jueves, 10 de marzo de 2016

91 onomástico Víctor Mazzi Trujillo

Bruno Portuguez Nolasco: Víctor Mazzi Trujillo. Óleo / lienzo 0.81 x 0.65. 2016

AUTOBIOGRAFÍA

Víctor Mazzi Trujillo



ací el 17 de marzo de 1925, en el distrito de Apata, provincia de Jauja. A los ocho días de nacido mis progenitores me trasladaron al asiento minero de Morococha donde inscribieron mi partida de nacimiento. Es decir, jurídicamente soy de Morococha, pero telúricamente, de Apata.

Apata, mi lugar natal, es desde los más lejanos años del coloniaje un pueblo de agricultores dedicados al cultivo de la papa, el maíz, el trigo y la cebada, así como de criadores de ganado ovino, lanar, y uno de los primeros en haber adecuado en el siglo pasado las plantaciones de los árboles de eucalipto en sus cercados y minifundios y, por ende, de exornar una larga alameda que va paralelamente a un río que fluye rumorosamente y se acaudala en el invierno. Es ahí donde se origina el tronco familiar Mazzi-Vargas, al casarse mi abuela María Belén Vargas Andrade con mi abuelo Carlo Mazzi Paccelli, nacido en Génova, Italia quienes tuvieron tres hijos varones y una mujer: Carlos, Máximo, José y Hortencia, nacidos en Apata. De entre ellos, mi padre es José Luis Mazzi Vargas.

Mi madre Fortunata Trujillo Espinoza, nacida en Ambo, Huánuco, es descendiente de abuelos españoles, casados con campesinas oriundas de dicho lugar y, por ellas, con mucho orgullo, llevo en mis venas sangre indígena. De parte de mi señora madre tengo una hermana mayor: Rebeca Robles Trujillo. Y de padre y madre, una hermana, Olga, que falleciera a la edad de 20 años y un hermano, Gilberto, ambos mis menores.

Buena parte de mi infancia transcurrió en el campamento minero de Natividad (Morococha), y la calle comercio de Morococha Nueva, entre el ruido de las compresoras y los días nevados. En 1929 ingresé al Centro Escolar Obrero que, por entonces, no recibía subvención del Estado ni de ninguna empresa minera, ya que solamente se mantenía en base a las aportaciones de los trabajadores. Allí hice el aprendizaje de mis primeras letras bajo el cuidado de los escritores y dirigentes sindicales Augusto Mateu Cueva y Gamaniel Blanco, quienes a la vez habían sido cofundadores, junto a Adrián Sovero y Ramón Azcurra, de la Sociedad Procultura Nacional. Pero en 1930, fueron presos y/o perseguidos por socialistas  y por conducir la protesta del movimiento obrero que terminó con la masacre de los trabajadores en Malpaso y, como consecuencia de la represión, murió en 1931, Gamaniel Blanco con las entrañas destrozadas en la carceleta Guadalupe del Callao.

En esos años se agudizó la crisis económica, se cerraron las minas y los trabajadores se vieron obligados a salir de Morococha en busca de otras ocupaciones. Mi padre que se había desempeñado de obrero enmaderador también tuvo que salir de regreso a Apata. De ahí anduvimos por un tiempo en Jauja y, luego, en Huancayo. Hacia 1933 nos trasladamos a San Mateo de Huanchor, Tamboraque, San Bartolomé, lugares en que mi padre trabajó de carpintero y carrilano. Después llegamos a Chosica a fin de establecernos. Pero nuevamente mi familia, por motivos de trabajo, tuvo que vivir en Miraflores y Chilca. Debido a este forzado peregrinaje no pude seguir estudios y, sin embargo, por mí solo obtuve mis iniciales conocimientos leyendo periódicos, revistas y textos escolares que hallaba a mi paso.
Apunte a lápiz de Víctor Mazzi Trujillo.
Créditos: Archivo Víctor Mazzi H.

A mediados de 1939, con mi familia, regresamos a Chosica que era, por aquel tiempo, lugar de residencia de gente adinerada y apenas contaba con tres mil habitantes. En 1940 ingresé a estudiar al Centro Escolar de Varones Nº 451, cuyo director era el prof. Normalista Lorenzo Rodríguez Villón, allí cursé solamente hasta el tercer año de primaria, turno de mañana y tarde, con inolvidables maestras como Hortencia Gonzáles de Guija, Lucía Miranda y Dina Walde, quienes -dicho sea de paso- hacían concursos de versos con premios donados de su propio sueldo y que eran obtenidos por José Guerra Peñaloza y yo.

