Silvio Rendón es un destacado intelectual peruano residente en New York. Desde su espacio en Facebook publica interesantes artículos que atañen al Perú y su condición en el hemisferio americano. Me topé con este interesante artículo que reseña la condición de nuestro país frente a la dominación imperialista. Pongo a disposición de mi público lector dicho artículo con la autorización expresa del autor.
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“Las intervenciones de los Estados Unidos son parte de la vida”
Debió ocurrir a comienzos de 1990, en el Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Un invitado estadounidense llamado Lawrence Harrison daba la charla “el subdesarrollo está en la mente”. El ponente se explayó sobre el fracaso del comunismo, el triunfo del capitalismo y la preminencia de los factores culturales en la explicación del desarrollo y del subdesarrollo de los países. El imperialismo y la dependencia, en particular de los Estados Unidos, como explicación al subdesarrollo habían sido derrotados. Siguiendo a Carlos Rangel, criticó el prejuicio latinoamericano alimentado por el uruguayo José Enrique Rodó de considerar a los Estados Unidos como un precario “Calibán” frente a un excelso “Ariel” latinoamericano. Sin embargo, para los países de América Latina, de no muy emprendedora cultura hispánica, había esperanza: la España de Felipe González, pro-occidental y pro-OTAN, lo demostraba. En América Latina podría haber una acción política que intentara reorientar valores culturales que finalmente nos lleven al desarrollo.
Mientras Harrison hablaba se notaba la tensión en el ambiente. Los asistentes se miraban, el sociólogo Romeo Grompone miraba al suelo, la socióloga Cecilia Blondet hacía señas con las manos pidiendo calma; no recuerdo si el antropólogo Julio Cotler estuvo ahí, pero si estuvo, definitivamente no dijo nada. Y si alguien estaba muy serio y visiblemente enfadado era el antropólogo estadounidense Orin Starn (ver aquí un trabajo suyo). Cuando Harrison acabó de hablar, Starn no dejó que nadie tomara la palabra antes que él e intervino. Al hacerlo le temblaban los labios. “Me dio mucha rabia”, nos comentaría después de la charla. Starn, muy en contra él de la política exterior de los Estados Unidos, criticó que se propusiera como paradigma el capitalismo y sugirió que el modelo sueco de estado de bienestar u otro podía ser una alternativa. Harrison le respondió muy cordialmente, en un tono de “mire, jovencito”, que el modelo sueco era también capitalista, y le reiteró que no había alternativa.
Luego Blondet le dio la palabra al sociólogo Óscar Castillo quien mencionó las intervenciones de Estados Unidos en América Latina (reciencito nomás, en 1989, había ocurrido la invasión de Panamá) y el apoyo de los Estados Unidos a Gran Bretaña en la guerra de las Malvinas en 1982. Ahí a Harrison se le acabó la cordialidad y acusó a Castillo de estar guiado por prejuicios retardatarios: “Usted no entiende que los Estados Unidos en la guerra entre Gran Bretaña y la Argentina actuaron según la ley”, le espetó coléricamente. Los Estados Unidos no podían alinearse con la actitud machista y prepotente de los militares argentinos. Y sobre las intervenciones, “pues yo participé en la intervención en Centroamérica como funcionario de la embajada. Las intervenciones son parte de la vida”, afirmó como suspirando. “Si creen que somos “calibanes”, intenten con otros, a ver si son mejores”. Los asistentes se miraron como diciendo “con razón” (Harrison, por cierto, había asistido al IEP con un macizo acompañante que se mantuvo en silencio durante toda su charla).[1] Notaron mucho el contraste entre el trato de Harrison, pedagógico y paternalista, a Starn con el que le brindó a Castillo. Algunos asistentes de investigación nos acercamos a Castillo a la salida, “buena intervención, Óscar, pero qué mala respuesta la que te dio”. “¡Calla cholo de mierda!”, imitó el mismo Castillo a Harrison. Fue precisamente esa la actitud que todos vimos en la respuesta de Harrison a Castillo.
Y bueno, al menos en el IEP hubo quien le hizo el pare. Harrison también se presentó en DESCO, pero allí al parecer quedaron complacidos y hasta convencidos por este ideólogo.
2. ¿”Es la cultura, estúpido”?
