La historia del poder colonial en América y
sobre todo en Perú, es una historia de rebeliones y constantes alzamientos
buscando la independencia del yugo español y restitución del Tawantinsuyu.
Alberto Flores Galindo indica que antes del gran levantamiento de 1780 en los Andes hubo 128 rebeliones a inicios del siglo XVIII. La evolución in crescendo de rebeliones nativas contra el poder colonial hispano indicará el fermento que habían logrado los patriotas para zafarse del dominio colonial español, que reprimía con mucha dureza cualquier reclamo independentista.
La respuesta nativa más cercana a la
independencia de España ocurrió con la rebelión iniciada el 4 de noviembre de
1780 dirigida por José Gabriel Condorcanqui, Marqués de Oropesa, acompañado de
su esposa Micaela Bastidas Puyucahua, sus hijos Hipólito, Mariano y Fernando,
familiares y el respaldo de los kuraka del sur de Quzqu entre ellos Tomasa Titu
Condemayta.
Poco se sabe de su educación durante su niñez,
aunque se sabe que hablaba runasimi, latín y castellano. Su formación
intelectual se alimentó con los Comentarios Reales del Inka Garcilaso de
la Vega editada por en 1724 por Andrés Gonzáles García y de textos censurados
de Voltaire y Juan Jacobo Rousseau que circulaban clandestinamente entre
criollos y mestizos educados. En 1762
fue reconocido como kuraka de Surimana, Tungasuka y Pampamarka. Fue comerciante
adinerado, se dedicaba al arrieraje entre La Plata y Lima. Sus actividades
económicas comerciales lo confrontaron con las autoridades coloniales
españolas. Los arrieros del Río de La Plata, -sus competidores-, intentaban
monopolizar el tránsito de mineral por el Alto Perú. Se le impuso el pago de
prebendas por su paso en las minas.
La imposición de reparticiones para ampliar el
mercado interno colonial pronto se hizo insostenible y desencadenó el
levantamiento. La «repartición» implicaba un mecanismo de compulsión para
«adjudicar mercadería» que arbitrariamente imponían los corregidores (jueces de
provincias) a la población nativa, mercadería inservible para sus necesidades
básicas. Las deudas que generaron las reparticiones entre los nativos fueron
tan altas que debían migrar ofreciendo su fuerza de trabajo en minas, obrajes y
haciendas para pagarlas. Como kuraka José Gabriel Condorcanqui fue afectado por
el establecimiento de aduanas y el incremento de las alcabalas. Reclamó a las
autoridades coloniales en Tinta, Quzqu y Lima que los hatunruna fuesen
liberados de la mita (trabajo obligatorio) en minas y haciendas, las que fueron
rechazadas o tratado con indiferencia.
La rebelión se inició el 4 de noviembre de
1780 con la captura y ajusticiamiento del corregidor Antonio Arriaga en Tinta.
Pronto se unieron hatun runa provenientes de K’ana-Kanchis y Kispikanchi, de las
marka de Tinta, Tunkasuka, Surimana, Pampamarka y Aqumayu, de las cuales era
kuraka. Se autodenominó Tupak Amaru II identificándose como descendiente directo
del último Inka, capturado en las montañas del Willkapampa y asesinado en la
plaza Aukaypata por orden del virrey Francisco de Toledo en 1572.
En los inicios de la rebelión Tupak Amaru II
buscó la unión tanto de los hatun runa, mestizos, criollos y afro-descendientes,
una integración anticolonial que le permitiera enfrentar a las tropas coloniales.
Su esposa Micaela Bastidas y familiares más próximos actuaron como un «Estado
Mayor» de la rebelión, ejerciendo funciones para reclutar, abastecer y
aconsejar en la toma de decisiones. La rebelión se extendió llegando a reclutar
a decenas de miles de alzados, estimándose no menos de cien mil alzados hasta
que se extinguió tres años después.
Iniciada la rebelión marchó en dirección del
Quzqu, pasando por Yanauqa, Tunkasuqa, Qiqisana, Pumakanchi, Sankarara,
Antawaylilla. Cercó el Quzqu con aproximadamente 60,000 alzados y mantuvo la
esperanza que criollos, mestizos y kuraka ricos y hasta el obispo Moscoso se
alzaran internamente contra la tropa realista. Los criollos que participaron en
la rebelión porque eran contrarios a las reformas borbónicas, pero seguían
siendo fieles a la corona española en los demás aspectos. Al no conseguir el
levantamiento interno Tupak Amaru II decide retirar el cerco y realizar una
campaña para levantar a las poblaciones cercanas al Quzqu, desplazaba la
rebelión con dirección al Altiplano, giro que le valió el apoyo de los aymara
bajo el liderazgo de Tupak Katari y Julián Apaza.
