Bruno Portuguez Nolasco: Víctor Mazzi Trujillo. Óleo / lienzo 0.81 x 0.65. 2016 |
AUTOBIOGRAFÍA
ací el 17 de marzo de 1925, en el distrito de Apata, provincia de Jauja. A los ocho días de nacido mis progenitores me trasladaron al asiento minero de Morococha donde inscribieron mi partida de nacimiento. Es decir, jurídicamente soy de Morococha, pero telúricamente, de Apata.
Apata, mi lugar natal, es
desde los más lejanos años del coloniaje un pueblo de agricultores dedicados al
cultivo de la papa, el maíz, el trigo y la cebada, así como de criadores de
ganado ovino, lanar, y uno de los primeros en haber adecuado en el siglo pasado
las plantaciones de los árboles de eucalipto en sus cercados y minifundios y,
por ende, de exornar una larga alameda que va paralelamente a un río que fluye
rumorosamente y se acaudala en el invierno. Es ahí donde se origina el tronco
familiar Mazzi-Vargas, al casarse mi abuela María Belén Vargas Andrade con mi
abuelo Carlo Mazzi Paccelli, nacido en Génova, Italia quienes tuvieron tres
hijos varones y una mujer: Carlos, Máximo, José y Hortencia, nacidos en Apata.
De entre ellos, mi padre es José Luis Mazzi Vargas.
Mi madre Fortunata
Trujillo Espinoza, nacida en Ambo, Huánuco, es descendiente de abuelos
españoles, casados con campesinas oriundas de dicho lugar y, por ellas, con
mucho orgullo, llevo en mis venas sangre indígena. De parte de mi señora madre
tengo una hermana mayor: Rebeca Robles Trujillo. Y de padre y madre, una
hermana, Olga, que falleciera a la edad de 20 años y un hermano, Gilberto,
ambos mis menores.
Buena parte de mi infancia
transcurrió en el campamento minero de Natividad (Morococha), y la calle
comercio de Morococha Nueva, entre el ruido de las compresoras y los días
nevados. En 1929 ingresé al Centro Escolar Obrero que, por entonces, no recibía
subvención del Estado ni de ninguna empresa minera, ya que solamente se
mantenía en base a las aportaciones de los trabajadores. Allí hice el
aprendizaje de mis primeras letras bajo el cuidado de los escritores y
dirigentes sindicales Augusto Mateu Cueva y Gamaniel Blanco, quienes a la vez
habían sido cofundadores, junto a Adrián Sovero y Ramón Azcurra, de la Sociedad
Procultura Nacional. Pero en 1930, fueron presos y/o perseguidos por
socialistas y por conducir la protesta del
movimiento obrero que terminó con la masacre de los trabajadores en Malpaso y,
como consecuencia de la represión, murió en 1931, Gamaniel Blanco con las
entrañas destrozadas en la carceleta Guadalupe del Callao.
En esos años se agudizó la
crisis económica, se cerraron las minas y los trabajadores se vieron obligados
a salir de Morococha en busca de otras ocupaciones. Mi padre que se había
desempeñado de obrero enmaderador también tuvo que salir de regreso a Apata. De
ahí anduvimos por un tiempo en Jauja y, luego, en Huancayo. Hacia 1933 nos
trasladamos a San Mateo de Huanchor, Tamboraque, San Bartolomé, lugares en que
mi padre trabajó de carpintero y carrilano. Después llegamos a Chosica a fin de
establecernos. Pero nuevamente mi familia, por motivos de trabajo, tuvo que
vivir en Miraflores y Chilca. Debido a este forzado peregrinaje no pude seguir
estudios y, sin embargo, por mí solo obtuve mis iniciales conocimientos leyendo
periódicos, revistas y textos escolares que hallaba a mi paso.
Apunte a lápiz de Víctor Mazzi Trujillo. Créditos: Archivo Víctor Mazzi H. |
A mediados de 1939, con mi
familia, regresamos a Chosica que era, por aquel tiempo, lugar de residencia de
gente adinerada y apenas contaba con tres mil habitantes. En 1940 ingresé a
estudiar al Centro Escolar de Varones Nº 451, cuyo director era el prof.
