Tomado de la revista Herramienta, bajo autorización del autor.
José Guadalupe
Gandarilla Salgado [1]
UNAM- México.
“Casi un siglo después de la pandemia de gripe española, ¿cuán preparados estamos para enfrentar el desafío imprevisto que podría presentar un patógeno agresivo? Nuestros conocimientos científicos son […] infinitamente más sofisticados de lo que eran en 1918 —o, para el caso, que, en 1980, cuando tomamos conciencia del VIH/SIDA, o incluso que, en 2002, cuando el virus del SARS, hasta ese momento desconocido, surgió de manera súbita desde un reservorio animal—. Sin embargo, cuando se trata de pandemias muchas veces lo que sucede en los laboratorios no alcanza para pintar el panorama completo. La eficacia de cualquier respuesta dependerá mucho de la idiosincrasia y de las circunstancias de las víctimas. Las comunidades que viven en condiciones de pobreza son tremendamente más vulnerables que esa minoría afortunada que cuenta con acceso inmediato a una infraestructura médica y de salud pública […] Frente a una pandemia, los mejor protegidos resultarán los ciudadanos de esos Estados-nación en los que prevalece un sentimiento sólido de comunidad y de responsabilidades compartidas”
Peter C. Doherty (2016: 26-27).
uando concluía la
escritura de este texto, la emergencia sanitaria en el mundo entero por la
enfermedad covid-19 muestra que se ha superado el millón trescientos mil seres
humanos en condición de infectados, y ya se rebasaron las setenta mil
defunciones. Los Estados Unidos de (Norte) América se ubican ya como el
principal centro de la pandemia (comienza a rebasar el 25% de los contagiados)
y al haber alcanzado ya la cifra de 9500 personas fallecidas se puede
pronosticar que, en poco más de una semana, superará en pérdidas humanas a los
países que, con dramatismo, siguen mostrando el mayor número de decesos, y la
mayor tasa de letalidad ante el nuevo patógeno, los casos de Italia y España.
El caso de EUA es importante, además, no solo porque compartimos poco más de
tres mil kilómetros de frontera con esa nación, sino porque nuestra economía se
encuentra entrelazada al menos en cuatro quintas partes, si no es que más, con
los flujos comerciales (importaciones y exportaciones),y de inversión, con la
economía todavía más poderosa del orbe. Sin embargo, el centro neurálgico del
capitalismo es también, para sorpresa de muchos, uno de los países más
precariamente equipados para enfrentar esta contingencia que ahora toca a sus
puertas. La nación que presume de enviar naves al espacio exterior; buques de
guerra por todos los océanos, y es capaz de propiciar conflagraciones por el
mundo entero, destruir Estados, de invadir con marines y matar con misiles
dirigidos a control remoto, hoy, esa misma nación-imperio, ha debilitado
enormemente sus sistemas de atención médica -de hecho una de las victorias de
la administración Trump, que mucho celebró, al inicio de su mandato, fue dar
marcha atrás a la reforma de salud que promovió Barak Obama. Un país con 330
millones de habitantes no llega siquiera a las 900 mil camas de hospital,
promediando mucho menos de 3 camas de hospital por cada mil habitantes, y en un
cálculo optimista dispone apenas de unas 50 mil camas UCI (habilitadas como
Unidades de Cuidados Intensivos) y se prevé que no contará tampoco con
respiradores automáticos suficientes, todo esto es resultado de una ofensiva,
por décadas, concentrada sobre los sistemas de salubridad pública, situación
agravada porque solo un tercio de la población cuenta con plan médico. En
resumen, como lo señala un experto: “La ‘gripe corona’ de Trump es, como
mínimo, un peligro mortal para la cuarta parte de los estadounidenses que son
ancianos, tienen un sistema inmunitario débil o problemas respiratorios
crónicos” (Davis, 2020).[2]
En los últimos años, entre que van y vienen administraciones de los halcones republicanos, o éstos fueron sustituidos por socialdemócratas conversos al “neoliberalismo progresista”, no solo se cerraron hospitales también se cancelaron laboratorios y proyectos de investigación. Con aproximadamente seis y medio millones de solicitudes para contar con un subsidio por desempleo frente al ciclo recesivo, ese indicador ha llegado a su máximo histórico, que es también un máximo de precariedad, de amenaza a la vida. Todo esto no apunta a una oposición en que se tenga que elegir entre la salud de la población y la salud de la economía (como en su momento lo intentó proclamar Trump y le ha tomado la posta Bolsonaro, en Brasil, que sigue diciendo ese y otros disparates) sino, por el contrario, dirige nuestra atención a una correlación algo más oculta de la que hay que dar cuenta: la profundización e impulso de la economía neoliberal capitalista es el vector mismo que lesiona las condiciones de vida, que pone en cuestión la supervivencia de la población, y no solo de la estadounidense. El caso de los EUA no hace sino mostrar con claridad meridiana que la punta de lanza del capitalismo global, el referente simbólico de la vida moderna (american way of life), es hoy el ojo del huracán de la expansión del contagio, y no por accidente, sino porque con el neoliberalismo globalizado y la economía incesantemente acumulativa de las grandes corporaciones, se ha hecho más aguda, más estrecha, la conexión entre pandemias y modernidad capitalista, al punto que si las tendencias persistentes del imperialismo y el colonialismo siendo síntomas de la enfermedad del paradigma contemporáneo de vida, del más reciente malestar de esta cultura, vemos con asombro cómo una acytota, entidad más ínfima que las moléculas celulares, pone en jaque a la vida moderna y sus arrogantes personificaciones.[3] Al hacerse tan patética esta conexión (pandemia, orden social vigente, destrucción del sistema de salud)y al proyectarse un posible escalamiento del contagio en el suelo más fértil del imaginario capitalista, que es también nuestro vecino del norte, nos sirve como puerta de entrada para sugerir las siguientes reflexiones.
