Después de Manuel Gonzales Prada, que lideró el encendido
movimiento libertario, hay un interregno que culminara en la década del 20 con
la presencia de Haya, Mariátegui, Basadre, Tello, Sánchez. Precisamente ese
intermedio fue asumido por la generación que se núcleo en torno al combativo
Pedro S. Zulen.
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Pedro Zulen. Imagen del Boletín bibliográfico de la Universidad de San Marcos, marzo 1925. |
La inquietud de Zulen fue múltiple y variada. Desde sus años
juveniles se preocupó por el debate de los problemas nacionales, en especial,
de la situación indígena. Su espíritu fino y sensible lo canalizó también por
la senda de la poesía y crítica literaria vinculándose, en estrecha amistad,
con José María Eguren, Enrique Bustamante y Ballivián, Angéjica Palma, Jorge
Basadre, entre otros. Su entrega a la ciencia y a la filosofía lo llevaron a la
crítica del positivismo y del neohegelianismo sobre los cuales publicó ensayos
verdaderamente pioneros, como lo ha ponderado, con autoridad, Augusto Salazar
Bondy.
Durante la docencia universitaria, se dedicó también a
modernizar el funcionamiento de la Biblioteca Central de San Marcos. Para esto
elaboró un proyecto de catalogación recogiendo sus experiencias y conocimientos
que había adquirido en sus viajes al extranjero y en sus estudios en Harvard.
(Una propuesta de trabajo, en un texto de 16 páginas mecanografiadas, puede ser
útil aún en la actualidad para los alumnos y profesores de la Escuela de
Bibliotecología). Se interesó igualmente por la Historia y la Sociología
utilizando, para el efecto, las páginas de El Boletín Bibliográfico de San
Marcos que él puso en circulación. En sus números iniciales (10 y 14, de 1924)
dio especial significación para comprender la resistencia andina durante la
Guerra con Chile. Empero, de su gran libro; “su obra definitiva”, -como lo
calificó Bustamante y Balliván— no quedó sino el bosquejo que había preparado
(Gamonalismo y Centralismo). Ojalá alguna institución o editorial se interesen
por rescatarla del olvido. De este modo el país, la ciencia y la cultura se
habrán reivindicado con quien dio su juventud y su vida por redimir a los
pobres e impulsar pioneramente el socialismo en el Perú.
I
UNA SEMBLANZA
Don Pedro Salvino Zulen nació en Lima, el 12 de octubre de
1889. Fueron sus padres Pedro Francisco Zulen y Petronila Irene Aymar. El, un
acomodado comerciante y ella una distinguida dama limeña. Pedro Zulen hizo sus
estudios en el Colegio de Lima y posteriormente en las Universidades de San
Marcos y de Harvard donde obtuvo el doctorado en filosofía. Se desempeñó como
docente universitario dirigiendo las cátedras de psicología y filosofía. Fue
director de la Biblioteca Central de San Marcos. Publicó dos libros: La
filosofía de lo inexpresable y Del neohegelianismo al neorrealismo. Dirigió el
periódico La Autonomía y dejó una nutrida producción intelectual dispersa en
revistas, periódicos y semanarios. Falleció en Lima el 27 de enero de 1925.
José Carlos Mariátegui. compañero y amigo de Zulen a dicho: “Reivindiquemos
para Pedro Zulen, ante todo el honor y el mérito de haber salvado su
pensamiento y su vida de la influencia de la generación con la cual le tocó
convivir en su juventud. El pasadismo de una generación conservadora y hasta
tradicionalista (“futurista”) no logró depositar su polilla en la mentalidad de
ese hombre bueno e inquieto. Tampoco lograron seducirlo el decadentismo y el
estetismo de la generación “Colónida”. Zulen se mantuvo al margen de ambas
generaciones”.
Zulen fue un hombre múltiple. Se interesó por todos los
problemas de la humanidad. Su cultura fue vasta y su conducta totalmente
generosa. El mismo Mariátegui, al publicar su colaboración en la revista
Claridad, comentó: “Finamente débil, Pedro Zulen ha consagrado su vida al
trabajo intelectual… sabe prescindir de la erudición y vivir auténticamente su
juventud, compartiendo el dolor de los pobres”.