Normalista Lorenzo Rodríguez Villón, allí cursé solamente hasta el tercer año
de primaria, turno de mañana y tarde, con inolvidables maestras como Hortencia
Gonzáles de Guija, Lucía Miranda y Dina Walde, quienes -dicho sea de paso-
hacían concursos de versos con premios donados de su propio sueldo y que eran
obtenidos por José Guerra Peñaloza y yo.
En 1944 me dediqué a
trabajar, junto a mi padre, en labores de carpintería y, posteriormente, en
obras de construcción civil. Por ese tiempo comencé a leer obras de Máximo
Gorki, Jack London, Panait Istrati, Elías Castelnuovo y Álvaro Yunque, obras
que indudablemente contribuyeron a mi formación literaria, dado que dichos
autores socialrealistas tocaban temas relacionados con la autoeducación y los
difíciles momentos por los que atravesábamos los jóvenes trabajadores en
distintas partes del país. A la vez, con mi amigo José Vivanco Zambrano,
guitarrista y compositor, me inicié como letrista de canciones y creamos una
serie de valses criollos, los que proseguí escribiendo a la par con Carlos
Loayza Gómez, composiciones a las que ponían música Pedro Durán Quevedo,
Francisco Reyes Pinglo, Gerardo Salhuana, Rodolfo Tejada Ayona, Ernesto
Linares, Pablo Navarro Lovera, Enrique Cortez Monge y Heber de la Vega, piezas
que interpretan diversos cantantes y cancionistas en boga, reproduciéndose en
cancioneros como: "Melodías peruanas", "Cancionero
porteño", "Dial", "Perucanta",
"El cantar de los andes" y otros.
Ese mismo empeño hace que editara,en 1945, el cancionero "La
lira chosicana" y que, en 1946, cofundara, con algunos de los
mencionados músicos y poetas, el centro literario musical "José Vivanco
Zambrano", en homenaje a dicho compañero que en plena juventud había
fallecido, y como una manera de contribuir al cultivo de las letras y la música
en la localidad de Chosica.
Entre 1944 y 1946 me doy a
escribir también mi primer poemario Guirnalda de canciones a Chosica,
que después de treinta años publicaría la Universidad Nacional de Educación. En
1947 sale a luz mi primera obra édita Reflejos de Carbón, impresa en la
Compañía de Impresiones y Publicidad, casi al mismo tiempo que publican mis
compañeros de adolescencia, José Guerra Peñaloza y Carlos Loayza Gómez, un
poemario al alimón: Tonos del alba. Como referencia, para señalar la publicación de otras obras
poéticas de carácter proletario debo indicar que ese año se editan también Pan
y Rebeliones, de Jorge Bacacorzo, y Antena Proletaria, de Augusto
Mateu Cueva, ambos en Arequipa, Alaridos de Óscar Cano Torres, y, un año
después, De acero somos de Oswaldo Jiménez Rojas.
Al iniciarse en noviembre
de 1950, la construcción de la central hidroeléctrica de Paucartambo, fuimos
allí varios miles de obreros tanto de Chosica como de Arequipa que se
repartieron a lo largo de 40 a 50 kilómetros entre Carhuamayo y Manto. En la
primera localidad me tocó trabajar en la sección alta, además era encargado de
la corresponsalía del diario Ultima Hora. Lo que me dio la oportunidad
de ir conociendo a otros artistas y escritores pertenecientes a la clase
obrera. En tal suerte, primero me di de manos con el poeta y periodista
Sócrates Morales, a quien conocí en Lima; luego hice amistad con Armando
Guillén, pintor y filósofo boliviano,
que un día se reveló como un fogoso organizador sindical; seguidamente conocí a
Víctor Ladera Prieto, quien me diera alcance a la salida de Carhuamayo, una
tarde lluviosa, para mostrarme algunos poemas suyos y decirme si podían ser
publicados en el diario Ultima Hora;
poco después hice amistad con el torero ecuatoriano Antonio Oswaldo
Guzmán. Con ellos se formó una agrupación denominada Tierra y Libertad,
con el fin de hacer lectura de poemas y cuentos, así como de llevar a cabo
reuniones para tratar aspectos de arte y
literatura y, de sobremanera, el de someter a consideración de los compañeros
muestras de nuestras creaciones, pero sucedió que, luego de varios años,
inesperadamente se canceló el contrato del trabajo emprendido por la compañía
Christian-Nielsen siendo reemplazada por la Cerro de Pasco, gestora del
proyecto de la hidroeléctrica de Paucartambo, motivo que causó la dispersión de dichos escritores y
artistas. De tal suerte, Sócrates Morales se fue a España, donde tenía familia,
Armando Guillén retornó a su país, Víctor Ladera enrrumbó a Cerro de Pasco,
Antonio Oswaldo Guzmán se trasladó a Huallanca y yo regresé a Chosica, a las
labores de construcción civil.
