Tomado de: http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/david-sobrevilla-gran-pensador-francisco-miro-quesada-c-noticia-1751556
Su deceso me
ha causado profunda consternación, pues siempre le tuve un profundo afecto y
una gran admiración intelectual.
Conocí a mi dilecto amigo David Sobrevilla
Alcázar a inicios de la década de 1960. Había estudiado Derecho y Filosofía en
la Pontificia Universidad Católica y en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Posteriormente viajó becado a estudiar en la Universidad de Tübingen, Alemania,
donde obtuvo el Doctorado en Filosofía. Allá permaneció hasta 1970.
En este país
conoció a una serie de filósofos importantes, entre ellos Wolfgang Schadewaldt.
De retorno al Perú, ejerció la docencia en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos de 1982 al 2000, donde llegó a ser profesor emérito. Participó como
organizador de conferencias y las ofreció en numerosas actividades académicas
en el Perú y en el extranjero. Fue también profesor visitante de la Universidad
de Wisconsin, Estados Unidos.
Integró el
Comité Consultivo de la “Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía” y de las
revistas “Filosofía Práctica e Historia de las Ideas”, en Argentina; “Revista
de Filosofía”, en Chile; “Diánoia”, en México y de “Archivos Latinoamericanos
de Filosofía y Teoría del Derecho”, en Venezuela. Fue miembro fundador del
Instituto del Pensamiento Peruano y Latinoamericano.
Su desarrollo
filosófico puede dividirse en tres períodos: El primero, de aprendizaje, abarca
de 1955 a 1970. Luego de transición, de 1970 a 1986, en que inicialmente
realiza trabajos cercanos a la tradición fenomenológica, para luego ir ganando
una orientación más amplia al tener contacto con la realidad del Perú y del
pensamiento de Augusto Salazar Bondy y del mío. Por último, viene un período
autónomo. A partir de esta última etapa, en 1986, enunciará un programa frente
a la tradición filosófica occidental en su libro “Repesando la tradición
occidental”, que comprende tres tareas: apropiarse del pensamiento filosófico
occidental, es decir, convertir en propio algo que originalmente fue ajeno;
someter a critica este pensamiento y, finalmente, replantear los principios y
reconstruir el pensamiento filosófico, considerando los más altos estándares
del saber y, al mismo tiempo, la peculiaridad de la realidad peruana y
latinoamericana a partir de sus necesidades concretas.
David Sobrevilla (izq) junto a Antonio Melis, Alejandro Romualdo, Javier Mariátegui y César Lévano (Imagen tomada del muro de Ricardo Portocarrero) |
Luego escribió
“La estética de la Antigüedad” (1981) y “Los estudios kantianos” (2006).
Posteriormente extendió la tarea de estudiar la tradición filosófica al
pensamiento peruano y latinoamericano en sus libros: “Revisando la tradición
nacional. Estudios sobre la filosofía reciente en el Perú” (dos volúmenes,
1988) y “Repensando la tradición de nuestra América” (1999).
La
filosofía para Sobrevilla se entendía como “orientación en el mundo”, la que
puede darse en el ámbito teórico y práctico. En el ámbito teórico se dedicó con
predilección a la estética y a la filosofía del derecho. Para lo primero, tenía
estudios sobre estética griega, medieval, moderna y contemporánea. Trató de
mostrar en ellos que un rasgo persistente en la estética occidental es su etnocentrismo,
que se revela en que las categorías que ha elaborado para pensar lo bello y el
arte provienen solo de la reflexión sobre el “corpus artístico occidental”; que
la filosofía cuente con una estética auténticamente universal y no con una
seudo-universal. Esto lo estimaba indispensable porque el pensamiento estético
debe ampliar y reelaborar el cuadro de sus categorías.
Sobrevilla fue
un amigo entrañable que me ayudó, con una eficacia y una constancia admirables,
en la preparación de mi libro “Esquema de una teoría de la razón”. Sin él jamás
habría podido publicarlo. Para editarlo, era necesario que las pruebas fueran
exactas. Y constantemente había pequeños errores en ellas. David las corregía
con un rigor increíble. Después de muchos ensayos encontró que estaban
perfectas. Entonces, por fin, se pudo publicar mi libro.
¿Cómo era David
en su trato personal? No era efusivo sino más bien parco. Cuando nos
encontrábamos hablábamos de muchas cosas, pues teníamos inclinaciones
filosóficas muy semejantes. Cuando en un tema había una percepción distinta,
surgían obvias discrepancias, siendo generalmente él quien tenía la razón, pues
su conocimiento del tema en discusión era mayor que el mío.
La muerte de David Sobrevilla Alcázar, ocurrida el lunes (18 de agosto), es una pérdida irreparable para la filosofía peruana e internacional. Sin duda, pasará a la historia como uno de los grandes filósofos de nuestro país. Su deceso me ha causado profunda consternación, pues siempre le tuve un profundo afecto y una gran admiración intelectual.
La muerte de David Sobrevilla Alcázar, ocurrida el lunes (18 de agosto), es una pérdida irreparable para la filosofía peruana e internacional. Sin duda, pasará a la historia como uno de los grandes filósofos de nuestro país. Su deceso me ha causado profunda consternación, pues siempre le tuve un profundo afecto y una gran admiración intelectual.
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