Zulen, con su tenacidad y perseverancia, formó discípulos,
no tanto en las aulas, sino con el ejemplo, el consejo y la convicción. El
solía decir: “perseverar es luchar sin doblegarse ante algún contratiempo; poner
toda la energía debida en servicio de una causa determinada; poseer una
fortaleza de espíritu tal para poder avenirse a que el éxito buscado, sea, si
se halla, la coronación final de una serie de derrotas precedentes o de
triunfos parciales. La perseverancia es la acción que perdura y vive en el
tiempo…”.
Su ideal fue establecer la justicia social y el
reordenamiento político en el Perú. Al respecto escribió: “Muchos males pululan
en el presente, pero viene el preludio de acontecimientos inesperados del futuro
y a un ocaso de iniquidad, debe seguir la aurora de la justicia. Si no
tuviéramos esta esperanza, ¿qué nos fortalecería en la lucha?
La justicia en el Perú debía comenzar por reivindicar al
indio. A esta causa entregó toda su vida, como lo testimonia Mariátegui: “Zulen
dirige su mirada al drama de la raza peruana. Y, con una abnegación nobilísima,
se consagra a la defensa del indígena. La Secretaria de la Asociación
Pro-Indígena absorbe, consume sus energías. La reivindicación del indio es su
ideal. La causa del indio tiene en Zulen su principal propugnador”. Para
condenar el abuso, encarar al gamonalismo y formar una conciencia nacional
favorable al indio. Zulen escribió manifiestos, memoriales, recursos y se
vinculó con los mismos protagonistas. Los mensajeros indígenas fueron sus
mejores amigos. Con ellos compartió sus problemas y sus alegrías. La señora
Elvira Zulen nos contó, por ejemplo, que le gustaba escuchar la música y las
canciones indígenas. Este era el único presente que aceptaba de sus amigos a
cambio de su lucha contra el gamonalismo.
La solución del problema del indio radica en la destrucción
del latifundio, precisó enfáticamente: “Una revolución que cambia radicalmente
este estado de cosas, tendrá que ser una revolución agraria que logre la
subdivisión de las haciendas para que no haya ninguna familia peruana sin su
lote de terreno propio, aunque reducido pero indiviso, inembargable y siempre
heredado dentro de su seno. Así, no faltará nunca, a nadie de lograr su pan.
¡Destruyamos el latifundio! He aquí un lema de la futura revolución social
peruana”.
Zulen fue, pues, un radical como lo califica Jorge Basadre
en su obra “La Vida y la Historia”. Tuvo fe en los hombres de su generación y
en la potencialidad creativa de los propios indios. En su discurso a los
comuneros de Chucuito se lee: “Seguid adelante. Esta obra de renovamiento
continúa con tesón, entusiasta y poderosa. El día de la victoria no está
lejano. Si hoy la frase “no hay justicia” acude, a cada instante, a vuestros
labios, no debéis desesperar. El día que la libertad y la justicia triunfen
veréis a vuestros pies a los mismos que hoy os vejan, que hoy os arrebatan
vuestro patrimonio. Ese día este suelo será de nosotros solos, como lo fue
antes… y entonces todos podremos decir: ¡Viva el Perú regenerado por sus
indios!”
Su labor fue íntegra y su filiación a la causa indígena fue
plena. Dora Mayer nos recuerda: “Zulen dio por los indios las primeras energías
de su juventud y quizá los alientos más grandes de su corazón”.
Incursionó en la prensa dirigiendo el periódico La
Autonomía. Sus 23 números los destinó, esencialmente, al debate político en
torno al federalismo, al centralismo y al nacionalismo. El editorial del primer
número mostró el derrotero e ideario que asumió: “Las provincias comienzan a
darse cuenta de la opresión de todo género en que las han mantenido las
oligarquías… comienzan a tener conciencia de sus destinos, quieren hoy
reivindicar por sí y ante sí sus derechos democráticos que les arrebataron”.
Cuando falleció Pedro Zulen, a su sepelio no asistió ningún
indio. Fue, más bien, la rancia aristocracia limeña, que se apoderó de sus
restos. Los elogios abundaron, las alabanzas, menudearon. Nadie valoró su ideal
y su lucha por el indio y por el socialismo. Dora Mayer hizo notar,
posteriormente, un hecho altamente significativo: “Sólo uno, de la magna causa
de la Pro-Indígena, se prestó a rendir homenaje de solidaridad a Zulen, pero,
ese único doliente no concurrió al sepelio, porque había tomado otro camino.
Era Ezequiel Urviola, el pobre puneño, casi jorobado, paladín, de la redención
social, con alma de maestro rural y calor de apóstol. Urviola fue, en nombre de
todos los indios, al entierro de Zulen y fue hasta el cielo”. El líder indígena
había muerto en la misma fecha (27.01.1925) que el maestro universitario.
II
LOS COMBATES
1. La
Educación indígena. Zulen y sus compañeros comprendían plenamente el papel
de la educación en el desarrollo del país: “la escuela es integrante del todo
social, separable únicamente por abstracción de nuestro entendimiento. Los
males de que adolece una colectividad tienen que reflejarse necesariamente en
todas sus instituciones”. Entonces, la educación no podía estar peor. Faltaban
maestros, escuelas, materiales de enseñanza y, más aún, se combatía todo
intento que partía del pueblo por mejorar aquella situación. La escuela estaba
sumida en todo un engranaje de mentiras, prejuicios y convencionalismos.
Había que educar a los futuros
maestros, lograr mejores condiciones de trabajo y enseñanza. Pero, la misión
era delicada, compleja: “La educación es una función incesante de la vida toda,
el maestro no sólo educa desde el pupitre de la escuela, sino del medio social
mismo”. Su función es “servir de guía” y estimular el sentimiento afectivo del
educando. La finalidad directriz de su sacerdocio, “es modelar al hombre que la
herencia deposita en sus manos”. Por todo esto, acotaba Dora Mayer: “cualquier
entidad, sea individuo o nación, en cuya influencia se baña el educando, tiene
que ser austeramente dueña de sus pasiones para no enlodar en vez de limpiar la
mente ajena.
Pero el maestro no sólo debía
educar su personalidad sino también instruirse. Armarse de conocimientos,
poseer la ciencia. De otra manera no sabría qué enseñar. Ahora para saber enseñar
debía contar con un arte y una didáctica. Esto le permitiría transmitir con
eficacia los conocimientos, la ciencia y la cultura. Finalmente, tendría que
conocer bien el carácter y la personalidad del educando. Dora Mayer, encontraba
en Amiel, el mejor ejemplo de inspiración: “el niño ve lo que somos, detrás de
lo que deseamos ser. De ahí deriva su reputación como fisonomista. El extiende
su poder hasta donde puede sobre cada uno de nosotros, él es el más sútil de
los diplomáticos. El niño es una luna de aumento”.
Aquí el principio: “Maestro
disciplínate a ti mismo!” No exageres nada. La moral que trasmites debes
practicarla y, en fin, no mientas. El caso de la campaña antialcohólica de los
Estados Unidos sirvió para ilustrar aquellas recomendaciones. Al iniciarse la
campaña en 1896 la población consumía unos 67 millones de galones de
aguardiente y al término de la misma, en 1913, el consumo era de más de 140
millones de galones. ¿Qué había pasado? Y es que los textos escolares
exageraban la nota moralizadora con notas horripilantes, con groseras y
fatídicas escenas sobre los bebedores de alcohol. Pero, los alumnos observaban
que la realidad era distinta y en sus propios hogares se libaban licores y no
veían aquellas consecuencias. Los alumnos se volvieron escépticos y renuentes a
la campaña antialcohólica”.
Imbuidos de aquellos ideales, los
miembros de la Pro-lndígena, propiciaron en 1909 unas conversaciones en torno a
La Educación del Indígena. Durante los días 7, 14, 17 y 24 de julio debatieron
el problema, profesionales, intelectuales, artesanos y estudiantes desde
diversos ángulos y puntos de vista. El periódico El indio, bajó la dirección de
Santiago Giraldo, dio cuenta de los planteamientos más significativos. He aquí
las intervenciones:
Dora Mayer, “la noble y sincera
escritora”, decía, los indios se quejan eternamente ¡No hay justicia!. Señores “la
justicia es la mejor educación que se puede dar a un pueblo”. La Asociación
debe encarar a los gamonales que son la causa primaria del abatimiento del indio.
Cuando vienen a Lima, aquí debemos hacer que “despierte en los amos la
vergüenza de ser convictos de abusos inhumanos”.
Julia Delaway reclamaba el
establecimiento de una cátedra de quechua para educar al indio en su propio
idioma.
Víctor Andrés Belaúnde, profesor
de la Facultad de Jurisprudencia, consideraba necesaria crear una legislación
tutelar de la raza indígena.
Teodomiro Gutiérrez Cuevas,
apoderado de los indígenas de Chucuito, dijo: “vengo a presentar mis
agradecimientos y felicitaciones al Centro Universitario por su interesantísima
labor pro-indígena y espero que ella ha de ser de trascendental y proficua
consecuencia”. Reseñó las atrocidades del gamonalismo y pidió su condena y
proscripción. En 1915 lideró el gran movimiento de restauración del Tahuantinsuyo,
proclamándose para el efecto, Inca, Rumimaqui.
Federico Ortíz fue más explícito
en su análisis. Puntualizó: “la experiencia de la vida, del trabajo, y no la
ciencia, me ha enseñado que la pretendida inferioridad de la raza indígena es
el resultado de un régimen de explotación secular en la que se le mantiene
sumida; educadla, desarrollad su carácter y energía y veréis que el indio puro
de nuestras serranías es esencialmente valeroso”. Ortiz intervenía a nombre de
la delegación obrera conformada por Benza, Chumpi-tasi, Fernández,
Portocarrero, Bravo y Rosales.
Juan Bautista Lavalle, Presidente
del Centro Universitario, sostuvo: “es necesario cambiar la orientación para
educar al indio. Urge, ante todo, la formación de autoridades honradas y la creación
de escuelas rurales y la restricción del alcohol”.
Pedro Zulen, entonces estudiante
de Letras, solicitó: “despojad vuestros espíritus de todas las trabas que los
prejuicios oponen a su expansionamiento: la condición principal para asegurar
el triunfo es deshacernos de nuestra ignorancia. Una defectuosa educación ha
impedido hasta hoy la existencia de juventudes conscientes de sus deberes
sociales. La educación del indio es indiscutible. El indio es uno de los
elementos más valiosos para el progreso nacional. Esa raza es el único almácigo
de ciudadanos que tiene el Perú para conservar su independencia”. Más aún,
Zulen fue el principal animador de estas “conversaciones”. Una carta inédita
que hemos podido hallar y un extenso documento acerca del Problema Nacional de
Educación (que fue publicado en La Prensa, marzo de 1909) así lo evidencian. El
texto lleva un subtítulo elocuente: “Introducción al debate iniciado por el
autor en el “Centro Universitario”. Y la carta a la que hemos aludido dice:
“Lima, 17 de febrero de 1909
Sr. Presidente del Centro Universitario
S.P.
Me es grato enviarle adjunto,
el proyecto de reglamento de las Conversaciones que tácitamente (lie comprometí
a presentar para su discusión y aprobación por la junta que Ud. dignamente preside.
Para los que nos interesamos
porque nuestra Institución sea algo más que un simple lugar de recreo de unos
pocos, para los que combatimos esa vida de inercia anémica que llevan nuestras
sociedades, para que los jóvenes estén en constante comunicación,
solidarizándose lo más posible para los que amamos la vida intensa, la vida
propia su determinación al acoger en todos sus alcances mi propuesta para el
establecimiento de las “conversaciones” no puede llenarnos más que de júbilo.
Dejemos de una vez las
rutinarias preocupaciones, los criterios estrechos y las añejas doctrinas.
Despojemos nuestras almas de sentimientos mezquinos. Seamos jóvenes no sólo de
cuerpo sino también de espíritu. Tratemos de definir nuestra situación ante los
grandes problemas que afectan al incierto porvenir de la República.
Estudiémoslo, meditémoslo y formémonos un criterio sano, amplio, que nos marque
el derrotero de la acción. Tratemos, además, de organizar “conversaciones”
sobre asuntos de Filosofía, Ciencia, Arte o Literatura.
Hagamos del Centro, el
complemento necesario de la vida universitaria.
Dios guarde a Ud. S.S.
Pedro S. Zulen”.
No era posible educar al indio
con el ejemplo, porque justamente los que saben leer y escribir son quienes más
lo explotan. Lejos de respetar las garantías y los derechos los pisotean y se
ufanan de ello. En suma, si el indio se sustrae de la escuela, huye del
ejército, odia al Estado y a la civilización, es porque ese Estado y esa
civilización se cruzan de brazos y sirven de cómplice al gamonalismo opresor.
El medio ambiente donde habita
el indio es igualmente adverso a la educación. Su incredulidad, su apego a la
tradición eran perjudiciales a la civilización. La miseria secular obliga al
indio a enviar a sus hijos a la labranza, al pastoreo y al trabajo desde muy
temprana edad. Los niños están apegados a la costumbre e idiosincrasia de sus
padres. Y aquellos que logran ingresar a las escuelas, se encuentran con otras
barreras, como escasez de materiales de enseñanza, pobreza de mobiliarios y, lo
que es más grave, carecen de maestros. Estos son, en su mayor parte,
improvisados por la tarjeta o nombrados por favor; repiten en la escuela textos
y conocimientos que los alumnos deben aprender de memoria y mecánicamente y, en
el peor de los casos, que ni siquiera entienden por el freno del idioma.
Pero, no todo estaba perdido,
había excepciones y posibilidades. Al margen del Estado, por iniciativa y
entrega popular empezaban a surgir verdaderas escuelas de regeneración indígena.
Este es el caso, por ejemplo, de “La Escuela Particular de Indígenas de la
Parcialidad de Platería”, ubicada en Chucuito-Puno, fundada en Junio de 1904.
Su gestor y conductor fue Manuel Zúñiga Camacho. Indio y maestro por
excelencia: “a sus cualidades excepcionales de poseer el castellano, el quechua
y el aymara y ser maestro en el genuino y elevado sentido de la palabra, es
algo más que un simple proceptor corriente, es un verdadero adalid de la causa
de la educación e instrucción de su raza”.
La escuela funcionaba con un
promedio anual de 60 a 70 alumnos. Podían matricularse no sólo niños de ambos
sexos sino, también, adultos atraídos por la prédica moral de su director. En
la escuela, aparte de enseñar a leer y escribir, se combatía el alcoholismo,
cocaísmo, se fomentaba la higiene, la salud, la artesanía y las técnicas
mejoradas de cultivo. Manuel Zúñiga era adventista, razón por la que la
reacción del clero y del gamonalismo no se hizo esperar. En 1908 la escuela fue
clausurada pretextando omisiones administrativas.
Pedro Zulen, al asumir la defensa
de la Escuela de Platería, consideró el atropello “como un atentado a la
cultura nacional”. Luego de un extenso alegato jurídico concluía: “Aquí en
nuestro país, se presenta el triste espectáculo de escuelas en que no se conoce
un mapa del Perú, en que el material escolar se reduce a unos cuantos adobes en
que verdaderos corrales constituyen sus locales, en que la única lección que
los niños no olvidan es la que el maestro les da, enviándoles a comprar alcohol
para beber en su delante, en que muchos niños se quedan sin recibir instrucción
alguna, porque hay que caminar leguas, pasar ríos que no conocen puentes, donde
a los preceptores se les paga sueldos miserables. No hay derecho, no hay moral no
hay lógica para clausurar la Escuela de Platería”.
Por su lado, el mismo Zúñiga
Camacho puntualizó en un elocuente memorial, las razones que alentaban la
agresión del gamonalismo. Señaló enfáticamente:
“ ¡Es porque proclamamos la
redención del indio!; porque nos resistimos a los servicios gratuitos que
todavía intentan perpetuar los gamonales; porque nos dedicamos a la lectura del
Evangelio porque nos negamos a concurrir de mojigangas, a bailar en las fiestas
religiosas… defendiendo… nuestra salud, del veneno del alcohol… y nuestra
mermada hacienda de las prebendas debidas al cura y al gobernador”.
Luego de estos combates, la
escuela reanudó sus actividades. Toda la vecindad estaba identificada con ella.
Sus directores impulsaron la creación de dos escuelas más: la de Pallalla a
cargo de la maestra Daría López y la de Ccota dirigida por Lino Zolano. Empero,
el odio y la violencia declarados por el gamonalismo volvieron con más fuerza.
En 1913 “una multitud de jinetes encabezados por el Obispo Valentín Ampuero
asaltaron las casas y cometieron una serie de actos vandálicos y encarcelaron a
Manuel Zuñiga Camacho”. Las gestiones y la defensa del educador corrieron a
cargo de Francisco Chuquihuanca Ayulo “abnegado representante de la raza
indígena”. Manuel Zúñiga dijo entonces: “el único delito que hemos cometido es
educar el espíritu del indio, moralizar sus costumbres y cultivar su
inteligencia”.
De esta manera concluyó un
experimento de educación popular. Un movimiento que traducía la creatividad campesina
fue cortado, aplastado por el clero y los terratenientes. Inspirado en el
adventismo, es cierto, pero iba formando un espíritu altivo y de igualdad ante
los mistis.
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Foto durante su permanencia en la Universidad de Harvard. |
2. El
Problema Indígena. El indio vive en el más absoluto desamparo. Las leyes lo
declaran ciudadano, pero no se cumplen. Le cobran impuestos que no existen, le
obligan a realizar trabajos gratuitos, le arrebatan sus tierras, sus ganados y
sus bienes.
En una palabra: “El indio no
puede ni disponer de su persona”. El feudalismo es el culpable de estos males.
Un feudalismo basado en la rapiña de la tierra y en la servidumbre. Como, lo
anotara Zulen: “las tierras de las comunidades se vuelven haciendas y los verdaderos
propietarios del suelo se convierten en la indiada del amo usurpador”.
Se han constituido poderes locales
y cacicazgos que sustentan su poder en la explotación del indio: “existen
tiranuelos de provincias completamente desarrollados y tan firmemente
afianzados en su poder, sin que ningún estadista se haya atrevido jamás a
detener su mano devastadora y a cortar los tentáculos de su parásito órgano
ventral, prendidos como están de las entrañas de la Patria”.
Aquella situación no era
reciente. Provenía desde la conquista española que “derrumbó el rol económico
primario del indio”. Durante la Colonia se disminuyó, aún más su potencialidad
productiva. Un sistema pernicioso de explotación establecido en las minas,
obrajes y haciendas causó incluso una violenta caída de la población aborigen.
En la república las cosas no mejoraron. Por el contrario, se agravaron ostensiblemente
al punto que: “no hay indio libre, todos pertenecen a alguno, a cualquier
título. Todavía se compra un indio como a un buey; todo está en la forma. La
transferencia de dominio del indio es cosa de lo más corriente entre nosotros;
una finca se vende con tantos bueyes, tantos borregos y tantos indios. ¡Pobre
raza, la más desdichada de la tierra!”.
Pero, a pesar de todo, el indio
no ha sucumbido. Ha sabido sobreponerse a las circunstancias. En una palabra:
ha resistido. En la época en que se debatía el problema, la población indígena
representaba el 50°/o y era, en buena cuenta, '“el principal factor social en
la formación de nuestra nacionalidad”. El indio se refugió en el ayllu. En él
ha mantenido sus costumbres, usos y vivencias del pasado: “extraños al
sentimiento de la libertad personal, durante la colonia y la república, los
indios han continuado siendo rebaño, como en el tiempo de la dinastía de Manco
Cápac”.
Modesto Málaga, encontraba en el
ayllu la salvación del indio. Es lo único que les queda y “alrededor del cual
libran sus batallas contra sus opresores asesinos”. En tales condiciones, la
salvación del indio sólo vendrá desde afuera. De un impulso externo: “la
personalidad del indio casi no existe, el Estado debe considerarlo en la condición
de menor y ampararlo eficazmente, hasta restituirlo en sus derechos ciudadanos.
Solamente allí está la solución del problema nacional, político y económico del
Perú”.
Percy Gibson y Pedro Zulen
recesaron aquellos planteamientos. Gibson veía una salida en la alternativa
capitalista: “al indio en vez de despojarlo comencemos por inculcarle la noción
de propiedad. Arrebatándoles a los gamonales el arbitrio de su suerte. A fin de
que sea no un cero, sino unidad en el mercado económico, partícipe y contribuya
a los beneficios materiales de su terruño natal. La industria que cura la
abulia del carácter, educa y forma los sentimientos, abrirá los surcos de un
terreno inculto pero feraz en el que debemos principiar por esparcir la semilla
redentora de sistemas pedagógicos congruentes. Las máquinas humanas de potencia
muscular aniquilada por la intensidad de un trabajo brutal y de cerebros
rutinarios y atrofiados por inanición, adquirirán así vigor físico y moral
transformándose en seres conscientes capaces de comprender y amar a la Patria”.
Por su lado, Pedro Zulen, se
acercó más a la solución integral del problema. Enérgicamente proclamó: “
¡Destruyamos el Latifundio! ¡He aquí el lema de la futura revolución social peruana!
El comprendió que el poder económico y político del gamonalismo se sustenta en
la propiedad de la hacienda, surgida de las entrañas de la tierra y la vida de
los indios.
Había que defender al indio por
ser “la base de nuestra nacionalidad”; porque “el sufrimiento del indio
significa la lenta sangría y la muerte de la nación”. Dora Mayer precisó con
mayor claridad: “El Perú se muere sin que nadie lo sienta, puesto que la idea
de la nación radica sólo en el cerebro de su colectividad, mientras que el gran
cuerpo de la población, en cuyas venas se manifiesta los síntomas de la agonía,
no tiene como comunicarse con el cerebro”.
En líneas generales. Zulen y el
movimiento pro-indígena tenían fe en el futuro del indio. Una síntesis de sus
ideales fue expuesta por Manuel A. Quiroga: “Históricamente el indio es una
gran voluntad y una pequeña inteligencia”. Comentando esta sentencia, Pedro Zulen
decía: “Si el indio no fuera una gran voluntad, no estaría buscando todavía la
solución de sus agravios sociales en una sumisión tenaz a la ley y, si no fuera
una corta inteligencia, no hubiera sido engañado y decepcionado tan
sistemáticamente por esa misma ley, sin que, con raras excepciones, se le
ocurriera resolver por la violencia las cuestiones que, en juicios de 25,50 y
100 años de duración, no lograron conquistar”.
3. En
Pos del Socialismo. La ideología de Zulen evolucionó desde el radicalismo
abstracto hasta el socialismo científico. Un socialismo que se inspira en el
problema nacional, en el problema del indio y en la cuestión obrera. Los
propios trabajadores reconocieron su trayectoria y confiaban en él. Las cartas
de invitación y de adhesión que le cursara la Federación Obrera Regional del
Perú y la Sociedad Obrera de Morococha evidencian nuestra afirmación:
“Lima, 12 de Abril de 1913
Señor:
Pedro S. Zulen
Muy estimado señor:
A iniciativa de esta Federación,
la Asamblea General del 1° de Mayo, ha resuelto organizar una conferencia
pública para el miércoles 16 próximo, 8 y 30 p.m., en la Biblioteca Popular, en
muestra de protesta por la horrorosa masacre de nuestros hermanos obreros, en
el valle de Chicama, al sacudirse del terrible yugo explotador de sus inhumanos
patronos.
Y esa Asamblea, representante de
muchas instituciones de trabajadores, en su deseo de que, tan luctuoso
acontecimiento, sea historiado con aquella justicia y sinceridad que
reconocemos en usted acordó también solicitar, como solicitamos a Ud., de su
alto altruismo que tenga la amabilidad de realizar dicha conferencia, con su
proverbial conocimiento y palabra.
Al anticipar a ud. nuestro
reconocimiento permitame que me suscriba de Ud. su
Atto. S. y de la R.S.
(Fdo) Eulogio Otazú, Secretario”
“Morococha, 30 de noviembre de
1915.
Sr. Pedro S. Zulen
Secretario General de la
Asociación Pro-Indígena.
Lima
Sr. Secretario General:
Todo esfuerzo que se haga con el
fin de procurar el mejoramiento de la clase obrera y defender sus derechos que
en mérito fue una ley extraña que no sabemos de dónde dimana son siempre
pisoteados por los gringos a quienes en nuestra Patria no reconocemos más
fuerza que la del dinero cuadruplicado mensualmente merced al esfuerzo del
obrero, indio o de la costa; y todo esfuerzo humano que se haga, repetimos,
para mejorar la condición del obrero en esta región será siempre poco y
deficiente, tan arraigada está la costumbre de crearle una cosa y no un ser
viviente, un animal y no un hombre hecho a semejanza de Dios.