Víctor Mazzi Trujillo, cerca a su casa. Foto: Pablo Vega Porras. |
En los primeros meses de
1956, al detectárseme una afección al corazón, por prescripción médica dejé el
trabajo de albañil. Por recomendación,entonces, del poeta Alejandro Romualdo,
pasé a ocupar el empleo de regente del local del Movimineto Social Progresista
que lideraba Francisco Moncloa Fry. En aquel local, una mañana de abril,
Moncloa me presentó al poeta obrero Leoncio Bueno Barrantes, de quien alguna
vez había leído un vigoroso poema, "Sinfonía Roja"; pronto
ambos simpatizamos y luego de varios días de conversación acerca de poetas y
poemas, le sugerí la necesaria constitución de un núcleo de escritores e
intelectuales obreros en base a los compañeros que conocíamos. En efecto, con
algunos de ellos nos reunimos y suscribimos el acta de fundación así como la
declaración de principios del Grupo Intelectual Primero de Mayo
En el primer documento
expresamos:
En Lima, a los siete días del mes de julio de mil novecientos cincuenta seis, hemos acordado constituir un movimiento cultural de raíz eminentemente clasista, a escala nacional, en el cual nos agruparemos todos los proletarios amantes del arte y la cultura resueltos a plasmar un medio propio de expresión artística, una presencia inconfundible de la conciencia, el punto de vista y la emoción estética de la clase trabajadora en el campo de la creación artística.
Estamos convencidos que en la clase trabajadora y sus organismos de lucha están dadas las bases y el espíritu de la sociedad del futuro; por tanto, es correctamente lógico propugnar la vertebración de un movimiento artístico que naciendo del seno mismo de la clase trabajadora, promueva sus legítimos representantes y portavoces en el mundo del arte y la cultura.
Estamos convencidos también que sólo el proletariado podrá salvar del caos a la civilización contemporánea y consecuentemente del languidecimiento en que se debate a esta hora de estrangulación y decadentismo oscurantista el arte de la literatura universal.
La clase trabajadora constituye la grandiosa reserva espiritual de toda la humanidad. En las horas cruciales de la historia es ella la que aporta los contingentes decisivos para la revitalización, no sólo material sino también espiritual del hombre y de la especie. Impulsando el progreso y señalando nuevas rutas al movimiento de la historia.
Sin desechar las experiencias positivas de los movimientos y escuelas artísticas y filosóficas de todos los tiempos, ni caer en el sectarismo, ni en los prejuicios negativos, lucharemos consecuentemente por superarnos al máximo mediante el esfuerzo colectivo, trabajando en equipo, rechazando las pretensiones individualistas, la pedantería y el autoelogio y la maledicencia, hasta constituir nuestra propia fuerza, que será en todo momento fuerza de renovación y pureza, de decidido apostolado con fecundidad de mensaje y columbramiento del futuro.
Para divulgar estos principios y realizar tareas que en otro aparte indicamos, hemos constituido el GRUPO INTELECTUAL PRIMERO DE MAYO, cuya acta de fundación firmamos a continuación los primeros socios y miembros del primer cuerpo directivo.
Leoncio Bueno, Víctor Mazzi, Eliseo Garcia, José Guerra, Carlos Loayza".