Mientras Bill Clinton derrotaba a George H.W. Bush en 1992 con el casi grito de campaña “Es la economía, estúpido”, aquí, Harrison centraba su análisis en la cultura.
A su paso por Lima de entonces Harrison estaba promocionando su libro “Underdevelopment is a State of Mind: The Latin America Case” aparecido en 1988, aquí, que sería el primero de una serie de libros que escribiría sobre la preeminencia de los factores culturales en la explicación del desarrollo, incluyendo un par con Samuel Huntington, el autor de “El choque de civilizaciones”.
“Marx was wrong, Weber war right” (Marx estaba equivocado, Weber tenía razón) sentencia Harrison en otro libro: “¿Quiénes prosperan?”. Los valores provenientes del calvinismo son más efectivos en motivar espíritu emprendedor que los que provienen del catolicismo. En base a esta idea toma del argentino Mariano Grondona una tipología de valores y actitudes que llevan al progreso o al estancamiento, que puede ser vista en parte aquí, gracias a León Trahtenberg. Con esto Harrison desarrolla un programa de investigación que plasma en varios libros, algunos editados, con artículos de varios autores y otros propios. Su planteamiento va muy bien incluso con la macroeconomía del desarrollo, pues se junta información sobre el trasfondo cultural y las actitudes hacia el cambio en diversos países (Jeffrey Sachs y Guido Tabellini algún rol le asignaron a variables culturales en el desarrollo, el mismo Harrison los cita la respecto, aquí, en un artículo-resumen de sus ideas publicado por la Fundación Cato). Son variables muy fáciles de correlacionar con variables de crecimiento económico en datos de corte transversal o de panel de países. Los planteamientos son definitivamente sugerentes, pero no parece que le acaban de funcionar.
Si compara a Costa Rica con Nicaragua, lo único que parece funcionarle como explicación para que el PIB per cápita tico sea mayor que el nica es que en Costa Rica hay una mayoría, 80%, de blancos, mientras que en Nicaragua hay una mayoría, 69%, de mestizos. Y claro, su conclusión es
Costa Rica y Nicaragua son diferentes porque los costarricences son diferentes a los nicaragüenses.
Con una explicación como esta, ¿cuánto hemos avanzado en nuestra comprensión de las causas del desarrollo? Varios gobiernos de América Latina y el Caribe, guiados por este tipo de idea, promovieron una política de inmigración europea con el objeto de generar un mayor desarrollo. No se está diciendo nada no sólo que no se haya dicho, sino que no se haya hecho ya.
Si Haití y República Dominicana son diferentes es por las raíces africanas de los haitianos, si Haití y Barbados son diferentes es porque en Barbados estuvieron los británicos, si Argentina y Australia son diferentes es por la cultura británica australiana, similar a la de los Estados Unidos y el Canadá. [2]
3. Moynihanismo-leninismo
Pero, puestas las cosas así, ¿se puede hacer algo para que una “cultura fatalista” se convierta en una “cultura emprendedora”? Sí. Para eso Harrison recurre a esta ingeniosa frase:
“La verdad conservadora fundamental es que lo que determina el éxito de una sociedad es la cultura, y no la política. La verdad progresista fundamental es que la política puede cambiar una cultura y salvarla de sí misma”.
Daniel Patrick Moynihan [3]
La política puede generar cambios en valores y en actitudes que finalmente lleven a un cambio cultural. Más de una vez en el marxismo se ha dicho que mientras Marx centraba su análisis en tendencias económicas impersonales y objetivas, Lenin centraba su análisis y su acción en la organización partidaria, aun cuando Rusia no era un país de capitalismo maduro y por lo tanto según Marx no estaba listo para una revolución socialista. La acción humana podría sobreponerse sobre la inercia económica. Moynihan, y Harrison con él, aparece así como una suerte de “Lenin” de los “culturalistas”: si las culturas “no están listas” para el desarrollo, la acción política las puede salvar y sobreponerse a la inercia cultural.
4. Reformas también culturales
Estas cosas se decían en los noventas, años de “reformas estructurales” en diversas partes del mundo y en particular en América Latina. Así también ocurrió en el Perú, como ya vimos en 1990s: USAID y CONFIEP impulsan las reformas de Fujimori, 1991: repentino Apoyo a Fujimori. Los grandes empresarios y los Estados Unidos impulsaron estas reformas, por las cuales vinieron abogando ya desde los años ochentas, 1984: la NED, USAID y Hernando de Soto.
