e es grato presentar este libro de poesía editado por
Donald Jaimes y prologado por Marco Martos. Este libro nos presenta un viejo
pero actual tema: El amor. Motivo de publicación y estreno del novel poeta.
Debo confesar que después de una lectura analítica y
conversación con el autor de sus motivos de inspiración, interpreto que en cada
poema se halla presente como un tema central la muestra de reciprocidad mutua
entre amor y música teniendo como elemento de sustento la naturaleza.
El ritmo poético de la escritura refleja una cadencia
interior a medida que va redactando el poema, la expectativa de encontrar la
melodía sutil en cada encuentro amoroso. Si bien la secuencia de poemas no
termina con la derrota que implica el compromiso amoroso y todas las reglas de
obligación que ella trae, sin embargo, el primer poema advierte ya de esa
posibilidad: “porque mis manos serán las tuyas/un verano eterno”; “tuyos serán
mis poemas”. La posibilidad del compromiso muta hacia un legado.
El tema central del libro es el amor mostrado como una
ejecución musical. Si Antonio Vivaldi con Las
cuatro estaciones retrata la vida como una época determinada, el amor en
versos de Arturo Palomino representa la condición musical de cada instante de
vida, la cual debe detenerse en una estación perenne: La primavera.
La mayor parte de los poemas «des-oculta» una cadencia rítmica
interior, que mucho se asemeja a dos magníficos jazzistas: John Coltrane con su
ejecución «Naima» y Miles Davis en Kind of blue, sobre todo en la ejecución
de «Blue in Green”.
Leer los poemas de Arturo Palomino bajo el ritmo de ambos temas «desenmascara» la estructura rítmica
del jazz y los giros que representa cada ejecución, es tan variable como el amor
que inspira al autor. «Sintiendo
ese silbo melódico, / suave y ligero de la brisa del mar/ cálido también como
este verano/ que es tuyo y nuestro, /que se perfecciona».
La reciprocidad amor-música concatena otros elementos
concurrentes: naturaleza, lluvia, verano, primavera, sol. La naturaleza que
impacta en lo cotidiano: «para
empezar este día, / el naciente sol, / hará que brille, en tus ojos, el amor». La relación
día-naciente sol-tus ojos-el amor invita la evocación de la necesidad melódica:
«creará en nuestras
vidas una nueva canción».
Cada melodía que advoca el autor en una cadencia de palabras
interrumpidas sólo por palabras exquisitas: «nemorosa», «sinalefa»,
«alongadas», «mentiras fatuas» constituyen el silencio impuesto en el
límite entre melodías, tal como se aprecia en el poema concierto, donde se resume el trasfondo teleológico del mensaje
mediante la ejecución musical: «Notas
sublimes bajadas del cielo/que iluminan el corazón/ cuerdas y sonidos, / vientos
y sonidos, sonidos y ecos».
Apartando el ritmo del ansiado coro de serafines, que proveen color a la
melodía, el poeta encuentra, una cadencia interna muy terrenal, las notas
musicales del poema, un sinfín de combinaciones que se confrontan entre fe y
razón, la exultación de lágrimas al lograr las notas perfectas. Los ritmos
conflictivos entre razón y metáfora hace necesaria ser recorrida por «las sendas transparentes
de la razón».
La búsqueda de la felicidad a través del amor, como un
antiguo anhelo, confronta la dualidad amor-dolor. El autor busca rescatar en
las vertientes peruanas de la música vernácula, la melodía autóctona, ese
ansiado ritmo melódico interior que conjugue con el amor. Se menciona «huayno», «Santiago»,
«yaravíes», «mulisas»,
«comparsas» y «pasacalles». Aunque no se aproxima claramente
a la asunción de la poética de Guamán Poma en el pasado, o poemas de Killku Waraqa
y Kusi Pawkar recientemente, aún esa melodía amorosa, aun próximo del estro
colectivo autóctono, se encuentra más cercana a José María Eguren y quizás en
algunos autores españoles.
Culmino esta presentación señalando que Tantas primaveras puede resumirse en un verso: “Tu silencio es el
silbo del aire”.
Casa de la Literatura, martes 30 de abril 2019.
1 comentario:
Gracias mi estimado.Víctor Mazzi, por el análisis tan profundo a mi poemario "Tantas Primaveras".
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