hombre hambriento de justicia”, pero logra modular este grito:

y que ya no será necesario
sufrir para seguir viviendo
llorar para seguir viviendo
luchar para seguir viviendo
cantar para seguir viviendo
hoy sé que la vida es muy inmensa
y eso me basta para seguir viviendo.

El ansía desmedida de la vida se trasluce mejor en un poema no catalogado en libro, y que es un homenaje a César Abraham Vallejo:

Te esperaba socialista
como esperé la libertad
en versos de Mao Tse Tung,
como esperé el amor
en el rostro de mi amada.
Te esperaba armado de esperanzas

A estas alturas ya puedo lanzar un juicio mayor: las manifestaciones de que Pérez Contreras tuviese inclinaciones izquierdistas se esfuman en su obra. Su poesía fue vencida por la soledad, la angustia, la desesperación. El poeta estuvo más cerca de la muerte por que ella era una alternativa de desprendimiento de la amargura, que de la comprensión cabal y solidaria de las luchas del proletariado. Ciertos pasajes de su poesía plantean el desequilibrio social, pero la espontaneidad de su visión resulta sólo una fugaz afirmación sin mayor importancia. El problema de su formación, naturalmente influyó en su poética, fiel reflejo de un hastío fronterizo al suicidio. Acaso, además de los puntos indicados, la misma geografía serrana, por lo general, de vida apacible y nostálgica, haya influido poderosamente en su ánimo. Me explico: le faltó formación ideológica que precise su función como poeta y como hombre. No podemos separar este binomio indisoluble. Sus poemas que pueden clasificarse de corte social mantienen el aliento místico, temeroso del poder divino que para él es Dios. A la sazón de Luis Monguió, Pérez Contreras no fue un poeta proletario sino proletarista. Diría mejor: iniciado de proletarista, truncado prematuramente por la muerte.

Otro de los representantes de la nueva promoción de poetas del G.I.P.M es Julio Carmona (Chiclayo, 1945). Poeta que desde influencias tácitas, ha forjado una poética que lo emparenta en parte con la llamada “generación del 50”. La importancia de su poesía radica en su desenfado plasmado en sencillez y claridad. Su primer poemario Mar revuelta (Lima, 1970) aparte de la predisposición para abarcar el entorno social tiene el eco tierno y dolorido del hombre desamparado que busca un norte en el camino. Es al mismo tiempo, el niño, el hijo, el hombre que desde su condición incierta elige libremente el compromiso de la época. No por ello su poesía puede ser nominada de tendencia, política, de agitación, social, etc. No. El recoge del lirismo tan antiguo como el vino, que parece entusiasma sus primeros pasos, la melodía grave, a veces agonista. Esto no niega que la mejor “poesía social”, o por lo menos la más trascendente en el Perú, sea de eminente lirismo. Afirmo pues, que Carmona, en esta primera parte que es a la vez su libro inicial “Luz Canora” (1966-67) es consciente de sus limitaciones. La falta de una ideología de ninguna manera puede sustentarse en la espontaneidad. Si nos refiere que: “No todos los cadáveres están muertos” es porque la escena inmediata responde a los frustrados movimientos guerrilleros del 65. Los mejores exponentes a sangre y fuego han sido reducidos a las cárceles, otros como Edgardo Tello han caído con las armas en el combate. De ahí, el verso entrecortado, casi arenga: “…aún/ podemos dejar/ constancia que este tiempo,/ mañana, /ha de ser mejor”.
“Entretiempos” (1968) que es la segunda parte de “Mar...”, también presenta vacilaciones en los textos: “Me obligas a enmendar mis cojas/ esperanzas/ tu corazón/ enredadera del aire…”; o “Hermano, fui y estuve. La soledad/me envolvió en sus metales/grises, en sus abrazos ciegos…”. El poeta avanza:

LA CIUDAD
a pesar de su sol es noche:
mina de tiempo. Se ignora
que la luz crece.

Pero el amor
construye el alba. No es
necesario verter agua
sobre la noche.

Cortar la noche
(sólo el amor corta la noche)
tallar sus mal torneadas
piernas. Enderezar
sus pasos a la aurora.

(“3”, p. s/n).

En casi todo este trayecto, la ciudad es rescatada del silencio, en este caso de sinónimo de vacío; y el poeta no teme presentar el verdadero rostro del llanto, el cual aparece como una experiencia de reencuentro personal y de hombría. Pero sobresale, su preocupación por describir, darle movimiento a su ciudad: “Y mi ciudad/con sus rincones sucios/ no es hermosa”; “…mi ciudad llamaríase: /ventana/palomar,/ puertas abiertas,/lucidad…” y así podríamos citar tantos ejemplos como poemas conforman el poemario. La evocación a la ciudad (su ciudad naturalmente) por momentos domina la trama poética, se vuelve intransigente. Nos muestra los contrastes de esta sino prefiere el recuerdo prolongado de su pequeño pero significativo mundo.

No puede ocultarse el trasfondo político que va ganando en su obra en A nivel de la arcilla (Lima, 1972). Más que autocrítica es crítica. El panorama es diverso, precisamente por los tópicos que enfrenta, pero su apego a la patria que reconoce “vendida al mejor postor…” plantea su arte poética que denomina Profesión y fe: “Y aunque sea lo último que haga/ sólo quiero trabajar como trabajan los constructores del surco, los dadores del sudor:/ con humildad.//Quiero ser algo/ útil en su diario trajín;/ en su lucha quiero ser:/ trozo de canto, brizna de risa,/ ayudadora mano.//Sólo eso me propongo./Creo que he de lograrlo”, (p. 18). Impacta en Carmona el denodado esfuerzo que libra porque sus planteamientos sean claros, sencillos, arremetedores; y en esto hay una gran dosis de sinceridad y de correspondencia: “por hacer con mi palabra/ un serio compromiso de labranza, /un obsequiar ternura, amor y fuerza/ de agua y de tierra y de semilla/ para el alba” (p. 28). El libro en realidad presenta varias partes diferenciables por los temas que trata, pero en ellos existe un elemento correlacionador: el amor a la batalla, a la victoria necesaria frente al sistema. Aún cuando les dedica dos sentidos poemas a Juan Ojeda y René Ramírez Lévano, antes que intentar la elegía, arriesga la actitud serena del mensaje. Otros ejemplos serían los poemas: “Porque no murieron cuando los mataron”, “Letanía al amor sin olvido” y “Petición y promesa por la madre”. En este último desafío queda en pie:
Madre
venceremos
venceremos en tu nombre. 
(p. 75)

En 1974, Julio Carmona obtuvo el Primer Premio de Poesía en el concurso “José María Arguedas” compartido con Rosina Valcárcel y en 1975, el segundo premio de poesía en el concurso “Poeta joven del Perú” otorgado por los “Cuadernos Trimestrales de Poesía” de Trujillo. Su obra premiada en este último certamen fue A orillas del Amar. Aquí, a la inversa de lo intentado en sus poemarios anteriores, se sumerge en las profundidades del amor a veces con resultados adversos. Antes que el triunfo, Carmona le canta a la tristeza, porque su experiencia amorosa es inalcanzable, dura, difícil. El escepticismo lo domina; aunque diga que “Muriendo por amor vivo sin llanto” (VIII), y que de ello mismo se desprenda un verso categórico: “Vivir en soledad es vivir muerto” (XX). Sin embargo, la clave del poemario construido en sonetos que le deben algo a Martín Adán, principalmente, está el soneto XXIII:

Vuelvo a mi corazón sin abrigo
Vuelvo a mi cautiverio y mi desierto
Vuelvo a mi soledad sin un amigo
ni una amiga de sol. Estoy despierto
y el sueño queda atrás (nada es eterno).
Sin sollozar recuerdo el tiempo ido,
el tiempo en tus ojos, y el invierno
que ellos negaron vuelve a mi tiempo,
entrando, viento, a un túnel sin salida;
huyendo, mariposa, de tu incendio,
Y siendo llanto y sueño parva helada
(nacieron de una muerte o de una herida)
tú sola en mi dolor quedas reinada.