El capitalismo “corona” su infamia
Confinado en una prisión
fascista en la Ciudad de Turín, en 1930, el marxista italiano Antonio Gramsci
escribía en uno de sus manuscritos que la crisis de la sociedad europea se
vivía como un peligroso “interregno”, momento en que se podría ver el
surgimiento de una “gran variedad de síntomas mórbidos”. Hoy, noventa años
después de lo escrito por el comunista sardo, experimentamos, globalmente, una
circunstancia similar. En modos diferencialmente implementados de
confinamiento, encierro y distanciamiento social nos hemos descubierto, por la
amenaza latente de un enemigo invisible, a nivel planetario, exigida de tomar
conciencia de que estamos presos en el medio de un obligado “interregno”
social, y hasta civilizatorio. En el marco del sistema-mundo moderno
capitalista-colonial nunca el surgimiento de un nuevo y amenazante virus, como
es el caso ahora con la pandemia de coronavirus, ha sido un fenómeno
enteramente natural o biológico, el brote y difuminación molecular se
inscribe en las dinámicas molares históricas, geopolíticas, ecológicas y culturales que
activan lógicas de virulencia y letalidad variable, según sean las fortalezas
del espacio medioambiental y el metabolismo social en que inscriban su historia
los cuerpos humanos. Corporalidades que se revelarían frágiles o resistentes al
constituirse en el lugar colonizado en la simbiosis,[4] de la que, si un organismo se
beneficia del otro y le perjudica se dice que se estableció una relación
parasitaria[5]. Pero los virus no son organismos, ni
microorganismos siquiera, está en discusión si se trataría de entidades con
vida; en ese caso, entonces, con la invasión sobre una corporalidad humana de
una partícula inerte subcelular, el huésped se revela como el ambiente de
cultivo y de recepción del patógeno, y puede llevar el establecimiento de ese
enlace hasta su límite con el abatimiento de la persona humana, de transitar de
la fase de contagio o infección a la de enfermedad, y de agravarse ésta, puede
rebasarse el umbral entre vida y muerte, cuando el sistema inmune del receptor
agredido cesa de resistir.
El desafío al que, como
humanidad, nos enfrentamos, no se reduce a la letalidad de la covid-19 que,
como se ha visto, afortunadamente, hasta en los peores escenarios, no está por
encima del 10% de la cantidad de contagios, sino que estamos ante una
contingencia médica para la que la razón científica moderna, al menos en el
plazo inmediato, no puede ponernos a buen resguardo. Lejos de esa imagen
(engañosa e ingenua, pues de darse con la invención de una vacuna y que ésta se
aplique, quizá dentro de año y medio, ya para ese momento quizá surja otra
variante del mismo virus, o se reactive alguna otra variante vírica), la
realidad nos muestra que el problema de la salud es el de un subsistema que
recibe y procesa todos los impactos del eje conflictivo que articula al sistema
social en su conjunto. La complejidad, entonces, del evento al que nos
enfrentamos hunde sus raíces en la lógica que, hasta ahora, gobierna al sistema
en su conjunto, que es también, como ya se ha demostrado por muchos, comenzando
por Marx, la de una pugna por instaurar y perpetuar un implacable régimen de
muerte que vuelve insegura, y hasta aniquila la vida de la persona humana
portadora de la fuente creadora del nuevo valor: el sistema, ese mecanismo
invisible de relaciones sociales (“que actúa a espaldas de los productores”
solía decir Marx) se eleva a la condición de sujeto y doblega, pone a su
servicio, a las personas, hasta llevarlas a su extenuación con tal de obtener
el máximo posible de la tasa de ganancia. A las gentes seles sacrifica y
ofrenda fetichistamente ante los altares de los nuevos dioses modernos (desde
el mercado globalizado hasta las configuraciones más recientes del capital
ficticio).
En el argot de la
población carcelaria, en las prisiones mexicanas, cuando algún delincuente por
vía del engaño en la “extorsión” telefónica consuma ese acto, pues finalmente
ha orillado a su víctima a que le entregue una determinada suma de dinero,
depositándole el preciado recurso monetario en alguna cuenta o utilizando algún
mecanismo digital, ahí el sátrapa tapa la bocina y eleva su voz ante sus
cómplices y, en modo cínico, celebra su fechoría con una no casual expresión:
“me coroné”: se ha vuelto Rey y ha hecho del otro un súbdito. No será
arbitrario establecer, en analogía, que la covid-19 estaría coronando la
infamia capitalista. El virus actúa por y con su corona. Y al virus como a los
Reyes, en su momento, los guiaría una hybris (imperial), la de la conquista y colonización de
poblaciones.
Es la permanencia de ese
carácter cuasi extorsivo
del capitalismo en el afán de obtención de rendimiento (ganancias en los
espacios productivos, dividendos en la bolsa de valores, y rentismos de muy
diverso tipo), el que ha precipitado, a un nivel nunca visto, la crisis
ecológica de los diversos sistemas bióticos, en mares, montañas, y el casquete
polar. Esos son aspectos precipitantes del tipo de situaciones que dieron por
resultado el brote del nuevo virus, estamos ante una más de las capas
problemáticas en que fenoménicamente se nos aparece, como algunos han
planteado, la realidad inobjetable de que nos encontramos participando de la
“sexta extinción”. Con la situación actual recibimos un severo golpe de
conciencia de la finitud, de que nuestro lugar en esta esfera terrestre, que
vaga errante en el sistema planetario, no está garantizado.
¿Pandemia viene de pangolín?
