Patricio Gutiérrez Donoso.
Director del Centro de Estudios del Pensamiento Ibérico Americano (CEPIB). Universidad de Valparaíso.
Texto leído en la presentación del libro El encuentro Arico y Mariátegui en el marxismo Latinoamericano. Editado por Yuri Gómez. Editorial LOM. 2025
omo bien sabemos José Carlos Mariátegui
(1894–1930) es una de las figuras más originales y profundas del pensamiento
latinoamericano del siglo XX. Su lectura del marxismo no fue la de un simple
intérprete de teorías europeas, sino la de un creador que buscó repensar
críticamente la tradición marxista desde la realidad histórica, cultural y
social del Perú desde su particularidad nace su universalidad. En un tiempo
dominado por la ortodoxia y el determinismo económico, Mariátegui propuso un
marxismo vivo, no dogmático, receptivo al mito soreliano, a la cultura y como
se han señalado muchos autores a la “herejía”. Desde sus Siete ensayos
de interpretación de la realidad peruana (1928) pasando por su Defensa
del marxismo (1929), su obra representa un intento de traducir en el
sentido gramsciano el marxismo a las condiciones concretas de América Latina,
incorporando las dimensiones indígenas, comunitaria y de la vida social del
Perú, esta manera de abordar el problema del marxismo por Mariátegui es lo que
Aricó va a relevar del olvidado al Peruano, ve en el su potencialidad crítica
de la ortodoxia, se identifica con él, mismo impulso que realiza Arico después
de la salida del PCA y su lucha contra la ortodoxia.En este escenario, Mariátegui, autodidacta formado
en el periodismo, fue construyendo una visión crítica a partir de su
experiencia con las luchas obreras y campesinas. Su estadía en Europa entre
1919 y 1923 fue decisiva: allí conoció el marxismo en su fuente italiana,
asistió a la efervescencia del movimiento socialista, a las secuelas de la
Primera Guerra Mundial y al surgimiento del fascismo. En Italia entró en
contacto con el mundo cultural y político de comienzos de la década del 20 ahí
donde refuerza sus ideas y su fe marxismo.
El marxismo, -piensa Mariátegui- para ser
verdaderamente revolucionario, debe ser reinterpretado a la luz de la historia
y la cultura de cada pueblo. La revolución socialista en América Latina no
podía seguir los mismos caminos que en Europa, porque la estructura de clases,
la composición étnica y las formas culturales del continente eran profundamente
distintas. La tarea, por tanto, no consistía en aplicar mecánicamente las
categorías del materialismo histórico, sino en traducirlas creadoramente, en un
ejercicio de pensamiento situado y crítico labor que realiza en la revista
Amauta y Arico en pasado y presente.
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| Los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana también fue publicada en Chile en 1955 (Editorial Universitaria), acompañada con el prólogo de Guillermo Rouillón. |
En los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, su análisis del Perú revela una mirada totalizante que articula economía, política y cultura. Mariátegui identifica en el latifundio la base material del atraso nacional: una estructura feudal que impide el desarrollo capitalista autónomo y mantiene a las masas indígenas en la servidumbre. El problema indígena, señala, no es racial ni cultural, sino económico. La opresión del indígena se explica por la concentración de la tierra y por la supervivencia del orden colonial en la República. La liberación del indígena, por tanto, solo puede realizarse a través de una revolución social que transforme las relaciones de propiedad y restituya el principio comunitario como fundamento del nuevo orden.
A partir de estos diagnósticos, Mariátegui formula
la idea de un “socialismo indoamericano”. Con esta expresión se refiere a un
proyecto revolucionario que, sin renunciar a los principios universales del
marxismo, se enraíce en las tradiciones colectivas de los pueblos originarios
(atención planteamiento demasiado hereje para el momento ese es eje dé
desencuentro). Para él, las comunidades andinas conservaban una forma de
comunismo agrario pre-capitalista, una organización basada en la reciprocidad y
la cooperación que podría servir de base moral y económica para el socialismo
el Ayllu. En esta clave, el socialismo no es una importación europea, sino una
reactivación consciente de la memoria histórica de los pueblos. La revolución
no se construye sobre la negación del pasado, sino sobre su reapropiación.
Mariátegui veía en las comunidades indígenas no un vestigio arcaico, sino una
semilla de futuro. El socialismo debía nacer de esa continuidad, de la alianza
entre campesinos, obreros e indígenas en una misma lucha por la justicia social
y la soberanía nacional.
Uno de los aspectos más originales de su
pensamiento es la integración del mito en la teoría marxista. A diferencia de
la lectura racionalista y cientificista de muchos marxistas de su época,
Mariátegui comprendió que toda transformación profunda exige una dimensión
espiritual. La revolución, decía, necesita de un mito, de una fe, de una
esperanza colectiva que movilice las energías morales del pueblo. En Defensa
del marxismo (1929) escribió que “el mito mueve al hombre en la
historia. El mito de nuestra época es el mito de la revolución social”. Así, la
revolución socialista es, para Mariátegui, tanto un acto político como una
creación cultural. Requiere de una nueva sensibilidad, de una nueva forma de
ver el mundo.