De esa época son “La utopía arcaica” de Mario Vargas Llosa (que comenté en este post), el “Manual del perfecto idiota latinoamericano” y “Fabricantes de miseria”, de Álvaro Vargas Llosa, Carlos Montaner y Plinio Apuleyo Mendoza, trabajos todos comentados positivamente por Harrison.[4] De esa época son los discursos “motivacionales” del mexicano Miguel Angel Cornejo (sobre el “si piensas que estás vencido” y la prensa, las telenovelas y los grupos de rock monitoreados por Montesinos. Definitivamente, los años noventas en el Perú, la época de Fujimori, representaron un profundo cambio en la forma de pensar de los peruanos y peruanas.
5. Dos décadas después: cultura sálvame
El prólogo de Harrison a la edición de 2000 de “el subdesarrollo es un estado mental” (que por cierto es un concepto que proviene del peruano Augusto Salazar Bondy, pero referido a la emancipación mental que va de la mano con la emancipación social) [5] sería un “himno de la alegría” a “la nueva corriente intelectual” de Vargas Llosa (Álvaro), Montaner y Mendoza, a las reformas de Menem, elogiadas por Mariano Grondona (quien por cierto apoyó diversos golpes de estado en la Argentina, a López Rega, quien dirigía el escuadrón de la muerte llamado la triple A (Alianza Anticomunista Argentina); apoyó también a Videla, asesorando a altos cargos de su gobierno, y desde luego a Menem).
Sin embargo, a comienzos de los 2000 en América del Sur revienta la crisis económica y se vienen abajo los gobiernos de derechas, mientras que a fines de los 2000 revienta la crisis económica en América del Norte y se viene abajo el gobierno del derechista Bush. El modelo “culturalmente correcto”, de desregulación y privatizaciones, resulta ser cuestionado en las urnas. El cambio más estrepitoso ocurre precisamente en la Argentina, país que había seguido puntillosamente las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional y que había sido tan alabado por Harrison.
En el mundo retumba el “choque de civilizaciones”, con el atentado de 2001 en Nueva York y Washington D.C., las guerras de Afganistán e Iraq. Los Estados Unidos llevan a cabo una invasión a Iraq con pruebas insuficientes de una supuesta amenaza nuclear y por encima de las Naciones Unidas. Vuelven los golpes de estado a América Latina: Venezuela, Haití, Bolivia, Honduras, Ecuador, todos impulsados por los Estados Unidos. El triunfalismo capitalista de hace veinte años queda atrás. Wall Street es ocupada y desalojada violentamente. Ya no es la cultura la que tiene que ser “salvada de sí misma” por la política. Son los bancos estadounidenses los que son salvados con el dinero público. Son los países periféricos europeos los que son salvados por otros países. Ahora que las papas queman, ¿dónde está la ética protestante y el “estado mental”?
6. La gran marcha de la cultura
Las actitudes emprendedoras no surgieron de un mundo de gente atomizada, cada quien en su parcela de tierra trabajando independientemente, en que a los “emprendedores” les iba bien y a los “fatalistas” les iba mal. Las comunidades católicas y protestantes en la Alemania de Weber o los “hombrecitos” y “mujercitas” de Nueva Inglaterra de mediados del siglo XIX son un producto histórico surgido de un largo proceso de individualización y liberación del opresivo pensamiento feudal y religioso. Harto pensador, artista, reformador, hereje, campesino se fajó por una sociedad más libre, socavando uno a uno la sociedad feudal europea, fundamentalista (como se diría ahora) y fatalista. (Ver Post Scriptum abajo).
¿Qué “espíritu emprendedor” podía tener un campesino que tenía que soportar que el señor feudal viole a sus hijas? Es comprensible que su mente abrigue sentimientos de resignación e impotencia, con harta indignación. ¿Qué “aceptación de riesgo” podía asumir un campesino agobiado por impuestos reales y por diezmos de la iglesia que veía cómo quemaban a Jan Hus o a Giordano Bruno por su audacia contestataria? La sublevación contra tal orden, la lucha contra la explotación, la injusticia y el abuso iban de la mano con la innovación, el pensamiento libre, el espíritu emprendedor, la aceptación del riesgo, la búsqueda de un estado de derecho. No había contraposición entre ambos aspectos.