En 1944 me dediqué a trabajar, junto a mi padre, en labores de carpintería y, posteriormente, en obras de construcción civil. Por ese tiempo comencé a leer obras de Máximo Gorki, Jack London, Panait Istrati, Elías Castelnuovo y Álvaro Yunque, obras que indudablemente contribuyeron a mi formación literaria, dado que dichos autores socialrealistas tocaban temas relacionados con la autoeducación y los difíciles momentos por los que atravesábamos los jóvenes trabajadores en distintas partes del país. A la vez, con mi amigo José Vivanco Zambrano, guitarrista y compositor, me inicié como letrista de canciones y creamos una serie de valses criollos, los que proseguí escribiendo a la par con Carlos Loayza Gómez, composiciones a las que ponían música Pedro Durán Quevedo, Francisco Reyes Pinglo, Gerardo Salhuana, Rodolfo Tejada Ayona, Ernesto Linares, Pablo Navarro Lovera, Enrique Cortez Monge y Heber de la Vega, piezas que interpretan diversos cantantes y cancionistas en boga, reproduciéndose en cancioneros como: "Melodías peruanas", "Cancionero porteño", "Dial", "Perucanta", "El cantar de los andes" y otros.

     Ese mismo empeño hace que editara,en 1945, el cancionero "La lira chosicana" y que, en 1946, cofundara, con algunos de los mencionados músicos y poetas, el centro literario musical "José Vivanco Zambrano", en homenaje a dicho compañero que en plena juventud había fallecido, y como una manera de contribuir al cultivo de las letras y la música en la localidad de Chosica.

Entre 1944 y 1946 me doy a escribir también mi primer poemario Guirnalda de canciones a Chosica, que después de treinta años publicaría la Universidad Nacional de Educación. En 1947 sale a luz mi primera obra édita Reflejos de Carbón, impresa en la Compañía de Impresiones y Publicidad, casi al mismo tiempo que publican mis compañeros de adolescencia, José Guerra Peñaloza y Carlos Loayza Gómez, un poemario al alimón: Tonos del alba. Como referencia,  para señalar la publicación de otras obras poéticas de carácter proletario debo indicar que ese año se editan también Pan y Rebeliones, de Jorge Bacacorzo, y Antena Proletaria, de Augusto Mateu Cueva, ambos en Arequipa, Alaridos de Óscar Cano Torres, y, un año después, De acero somos de Oswaldo Jiménez Rojas.

Víctor Mazzi Trujillo, cerca a su casa.
Foto: Pablo Vega Porras.
Al iniciarse en noviembre de 1950, la construcción de la central hidroeléctrica de Paucartambo, fuimos allí varios miles de obreros tanto de Chosica como de Arequipa que se repartieron a lo largo de 40 a 50 kilómetros entre Carhuamayo y Manto. En la primera localidad me tocó trabajar en la sección alta, además era encargado de la corresponsalía del diario Ultima Hora. Lo que me dio la oportunidad de ir conociendo a otros artistas y escritores pertenecientes a la clase obrera. En tal suerte, primero me di de manos con el poeta y periodista Sócrates Morales, a quien conocí en Lima; luego hice amistad con Armando Guillén, pintor y filósofo  boliviano, que un día se reveló como un fogoso organizador sindical; seguidamente conocí a Víctor Ladera Prieto, quien me diera alcance a la salida de Carhuamayo, una tarde lluviosa, para mostrarme algunos poemas suyos y decirme si podían ser publicados en el diario Ultima Hora;  poco después hice amistad con el torero ecuatoriano Antonio Oswaldo Guzmán. Con ellos se formó una agrupación denominada Tierra y Libertad, con el fin de hacer lectura de poemas y cuentos, así como de llevar a cabo reuniones para tratar aspectos de  arte y literatura y, de sobremanera, el de someter a consideración de los compañeros muestras de nuestras creaciones, pero sucedió que, luego de varios años, inesperadamente se canceló el contrato del trabajo emprendido por la compañía Christian-Nielsen siendo reemplazada por la Cerro de Pasco, gestora del proyecto de la hidroeléctrica de Paucartambo, motivo que causó  la dispersión de dichos escritores y artistas. De tal suerte, Sócrates Morales se fue a España, donde tenía familia, Armando Guillén retornó a su país, Víctor Ladera enrrumbó a Cerro de Pasco, Antonio Oswaldo Guzmán se trasladó a Huallanca y yo regresé a Chosica, a las labores de construcción civil.

En los primeros meses de 1956, al detectárseme una afección al corazón, por prescripción médica dejé el trabajo de albañil. Por recomendación,entonces, del poeta Alejandro Romualdo, pasé a ocupar el empleo de regente del local del Movimineto Social Progresista que lideraba Francisco Moncloa Fry. En aquel local, una mañana de abril, Moncloa me presentó al poeta obrero Leoncio Bueno Barrantes, de quien alguna vez había leído un vigoroso poema, "Sinfonía Roja"; pronto ambos simpatizamos y luego de varios días de conversación acerca de poetas y poemas, le sugerí la necesaria constitución de un núcleo de escritores e intelectuales obreros en base a los compañeros que conocíamos. En efecto, con algunos de ellos nos reunimos y suscribimos el acta de fundación así como la declaración de principios del Grupo Intelectual Primero de Mayo
En el primer documento expresamos:
En Lima, a los siete días del mes de julio de mil novecientos cincuenta seis, hemos acordado constituir un movimiento cultural de raíz eminentemente clasista, a escala nacional, en el cual nos agruparemos todos los proletarios amantes del arte y la cultura resueltos a plasmar un medio propio de expresión artística, una presencia inconfundible de la conciencia, el punto de vista y la emoción estética de la clase trabajadora en el campo de la creación artística.
Estamos convencidos que en la clase trabajadora y sus organismos de lucha están dadas las bases y el espíritu de la sociedad del futuro; por tanto, es correctamente lógico propugnar la vertebración de un movimiento artístico que naciendo del seno mismo de la clase trabajadora, promueva sus legítimos representantes y portavoces en el mundo del arte y la cultura.
Estamos convencidos también que sólo el proletariado podrá salvar del caos a la civilización contemporánea y consecuentemente del languidecimiento en que se debate a esta hora de estrangulación y decadentismo oscurantista el arte de la literatura universal.
La clase trabajadora constituye la grandiosa reserva espiritual de toda la humanidad. En las horas cruciales de la historia es ella la que aporta los contingentes decisivos para la revitalización, no sólo material sino también espiritual del hombre y de la especie. Impulsando el progreso y señalando nuevas rutas al movimiento de la historia.
Sin desechar las experiencias positivas de los movimientos y escuelas artísticas y filosóficas de todos los tiempos, ni caer en el sectarismo, ni en los prejuicios negativos, lucharemos consecuentemente por superarnos al máximo mediante el esfuerzo colectivo, trabajando en equipo, rechazando las pretensiones individualistas, la pedantería y el autoelogio y la maledicencia, hasta constituir nuestra propia fuerza, que será en todo momento fuerza de renovación y pureza, de decidido apostolado con fecundidad de mensaje y columbramiento del futuro.
Para divulgar estos principios y realizar tareas que en otro aparte indicamos, hemos constituido el GRUPO INTELECTUAL PRIMERO DE MAYO, cuya acta de fundación firmamos a continuación los primeros socios y miembros del primer cuerpo directivo.
Leoncio Bueno, Víctor Mazzi, Eliseo Garcia, José Guerra, Carlos Loayza".
El GIPM en 1966. Créditos: Archivo Víctor Mazzi Huaycucho.
     En concordancia con estos lineamientos expuestos en la mencionada acta se sumaron de inmediato otros escritores e intelectuales de extracción y posición clasista entre los que se encuentran Pedro Durán Quevedo, Moisés León Paitán, Eusebio Arias Vivanco, Víctor Ladera Prieto, Algemiro Pérez Contreras, Emilio Costilla Larrea, Julián Huanay Raimondi, Miguel Carrillo Natteri, Luis Cohayla Núñez, José Gutiérrez Olaya, Emilio Saldarriaga, Danilo Valladares, Miguel Gonzaga Gálvez, Miguel Herrera Gallegos, Walter Paredes y Rosa Del Carpio. Los mismos que emprendieron el desarrollo de una insólita actividad mediante recitales y exposiciones de poesía mural en el Sindicato de Construcción Civil, el Sindicato de Cristal Ferrand, en la Federación de Empleados Bancarios, en la Asociación Nacional de Escritores y Artistas, cuando este organismo funcionaba en la casa de piedra del jirón Moquegua, en la Biblioteca Nacional, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, clubes departamentales de Huancavelica, Piura, Apurímac, en el Centro Social Jauja, en el club Huancayo y otras entidades. A la vez sosteníamos, dominicalmente, lecturas de poemas en el espacio "La voz del folklore" que dirigía el poeta Octavio Meza Ordoñez, en radio Lima. Actividades que se reseñaron oportunamente en diarios como La Prensa, La Crónica, El Comercio, y especialmente en la revista Cultura Peruana.