Mucha de la reflexión
que se ha elaborado sobre la pandemia que nos azota la pone en perspectiva de
su anclaje en los problemas de la geopolítica y la crisis de relevo hegemónico
en que también nos encontramos—tanto más cuanto los anuncios de una guerra, por
ahora comercial, entre EUA y China, estuvieron a la orden del día justo antes
del brote infeccioso. En mucho de ese análisis se deja traslucir una fuerte
carga de prejuicios, entre ellos, el de una recaída en el orientalismo, la
exotización y la reducción cientificista, toda vez que se pretende depositar
enteramente el principio de autoridad en cierta literatura (científica) que
circula por los medios académicos anglosajones, y que suele circular en idioma
inglés. Lo cierto es que se dispone de puntos de vista, que parecían definitivos
hace tan solo unas semanas, pero que hoy encuentran contraargumentos que bien
podrían ser considerados para iluminar otros ángulos igualmente significativos,
finalmente estamos, como en el caso del surgimiento de otros fenómenos de la
naturaleza, que por ello se caracterizan como Síndrome,[6] ante “una condición compleja y de
descubrimiento reciente acerca de la cual conocemos el «qué» pero no el
«porqué»” (Doherty, 2016: 18), al menos hasta el momento, que así es como
avanza la investigación y la evidencia científica, por más que nos separa un
siglo y medio de los descubrimientos en microbiología de Louis Pasteur o Robert
Koch. El punto en que quizá no se llegue a alcanzar un acuerdo gira, entonces,
en torno al problema del origen y surgimiento del nuevo patógeno, y al
mecanismo de transición y mutación en su salto desde un huésped animal hacia el
ser humano. Como en todo nuevo conocimiento no se revelaría del todo el
misterio, sigue siendo, por ejemplo, de suma importancia el que la medicina
ancestral china se acreditara como eficaz para la recuperación de ciertos
enfermos en el punto cero del brote del coronavirus SARS COV 2, responsable de
la covid-19, la enfermedad que inaugura propiamente el
siglo xxi. La terapéutica tradicional no debiera
ser menospreciada, algo debió haber pesado en el conteo final de contagios,
defunciones y tasa de letalidad finalmente registrada en Hubei, China (cifras
que, en estos días, están siendo cuestionadas por los medios informativos de
Occidente, cuando se anuncia en aquella comarca del mundo la atenuación de las
medidas de confinamiento, el abandono gradual de la cuarentena). La prensa, sin
embargo, y menos la científica, no ha documentado en suficiencia esos
procedimientos.
La versión científica
propuesta en una primera aproximación al problema, y la que se mantiene como
aceptada en vastas porciones de la opinión pública, sostiene que se registró un
brote continuo de neumonía viral, en la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei,
China, asociado con el surgimiento, en diciembre de 2019, de un nuevo
coronavirus SARS-CoV-2 (muy parecido en su estructura al SARS que surgió,
también en China, en 2002, y que proviene en un 80% del murciélago), cuyo punto
de origen se relacionó con el mercado Huanan de mariscos y de otro tipo de
animales vivos, silvestres, que la gente adquiere y establece una relación muy
cercana con ellos, tanto los que los compran como quienes los mercadean y los
hacen llegar a esos sitios. Bajo esas circunstancias, ese tipo de coronavirus,
“antes de llegar al humano se hospedan en un animal. En el caso del SARS de
2002 fue una civeta, una especie de mapache; en el caso actual todo indica que
es el pangolín, el único mamífero con escamas que se ingiere como comida exótica
en el Oriente”.[7] De una descripción sintética como la
que ofrece Gustavo Reyes Terán, uno de nuestros mayores especialistas (quien
incluso encabezó a los equipos médicos que enfrentaron el brote de la influenza
de 2009, en México, conocida como AH1N1), se dio paso, en los media, a
una versión escandalosa o estridente que parte de exotizar la
naturaleza del evento, señalando que el brote infeccioso derivaba de la ingesta
del murciélago, en esa zona de China. Incluso hasta un libro (ubicable en la
vereda del pensamiento crítico) que se apresuró en reunir las inmediatas
reflexiones de algunos de las y los filósofos contemporáneos incurrió en claro orientalismo al colocar como título a esa compilación Sopa de Wuhan.
En un segundo momento, se le intenta conceder completa autoridad a un documento
(dictaminado por pares académicos) publicado en Nature, y
que además era firmado por una decena de investigadores chinos, los que, con
base en una investigación sobre ejemplares procedentes de Malasia, incautados
en operaciones contra el contrabando de especies en el Sur de China, sostenían
en su artículo que:
“el descubrimiento de múltiples linajes de coronavirus de pangolín y su similitud con el SARS-CoV-2 sugiere que los pangolines deben considerarse como posibles huéspedes en la aparición de nuevos coronavirus y deben eliminarse de los mercados húmedos para evitar la transmisión zoonótica […] parece probable que los animales salvajes también estuvieron involucrados en la aparición del SARS-CoV-2… [Como fue el caso en el brote de 2002-2003]… De hecho, varias especies de mamíferos estaban disponibles para su compra en el mercado de mariscos de Huanan antes del brote. Desafortunadamente, debido a que el mercado fue despejado poco después de iniciado el brote, determinar el origen del virus en la población animal del mercado es un desafío”.[8]
Datos más recientes
avalarían hipótesis que no le conceden la completa certeza a lo argumentado
según la anterior versión,[9] en primer lugar, ahora se sabe
“gracias a la filtración de un informe oficial chino al South China Morning Post que el primer caso real conocido de Covid-19 en
Hubei fue detectado a mediados de noviembre, semanas antes de que se informara
del grupo de casos conectados con el mercado de mariscos de Wuhan”[10], en segundo lugar, la secuenciación meta
