Martíin Heidegger, señalado con una x, en un acto de propaganda nazi en noviembre de 1933. /ULLSTEIN BILD |
Los cuadernos que el filósofo escribió durante sus años en el partido nazi ven la luz entre polémica
LUIS FERNANDO MORENO
CLAROS
Tomado de El País.
res nuevos tomos pertenecientes a la
monumental edición de las obras completas de Martin Heidegger (1889-1976),
aparecidos en marzo en Alemania, han puesto de actualidad
la personalidad y la obra del polémico autor de Ser y
tiempo, “protagonista supremo de la filosofía del siglo XX” para muchos,
“filósofo nazi” a secas y embaucador para otros. Dichos volúmenes constituyen
las primeras entregas de los denominados “cuadernos negros”, las libretas de
tapas de hule negro que Heidegger utilizaba para tomar anotaciones relacionadas
con su pensar. Comenzó a usar este tipo de cuadernos en 1931 y continuó
sirviéndose de ellos hasta poco antes de su muerte. Por voluntad suya, los
cuadernos negros solo debían publicarse como colofón de sus obras completas.
Custodiados en el Archivo de Marbach, nadie podría leerlos hasta entonces. El
hijo no biológico de Heidegger, Hermann, dueño del legado de su padre, mantuvo
un celoso silencio sobre el misterio de su contenido; pero también insinuó que,
entre pensamientos muy valiosos para interpretar la obra de Heidegger, los
cuadernos contenían “respuestas” que aclararían su implicación y ruptura con el
nacionalsocialismo. Aparte de esto, ¿revelarían algo más hasta ahora escondido?
Y una pregunta candente: ¿era Heidegger antisemita? De ahí que los estudiosos
del filósofo y no solo ellos esperasen con expectación la aparición de estos
volúmenes. ¿Colmarán tantas expectativas?
Estos tres
cuidados tomos contienen la minuciosa transcripción de 14 cuadernos negros
titulados ‘Reflexiones’. Hasta los 34 conservados, aún quedan por publicar 20
cuadernos más con títulos como ‘Anotaciones’, ‘Señales’ o ‘Nocturno’, entre
otros; saldrán en 6 tomos más que completarán los 102 planeados para culminar
la ingente “obra completa” de Heidegger.
Las más de mil
seiscientas reflexiones heideggerianas, numeradas en su mayoría, que ahora ven
la luz por primera vez, datan del periodo comprendido entre 1931 y 1941; una
década maldita para los alemanes y poco halagüeña para Heidegger. Hitler sube al poder en
1933; este mismo año, “el filósofo del ser”, el “rey secreto del pensamiento”
—así denominaban al profesor Heidegger sus alumnos— es nombrado rector de la
Universidad de Friburgo. En 1939 estalla la II Guerra Mundial y, de fondo, la
humillación de los judíos, premonitoria de su exterminio.
Heidegger se emocionó con Hitler, creyó que simbolizaba una nueva era que llevaría a los alemanes a la verdad y al orgullo. |
El 28 de abril
de 1934 apuntó: “Mi cargo puesto a disposición, ya no es posible una
responsabilidad. ¡Que vivan la mediocridad y el ruido!”. Heidegger se enfadó
con los nazis, aunque en privado. De pronto vio que el gran peligro que
acechaba a la Universidad y por extensión a Alemania lo constituía “esa
mediocridad y esa nivelación que dominan sobre todas las cosas”. Le resultaba
insoportable que “maestros de escuela asilvestrados, técnicos en paro y pequeñoburgueses
acomplejados se erijan en guardianes del pueblo”. En otras anotaciones
posteriores —crípticas, como todas las suyas— se interrogaba sobre la valentía
del preguntar, tan cara a su filosofía: “¿Por qué falta ahora en el mundo la
disposición a saber que no tenemos la verdad
y que debemos preguntar de nuevo?”. En la
época que vive, anota de nuevo, las ciencias del espíritu se ven sometidas a
“una visión política del mundo”, la medicina se convierte en “técnica
biologicista”, el derecho es “superfluo” y la teología “carece de sentido”.