Disponía apenas de 6 cañones y 200 arcabuces,
la mayoría de los alzados sólo estaban armados de lanzas, cuchillos, rejones,
hondas y piedras. No eran propiamente un ejército entrenado y bajo disciplina
estricta, las acciones se llevaban con mucha espontaneidad. Muchos de los
pueblos y haciendas que apoyaban el régimen colonial fueron arrasados, se
destruía todo lo que fuera percibido como español. Esa violencia contenida por
siglos del abuso hispano puede notarse en palabras de Tomas Calizaya,
lugarteniente de Tupak Katari, cuando dirigió un mensaje en marzo de 1781 sobre
la actuación de los alzados respecto al poder colonial:
Manda el soberano Inka Rey que pasen cuchillo a todos los Corregidores, sus Ministros, Kuraka, cobradores y demás dependientes: como asimismo, a todos los chapetones, criollos, mujeres, niños de ambos sexos, y toda persona que sea o parezca ser española, o a que a lo menos esté vestida a imitación de tales españoles. Y que si esta especie de gentes favoreciesen en algún sagrado o sagrados, y algún cura, y otra cualquier persona impidiese o defendiese el fin primario de degollarlos, también se atropelle por todo, ya pasando a cuchillo a los sacerdotes, y ya quemando las iglesias…
Poema de Alejandro Romualdo |
- Libertad de toda América de cualquier dominación, tanto de España como de su monarca, implicando esto no sólo la mera separación política sino la eliminación de diversas formas de explotación sobre los hatunruna.
- Abolición tanto del reparto como de la alcabala, la aduana y la mita minera impuesta.
- Abolición de la esclavitud negra. Solicitada por vez primera en América.
- Reconocimiento del linaje real Inka y de los derechos adquiridos por sus descendientes.
Debilitado tras enfrentar tropas realistas fue
capturado en abril de 1781 en la laguna de Langui y llevado al Quzqu.
Interrogado y torturado no pudieron de arrancarle información sobre sus
compañeros de rebelión en Quzqu y otras ciudades y de sus ejércitos que se
mantenían activos en grandes territorios del Altiplano. El rey Carlos III de
España envío al visitador José Antonio de Areche, como autoridad para el
interrogatorio y ejecución, al confrontarse con Tupa Amaru II requiriendo información
sobre los alzados éste le contestó: «Solamente tú y yo somos culpables, tú por
oprimir a mi pueblo, y yo por tratar de libertarlo de semejante tiranía. Ambos
merecemos la muerte».
Tupak Amaru II fue sentenciado a muerte en la
Plaza Auqaypata del Quzqu el 18 de mayo de 1781, debió presenciar la tortura y
asesinato de sus principales aliados, su tío, sus dos hijos mayores y
finalmente su esposa. Tras su asesinato, la rebelión fue continuada por su
primo Diego Cristóbal Tupa Amaru quien fue ejecutado por las autoridades
coloniales en agosto de 1783. En el altiplano la rebelión continuó bajo la
conducción de Tupak Katari y Julián Apaza quienes sitiaron Chuquiabo (La Paz)
por dos veces, no logrando tomarla.
La gesta libertadora culminó en 1784, fue la más
importante conducida por descendientes del Inka El proyecto de apartarse del
yugo español y restituir el Tawantinsuyu mediante un monarca Inka quien remplazaría
a gobernantes borbones tenía un referente muy importante: alcanzar la justicia
e igualdad que existía durante el Tawantinsuyu. El principio ordenador del
mundo andino significaba el regreso del Inka y la consiguiente recomposición de
sus partes separadas por el yugo hispano. El gobierno Inka como principio
ordenador permitía lograr la vuelta al orden natural y recomponer todo lo
estructurado por el Inka Pachakuti en todo el espacio de los Andes.
La respuesta a la percepción de la presencia europea en el Nuevo Mundo fue el rechazo y la resistencia activa, la que no cesó hasta lograrse la independencia en 1821, dirigida por criollos que habían desplazado el proyecto tupacamarista en la construcción de un proyecto nacional muy distinto al añorado durante las rebeliones anticoloniales.
La respuesta a la percepción de la presencia europea en el Nuevo Mundo fue el rechazo y la resistencia activa, la que no cesó hasta lograrse la independencia en 1821, dirigida por criollos que habían desplazado el proyecto tupacamarista en la construcción de un proyecto nacional muy distinto al añorado durante las rebeliones anticoloniales.
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