genómica de las variantes de coronavirus no permite afirmar con absoluta
certeza que el pangolín corresponda al animal intermedio, y que sería más amplia
la lista de aquél animal huésped, y también más complejos los mecanismos desde
los que se operaría el salto hacia el ser humano, según otros estudios
“la genética particular del SARS-CoV-2 indica que «el animal huésped probablemente tendría que estar en un entorno con alta densidad de población (lo que permitiría que la selección natural procediera de manera eficiente) y contar con un gen codificador» semejante a algún gen fundamental humano, estableciendo «un eslabón entre el virus y los humanos» […] Otro estudio publicado recientemente identifica los animales huéspedes intermedios más probables para el SARS-CoV-2, basándose en su presencia en Wuhan y en el hecho de que tienen un gen codificador similar al humano, lo que permite fungir como eslabón con el virus. Los animales que el estudio identificó son las civetas, los cerdos, los pangolines, los gatos, las vacas, los búfalos, las cabras, las ovejas y las palomas”[11]
Las claves hacia las que
apunta este tipo de argumentación se localizan en dos elementos: en primer
lugar, la destrucción de los hábitats naturales de la vida silvestre de ciertas especies de animales,
literalmente los estaríamos invadiendo, en segundo lugar, la crianza intensiva
de ese tipo de animales en granjas
industriales,[12] en varias regiones del Sur de
China, en brutales condiciones de hacinamiento (lo que no es diferente, por lo
demás, en establecimientos de ese tipo, en otras zonas del planeta). La línea
argumentativa, como lo sugiere Silvia Ribeiro, nos dirige hacia otra hipótesis
sobre el origen de la infección, y que hace tiempo vendría sosteniendo el
biólogo evolutivo Rob Wallace[13] quien:
“ha estudiado por más de 25 años el tema de las epidemias del último siglo, los centros de cría animal son el lugar perfecto para la mutación y reproducción de los virus. Los virus pueden saltar entre especies, y si bien… [se]… pueden originar en especies silvestres de aves, murciélagos y otras, es la destrucción de los hábitats naturales lo que los empuja fuera de sus áreas, donde las cepas infecciosas estaban controladas dentro de su propia población. De allí, pasan a las áreas rurales y luego a las ciudades. Pero es en los inmensos centros de cría animal donde hay mayores chances de que se produzca la mutación que luego afectará a los seres humanos, por la continua interacción entre miles o millones de animales, muchas diferentes cepas de virus y el contacto con humanos que entran y salen de las instalaciones”.[14]
De lo dicho y de otros
planteamientos aún más recientes[15] podemos extraer una integración más
global del problema, en línea con su consideración como un emergente sistema
complejo que se imbrica en el marco de la crisis estructural del sistema
histórico capitalista. En nuestra opinión, el reinado del capital y la
diversificación de su actividad industrial borra y absorbe las líneas
limítrofes de la vida de los otros reinos (mineral, animal, vegetal, etc.), la
civilización del progreso, con el colapso climático, revela que lo que para
algunos es el fin del antropoceno, sería con mayor precisión el resultado del
primado del capitaloceno (Malm, 2016, Vega, 2019). Los mega-incendios recientes
de bosques y selvas (California, Amazonía y Australia), que significaron la
extinción o casi extinción de algunas especies, encuentran hoy un nuevo
capítulo cuando la pandemia de la covid 19 nos pone en situación de
incertidumbre y nos muestra la fragilidad a que ha sido orillada nuestra
existencia. El orden social vigente en sus cadenas globales de valor no cesa en
rastrear nuevas o recomponer antiguas ramas de negocios, a la búsqueda de
castigar costos y acrecentar rendimientos, erige así una “fábrica mundial” que
es la pira sacrificial de la vida humana y no humana de la tierra. Homogeneiza,
en el ciclo del capital dinero, la vida toda (en su compleja diversidad) y la
reduce a la tentación industriosa del capitalista y su frío cálculo egoísta:
esa desmesura no reconoce límites; ningún espacio de la vida, ningún sistema
histórico, biológico o material, queda al margen de esa hybris,
en eso consistiría el totalitarismo del mercado, el fascismo inherente al
mercantilismo absoluto. Eso queda muy claro en la confrontación de dos
modalidades para la obtención y reproducción de los bienes de consumo, dos
polos se confrontan, los de la vía
campesina y la pequeña agro-ecología de
subsistencia, y la vía capitalista y las agroindustrias de las grandes
corporaciones multinacionales, que no es sino expresión de la oposición de la
vida urbana (con sus grandes urbes y sus cinturones de miseria) que se sobre
extiende por encima de la vida rural (la del pequeño campesino, pero también
del adinerado que tiene ahí su casa o mansión de descanso), ahí estaría la
conexión del origen y surgimiento del nuevo coronavirus con el proceso de
consumo, y no en la exotización de una determinada ingesta de la otredad barbarizada,
Silvia Ribeiro lo explica con claridad en este pasaje que reproducimos:
“Hay tres causas concomitantes y complementarias que han producido todos los virus infecciosos que se han extendido globalmente en las últimas décadas, como la gripe aviar, la gripe porcina, las cepas infecciosas de coronavirus y otras. La principal es la cría industrial y masiva de animales, especialmente pollos, pavos, cerdos y vacas. A ésta se le suma el contexto general de la agricultura industrial y química, en la que 75 por ciento de la tierra agrícola de todo el planeta se usa para la cría masiva de animales, principalmente para sembrar forrajes con ese destino. La tercera es el crecimiento descontrolado de la mancha urbana y las industrias que la alimentan y por ella subsisten.