A la vez con la producción literaria de la mayoría de los miembros mencionados se publicaron los cuadernos del GIPM  Prólogo del alba (1957), Nacimiento del canto (1957) y Cuadernos de Mayo (1958).

En 1959 volví a trabajar en obras de construcción en diferentes lugares como el estadio municipal de Chosica, en Santa Cruz, Miraflores, en la construcción del puente Anchi, en la Urbanización Los Laureles de Chorrillos, de especialista en decoración en tiendas y oficinas de Lima y en la construcción del canal de Tinajones en Chongoyape, sin dejar de leer y escribir. Prosigo en tanto impulsando la dinámica del Grupo Intelectual Primero de Mayo que se incrementa con nuevos miembros como Hugo Villanueva, Alberto Andía, Mario Morales, Carlos Olivera, Jesús Ángel García, Gladys Basagoitia y Jorge Bacacorzo. Se publican por entonces otros cuadernos del G.I.P.M.,  Esta voz... (1961), Perú, es tu hora (1964), Las montañas de Marzo (1965). Tiempo que en compañía de Nelson Parra, Luis Llerena, Hilda Cruces, Tomás Cadena y otros  más constituimos el Instituto de Cultura de Chosica, desarrollando lecturas de poesía y narrativa, charlas y presentaciones de teatro.

Al agudizarse la creciente desocupación que afectaba a los trabajadores del gremio de construcción en 1966, me dedico a la venta de libros, instalando un puesto junto a las gradas de entrada al comedor de estudiantes de la actual Universidad Nacional de Educación y donde ello se convierte en el transcurso de unos meses en lugar de diaria consulta bibliográfica y debate de asuntos literarios e ideológicos. Ese mismo año presento un poemario inédito al concurso literario que promueve el Concejo Distrital de Barranco, obteniendo el primer premio de poesía y cuya entrega la hace el Director de la Casa de la Cultura, el novelista Ciro Alegría, quien en dicho acto me incorpora  a la Asociación Nacional de Escritores y Artistas, que entonces presidía. En 1967 envío otro poemario inédito al concurso literario que lleva a cabo la Asociación de Centros de la UNI (ACUNI), en la que se me hace acreedor del primer premio de poesía. En 1968 la Federación de Estudiantes de la Universidad Nacional de Ingeniería convoca otro concurso literario, a la que inscribo cuatro trabajos también inéditos por lo que se me otorga el primer premio de poesía y el premio de ensayo, además de dos menciones honrosas en el género de poesía. Durante este período que culmina en 1969 junto a los integrantes del GIPM y en el que se cuenta con nuevos asociados: Eduardo Ibarra, Artídoro Velapatiño, Magno Dueñas, Oswaldo Pacheco y Teodoro Stucchi, continuamos empeñados en las tareas de creatividad, lecturas de poemas en sindicatos, pueblos jóvenes y universidades. A la vez se edita los cuadernos Sinfonía Candente (1967) y Columna de Luz (1969).
Estencil de homenaje a Víctor Mazzi Trujillo preparado por Julio Carmona y
Alberto Alarcón en Piura. Cortesía: Julio Carmona.
En los años de 1970 a 1976 prosigo con el referido puesto de venta de libros, el servicio bibliográfico y el constante debate sobre temas de arte y literatura así como cuestiones doctrinarias, realizo viajes al Cusco, Piura, Talara, Chiclayo, Trujillo, Huancayo y Jauja, ciudades en las que llevo a cabo lecturas de poemas y charlas sobre literatura proletaria. Conllevo igualmente el trabajo cultural del GIPM a través de diversos organismos sindicales, populares y universitarios con los compañeros de anteriores promociones y nuevos miembros entre los que destacan Alberto Alarcón, Julio Carmona, Néstor Espinoza, Joaquín de los Santos, Donald Jaimes, Hernán Parra y Raúl Soto. A la vez se da reinicio a la publicación de mis obras: A Lengua Viva, impresa por la editorial Papeles de Buenos Aires, Argentina; Poemas de Vecindad, Ediciones Sutel, Lima; Poemas del albañil, Editorial Santa María, Tacna; Guirnalda de canciones a Chosica, Ediciones Universidad Nacional de Educación, La Cantuta, Chosica; y Poesía proletaria del Perú (1930-1976), Ediciones de la Biblioteca Universitaria, Lima.