Tras el fracaso
del rectorado, apartado de la política (“la realpolitik, una prostituta”), Heidegger siguió con sus clases y seminarios. En
1936 inició sus lecciones sobre Nietzsche y comenzó a
interpretar la poesía de Hölderlin. En los
cuadernos negros de 1938 y 1939 ambos autores están omnipresentes; el filósofo
veía en ellos a los portadores de “verdades” que los alemanes no entienden.
Incomprendidos y solitarios, se sentía afín a sus destinos: Alemania, “pueblo
de pensadores y poetas”, no sabe como “pueblo” apreciar a sus pensadores y
poetas. Entretanto, estalla la guerra. Heidegger, recluido en su cabaña alpina
de Todtnauberg, se concentró en sus especulaciones sobre el “ser-ahí” o Dasein inmerso en los
entes y ayuno del “Ser”. En sus notas jamás vemos un yo personal que exprese
sentimientos; Heidegger se muestra frío y dramático, sin un ápice de humor;
solo abstracción y torsión de las ideas salían de su pluma.
Algunas entradas
consignadas en 1941, de eco antisemita, han levantado ampollas en la prensa
internacional. Heidegger, quien jamás se pronunció sobre el Holocausto,
rechazaba las teorías raciales tachándolas de “mero biologicismo”, pero también
escribió que “… los judíos, dado su
acentuado don calculador, viven desde hace mucho
según el principio racial; de ahí que ahora se opongan con tanto ahínco a su
aplicación”. Otras reflexiones sostienen que “judaísmo”, “bolchevismo”,
“nacionalsocialismo” y “americanismo” son estructuras supranacionales que
forman parte del ilimitado poder de una “maquinación” universal —“Machenschaft”—,
a la que solo mueven “intereses” que han causado la guerra mundial. La guerra
es la consumación de “la técnica”; su último acto será “la explosión en pedazos
de la tierra y la desaparición de la humanidad”. Tal desenlace no sería una “desgracia”,
escribe el filósofo, “porque el Ser quedaría limpio de
sus profundas deformidades causadas por la supremacía de los entes”. En otra
anotación, Heidegger sentencia: “Al hombre espiritual activo solo le quedan hoy
dos posibilidades: estar en el puente de mando de un dragaminas o volver el
barco del más extremo preguntar hacia la tormenta del Ser”. Él optó por lo segundo.
Al final de la
guerra, en 1945, a Heidegger lo enrolan en las milicias populares para la
defensa de Friburgo, pero el Reich capituló antes de que pudiera trabar
combate; su lucha particular sobrevino después. Tachado de nazi, los aliados le
prohibieron dar clases. Lo que más disgustó a la comisión que juzgó su adhesión
al nacionalsocialismo fue la ausencia de arrepentimiento por parte del afamado
profesor. Se mostró distante, mudo. Cuando de nuevo le llegó la fama, en vez de
decir algo contundente sobre su pasado o sobre los crímenes nazis, siguió
guardando silencio. Hannah Arendt exculpó su mutismo destacando su falta de
carácter y su cobardía. Pero ¿de verdad había algo sustancial detrás de
semejante callar? ¿Podía un filósofo tan abstracto dar respuestas claras?
(“Toda pregunta, un placer; toda respuesta, un displacer”, poetizó). Se
necesitará un estudio profundo de estos cuadernos negros para determinar si las
reflexiones que contienen aportan luz en las tinieblas heideggerianas. Para
empezar, una sentencia luminosa del propio Heidegger: “El errar es el regalo
más escondido de la verdad”.
Martin
Heidegger. Gesamtausgabe (obras completas). Tomo 94: Überlegungen II-VI (reflexiones). (“Schwarze Hefte”,
1931-1938) (cuadernos negros). 536 páginas. 58 euros./ Tomo 95: Überlegungen VII-XI. (“Schwarze Hefte”, 1938-1939). 456 páginas.
48 euros. / Tomo 96: Überlegungen
XII-XV. (“Schwarze Hefte”, 1939-1941). Edición de Peter Trawny.
Vittorio Klostermann. Frankfurt am Main, 2014. 286 páginas. 37 euros.
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