[…]
Aunque el virus de la
gripe porcina no es un coronavirus, la mecánica de cómo llega a convertirse en
epidemia/pandemia es similar a las otras enfermedades zoonóticas (es decir que
tienen origen animal). Enormes cantidades de animales de cría confinados,
hacinados e inmunodeprimidos, alientan que el virus mute rápidamente. A esos
animales se les da continuamente antibióticos y antivirales, además de estar
expuestos en ambiente y alimentación a diversos pesticidas desde que nacen
hasta el matadero. Tanto para que engorden más rápido como para tratar de que
no se enfermen, en condiciones absolutamente insalubres para cualquier ser
vivo.”[16]
Del austericidio[17] neoliberal a la reconstrucción de los servicios públicos de salud como expresión de los bienes comunes globales
Bajo este prisma de
análisis, el problema fundamental que enfrentamos se ubica en la articulación de la progresiva expansión del nuevo virus (que en
unos cuantos meses ya abarca, casi sin excepción, hasta el último rincón del
planeta) con el daño ya proferido (en términos sociales y ecológicos) al cuerpo
planetario por la indolente persistencia del “virus liberal” (Amin, 2007) o,
mejor, neoliberal que ha colonizado la economía mundial, y a puesto a su
servicio la estructura de los estados, por ya casi medio siglo. El virus de la
covid-19, entonces, deja caer sus efectos en el marco de la virulencia
capitalista acrecentada con el neoliberalismo, acicateada por la declinante
cuota de la ganancia capitalista, y es por la persistencia de esta tendencia
que ve consolidada su letalidad, y acrecentada su amenaza de contagio, pues
ésta no se reduce a la escala que pueda alcanzar la curva de contagio, en los
momentos de crisis (sanitaria), sino que quizá pueda reaparecer (y con ello,
también las medidas de contención y los correspondientes cuidados) en olas
periódicas, en el corto y mediano plazo.
La lucha por el aseguramiento de la vida (en el marco de esta crisis o de esta nueva contingencia, que parece instaurarse como una nueva normalidad), y que ésta se ubique en parámetros saludables, es hoy el espacio privilegiado del conflicto social y es resultado de la guerra global de clases en que nos encontramos (bajo el neoliberalismo) en el último medio siglo. El capitalismo, en su versión neoliberal, ha tornado más frágiles las líneas de resistencia, si por ellas entendemos el debilitamiento, cuando no su casi desaparición, de los sistemas universales de salud y su conversión como establecimientos para la acumulación capitalista, lo que conlleva no solo mercantilización y privatización (en el sector de servicios médicos y hospitalarios), sino fragmentación, desmembramiento y colapso de infraestructuras. Estas modificaciones que se encubren como tendencias a la modernización, tienen por resultado sucedáneo el olvido de conocimientos tradicionales (estrategias ancestrales, preservadas en saberes resguardados y transmitidos por pueblos y comarcas, igualmente útiles para enfrentar la enfermedad y procurar esquemas de sanación), y la exclusión de estrategias comunitarias o consuetudinarias de atención, en cuya base se ubica una visión solidaria, horizontal y recíproca, y una ética con y por les otres.
La región latinoamericana permite confrontar los horizontes que se abren ante dos maneras de atender la crisis de salud por la que se atraviesa, y estos encontrarían sus líneas de demarcación justamente en los ajustes promovidos por el neoliberalismo y auspiciado por las políticas de austeridad[18] y las condiciones de dificultad que deben sortear las propuestas diametralmente opuestas a esos criterios de los llamados “programas de gobierno progresistas”, toda vez que, ese tipo de proyectos, arrancan o retoman posiciones de gobierno con estados cuya base fiscal es muy débil, el endeudamiento con prestamistas privados o con instituciones internacionales es severo, las fugas del capital son persistentes, y la estructura del gasto público social muy limitada. Esa línea divisoria en cuanto a los objetivos y la carga de sentido que se le confiere a la atención de la crisis sanitaria de la Covid-19 queda bien ejemplificada en los casos de Brasil, Bolivia (que volvió bruscamente a manos del neoliberalismo luego del Golpe de Estado de noviembre de 2019), Chile, Ecuador (que abrazó el neoliberalismo luego de la traición de L. Moreno), y Perú; por el contrario, los casos de México y Argentina intentan promover líneas de política pública gubernamental que reivindique el papel subsidiario del Estado y que, sobre los cimientos y simientes de la reconstrucción de sus bases sociales opere dando un giro solidario sumamente necesario a la atención médica, una recomposición de los servicios públicos que vea por los que menos tienen, los desfavorecidos de siempre.
Lo significativo de la política de salud ante un evento que involucra al pueblo en su conjunto (de ahí la etimología de Pandemia) es que debe tratarse de un ejercicio integral que absorbe (en la contingencia) a las otras dimensiones de la política pública, al resto de programas sociales, de redistribución y de salario político. En lo inmediato la mira está puesta en la cuestión de cómo preservar vidas humanas,[19] de paliar el número de víctimas, ello vuelve prioritario, de un lado, cómo dar atención a los integrantes de la sociedad que pasen a la condición de “enfermos graves” lo que coloca un desafío a una menguada infraestructura hospitalaria de tercer nivel (donde se ubican las camas de hospital equipadas para la terapia intensiva, con respiradores automáticos, etc.).
La valoración o reconocimiento de que los equipamientos hospitalarios pueden colapsar,[20] y de que pueden resultar insuficientes las medidas de bioseguridad con los insumos médicos hospitalarios utilizados, e incluso hasta los servicios funerarios podrían revelarse insuficientes (lo que ocurrió en Italia, cuando la pandemia llegó al cenit de la curva de crecimiento, y ocurre ya, al menos en la ciudad de Guayaquil, en Ecuador, cuando la curva apenas comienza a crecer de manera exponencial), ha concentrado los esfuerzos de la sociedad en un objetivo: reducir la escala de contagio, en vista a que la figura de la curva tendencial se mantengan por debajo del promedio de la tasa de letalidad registrada hasta el momento. También ahí, en el aseguramiento de las medidas de confinamiento y distanciamiento físico, se aprecian diferencias muy importantes, países proclives al autoritarismo han establecido medidas de reclusión obligada, que algunos gobiernos han instrumentado como toque de queda (Perú, algunos estados centroamericanos), estado de sitio (Chile o Bolivia, que ahora encubre un gobierno sostenido por el ejército como emergencia sanitaria), todas éstas, variantes de decreto de un Estado de excepción. Mención especial merece, de nueva cuenta, el gigante sudamericano, pues el propio titular del Ejecutivo, Jair Bolsonaro, no solo no atiende las medidas sugeridas por su propio gabinete, sigue sosteniendo que se trata de “un simple resfriado”, promueve que la economía no debe paralizarse, y qué, en su defecto, ello habrá de significar el rompimiento del orden democrático, en lo que parece interesarle más la militarización del poder[21] que el freno a la industria. Muy diferente el caso de Argentina donde, en efecto, se ha dejado el resguardo del orden a las fuerzas de seguridad, pero en un claro ejercicio de conducción política por el Poder Ejecutivo.