Por eso nosotros, Sr. Sec. Gral., aunque comprendamos que la lucha es desigual entre braceros y el capital, no
vacilamos en continuarla y creemos que agrupando en colectividades a las masas
trabajadoras podremos quizás no corregir ni extirpar males pero sí poner coto o
valla a su persecución arbitraria. De esta creencia que se nos viene
manifestando cierta, ha nacido en este asiento mineral una nueva Sociedad
Obrera bajo la denominación de La Estrella de los Andes y son sus finalidades
estimular al ahorro entre sus asociados y procurarles protección en caso de
enfermedades, defender sus derechos y hacerlos respetar ante quienes
corresponda sin salir jamás de la órbita de la ley y de la justicia y, en
resumen, propender a que el obrero piense en los días de la vejez y cuide de
evitar que la miseria sea su martirio en ese entonces, y caso de muerte que su
familia no quede en el más completo y triste desamparo.
La Estrella de los Andes quiere
fortalecerse cultivando relaciones con las Sociedades que siempre hayan
trabajado por la causa del obrero, en especial del indio, y así esperamos que
Ud. y la Asociación en general nos quiera honrar con su amistad. Nuestra mesa
directiva para el año económico 1915-1916 lo componen los señores Cesáreo
Marroquín, Presidente, Antonio Pérez Vice-Presidente, Enrique del Piélago,
Secretario General.
Lo que comunico a Ud., para su
conocimiento y el de la Presidencia de la Pro-Indígena.
Dios guarde a Ud. Dios guarde a
Ud.
Fdo. Enrique del Piélago Fdo. Cesáreo Manrique
Secretario General Presidente
Su posición ideológica se definió
con claridad en Jauja ante los obreros y campesinos de Marco. Estos lo
proclaman como su líder y le facultaron para que los represente como candidato
en una contienda electoral. Por esta época Zulen dejó un manuscrito (inédito
hasta la fecha) que es definitivo políticamente. En él, se confirma la pista
que dejó Mariátegui (‘madura en Zulen lentamente su fe en el socialismo’):
Los diarios anuncian la formación
de un Partido Socialista Peruano de un Partido Obrero con programas socialista
y la concurrencia de su delegación peruana al Congreso Socialista reunido hace
poco en Buenos Aires.
¡Pobres clases desvalidas! y
¡Pobres convicciones doctrinarias! decimos nosotros.
En Lima se reúne un grupo de
arribistas, redacta un programa de apariencia antiburguesa y se constituye con
el nombre de Partido Socialista. Y esto, en los momentos en que ya se ha
perdido en todas partes la confianza en todos los partidos socialistas habidos
y por haber, cuando el llamado socialismo de estado o socialismo parlamentario
está en bancarrota y cuando en la Rusia de Bakunin, de Gorki, de Kropotkin y
Tolstoy parece asomar el nuevo sol de justicia y libertad, representado en el
maximalismo o bolchevismo de Lenin y Trotsky.
Y en
la misma Lima, ciudad burocrática, centralista y antropófaga, otro grupo de
falsos obreros con un programa de visos socialistas forma un 'Partido Obrero”,
cuyo objetivo no es perseguir el mejoramiento de la clase trabajadora sino el
servir de plataforma a uno de nuestros más petulantes burgueses que, desde la
simple gerencia de ese pulpo llamado “Compañía Recaudadora de Impuestos”,
pretende la Presidencia de la República.
Y en
Buenos Aires, hemos visto llevar la palabra de los “socialistas” peruanos al
ingeniero Carlos E. Velarde que entre nosotros fue uno de los más implacables
tiranos de los operarios indígenas, al servicio de la “Cerro de Pasco Mining
Company” cuando, los que como el suscrito, combatimos al sistema peruano de
esclavitud, llamado “enganche”, el famoso “socialista” de nuevo cuño salió
defendiéndolo.
Y al
parecer el público traga el anzuelo. ¡Cerremos el camino a los embaucadores!
Jauja,
1919
Fdo.
Pedro S. Zulen”.
Aun así, todavía queda mucho por
estudiar acerca de los aportes de este hombre a la cultura nacional. Su
producción filosófica, literaria, su labor de Bibliotecario queda por explorar
y profundizar.
Lima,
Enero 1988
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