Imagen que divulga el diario La Primera, domingo 10 de noviembre 2013, p. 3 |
La provocación y la
prepotencia del ex-dictador han motivado condena general y hasta críticas de
quienes suelen llegar hasta a apañadores de sus pretensiones de pasar por líder
nacional, al tratarlo como líder de opinión o dirigente político, cuando no es
más que un recluso condenado por crímenes atroces que la humanidad ha
establecido que no merecen perdón ni ninguna otra forma de impunidad.
El regreso del estilo
arrogante y violento que caracterizó al régimen del oprobio, al que algunos
pretenden sacralizar atribuyéndole méritos que corresponden a todos los
peruanos, ha causado desagrado general, y eso de bueno ha tenido la ilegal
entrevista que concedió a una radioemisora de alta sintonía, atacando y
descalificando a todo aquel que no comulga con sus posiciones autoritarias ni
acepta la reivindicación de su régimen dictatorial.
La virulencia de sus
declaraciones puso en evidencia además que resulta evidente que finge cuando,
asesorado por su mediocre abogado, se hace pasar por un anciano enfermo e inofensivo
para provocar lástima en la ciudadanía, lo que había logrado según una encuesta
en la que un alto porcentaje accedería a que le dieran prisión domiciliaria,
pero que tras el espectáculo que a dado en la Diroes, seguramente ha cambiado
de opinión.
Demostró que no hay
ningún arrepentimiento ni el menor gesto de buscar el perdón de aquellos a
quienes causó sufrimiento, como los familiares de las víctimas de Barrios Altos
y La Cantuta; requisitos básicos para la rehabilitación de un condenado a
prisión, sin los que no tiene derecho a pedir ningún beneficio.
Reiterando que puede
aplicarse aquello de “no hay mal que por bien no venga”, ha sido también
ilustrativo el desesperado intento fujimorista de recuperar protagonismo e
iniciativa política, con acciones como la maniobra de una parlamentaria de esa
corriente que pretende estar a cargo de un grupo de derechos humanos.
También muestra el
verdadero rostro de ese sector autoritario, la conducta de los dos congresistas
que fueron cómplices de la violación legal cometida por el condenado de la
Diroes, maltratando a los empleados del Inpe e impidiéndoles poner orden, en
forma por demás prepotente.
Todo lo sucedido
demuestra que la imagen de modernidad y la supuesta decisión de dejar atrás el
pasado que venía proclamando esa agrupación era sólo pose y lo que pretende es
avasallar a la democracia y a quienes la defienden, en busca de objetivos
totalitarios, como ya lo están confesando, eufóricos, algunos de sus
deplorables escribas. La ciudadanía que luchó por recuperar la democracia,
insistimos, de ninguna manera lo permitirá.
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