El caso de México es muy específico porque el sostenimiento de la cuarentena se ha planteado como un ejercicio democrático de autolimitación, esto es, del reconocimiento de que preservar la salud del semejante es preservar la salud de todes. Así, mientras no cesan los llamados de la derecha y la gran mayoría de opinólogos de los medios de comunicación (en el estallido de una verdadera infodemia) para que las medidas se tornen más severas; desde el Consejo de Salubridad General se sigue apostando a la legitimidad del mensaje gubernamental que, en un ejercicio de persuasión subraya la importancia de atender la obligatoriedad del auto-confinamiento, sin ignorar que la responsabilidad recae en aquellas capas sociales que tienen mayores posibilidades de atenderlo, por sus condiciones y niveles salariales, su disposición de ahorros para afrontar este período, etc. La conducción de la estrategia de salud ante la contingencia se ha dejado en “los expertos, con conciencia social”, que reconocen en las condiciones económicas de la amplia mayoría de las y los mexicanos un severo dique a la obtención de un estricto cumplimiento de la cuarentena. Saben que más de cuarenta años de neoliberalismo, y de las políticas de austeridad produjeron la pobreza y extrema pobreza en que se dirime la vida del pueblo mexicano, y que la sobrevivencia de los de abajo debe ser un criterio primordial, pues se trata de unidades domésticas con ingresos reducidos y debido a ello muy escaso o nulo ahorro, y con desempeño de actividades (precarizadas) en los sectores informalizados, por lo cual requieren de un sostenido flujo de efectivo.
La política recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) va dirigida a una especie de decreto global de cuarentena, en los siguientes meses. Reconocido es el hecho de que ya la economía mundial venía mal, de que la crisis en este año podría tornarse recesiva; hoy ya eso es evidente, aceptado por el establishment y las autoridades de los organismos internacionales (en todos lados se escucha que “hemos ingresado en una recesión global”), ahora las preguntas importantes giran en torno a ¿cuánto tiempo ha de durar el escenario económico recesivo? y ¿qué posibilidades habrá para la instrumentación de heterodoxas medidas económicas contracíclicas?
Las medidas de confinamiento tienen un efecto de parálisis en los circuitos económicos de consumo, circulación, producción e inversión programada. Las unidades productivas en funcionamiento quedan reducidas a las que pasan a considerarse actividades que atienden a necesidades esenciales, recluyendo a la gente ubicada en ramas y sectores que pueden considerarse secundarios (en el marco de la contingencia) o que pueden cumplirse de manera virtual, a distancia, o en variantes del home office. Esa discusión es muy importante y nos remite a los clásicos planteamientos de Paul Baran y Paul Sweezy en torno a la “irracionalidad económica” (toda aquella actividad económica en que se despliega un desperdicio o despilfarro del excedente social, el ejemplo más concreto de ello sería el sostenimiento del armamentismo) y la necesidad de canalizar los procesos económicos de producción, circulación y consumo hacia el arco de actividades “primordiales” en donde se obtuviera un mayor “excedente potencial” que, en este caso debiera ser entendido como toda aquella actividad (social y pública), dirigida a preservar la vida, pero no en un sentido abstracto, sino en una política dirigida a recomponer las situaciones de sobrevivencia de la población más desfavorecida. Como es notorio, eso remite a una “disponibilidad estatal” completamente distinta, pues exige rehacer la figura del Estado como garante universal, en una primera instancia, inmediata, de un sistema de salud pública eficiente y oportuna (a sabiendas de que se parte de condiciones ruinosas, herencia del neoliberalismo),[22] en segundo lugar, revistiéndolo de un activismo más efectivo en las medidas de fomento económico y en los planes de corto plazo (por vía de la inversión pública) para la recuperación del empleo, en tercer lugar, de ampliación, hasta donde sea posible, de un esquema de ingreso, subsidio y becas para los más necesitados.
El reto será enorme para aquellos países que pretenden salirse de la condicionalidad neoliberal y que ya ven muy mermados sus ingresos externos (por venta de petróleo, turismo o llegada de divisas) o para aquellos que ya viven situaciones dolorosas por la soberbia del poder estadounidense, la perpetuación del bloqueo, las sanciones económicas, y que, en medio de la pandemia global, amenaza con instrumentar hasta una intervención militar, para sacar réditos al deponer un gobierno democráticamente electo (el de Nicolás Maduro, en Venezuela) y sustituirlo por un gobierno títere que actúe al servicio del Departamento de estado estadounidense. La administración Trump (que no piensa sino en ganar las elecciones de noviembre próximo) con su actitud belicista no hace sino desviar la atención de su ciudadanía ante el previsible manejo ineficaz de la crisis sanitaria, de la que se espera que el número de defunciones se cuente por decenas de miles.