Carmona en esta obra no pretende responder a inquietudes sociales ni escandalizar por los mismos; se presenta tal como aspira a ser, desnuda patéticamente sus relaciones más elementales, sus preocupaciones distan de la tentativa o la experimentación. El hallazgo de su vida está en peligro y el amor ya no le es suficiente en la lucha diaria, pese a sentirse vencido, doblegado y taciturno. Carmona ha escrito su primer poemario que se resuelve por el contenido, en un libro sin la atracción por los temas públicos o sociales, que es la línea dominante en No sólo de amor… (1980).

Martín Parodi (Tacna, 1945) es un caso ejemplar. Su único libro édito: Futuro pretérito (1975) pretende irónicamente señalarnos la otra vertiente del futuro, es decir el pasado, que siempre es un presente fugaz y escurridizo. Afrontarlo es el desafío, la tentación de responder por una voz múltiple ajena a lo mítico y fantasioso, pero inmersa en una problemática universal:

El hambre es un artículo
de primera necesidad
que sólo lo consumen
los pobres.
(“Axioma”, p. s/n)
A la brevedad cortante se suma la causticidad, la definición original que persiste:
Si prestigio y dinero
es lo que usted
desea
Nosotros podemos ayudarle
a conseguirlos:
Compre la lotería
de la nación
y colabore
con el progreso del país
siendo un nuevo millonario.
(“Slogans”, p. s/n)

No puede negarse la buena dosis de humor, acompañado del enfrentamiento a situaciones que el poeta conoce a perfección:

Marx y Lenin:
Sí, camaradas:
Dos
que se hicieron famosos
con nuestros problemas.
(“Periplo”, p. s/n)

Como se ve, Parodi no rechaza a secas, pero tampoco acepta pasivamente las ocurrencias de una realidad inmediata, su “realidad” forjada desde su puesto de trabajador de tapicería. De ahí porqué afirmábamos que era uno de los pocos casos que se ventilan en el frente cultural del país y que es necesario estimular. El primer paso ha sido dado es una valiosa sorpresa.
Artidoro Velapatiño Castilla (Ayacucho, 1947) es profesor de Matemáticas en la U.N. de Tacna. El conocimiento de esta disciplina se constituirá en el elemento de enlace para su manifestación poética. A tiempo Completo (1971) su obra primigenia, plantea desde el título un acápite: presenta una fe proclamada sin horario. La entrega a veces vehemente de un derrotero tomado como fin y como medio de respuesta a implicancias sociales. El cuestionamiento de Velapatiño es de voz imperativa, no resignada sino indignada. El recurso matemático encuentra amplía proyección, va más allá de una simple hipótesis. Si se quiere, resuelve el teorema correspondiente a la vida, pero incluida en una sociedad nefasta y cruda por sus contradicciones. Así nos habla de “rectas paralelas que no se cortan” y es cierto, porque una de las propiedades de este tipo de rectas, indica que, para que su paralelismo se cumpla, no debe haber un punto de intersección, es decir, un punto común. El poema que mejor lo representa en esta etapa es “Triangulación”:

He trazado un triángulo.
Observen
Un vórtice hacia arriba:
llamémoslo m
(Los militares son intrépidos. Arriba, siempre arriba
trepan)
Sean m1 y m2 los vórtices de la base.
(Somos la base.
Somos más que uno,
sin embargo,
estamos debajo, muy debajo de la altura)
Si trasladamos los vórtices de la base
hacia arriba.
Observen
Que no ha pasado nada:
El triángulo es siempre un triángulo
Pero mejor triangulado.
Frente a esta lógica básica, al alcance del lector más modesto, se contrapone el alarde discursivo que francamente, resiente algunos poemas como “Extraprogramáticas” y “Registro de notas”; pero es un libro inicial, ambicioso pese a su brevedad. Marco Martos en la presentación: De Entre los Muertos (1979) señala ya, el respeto que Velapatiño siente por la palabra escrita. Lo que se traduce en estudio, depuración del lenguaje para lograr imágenes sugerentes, frescas y decididas. Esta constante es válida para los poetas más jóvenes del G.I.P.M. quienes han llegado a la Universidad y los autodidactas se preocupan excesivamente por el tratamiento del lenguaje; lo que es un excelente signo de solvencia creativa y crítica. Sí muestran un denominador común es en la medida que reconocen a los líderes de todas las épocas, presentes con el ejemplo, con la audacia de haber sostenido en la praxis los valores teóricos. Velapatiño en la primera parte intitulada “Crónicas”, habla de José Gabriel, Atahualpa, Robespierre, Galois, Rimbaud, Chocano, Alfonso Capone, Martín Luther, etc. Lo que no explica que se realice un enjuiciamiento de la historia partiendo de personajes diversos, sino por oposición, el poeta se limita a la descripción de actos que más o menos han convulsionado la historia de la humanidad. No se nota el humor del que se refiere Martos, insinuándolo como sinónimo de calidad. El asunto es más sencillo, de desarrollo lineal, no forzado. Se ha recurrido a lecturas dispares y de ellas se ha armado una visión muy particular. Aquí está el logro, a fuerza de insistencia, diré que Artidoro Velapatiño encuentra su auténtica fuerza en el poema “Perlaschallay”. Lejos de la amargura, late la imprecación, la impotencia ante los ejércitos de la represión, del castigo. Toda la hipocresía que ha engendrado encuentra eco hasta en el aspecto religioso. De aquí pues, que no tengamos salvación si relegamos la esperanza a los cánones de la democracia. Se requiere de otros resortes que impulsen el proceso de transformación, porque “En Ayacucho se aprende a cantar a la vida/ y al combate”.
“Patria o Muerte” la segunda parte, se limita a poemas reclamativos: el poeta ya no advierte sino tal parece que su preocupación es atrapada por el testimonio de quienes, bajo el lema impuesto por Ernesto Guevara, principalmente, cayeron por el mismo fuego. Así, “Cuentas Claras”, la tercera y última parte, resulta ser más intensa, mordaz y poéticamente más lograda. Precisamente el siguiente poema puede presentarse como arte poética proletaria:

No perdonamos a los que de la mano en la masa. Demasiado
saben lo que hacen. Y no tenemos por qué temer maldiciones
las cuentas claras. Demasiado ralo el chocolate y el azúcar
nos cuesta.
No estamos, en verdad, para perder el tiempo,
Los trapos
             al aire
esperamos
ajustar cuentas.
(“Cuentas Claras”, p. 55-56)

Y cito otro ejemplo:
Cuando Darwin lanzó aquello de que el hombre
viene del mono, era el diablo encarnado.
Muchos se resisten aún a admitirlo.
Pero ¿A qué dudar incrédulos, no observáis
que los gorilas trepan a todos los árboles
y pretenden dirigirnos?
El sabio y su teoría, lo creo
están confirmados.
(“Evolución de las especies”, p. 74).

Estoy seguro que Velapatiño en próximas entregas, reunirá poemas estrictamente seleccionados. Aparte de haber logrado ganar los Juegos Florales convocados por el Grupo “Javier Heraud” (Ayacucho, 1967), es promotor de la revista de literatura proletaria “Canto y Seña”, así como de “La Cossa Nostra”. Sus dos recientes plaquetas: “Comandante Che Guevara, presente” (Tacna, 1974) y “Al otro lado del camino” (Tacna, 1976), son dos muestras de su madurez creciente y terca empresa acusatoria.
El más joven poeta proletario seleccionado por Mazzi, Es Alberto Alarcón (Talara, Piura – 1949). Su obra, que se inicia con Puño en la Niebla (¿1969?) es un constante ejercicio de ataque a la imposición de un sistema brutal y marginal. A esa concepción ha llegado por la vía del estudio, de constatación fiel y frontal. No ha buscado una trinchera de fuego o montaña; se ha decidido por el canto lúcido, hiriente, desmitificador. Uno de sus versos nos previene: “…meto fuego a mis versos” y eso es lo que hace, partiendo de una realidad que no le es ajena porque él es el principal protagonista. Su experiencia adquirida como ex-obrero de construcción ha jugado y juega un rol importantísimo, si tenemos en cuenta que todos los personajes que desfilan en sus poemarios, o son líderes de acciones transformadoras (no propiamente guerrilleros), o son miembros del pueblo que siempre pugnan por su liberación. En la misma dirección apunta: El viento en los cerrojos (1972). El poeta está atento a los acontecimientos nacionales: “En Puno. En Puno/ mañana será tarde para /amarrar el viento”, o esa estrofa que lo revela por entero: “Y no olvidéis que por todos los pájaros que/ muran en Haipong envenenados,/ la primavera un día cantará por el puño de los hombres”. Sólo dos elementos sobresalen de esta etapa preparatoria: 1º La redención del hombre ha de lograrla el hombre sin caer en la garras de los falsos dioses dirigidos desde Casa Blanca y 2º. La práctica de la esperanza como arma de empuje para la insurrección general.
Viban los compañeros (1975) no se aparta considerablemente de sus poemarios anteriores, pero hay un esfuerzo por despojarse de influencias. Si el ritmo de antes nos remitía a Songoro Cosongo de Nicolás Guillén, no puede afirmarse lo mismo de los versos dedicados a los patriotas españoles acribillados por Francisco Franco. Si existe un antecedente en la temática y estilo, es la de César Vallejo. Aunque el breve homenaje a España no deja de ser importante, porque ahora el poeta ha decidido hablar de su condición diaria, necesita puntualizar su propia actitud:

No cabrá nunca la tristeza en estas manos
ni la ancha soledad en este nido.
A mi me anida el sol con muchos pájaros
y no conozco la ausencia y el olvido.
No aguardo aquí la paz ni espero olvido.
Soy sangre de mi tiempo. Amo el aroma
de la tierra y el árbol que se escombra
desde su húmeda claridad estremecida.
Y amo esta vieja espada que es mi vida
rama en que nunca ha de cantar la sombra.
(“Confesión de Vida”, p. s/n)

Los poemas que siguen como “Biografía”, “1965” y “Los Intrusos”, aquilatan parte de esta travesía militante.
 A fines de 1975, Alarcón obtuvo una Mención Honrosa en el concurso “El Poeta Joven del Perú”, 1975. Su obra: Vestiduras del fuego viene a constituir el resumen y el avance de la tarea emprendida. Cinco partes integran el libro: I. Definiendo las cosas; II.- Espinelas de octubre; III.- Aquí convida la sombra; IV.- Patio cantado y V.- Por estas manos. Cada una será diferenciable en la medida de sus objetivos. Si es la incitación a la rebelión, a la denuncia, veamos la primera parte:

Mi patria es una amarga mariposa
No le quieren pintar sus mustias ramas
ni agregarle una flor en primavera;
mi patria huele a cuervo, a luz llorada,
a muro en llanto, a violenta puerta;
mi patria es este preso en cuya barba
baja la noche a construir sus rejas.
(“Grito en Puño para mi patria en Silencio”, p. s/n)

Considero que esta instancia es la mejor organizada; ya por la madurez expuesta que evidencian los poemas incluidos, ya por la extensión de los mismos. Aunque la extensión siempre será en la poesía sólo un artificio, no una meta ni una garantía de aliento poético. En cambio, la segunda parte dedicada “al comandante che guevara”, aparte de lo novedoso por la utilización que le da a los epígrafes de diferentes poetas, viene a ser la afirmación de otros poemas escritos con anterioridad. No deja de sorprender su habilidad para las conclusiones: “Y decirte también que en la alborada/ arderás tú y no el sol sobre la tierra”. Es el reconocimiento totalizador no exento de filiación, al héroe indiscutible de estos tiempos. Su fe está cargada de las luchas perdidas pero aleccionadoras. Ahora su canto es la mejor defensa y reconstrucción del presente. No habla para el futuro. El poeta está convencido de su necesaria participación para la conquista de la alegría y ésta, debe ganarse aquí y no en ningún otro infierno o cielo.