El GIPM en 1966. Créditos: Archivo Víctor Mazzi Huaycucho. |
A la vez con la producción
literaria de la mayoría de los miembros mencionados se publicaron los cuadernos
del GIPM Prólogo del alba
(1957), Nacimiento del canto (1957) y Cuadernos de Mayo
(1958).
En 1959 volví a trabajar
en obras de construcción en diferentes lugares como el estadio municipal de
Chosica, en Santa Cruz, Miraflores, en la construcción del puente Anchi, en la
Urbanización Los Laureles de Chorrillos, de especialista en decoración en
tiendas y oficinas de Lima y en la construcción del canal de Tinajones en
Chongoyape, sin dejar de leer y escribir. Prosigo en tanto impulsando la
dinámica del Grupo Intelectual Primero de Mayo que se incrementa con nuevos
miembros como Hugo Villanueva, Alberto Andía, Mario Morales, Carlos Olivera,
Jesús Ángel García, Gladys Basagoitia y Jorge Bacacorzo. Se publican por
entonces otros cuadernos del G.I.P.M., Esta voz... (1961), Perú, es
tu hora (1964), Las montañas de Marzo (1965).
Tiempo que en compañía de Nelson Parra, Luis Llerena, Hilda Cruces, Tomás
Cadena y otros más constituimos el
Instituto de Cultura de Chosica, desarrollando lecturas de poesía y narrativa,
charlas y presentaciones de teatro.
Al agudizarse la creciente
desocupación que afectaba a los trabajadores del gremio de construcción en
1966, me dedico a la venta de libros, instalando un puesto junto a las gradas
de entrada al comedor de estudiantes de la actual Universidad Nacional de
Educación y donde ello se convierte en el transcurso de unos meses en lugar de
diaria consulta bibliográfica y debate de asuntos literarios e ideológicos. Ese
mismo año presento un poemario inédito al concurso literario que promueve el
Concejo Distrital de Barranco, obteniendo el primer premio de poesía y cuya
entrega la hace el Director de la Casa de la Cultura, el novelista Ciro
Alegría, quien en dicho acto me incorpora
a la Asociación Nacional de Escritores y Artistas, que entonces presidía.
En 1967 envío otro poemario inédito al concurso literario que lleva a cabo la
Asociación de Centros de la UNI (ACUNI), en la que se me hace acreedor del
primer premio de poesía. En 1968 la Federación de Estudiantes de la Universidad
Nacional de Ingeniería convoca otro concurso literario, a la que inscribo
cuatro trabajos también inéditos por lo que se me otorga el primer premio de
poesía y el premio de ensayo, además de dos menciones honrosas en el género de
poesía. Durante este período que culmina en 1969 junto a los integrantes del
GIPM y en el que se cuenta con nuevos asociados: Eduardo Ibarra, Artídoro
Velapatiño, Magno Dueñas, Oswaldo Pacheco y Teodoro Stucchi, continuamos
empeñados en las tareas de creatividad, lecturas de poemas en sindicatos,
pueblos jóvenes y universidades. A la vez se edita los cuadernos Sinfonía
Candente (1967) y Columna de Luz (1969).
En los años de 1970 a 1976
prosigo con el referido puesto de venta de libros, el servicio bibliográfico y
el constante debate sobre temas de arte y literatura así como cuestiones doctrinarias,
realizo viajes al Cusco, Piura, Talara, Chiclayo, Trujillo, Huancayo y Jauja,
ciudades en las que llevo a cabo lecturas de poemas y charlas sobre literatura
proletaria. Conllevo igualmente el trabajo cultural del GIPM a través de
diversos organismos sindicales, populares y universitarios con los compañeros
de anteriores promociones y nuevos miembros entre los que destacan Alberto
Alarcón, Julio Carmona, Néstor Espinoza, Joaquín de los Santos, Donald Jaimes,
Hernán Parra y Raúl Soto. A la vez se da reinicio a la publicación de mis
obras: A Lengua Viva, impresa por la editorial Papeles de Buenos Aires,
Argentina; Poemas de Vecindad, Ediciones Sutel, Lima; Poemas del
albañil, Editorial Santa María, Tacna; Guirnalda de canciones a Chosica,
Ediciones Universidad Nacional de Educación, La Cantuta, Chosica; y Poesía
proletaria del Perú (1930-1976), Ediciones de la Biblioteca Universitaria,
Lima.