De nueva cuenta conectamos el problema de la pandemia con los hilos que le atan a la dimensión global de la crisis del capitalismo, y desde ese ángulo pueden extraerse algunas conclusiones, en primer lugar, la adquisición de conciencia para una buena parte de la humanidad de que la agudización y prolongación de la emergencia sanitaria está relacionada con las políticas de austeridad neoliberal que han destruido los sistemas públicos de salud (al canalizar el excedente social y los presupuestos públicos hacia los grandes holdings capitalistas, y el capital financiero), puede significar un resquebrajamiento del consenso neoliberal y apuntalar los reclamos contra la sociedad de la divisoria del 1% contra el 99%, ganar, entonces, a ciertos estratos económicos acomodados, a los estratos medios y al amplio abanico de aquellos que viven de la venta de su fuerza de trabajo, y articularles en la lucha por derrumbar los cimientos del neoliberalismo es un avance importante, nada despreciable. En segundo lugar, y en un mediano plazo, parece configurarse un atractor para la lucha posneoliberal y de intenciones anti o post capitalistas, éste parece incorporar transversalmente los ejes del conflicto contra el colonialismo, el capitalismo y el patriarcado.
Con relación al colonialismo, ello ha de traducirse en un reclamo, firme, por la anulación del pago de los intereses y el monto de capital de la deuda externa, y por bajar y recortar los gastos que alimentan la industria armamentista. Con relación al capitalismo, reconstruir los servicios públicos de salud es solo una parte de un reclamo más global en dirección a una reapropiación social del estado (en un movimiento de abajo hacia arriba) por vía del cual se apunta al ingreso ciudadano, al establecimiento de una renta básica universal para todes, eso quiere decir pasar del entendimiento del Estado como constitución material del conflicto social al Estado como constitución maternal del bienestar y los cuidados, parafraseando a Rita Segato.[23]
Con relación al patriarcado capitalista las dimensiones de la lucha van configurándose alrededor de una reivindicación genérica por la raíz mater que subyace a la lucha de los materialistas, esto es, la defensa de la Madre Tierra o, si se prefiere, de la ecología y la naturaleza, como el espacio y entorno mater de Gaia, eso se traduce también en un cambio de concepción en nuestra segunda naturaleza, esto es, de la forma Ciudad, conjunto relacional que impone la lógica en que está dispuesto nuestro lugar y espacio en la vida social en la gran urbe y, desde luego, el cambio sistemático, la revolución y reeducación permanente para el establecimiento de relaciones cotidianas que no reproduzcan los isomorfismos de la dominación, la explotación y la apropiación al interior de las muy diversas unidades domésticas.
Si empujamos a un entendimiento de esta nueva dimensión de la crisis de la modernidad capitalista en las tres direcciones subrayadas anteriormente, quizá no estaremos tocando las puertas de la nueva sociedad (como si esto ocurriera por un acto de prestidigitación, un juego de manos, como lo llegaron a vislumbrar algunos filósofos de la academia crítica del Norte), pero habremos dado algunos pasos en el desprendimiento de la dominación neoliberal que, para los países del Sur, como para el resto del planeta en el contexto de la Covid-19, es una lucha de vida o muerte.
Bibliografía
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Amin, Samir. 2007. El virus liberal.
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Permiso, 29 de marzo de 2020. Disponible en:
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Vega Cantor,
Renán, El capitaloceno. Crisis
civilizatoria, imperialismo ecológico y límites naturales, Bogotá: Teoría & Praxis, 2019.
Wallace, Robert. 2016.Big Farms Make Big Flu, New York: Monthly Review Press.
Notas
[1]Doctor en Filosofía Política, por la UAM – Iztapalapa.
Investigador Titular del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en
Ciencias y Humanidades. Ha sido profesor en las facultades de Economía,
Ciencias Políticas y Sociales y Filosofía y Letras, de la UNAM. Su obra Asedios a la
totalidad. Poder y política en la modernidad, desde un encare de-colonial (Barcelona, Anthropos – ceiich - unam, 2012), obtuvo Mención
Honorífica en la 8va edición del Premio Libertador al Pensamiento
Crítico 2012, y obtuvo el Premio Frantz
Fanon 2015 al trabajo destacado en pensamiento caribeño (The
Frantz Fanon Awardfor Outstanding Book in Caribbean Thought) de la Asociación
Filosófica del Caribe. Sus más recientes libros son Colonialismo
neoliberal. Modernidad, devastación y automatismo de mercado (Buenos Aires, Herramienta, 2018) y Del monólogo
europeo al diálogo inter-filosófico. Ensayos sobre Enrique Dussel y la
filosofía de la liberación (México, ceiich-unam, 2018) y, con Elvira Concheiro
(Coords.) Marx
revisitado. Posiciones encontradas (México, ceiich-
unam, 2016)
[2] Mike Davis. “Coronavirus: «en un año de
peste»”, Sin Permiso, 29 de marzo de 2020. Disponible en:
http://www.sinpermiso.info/textos/coronavirus-en-un-ano-de-peste
[3] Véase Dussel, Enrique. “Cuando la naturaleza
jaquea la orgullosa modernidad”, La
Jornada, 04 de abril de 2020. Disponible en:
https://www.jornada.com.mx/2020/04/04/opinion/008a1pol
[4]La simbiosis, como se ha demostrado, es una condición
inherente a la vida biológica, social y cultural del gregario humano, pero no
reduce sus interacciones a esa esfera y menos las atrapa en la unidad de
análisis privilegiada por los modernos (el individuo aislado), sino que la
proyecta en una multiplicidad de relaciones con otros dominios, con otros
reinos o especies. Así entendida la simbiosis puede desarrollar tres formas, la
mutual, la comensal y la parasitaria. Véase Serres, Michel. El parásito,
Rosario: Co-lectora, 2015.
[5] Véase Serres, Michel. El parásito,
Rosario: Co-lectora, 2015. El concepto de parásito(s) se reveló en toda su
complejidad en la celebrada y premiada película (2019) del mismo nombre del
cineasta y sociólogo surcoreano Bong Joon-ho. De hecho, el filme Parásitos,
al volcarse como el “espíritu del mundo” (Weltgeist) hegeliano, a un recorrido
de Oriente al norte de Occidente, y convertirse en un fenómeno viral,
escondía una suerte de presagio.
[6] El actual Coronavirus procede del grupo de los
SARS, siglas en inglés de Síndrome Respiratorio Agudo Grave.
[7]Véase La Jornada, 22 de marzo de 2020, disponible en:
https://www.jornada.com.mx/2020/03/22/opinion/a03a1cul
[8] Tommy Tsan-Yuk Lam, et. al. “Identifying SARS-CoV-2 related coronaviruses in
Malayan pangolins” en Nature,
26 de marzo de 2020. Disponible en:
https://www.nature.com/articles/s41586-020-2169-0_reference.pdf
[9] Silvia Ribeiro. Las causas de la pandemia. No le
echen la culpa al murciélago” Entrevista de Claudia Korol, en Página 12,
03 de abril de 2020. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/256569-no-le-echen-la-culpa-al-murcielago
[10] GRAIN. “Nuevas investigaciones sugieren que las
granjas industriales, y no los mercados de productos frescos, podrían ser el
origen del Covid-19”, 30 de marzo de 2020, Disponible en: https://grain.org/e/6438. El informe consigna como fuente:
Jeanna Bryner, “1st known case of coronavirus traced back to November in
China”, Live Science, 14 de marzo:
https://www.livescience.com/first-case-coronavirus-found.html.
[11] GRAIN. “Nuevas investigaciones sugieren que las
granjas industriales, y no los mercados de productos frescos, podrían ser el
origen del Covid-19”, 30 de marzo de 2020, Disponible en: https://grain.org/e/6438. El informe consigna como fuente:
Kristian G. Andersen, Andrew Rambaut, W. Ian Lipkin, Edward C. Holmes &
Robert F. Garry, “The proximal origin of SARS-CoV-2”, Nature Medicine,
17 de marzo: https://www.nature.com/articles/s41591-020-0820-9 y
Ye Qiu,Yuan-Bo Zhao, Qiong Wang, Jin-YanLi, Zhi-Jian Zhou, Ce-Heng Liao,
Xing-YiG, “Predicting the angiotensin converting enzyme 2 (ACE2) utilizing
capability as the receptor of SARS-CoV-2”, Science Direct,
19 de marzo : https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1286457920300496.
[12] Rob Wallace. “La responsabilidad de la
agroindustria en el Covid-19 y otras enfermedades virales”, Entrevista de Pyaak
Pabst, en Marx 21,
11 de marzo de 2020. Disponible en:
https://www.marx21.de/coronavirus-agribusiness-would-risk-millions-of-deaths/
[13] Puede verse su trabajo Big Farms Make Big Flu, (“Grandes granjas producen grandes gripes”; Monthly
Review Press, 2016).
[14] Ribeiro, Silvia. SERVINDI. Comunicación intercultural para un mundo más
humano y diverso, 26 de marzo de 2020. “Los hacendados de
la pandemia”. Disponible en internet en:
https://www.servindi.org/26/03/2020/silvia-ribeiro-los-hacendados-de-la-pandemia
[15] Rob Wallace, et. al. “COVID-19 and Circuits of
Capital”, Monthly Review, 01 de abril de 2020. Disponible en:
https://monthlyreview.org/2020/04/01/covid-19-and-circuits-of-capital/
[16] Silvia Ribeiro: “Los hacendados de la pandemia”.
Disponible en internet en: https://www.servindi.org/26/03/2020/silvia-ribeiro-los-hacendados-de-la-pandemia
[17]En nuestro contexto se torna necesario distinguir y
hacer notar que AMLO se equivoca al utilizar el término austeridad, para sus
políticas de racionalización y manejo honesto, no corrupto y regulado de las
finanzas del Estado. El término fue ampliamente usado en el neoliberalismo con
otras connotaciones, de hecho, contrarias a su programa que significaron, en
los gobiernos anteriores, austeridad para los pobres y saqueo, apropiación
privada del excedente, derroche, corrupción e impunidad para los ricos. AMLO,
aunque adjetiviza la austeridad que propone como republicana podría
reconsiderar la historia del término.
[18] Markovčič, Andrej. “Capitalism Caused the
COVID-19 Crisis” en Jacobin,
06 de abril de 2020. Disponible en:
https://jacobinmag.com/2020/04/coronavirus-covid-19-crisis-capitalism-disaster
[19] Escandaloso es el caso en Brasil, donde Jair
Bolsonaro no solo contradice los esfuerzos y los dichos de su Ministro de
Salud, sino que parece vislumbrar, y hasta celebrar, en esto, una especie de
limpieza social, de supervivencia darwiniana-spenceriana del “más apto”.
[20] Nuestros países están lejos de proveer servicios
hospitalarios o alcanzar promedios como Japón que provee 12 camas de hospital
por cada mil habitantes, un promedio cuatro veces mayor que en los Estados
Unidos, vaya, estamos muy por debajo del promedio de nuestro vecino del norte.
[21] Sader, Emir. “Los militares llegaron de la mano
de Bolsonaro” en Página 12, 06 de abril de 2020. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/257694-los-militares-llegaron-de-la-mano-de-bolsonaro
[22] Pandemia. Gustavo Reyes Terán señala
deficiencias, La Jornada, 06 de abril de 2020. Disponible en:
https://www.jornada.com.mx/2020/04/06/politica/003n1pol
[23]Entrevista a la antropóloga Rita Segato en Brotes
Verdes. 31 de marzo 2020. https://youtu.be/L5JjUAW82is
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