Defensa del marxismo de José Carlos Mariátegui, publicado en Chile en
1934, fue reimpreso por el Instituto de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Valparaíso (2015)
La originalidad de Mariátegui radica también en su comprensión dialéctica del marxismo. Rechaza tanto el economicismo que reduce la historia a leyes objetivas como el idealismo que desconoce la base material de la vida social. En su pensamiento, lo material y lo espiritual no se oponen, sino que se integran en una totalidad dinámica. Esta perspectiva lo aproxima a Gramsci, con quien comparte la idea de que la revolución debe ser también una “reforma intelectual y moral”. Aunque no tuvo acceso directo a los Cuadernos de la cárcel, -por obvias razones- sus intuiciones son paralelas: ambos piensan la hegemonía como una síntesis entre estructura y superestructura, entre poder económico y dirección cultural.
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| José Aricó |
Décadas más tarde, el intelectual argentino José Aricó desempeñó un papel fundamental en la recuperación del pensamiento de Mariátegui (el valor de la entrevista inédita es que aborda estos puntos centrales del pensamiento de Mariátegui) dentro del campo marxista latinoamericano. En su libro Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano (1978), Aricó sostiene que el pensador peruano había sido injustamente marginado por la ortodoxia comunista, que lo consideraba un heterodoxo. Aricó descubre en Mariátegui una de las primeras expresiones de un marxismo latinoamericano autónomo, que, sin abandonar el universalismo del marxismo, lo traduce en clave nacional y popular. Gracias a la lectura de Aricó, Mariátegui dejó de ser un pensador local o precursor aislado, para convertirse en el punto de partida de una tradición teórica propiamente latinoamericana. Aricó destacó la capacidad de Mariátegui para vincular el análisis marxista con las formas de organización social preexistentes, y para articular la dimensión política con la cultural, anticipando debates que décadas después ocuparían a Gramsci y a los teóricos de la dependencia. En esta relectura, Aricó reivindica el carácter creador del marxismo mariateguiano y su distancia tanto del positivismo como del economicismo soviético. Al hacerlo, contribuye a situar a Mariátegui en el centro de la discusión sobre la modernidad periférica y las posibilidades de una revolución desde el Sur.
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| El estudio de Osvaldo Fernández sobre el pensamiento y la obra de José Carlos Mariátegui es muy importante. |
Las resonancias del pensamiento mariateguiano se extienden hasta el presente. Su crítica al eurocentrismo y su defensa de un socialismo enraizado en las tradiciones latinoamericanas anticipan muchas de las preocupaciones del pensamiento decolonial contemporáneo. Autores como Aníbal Quijano (1988) reconocen en Mariátegui el primer esfuerzo por pensar una modernidad alternativa desde América Latina, basada en la heterogeneidad histórica y en la descolonización del poder y del saber. Enrique Dussel (1990) y Michael Löwy (2011) lo consideran el fundador de un marxismo latinoamericano propiamente dicho, capaz de dialogar con lo popular y con las resistencias culturales frente al capitalismo (el imperialismo en su época). En ese sentido, Mariátegui no solo fue un marxista peruano, sino un pensador universal que hizo del marxismo una herramienta dé análisis dé la realidad rescatando el espíritu del método de la economía de Marx pasar de lo abstracto a lo concreto, para construir un concreto determinado.
En tiempos de crisis, el legado de Mariátegui adquiere una fuerza renovada. Su llamado a un socialismo creador, frente al desencanto neoliberal y la fragmentación cultural contemporánea. Su marxismo no es una ortodoxia, sino un método para pensar críticamente la historia y abrir caminos nuevos.
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| Libro publicado por Patricio Gutiérrez ubicando la influencia del pensamiento de José Carlos Mariátegui en Chile |
José Carlos Mariátegui fue, en definitiva, un pensador que comprendió que la revolución no es solamente una cuestión económica, sino también una cuestión espiritual. Su marxismo, profundamente herético, articula razón y poesía, análisis y fe, ciencia y mito. Su obra no cierra, sino que abre caminos: nos enseña que pensar críticamente América Latina implica no copiar modelos, sino crear heroicamente, con nuestras propias manos, un socialismo que brote de la tierra y del sentido de nuestros pueblos. Termino señalando que la idea central en la búsqueda dé Mariátegui es que la herejía fortalece el dogma. En este sentido este libro recupera seguir pensando el dogma marxista como herejía radical.
Valparaíso, octubre de 2025
Patricio Gutiérrez Donoso.
Magíster en Historia
de Chile y de América por la Universidad de Valparaíso, Chile. Licenciado en
Historia, Licenciado en Educación y Profesor de Enseñanza media en Historia y
Ciencias Sociales por la Universidad de Valparaíso.
Director del Centro de Pensamiento Iberoamericano (CEPIB) del Instituto de Filosofía de la Facultad de Humanidades, Universidad de Valparaíso. Miembro del núcleo de estudios de Historia Social y Cultural del Mundo del Trabajo, Instituto de altos estudios (IDAES, UNSAM).








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