Caratula de CD editado por el diario La República. Lima, Perú. |
Amanda Gonzales, acaba de lanzar en el Perú, su opera prima, La Cantuta. En la boca del diablo. Documental y registro cinematográfico del proceso de investigación periodística que tuvo como principales protagonistas a Edmundo Cruz, José Arrieta y Ricardo Uceda (Ex Director de la Revista Sí).
La memoria fílmica trascenderá su tiempo, rompe con el olvido y silencio que se ha impuesto sobre una política de estado basada en el terror y la violación de los derechos humanos. “Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez” reza una proclama boliviana de independencia en 1806; Ese silencio, felizmente no existe en la memoria colectiva peruana, el periodismo de investigación desveló los crímenes más horrendos que se recuerde en la historia del Perú.
La libertad de prensa, tan reclamada por muchos dueños de diarios, radio y televisión del Perú, fue pisoteada por estos mismos personajes, al recibir ingentes sumas de dinero, se pusieron al servicio de la dictadura. El verdadero significado de la libertad de prensa e información fue ejercida por valientes periodistas que arriesgaron sus vidas para llevar el reporte periodístico a la población. Fue este tipo de periodismo serio, veraz y objetivo que terminó de desvelar la horrenda faz de una dictadura que navegaba en la absoluta corrupción. “Honradez, tecnología y trabajo” sólo fue frase vacía que contentaba a un entorno que se enriqueció a expensas del Estado peruano.
El documental de Gonzales nos muestra el testimonio de Edmundo Cruz quien reconstruye sus notas de campo de su investigación sobre el asesinato de nuestro colega Hugo Muñoz y los nueve estudiantes, ocurrida el 18 de julio de 1992. Los testimonios que el documental recoge de los familiares, testigos y perpetradores aquel luctuoso suceso impactan, y, en cierto momento, resulta desgarrador para quien no conozca el desenlace de la historia.
La búsqueda de la verdad de aquel asesinato, nos revela aquellos “mecanismos ocultos del poder”, la “verdad oficial” del Estado que trató de prevalecer para ocultar el terror. Afirmaciones como: “aquellas personas no existen en el registro civil”, o una escandalosa ley de impunidad que transfería el caso a la justicia militar, mostraban ese invisible aparato de la dictadura que trató de llevarnos al ficticio mundo del engaño.
Hay funcionarios del Estado peruano que actuaron con corrección y marcaron distancias con aquella dictadura, ahí está el valiente testimonio del general Rodolfo Robles, de la actuación imparcial y objetiva del fiscal Cubas Villanueva y muchos más, quienes guardaron sus identidades, para ellos, el significado de honradez e integridad, fue un valor supremo antes que seguir órdenes y callarse ante lo evidente.
Han pasado ya dieciocho años de lo ocurrido y las nuevas generaciones de peruanos deben saber lo ocurrido, sacar enseñanzas de cómo el Terror desde el Estado atropelló y asesinó sin remordimientos, de cómo la impunidad se impuso desde un manto de miedo, donde las instituciones Democráticas fueron disueltas y el reclamo de sus familiares terminó por llevarlos al banquillo de los acusados y sufrir condena por crímenes de lesa humanidad, tanto al dictador japonés como a los militares que ejecutaron sus órdenes.
En el Perú, para los periodistas que llevaron hasta el final su misión profesional, no hay premio Pulitzer o algo que se le parezca. Sin embargo, el reconocimiento de su sacrificada labor por la población y de los maestros del Perú, a quienes imagino enseñando en sus aulas, esta historia documental que el diario La República ha editado con mucho acierto y sirve como base para materias referidas a Derechos Humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario