mecanismos
Para entreabrir el árbol
hay que cerrar el viento
para entreabrir el sueño
hay que cerrar el día
para entreabrir el mundo
hay que cerrar la bomba
para entreabrir las manos
hay que cerrar pañuelos
para entreabrir al niño
hay que cerrar al hombre
para entreabrir el mar
hay que cerrar ciudades
para entreabrir la boca
hay que cerrar los ojos.
maría
Ni tu garganta rota
ni este frío de nombrarte despacio
ni siquiera aquella ventana que te espera
nada de eso
yo sé que estás con notas de rocío
tarareando alguna serenata
y te mando la orilla de este agosto
porque hace una caricia que te extraño
gaviota con sonido
María Helena
yo sé que estás con tu costera
y el niño siempre niño de aquella tu plegaria
acunando guitarras y otros duendes
con la lluvia subiendo a tu pañuelo
lila cerca del verde
María Helena
que oficio el tuyo de quedarte cerca
el río Cosquín pasa por la bandera
de tus ojos
y hay un gorrión que va a mojar tu boca
para que vuelvas a decir
ternura.
el orden
Nacieron
Se sumaron
Se multiplicaron
Se dividieron
Se restaron
Y se fueron muriendo
por orden alfabético
los espantapajaros suicidas
Los espantapájaros suicidas no cumplen su tarea
se arrojan de los trenes a grandes velocidades
para caer en los brazos de María
porque ella es arcilla que espera
dejaron los grandes biblioratos olvidados
en el baño de algún café
y andan en bicicletas solos vociferantes
no tienen capitales perfumes ni secretos
pero si algún gorrión
para hablarle de perlas y acuarelas
los espantapájaros suicidas
ya quemaron las naves hace rato
y la televisión no los convence
prefieren el abrazo la mirada hacia el mimbre
y disgregados por no sé que brisas
se hicieron carpinteros lustrabotas labriegos
amantes de la bossa gondoleros caricaturistas de café
mineros
los espantapájaros suicidas no tienen tarjetas
de presentación ni ropas de turistas
ni son amigos de ministros
y cuidado
se armaron de guitarra.
carta del suicida
Lo poco que he vivido,
me ha hecho perder demasiado tiempo.
cuaderno del suicida
Mis pies parecen palas.
Y mi lengua y mis manos tienen forma de palas.
Si me viese al espejo vería sólo
una pala.
Todo lo que yo haga
tendrá forma de fosa.
canción
a Oscar R.F. García
Ese corazón cabía en un zapato
y era abierto como un cuaderno abierto
con garabatos restas y sustantivos propios
por ese corazón es que yo canto
ese corazón subía a los techos a besar goteras
después creció y aunque pasó de grado
no tuvo bicicletas ni entradas para el circo
por ese corazón es que yo canto
ese corazón golpeaba fiero en las camisas
tendidas en las sogas de los patios
y apuntó con canciones de esperanza
por ese corazón es que yo canto
ese corazón subía a los techos
ese corazón cabía en un zapato
ese corazón estaba abierto incluso
sábados domingos y feriados.
comentarios
Dos niños que se miran
interrumpen el mundo.
i
Si uno tuviera tiempo sentiría
Como veinte minutos de vergüenza.
MARIO BENEDETTI
Hizo desaparecer a la paloma con un pase de magia
al principio miramos sorprendidos
hasta que alguien gritó ¡La tiene en el bolsillo!
entonces él irritado y sin trucos
hizo aparecer a sus soldados
En estas épocas todavía él suele hacer desaparecer
a la paloma
pero a nosotros esto ya nos aburre mucho.
ii
y alguna vez condecorarán al poeta
por usar palabras como fuego
JUAN GELMAN
El mecánico está en los planes del ingeniero
que figura en los planes del mago
quien a su vez está en los planes del sacerdote
que está en los planes del fabricante de caramelos
ácidos
que figura en los planes del mago
que está en los planes del martillero público
pero los poetas no figuran en los planes de nadie.
iii
de: La comida frugal (Aguafuerte, 1904).
PICASSO
Sentados de un mismo lado de la mesa
Pedro tomaba a Nora por el hombro
escuchaban la lluvia lamiendo los rincones
pero no se miraban
mirarse era pensar tenemos hambre.
vi
Si pierdo la memoria, qué pureza.
Pedro Gimferrer
Oh Gimferrer si en verdad perdiese la memoria
si pudiera un día despertarme
no acordarme de nada
llegar hasta mi casa y no reconocerla
golpear su puerta y preguntar por mí
si pudiera olvidarme en realidad de
practicar la magia
si pudiera desconocer mi cama
mis zapatos mi último poema
el lugar donde se guarda el vino
y esta barba y aquella camisa
y olvidarme al fin de esa mujer
que sigue echando humo todavía.
viii
Voy debajo del mar buscando los países
del pequeño hipocampo y la orquídea gigante.
RAÚL GONZÁLES TUÑON
Nací para suicida
para salir volando en medio de mis huesos
para gritar a la hora del silencio
y llamar a los pájaros que brillan
desde mi mano hasta la de un amigo.
Nací para quedarme
a fabricar rincones en tus tardes
para golpear la puerta de tu pecho
y hacerle un hijo duro al mediodía.
Nací porque conozco tu sonrisa
dulzura
manifestación
vino en ayunas.
Y así guitarra en mano voy contando
la buena suerte de mi mala suerte.
noticias de una mujer cualquiera
suceso vii
Los grandes titulares de los diarios
no hablan de ella.
J.B. Mc Millan, en sus discursos tan extensos
no se refiere a ella,
mi tío, el mago, el zapatero, el que conoce
a fondo las estrellas,
nunca la mencionó.
Sin embargo, ella sale a la calle
y desordena el mundo con sus pechos.
suceso x
Los pájaros que construyen la noche
sueñan con ella,
prolongan sus silencios hasta inventar países
y cuidan de ella, como si fuese un ala o una rama.
Los pájaros que construyen la noche,
la brisa de la noche,
sueñan con ella.
Porque los gestos de ella,
como pájaros, senos, muslos, bocas, se ponen a volar.
Ella se echa a volar.
En fin,
los pájaros que construyen la noche,
aúllan por ella.
un hombre grita en el new park
¿Quiere ver a la mujer aquella
vestida de mujer aquella?
¿Quiere ver sus muslos inflamables,
su regular concupiscencia?
¿Conocer a sus pechos desordenando al mundo?
Acérquese,
ponga el ojo aquí, sobre la sien,
justo en el agujero de la bala.
aventuras
Sordomuda,
vivimos maniatados espalda con espalda
y alguien rasga la tienda donde estás prisionera:
lengüita azul no vayas a llorar,
afuera los caballos resoplan intranquilos
y hay varios centinelas para una sola piedra.
Remo de mi canoa, mensajera, tu lengua brilla
junto al fuego cuando estamos espalda con espalda.
No vayas a hacer ruido,
hay jirones de tedio en los arbustos,
cantimploras vacías.
Loca de amordazada, emperrada, cautiva,
hay clavos oxidados en tu lengua, hay soldados
de plomo.
Los he visto acampar y procurarse leña,
He visto sus cabezas rapadas, sus uniformes sucios.
Cada noche soñamos que un caballo de vidrio
muerde las ataduras,
pero amanece y vamos espalda con espalda.
está escrito
Un disparo podría provocar:
la caída de un gobierno,
algún alud de nieve,
o el acierto de un plomo
sobre el cuello de la botella verde
a veinte o treinta metros,
pero sobre tu piel, únicamente traería consigo
una estampida o un abrazo,
algo como una emigración de pájaros a una
provincia menos dulce,
algo como un encuentro de la hoguera y la espuma
a medianoche.
Esto era así aquí y en cualquier parte:
en San José,
Kinshasa,
Bahía Blanca,
donde un mal carpintero descendiente de griegos y
aficionado al canto,
se había enamorado de tu boca,
como suelen enamorarse los trenes de la lluvia
con ruidos, humaredas, aliento sobre el vidrio,
hasta que la noche daba por terminado el recorrido
al pie de los abismos del otoño.
Éramos jóvenes entonces,
como somos ahora,
y habíamos comprendido
que dos cuerpos son mucho más que uno ( es decir:
no solamente un cuerpo más).
Digo que hoy
toda la ausencia se resume
en esa carta tuya que no viene al camino
y en la conciencia de que el futuro es nuestro.
Todo eso bajo el sol bajo la historia de tu pelo manso
enredándose ahora en los nudosos pies de la mañana,
ondulando al son de aquellos vientos
o de la música de Mikis
u otros rinocerontes nunca ajenos que suelen compartirte,
cuando suena un muelle el silbato de un barco,
es madrugada aún,
un pueblo crece estampida y abrazo
y como te decía: esto es la guerra.
polvo para morder
i
A veces la palabra
como una copa rota donde morder el polvo,
y otras veces un agua
de alumbrar.
Asomada a los cielos, la palabra
es un tambor de polvo deshecho al primer golpe.
Remando en el infierno, la palabra
es un agua posible sobre un manto de cólera.
Entonces, la palabra,
¿polvo para morder en la oscuridad?
¿agua para alumbrar este cuerpo callado?
iii
Bésale las piernas a la poesía
aunque diga que no que aquí nos pueden ver.
Bésale las palabras hurga su lengua hasta
que abra los brazos y diga ¡santo dios!
O hasta que santodios abra los brazos de escándalo.
Bésale a la poesía a la loba
aunque diga que no que hay mucha gente aquí
nos pueden ver. Bésale las piernas las palabras
hasta que no de más hasta que pida más.
Hasta que cante.
vi
Finalmente
palabra
he de morder el polvo
para que tú
puedas mover las alas
para que yo
respire de tu aire
sin conocer
el aire que respiro.
bestias en un hotel de paso
Escalas del deseo para el rinoceronte,
gran cuerno de atizar.
Hay un ancla de huesos enterrada en un cielo
distinto al de los libros,
una historia de escamas y de plumas revueltas
en abrazos y vapores de júbilo.
La gran mole ladeada acomoda la verga, echa a rodar
su lágrima de polvo.
Peldaños del deseo para el que corcovea y respinga
de gozo.
Racimo de pezuñas tachonadas al lomo de la tierra.
Y en la noche del cuerpo: un tambor de jadeo,
selva de cañerías,
de dos que se despiertan dentro de un laberinto
y agitan sin desmayo sus perlas oxidadas, sus
armaduras tristes, sonajeros de fierro.
Llueven migas de pan cuando la hembra conversa:
“Desde este, mi lugar, puedo ver la otra orilla”.
Él, callado, contesta
que en dos patas es fácil olfatear ramas altas.
Y en el cuento infinito,
el cazador apunta a la cabeza de los sueños.
ronda infantil
Niño que enamorado
bajás al aire de noviembre y
el suelo quema por doquier.
Lágrima que transita
del ojo al labio
y quema.
Polizonte que viaja
en un bosque
de besos.
Niño que en rebeldía
bajas del aire y quema
por doquier.
Una bandera de ceniza el suelo.
Una cuchara ardiendo el porvenir.
Soles de pan y abajo
el suelo hierve
leches de bronca que te aclaman.
Niño que el suelo quema.
Niño que dondequiera
Pluma que flota en un cielo de sangre
y enamorado
bajás al aire de noviembre.
attila józsef
Attila József espera al tren carguero,
su barba de tres días lo delata,
lo delata un brasero entre sus manos
y un zapato callado lo delata.
Attila József espera al tren carguero
mientras guarda su sombra en la valija,
y recuerda a su madre:
“Frágil era mi madre. Murió pronto
porque las lavanderas mueren pronto.”
Attila, el tren carguero y cuánta hambre
metida entre tus huesos, atada a tu cintura.
Y Flora lejos, casi inalcanzable
como el perfume a hierba de diciembre.
“En donde yo me acueste está tu cama”.
En tu espalda la tarde deshizo sus colores
en tanto que el silencio le dibujaba un nudo
a tu sonrisa.
Un obrero, tu hermano, mira un repollo fresco
y tú esperas al simple tren carguero
el día presiente que vas a construirle
un grito,
un salto,
un ¡Basta para mí!
hablan los ojos de nazim hikmet
Sobre mi mano,
la mitad de una manzana brilla.
La otra mitad está sobre una mesa a miles de
kilómetros de aquí.
Es imposible morder esta mitad
sin que duela el vacío.
corría el año 1917
Magro, cetrino, casi hierático, me pareció
un árbol deshojado. Su traje era oscuro
como su piel oscura.
Ciro Alegría
Un Santiago de Chuco de labios apretados lo ve pasar y dice: como si la victoria y la derrota
comieran de su plato y dice: como un hueso
escarbando en el habla de nadie, ¿y tanto así?
Pasa un zumbido un triste alguna capa un capellán
un globo sin su niño un ala que saluda las tardes
son iguales aquí pasa Vallejo navegando en el polvo
de las demoliciones.
Como si la victoria (se lo dije) como si la
derrota (¿no le digo?) comieran de su plato y
él escupiera el plato porque un dedo de sangre
va abriéndole los ojos porque hay un aguacero
que se lo lleva todo.
Pasa el maestro de escuela por las calles vacías.
Una mano cortada lo lleva de la mano.
silvia plath lava una taza, seca una taza, rompe una taza
Qué cabeza la mía,
dejé una frase suelta y una rosa en el horno.
Cotidianos trajines, calores, taquicardia,
y un almohadón de plumas
con un lápiz labial justo en el centro.
Qué cabeza la mía.
Yo buscaba algún parque y encontré en un mal sueño,
una torta partida por un rayo.
La sala está revuelta.
El miedo de un venado no cabe en este horno,
por eso huele así toda la casa.
Pero a quién se le ocurre
dibujar una piedra y tropezar dos veces,
llenar un cenicero con los puntos y comas
de alguna carta antigua.
¿Hubo un Adán violento? ¿Hubo un amor-halcón
"de una vez para siempre"?
Qué cabeza la mía,
guardar los zapatones en un charco
y aceptar ese baile sabiendo que me espera
una puerta cerrada tras la puerta.
alejandra pizarnik abre su cuaderno de apuntes
A Jorge Arturo.
El hombre que saca la cabeza del agua,
es un pez que se asfixia.
El pez que mete la cabeza en el agua,
es un hombre y se ahoga.
El poeta escribe en la línea del agua,
y se asfixia,
y se ahoga.
servicios de insomnio
a Vicente Muleiro
Apilo noches cada noche.
paredones de sombra donde mi sombra reza, traga
un bocado, un ruido de hojas secas.
Es a destajo y es de mala gana.
Yo tuve otros trabajos. Eso está en otra historia.
Ahora dedicación, la vista baja.
Castigo de las manos, pena. Una sobre otra,
apilo noches, de barro son, cuadradas.
Ahora dedicación, la paga escasa.
Reseca es esta noche, hosca, de madres muertas.
Yo tuve otros empleos. Eso está en otro cuerpo.
Ahora dedicación, la lengua muda.
Soy el que apila noches toda la santa noche.
El que traslada escombros de una carta a la otra.
del oficio de la poesía
Hay que incendiar la poesía
y cantar luego
con las cenizas útiles.
siempre estoy comenzando este poema
Siempre estoy comenzando este poema
pero claro
llaman a las puertas las voces cotidianas
o se cae a pedazos el día diecinueve
o se me sube rosi a las rodillas
o caigo en la guitarra buscando no sé qué
siempre estoy comenzando este poema
pero llegan recuerdos de una ternura un día
o me sirven café
o voy a ver al boby que está ladrando mucho
siempre estoy comenzando este poema
y escribo una palabra y ya viene la tarde
con su naufragio
entonces pongo mi ternura en una botella
para que alguien recoja pedazos de mis ojos
siempre estoy comenzando este poema
pero llega la noche
quiero decir tu pelo mojado
quiero decir que crezco
y que salgo a caminar tu nombre.
______________________________________________
J.A.B. (Bahía Blanca, 1952. Argentina). Poeta, ensayista, periodista y docente. Se exilió en México en 1976 a causa del golpe militar. Estuvo de paso en el Perú y departió amistad y poesía con distintos vates, entre ellos, los miembros del Grupo Intelectual Primero de Mayo. Recibió el premio Casa de las Américas en 1976 con su poemario Contraseña. Ganó el Premio Nacional de Poesía Joven de México (1977) y el concurso del consorcio Casa de América (Madrid) con su poemario Palma Real. Regresó a Argentina en 1984. Ha residido también en Costa Rica. Trabaja para la agencia de noticias Telam y se desempeña como director de la cátedra de Poesía Latinoamericana de la Universidad de San Martín de Buenos Aires. Dirige la revista cultural Nómada.
* Los títulos de los poemas ex profeso se han colocado en minúsculas.
Obra poética publicada:
Los espantapájaros suicidas, 1974.
Noticias de una mujer cualquiera, 1976.
Contraseña, 1976.
Poemas del tamaño de una naranja, 1979.
Música de fagot y piernas de Victoria, 1979.
Los ojos del pájaro quemado, 1980.
Polvo para morder, 1986.
Sordomuda, 1991.
Zona de Tolerancia, 1998.
Bestias en un hotel de paso, 2001.
Antología personal, 2001.
Poemas, 2002.
Servicios de insomnio, 2005.
Jadeo del viaje, (Disco compacto, editado en México) 2007.
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