Estencil de homenaje a Víctor Mazzi Trujillo preparado por Julio Carmona y Alberto Alarcón en Piura. Cortesía: Julio Carmona. |
Hacia 1977 se produce la
brutal intervención militar en los claustros de la Universidad Nacional de
Educación y, a consecuencia de ello, pierdo centenares de libros. A varios
meses de aquel suceso reinicio mi actividad de vendedor de libros asociado con
Raúl Soto en la sexta cuadra del jirón Camaná en Lima. Con los miembros del
G.I.P.M. Proseguimos accionando nuestra campaña cultural y con Artidoro
Velapatiño codirigimos la revista Canto y Seña. En 1978 continúo
con la venta de libros, en tanto el G.I.P.M. en una asamblea en que se reúnen
48 agrupaciones artísticas de Lima, es nominado para presidir la Coordinadora de
Trabajadores de Arte Popular e inicia la publicación del boletín Puntos
de Clase. Por entonces fue que la Dirección de Proyección Social de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos en conjunto con el Frente de
Trabajadores de la Literatura y el círculo de Estudios Lu Sin me
tributan un homenaje en la antigua casona. En ese año viajo a Tarma, Jauja,
Huancayo y Tacna, a este último lugar con Julio Carmona, ambos invitados por la
Universidad Nacional de Tacna, en la que damos lecturas de poemas y desarrollamos
conversatorios sobre poesía proletaria peruana y latinoamericana. Allí también
se edita mi poemario Memorial de un tiempo a otro. En 1979 contratado
por la Cooperativa de Trabajadores en la Educación (COOSTEL) Nº 17 dicto
durante tres meses el curso de literatura proletaria, a la vez que continuamos con los compañeros del G.I.P.M. nuestras
actividades y la publicación del boletín Puntos de Clase.
En 1980 asumo la
codirección, junto a Carlos Olivera, de la revista Puntos de Clase,
Nº 5, en la que se difunden expresiones de la Literatura Proletaria del
Perú y Latinoamérica.
En 1981 soy uno de los
damnificados que perdieron sus viviendas del jirón Colombia en Chosica por el
desborde del río Rímac. Meses después ingreso a trabajar a tiempo completo en
el proyecto de investigación "La generación del 50 en la Literatura
peruana del siglo XX" con Miguel Gutiérrez (gestor y coordinador del
mencionado proyecto), la poeta Camen Ollé, Félix Huamán Cabrera, Manuel
Velásquez Rojas y otros docentes.
Texto que publicó el poeta en 1976, con el auspicio de Francisco Carrillo Espejo. |
En 1982 empiezo la
reconstrucción de mi vivienda y continúo en el proyecto de investigación. En
1983 nuevamente el desborde del río Rímac afecta la reconstrucción de mi
vivienda. Prosigo en el campo de la investigación y viajo a Chiclayo invitado
al tercer encuentro de la Unión de Escritores y Artistas de Lambayeque, en la
que expongo el tema: Poesía latinoamericana proletaria. En 1984 y 1985
concluyo de elaborar la Bibliografía y Hemerografía de la poesía de los años
50 en el mencionado proyecto de investigación, además de algunos otros
trabajos.
En 1986 ingreso a trabajar
como responsable del Area de Promoción y Difusión de la Biblioteca y Centro de
Documentación de la Universidad Nacional de Educación bajo la dirección del Dr.
José Mendo Romero. En 1987 prosigo como responsable de dicha área en la que
culmine la realización del catálogo de autores de libros, textos, folletos y plaquetas de la Universidad Nacional
de Educación esta vez bajo la dirección del prof. René Del Águila Riva.
Ese mismo año viajo a Huancayo invitado por la Universidad del Centro Del Perú
en la que expongo el tema: Poesía, creación y crítica.
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