7. Emprendedores oprimidos
La Europa de la libertad religiosa y secularizada, como los Estados Unidos sin la esclavitud de la plantación se ganaron a pulso, con la lucha de mucha gente que amaba la libertad y quería un mundo más igualitario. Gente que era guiada por un pensamiento revolucionario que en las versiones políticas conservadoras actuales queda mutilado y reinterpretado según la necesidades de la guerra fría y su resaca.[6] Harrison y otros en su esfuerzo por negar la opresión, el feudalismo, la dominación como fuente de atraso, las desligan completamente de los valores que señalan como retardatarios. Una vez más: ¿qué “espíritu emprendedor” podía tener un campesino peruano, un yanacón, que tenía que soportar que el gamonal viole a sus hijas? Suena a que esta persona desarrollará una resignación y una indignación muy similares a las de su contraparte europea que pasaba por lo mismo. Es difícil pensar que el terror que sintieron quienes presenciaron la ejecución de Túpac Amaru en el Cusco o las de los judíos quemados por la Inquisición en la Plaza de Armas de Lima haya sido muy diferente que el que sintieron los checos e italianos que presenciaron cómo Jan Hus y Giordano Bruno, respectivamente, quedaban desmenuzados en la hoguera, quemados también por las autoridades católicas.
8. El imperialismo está en la mente
Pero claro, hacerse estas preguntas o ponerse a pensar en estas cosas en el contexto actual y subdesarrollado puede llevar a cuestionar un orden injusto, y finalmente a los Estados Unidos como potencia que intervino e interviene en América Latina. Mejor contraponer la opresión a la fatalidad. Si en general es “Marx estaba equivocado y Weber tenía razón”, en América Latina es “Eduardo Galeano estaba equivocado y Carlos Rangel tenía razón”. Como “el imperialismo es un mito” (según Gonzalo Portocarrero), vayamos a ver la cultura, el “estado mental”, sin saber muy bien de dónde surgió históricamente ese “estado mental” y cómo se relaciona con la opresión. Una contraposición de aspectos que significa un gran retroceso respecto de pensadores peruanos, como Augusto Salazar Bondy, a quien Lawrence Harrison tomó como inspiración para su formulación.[7]
9. Emprendedores con guión
Uno se pone a pensar que un Washington o un Lincoln de América Latina serían vistos como unos terrucos. Si alguien quiere cambiar órdenes injustos y aprender del ejemplo histórico de los Estados Unidos antes que de los discursos de sus lobbistas de las ideas, resulta que es uno el retardatario y el bananero. El niño bueno es el que acepta sin chistar el rol dominante de una potencia extranjera en su propio país y simplemente se asimila; el niño malo es el que lo rechaza. Llegado a este punto uno se pregunta si el mensaje que da gente como Harrison no es precisamente el contrario al que tanto pregonan, un mensaje de fatalidad y resignación a que un país sea simplemente incapaz de gobernarse a su mismo sin las USAIDs y NEDs que intervengan, un mensaje de rechazo a toda innovación que no sea la que se apruebe por algún burócrata del gobierno estadounidense o de alguna multilateral. ¿Es esa la actitud emprendedora que se necesita para salir del subdesarrollo? ¿Resignarse a que las intervenciones de los Estados Unidos “son parte de la vida”? Pues el Perú y muchos países latinoamericanos funcionaron así por mucho tiempo, y así seguimos. Lo repito: el mejor truco del imperialismo fue hacernos creer que no existe.
10. Macro-resignación y micro-resignación
La fatalidad sedimentada en la cultura no sólo es ante las circunstancias desfavorables de pobreza, sino ante la opresión y la injusticia. Y por lo tanto, no se puede inculcar un espíritu emprendedor a la vez que se inculca la resignación ante un sistema discriminador y opresivo. Son mensajes contradictorios que se anulan entre sí y acaban reforzando la resignación que dicen combatir. Esta falla de concepción tiene consecuencias no sólo macro, sino también micro: programas de “empoderamiento” o “inclusión social” que reproducen y refuerzan el verticalismo y la exclusión del poder, no sea que la gente se levante si se la “azuza” mucho. De la asistencia no surgen emprendedores.
Pero bueno, esto está para seguir pensándolo. Queda aquí por ahora.
Post Scriptum
La ética protestante y el espíritu del capitalismo… de los príncipes
¿Cómo fue el proceso de adopción religiosa en Europa? No es que vieron que la chacra del vecino protestante era más productiva y se convirtieron. Ni la adopción del cristianismo ni las reformas protestantes ocurrieron sin imposición. En Alemania el surgimiento del luteranismo y la guerra religiosa subsecuente fue la cara ideológica de la guerra campesina alemana, que remeció a la sociedad feudal de la época. Una incipiente burguesía se levantaba contra el orden feudal recurriendo a los campesinos alemanes. Pero una vez producido el desborde campesino, gente como Lutero tenía claro que no era a ellos a quienes necesitaba sino a los príncipes alemanes. Friedrich Engels en La guerra de los campesinos en Alemania nos cuenta sobre Lutero y su traición a los campesinos alemanes:
Frente a la revolución se olvidaron los viejos rencores; en comparación con las bandas de campesinos, los servidores de la Sodoma romana eran mansos corderos, inocentes hijos de Dios; burgueses y príncipes, nobles y curas, Lutero y el Papa se aliaron “contra las bandas asesinas de campesinos ladrones”. “Hay que despedazarlos, degollarlos y apuñalarlos, en secreto y en público; ¡y los que puedan que los maten como se mata a un perro rabioso!”, gritaba Lutero.
Ese era Martín Lutero, reformador burgués, según Engels, a diferencia de Tomás Müntzer, revolucionario plebeyo, que apoyaba a los anabaptistas, y quien finalmente fue derrotado, torturado y decapitado por los papistas.
Y sí, la misma reforma religiosa europea, que da origen a lo que cuatro siglos después Weber llamó “la ética protestante”, tuvo evidentes causas socio-económicas y advino tras una encarnizada lucha. Al final se ganó el derecho a la libertad religiosa…. para los príncipes. Éstos podían profesar la religión que quisieran, sin que el rey pudiera prohibirles nada. Bacán. Sólo que los vasallos de los príncipes no tenían tal libertad. Los yanaconas europeos adoptaban la religión del gamonal europeo de la época: cuius regio, eius religio. La adopción religiosa para los vasallos no fue precisamente la manifestación de algún “espíritu emprendedor”. Si hubo una “acumulación originaria” de capital hecha a sangre y fuego, la “adopción religiosa originaria” no fue para nada menos violenta.
Una famosa foto de agosto de 1930: el marine estadounidense Orville Pennington posa con la cabeza del campesino sandinista Silvino Herrera durante la invasión de Nicaragua. |
En el contexto actual de “comisiones de la verdad” que revierten responsabilidades es también muy interesante la explicación que da esta página estadounidense, fuente de la foto. Allí se señala que es una fotografía famosa usada por la propaganda sandinista para propagar la “leyenda negra” de atrocidades de los marines estadounidenses en Nicaragua. En realidad, según esta página, Herrera había sido decapitado por un terrateniente que guió a Pennington, y cuya esposa había sido violada por Herrera. A Pennington se lo absuelve de cualquier responsabilidad o acción disciplinaria, diciendo que la foto fue sólo una “boyish indiscretion”, una “indiscreción inmadura”. Pennington era muy querido por los nativos en el área, hablaba español y se casó con una mujer nicaragüense con la que tuvo un hijo. Tampoco hay evidencia de que Herrera fuera sandinista, siendo lo más probable que haya sido un bandido y un criminal.
Esta foto y tantas otras, como las de Filipinas, aquí, son un precedente histórico a las de Abu Ghraib en Iraq, las de Guantánamo en Cuba o a las de Afganistán. Lo de “boyish indiscretion” no suena nada creíble. Está claro que tienen una excusa para casa cosa. El imperialismo está en la mente nomás.
Tomado de Michel Gobat, “Confronting the American dream: Nicaragua under U.S. imperial rule”.
El Perú también pudo haber sido un protectorado de los Estados Unidos: 1881: el Perú bajo protectorado estadounidense
NOTAS.
[1]. Y, efectivamente, Harrison participaría en misiones oficiales como funcionario del gobierno de los Estados Unidos, incluso después de esta charla en el IEP.
[2]. Harrison niega ser racista, pues según él la cultura es transmitida y cambia, mientras que las teorías racistas ven a la cultura como algo innato y estático. También niega ser un nacionalista estadounidense o que propone el modelo estadounidense para otros países. Sin embargo, sí se reafirma en su escepticismo por la capacidad de generar desarrollo de la cultura hispana y considera que la influencia de los Estados Unidos en América Latina es más positiva que negativa.
[3]. Traducción citada aquí, El País. La cita original es “The central conservative truth is that it is culture, not politics, that determines the success of a society. The central liberal truth is that politics can change a culture and save it from itself.”
[4]. En 2004, Vargas Llosa se distanciaría explícitamente de las tesis a la Huntington. Vargas Llosa reaccionaba así a la alarma de Huntington por el crecimiento poblacional de los hispanos en los Estados Unidos, un país según él fundado por blancos anglos. A Vargas Llosa Huntington le tocaba con eso la cultura hispana.
Pero antes, en los noventas a Vargas Llosa las tesis de Huntington no le vinieron mal, como que fue muy duro con la cultura andina. En 2001 Viaje a las tinieblas mereció la respuesta del historiador peruano Leopoldo de Trazegnies Granda en Las tinieblas de Vargas Llosa: su argumentación está muy cerca de las tesis desarrolladas por Samuel Huntington en su libro “El choque de civilizaciones” (N.Y., 1996) sosteniendo que los pacíficos europeos se convierten en salvajes cuando su civilización entra en contacto con culturas diferentes. Efectivamente Vargas Llosa afirma: "Esos europeos no fueron siempre así: se convirtieron en ‘salvajes’ al apartarse de sus países, donde eran, seguramente, anodinos y pacíficos ciudadanos respetuosos de las leyes y costumbres establecidas, y trasladarse a un territorio donde su fuerza militar y sus conocimientos modernos los convertían en seres ‘superiores’ a los indígenas, y donde nadie hacía respetar las leyes de la ‘civilización’.
Y claro, entonces este huntingtoniano Vargas Llosa sostenía que no hay duda de que, en un sentido al menos, el cristianismo es menos incompatible con la civilización que el islam”. Él ha experimentado un proceso de secularización que, en la inmensa mayoría de las sociedades cristianas, lo frena y le impide ejercitar la intolerancia y la violencia implícitas que conlleva toda religión, en tanto que la religión musulmana no ha tenido una evolución equivalente y sigue aspirando a regular no sólo la vida espiritual de los fieles, sino también la vida política y social, como el catolicismo en la Edad Media.
[5]. Citado en el primer libro de Lawrence Harrison: "El subdesarrollo no sólo constituye un conjunto de datos estadísticos que permiten esbozar un cuadro socioeconómico. También constituye un estado mental, una forma de expresarse, una perspectiva y una personalidad colectiva". Augusto Salazar Bondy debatiría al respecto con el mexicano Leopoldo Zea, su maestro, ver aquí. Curiosamente, la idea matriz de Harrison proviene de un pensamiento muy latinoamericano.
[6]. Se ha visto que los conservadores se ponen “revolucionarios” y hablan de libertad cuando se trata de regímenes comunistas, populistas o autoritarios enemigos de los Estados Unidos. Pero si se trata de las oligarquías latinoamericanas, las monarquías petroleras amigas del Medio Oriente, los Shahs, Emires, dictadores militares o hereditarios, el énfasis se desplaza a lo micro, a los valores individuales, a la cultura. De hecho, dentro de los Estados Unidos, la iconografía revolucionaria (es decir, referida a la Revolución de 1776) la usan más los conservadores: el “Tea Party” hoy es un movimiento político conservador, los “Minutemen” son un movimiento anti-inmigrante.
[7]. En la historia Latinoamericana, fueron los gobiernos llamados "populistas" los que demostraron a la gente que no tenía por qué resignarse a un statu quo oligárquico que los perjudicaba. Como vimos en Sin tetas no hay populismo, abrieron sus sociedades otrora restringidas a rancias oligarquías, excluyentes, antimeritocráticas, antiliberales. Los populismos latinoamericanos fueron unos grandes redistribuidores de oportunidades. Tras mucho tiempo el populismo como doctrina política ha caído en desgracia, pero el empoderamiento de la ciudadanía brasileña, mexicana y argentina, que nadie se lo quite, ha quedado. Gran contraste con el Perú.
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