Cuando se sumerge en las relaciones amorosas, Alarcón recoge lo mejor del lirismo de los poetas de los años 50, principalmente. Tal parece, a una primera lectura que este es un grosero pretexto para entablar un nuevo frente de lucha. No es así. La concepción del amor marcha paralela a la praxis de la réplica social:

Yo sólo sé que te amo, sin dudas, en medio de esta guerra.
No quiero, no puedo compararte con nubes inventadas,
quiero que seas tan cierta como el tiempo en que te amo,
Nada hay en nuestras almas que se parezca al agua, nada sea brisa;
Todo es fuego terrible bajo el cielo,
todo es como un caballo,
como un ancho remolino.
(“El corazón de la tierra”, p. s/n)

Le dice a su compañera “Tú eres hermosa aunque el mundo esté obscuro/ y para poder mirarte tenga que arder yo entero”. Este mismo latido, se apodera de los sonetos que integran la penúltima parte del libro. Ahora le acompaña el conocimiento del amor frustrado, del amor que no llega a pesar de la espera interminable. De ninguna manera, esta experiencia adquiere relieves mayores. En los poemas a sus dos menores hijos retoma ese aire de pelea, de esperanza, de agitación. Tres constantes que singularizan también a otro libro: ¡Señoras y Señores! (1976). Veamos un ejemplo:
Una noche el General
soñó que escribía versos

con solamente saberlo
los ruiseñores han muerto.
(“Competencia”, p. s/n)

Su libro: El árbol de la Ira, aún inédito, reúne las palpitaciones siempre cercanas al hombre –en la acepción general-, de lograr el triunfo definitivo. La poesía contribuye en esta batalla, necesariamente; para Alarcón es su alternativa, o su salvación.

Notas finales del texto

(1) Véase: Prólogo del Alba, revista del G.I.P.M., Lima 1957.
(2) Quinto cuadernillo del G.I.P.M. : Perú es tu hora, Lima, mayo, 1964, p. 5
(3) Entrevista de Jesús Cabel a Víctor Mazzi. Chosica 7 de enero de 1978.
(4) En: Canto y Seña Nº 2. Director Víctor Mazzi. Lima 1977. P.3. Reproducido en Síntesis/ Suplemento Dominical de la Voz de Huancayo, Año I, Nº 14, Huancayo 30 de abril, 1978. pp. 6-9.
(5) Mazzi, Víctor Poesía Proletaria del Perú (1930-1976). Lima. Ediciones de la Biblioteca Universitaria. 20 de abril, 1976, 125 pp.
(6) Cabel, Jesús “Mazzi y la Poesía Proletaria”. Crónicas de condenado (IX). Diario La Voz de Huancayo, Huancayo, 9 de noviembre , 1976, p. 6.
-Gonzáles Vigil, Ricardo “El memorial de Víctor Mazzi”. Suplemento Dominical de El Comercio. Lima, 18 de junio de 1978. p. 20.
-En : Q’awari Año 1, Nº 01. Lima, Facultad de Letras de la U.N.M.S.M. febrero de 1969, pp. 21-23.
(7) Consúltese: Cabel, Jesús. “Editemos a Algemiro Contreras”, Crónicas de Condenado (VI). Diario La Voz de Huancayo, Huancayo, 17 de octubre de 1976, p. 6.
- Ybazeta Cabello, René Zenaida. “Negativos para un Estudio de la Vida y Obra de Algemiro Pérez Contreras”. (Tesis para optar el grado de Bachiller en Humanidades- especialidad de Español y Literatura- U.N. del Centro del Perú). Huancayo, 1971. Biblioteca particular de Félix Huamán Cabrera, quién además fue asesor de dicha tesis, aun inédita.
(8) Gonzáles Vigil, Ricardo. “Carmona: sonetos humanos”. Suplemento Dominical de El Comercio. Lima, 2 de noviembre de 1980. p. 20.
(9) Martín Parodi co-dirigió con Artidoro Velapatiño, la revista La Cossa Nostra (Año 1, Nº 1, Tacna, 1975) que lamentablemente no pasó del primer número.
(10) Gonzáles Vigil, Ricardo. “Velapatiño: educación y poesía” Suplemento dominical de El Comercio. Lima, 11 de marzo de 1979. p. 20

* Tomado del libro Fiesta Prohibida, pp. 141-159. Se publica con la autorización expresa del autor, dado en la ciudad de Ica en enero del 2010.

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