Hacia 1977 se produce la brutal intervención militar en los claustros de la Universidad Nacional de Educación y, a consecuencia de ello, pierdo centenares de libros. A varios meses de aquel suceso reinicio mi actividad de vendedor de libros asociado con Raúl Soto en la sexta cuadra del jirón Camaná en Lima. Con los miembros del G.I.P.M. Proseguimos accionando nuestra campaña cultural y con Artidoro Velapatiño codirigimos la revista Canto y Seña. En 1978 continúo con la venta de libros, en tanto el G.I.P.M. en una asamblea en que se reúnen 48 agrupaciones artísticas de Lima, es nominado para presidir la Coordinadora de Trabajadores de Arte Popular e inicia la publicación del boletín Puntos de Clase. Por entonces fue que la Dirección de Proyección Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en conjunto con el Frente de Trabajadores de la Literatura y el círculo de Estudios Lu Sin me tributan un homenaje en la antigua casona. En ese año viajo a Tarma, Jauja, Huancayo y Tacna, a este último lugar con Julio Carmona, ambos invitados por la Universidad Nacional de Tacna, en la que damos lecturas de poemas y desarrollamos conversatorios sobre poesía proletaria peruana y latinoamericana. Allí también se edita mi poemario Memorial de un tiempo a otro. En 1979 contratado por la Cooperativa de Trabajadores en la Educación (COOSTEL) Nº 17 dicto durante tres meses el curso de literatura proletaria, a la vez que continuamos con los compañeros del G.I.P.M. nuestras actividades y la publicación del boletín Puntos de Clase.

En 1980 asumo la codirección, junto a Carlos Olivera, de la revista Puntos de Clase, Nº 5, en la que se difunden expresiones de la Literatura Proletaria del Perú y Latinoamérica.

En 1981 soy uno de los damnificados que perdieron sus viviendas del jirón Colombia en Chosica por el desborde del río Rímac. Meses después ingreso a trabajar a tiempo completo en el proyecto de investigación "La generación del 50 en la Literatura peruana del siglo XX" con Miguel Gutiérrez (gestor y coordinador del mencionado proyecto), la poeta Camen Ollé, Félix Huamán Cabrera, Manuel Velásquez Rojas y otros docentes.
Texto que publicó el poeta en 1976, con el
auspicio de Francisco Carrillo Espejo.

En 1982 empiezo la reconstrucción de mi vivienda y continúo en el proyecto de investigación. En 1983 nuevamente el desborde del río Rímac afecta la reconstrucción de mi vivienda. Prosigo en el campo de la investigación y viajo a Chiclayo invitado al tercer encuentro de la Unión de Escritores y Artistas de Lambayeque, en la que expongo el tema: Poesía latinoamericana proletaria. En 1984 y 1985 concluyo de elaborar la Bibliografía y Hemerografía de la poesía de los años 50 en el mencionado proyecto de investigación, además de algunos otros trabajos.

En 1986 ingreso a trabajar como responsable del Area de Promoción y Difusión de la Biblioteca y Centro de Documentación de la Universidad Nacional de Educación bajo la dirección del Dr. José Mendo Romero. En 1987 prosigo como responsable de dicha área en la que culmine la realización del catálogo de autores de libros, textos, folletos y plaquetas de la Universidad Nacional de Educación esta vez bajo la dirección del prof. René Del Águila Riva. Ese mismo año viajo a Huancayo invitado por la Universidad del Centro Del Perú en la que expongo el tema: Poesía, creación y crítica.

                        Chosica, 22 de junio de 1988.

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