Miguel León-Portilla, historiador mexicano. / RODOLFO VALTIERRA R. |
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/10/14/actualidad/1413241822_152633.html
on 88 años, Miguel León-Portilla sigue yendo a diario a su cubículo de diez metros cuadrados de la
Universidad Nacional Autónoma de México, donde trabaja con tres retratos a sus
espaldas: de su director de tesis, Ángel María Garibay, del franciscano
'etnógrafo' Fray Bernardino de Sahagún y otro al que el doctor presenta como
“Ocho venado garra de tigre, un Señor mixteco”.
Lúcido, con la
mirada brumosa y unas cejas de pelos disparados que su nieto quiere que se
recorte, el autor de La visión
de los vencidos (1959) es memoria viva de un campo de
conocimiento que este año celebra dos aniversarios (75 del Instituto Nacional
de Antropología e Historia y 50 del Museo Nacional de Antropología) con un regalo único: la repatriación a cambio de un millón de dólares del Códice Chimalpáhin, un documento del
siglo XVI de autoría indígena que desde 1827 estaba en manos de la Sociedad
Bíblica de Londres.
Respuesta. En esos tres volúmenes tenemos la versión hológrafa de Domingo
Chimalpáhin, que nació en 1579 en Amecameca, junto a los volcanes, en un pueblo
muy bonito; se hizo donado [sirviente] del convento de San Antonio Abad y se
interesó mucho por la historia. El códice cuenta desde las edades cósmicas.
Comienza con la creación bíblica, pero inserta en la creación a los hombres del
Nuevo Mundo, los mete en la historia universal de la Biblia. Entonces ya se
discutía de dónde venían los indios. Algunos creían que descendían de las
tribus perdidas de Israel. Y él dice “Todos somos hijitos de Adán y Eva”, e
incluye a los indígenas en la historia universal del cristianismo. Además nos
da noticias sobre la fundación de México-Tenochtitlán, de los anteriores
señoríos de Tula y de Teotihuacán, nos da una secuencia histórica de los
pueblos. Ahora vamos a tener acceso a los textos de puño y letra. Y es la
primera vez que México readquiere un documento sustraído de su legado
histórico.
P. ¿Qué opina de que un país pague por recuperar su
patrimonio?
R. Opino que no queda otro remedio. La Unesco tiene
un comité de restitución de obras culturales ilícitamente sustraídas, pero no
tiene fuerza. Si la tuviera se quedarían vacíos el Louvre, el British Museum y
el Museo de Berlín. Yo no conozco más que un caso de un europeo que devolvió
una pieza importante: el papa Juan
Pablo II, que en uno de sus viajes trajo a México el Códice Badiano, un
herbario medicinal indígena del XVI que estaba en el Vaticano.
R. Muchas. Por ejemplo, en la Biblioteca Vaticana
hay un buen número de cócides prehispánicos, y en Madrid, en el Museo de
América, está el códice Tro-Cortesiano, valiosísimo.
P. ¿Cree que algún día España lo dará?
R. Yo conozco a Felipe VI. ¡A ver si lo dona! Pero
no, los españoles protestarían: ¿por qué nos quitan esto? Y quién sabe cómo
salió de México. A lo mejor no fue ilícito. Cortés recibió muchos regalos del
emperador Moctezuma. Es posible que este códice sea un regalo de Moctezuma. Es
posible, no probable.
P. ¿Cómo definiría la relación de México con sus
raíces prehispánicas?
R. La cultura mexicana tiene mucho de española, pero
el mexicano común y corriente, además, tiene en su cultura el mundo indígena.
Muchos tienen una vinculación directamente biológica. Y está la alimentación,
influida por la dieta del chile, el maíz, el frijol, el tomate, la calabaza…
También esa manera de interpretar el cristianismo, tan indígena, de sentir a
Dios y a la Virgen como nuestro padre y nuestra madre. Hay aprecio por ese
legado. Hay un interés enorme, porque se siente que ahí hay un origen. De
hecho, eso llegó a exagerarse y a convertir el indigenismo en el antagonismo de
lo hispano.
P. ¿Podría darme una definición de la identidad
mexicana actual?
R. El mexicano se siente en un país propio, con sus
raíces históricas profundas, con una historia convulsa, y aún con muchos
problemas. Nunca olvida que los gringos nos quitaron la mitad del territorio,
que su país tiene grandes litorales, grandes riquezas, que muchos gobiernos han
sido muy corruptos. Tiene una religiosidad propia, símbolos propios. En buena
parte, eso es el mexicano.
P. ¿Qué es ser mestizo en México?
R. Tomar nota de que descendemos mayoritariamente de
poblaciones indígenas y de la presencia española. Pero los españoles también
son mesticísimos. Son iberos, celtas, griegos, fenicios, cartagineses, romanos,
godos, vándalos, árabes. Una vez en un avión de Sevilla a Granada, el señor que
me tocó al lado me dijo, ‘¿verdad que tengo cara de árabe?’. No de moro, dijo
de árabe. Y sí tenía.
P. ¿Qué es ser indígena?
R. Por desgracia, vivir en regiones de refugio, a
veces aisladas. Muchas veces, no siempre, ser despreciado. Pero eso ha ido
cambiando. Ahora tiene usted escritores indígenas o profesores universitarios.
P. ¿Qué es ser blanco en México?
R. Tradicionalmente ha sido estar en el sector del
poder económico. Y yo creo que hasta ahora. Vaya usted a convenciones de
banqueros o empresarios. En general son todos de extracción europea. Pero no
creo que sean racistas. En México, más que por racismo se discrimina por el
dinero. Si usted tiene una hija de origen alemán y se hace novia de un muchacho
de rasgos indígenas, si ese muchacho es correcto y tiene una base económica, no
creo que el padre se oponga. Aunque habrá casos que sí.
P. ¿Cómo ve el futuro de los indígenas?
R. Yo quisiera que participen activamente en la vida
de México, pero conservando lo que quieran de su lengua y de su cultura, porque
eso es lo que les da raíz.
P. ¿Cuál es el peor escenario?
R. Que se vayan quedando más arrinconados. En el
siglo XVI, Fray Diego Durán le preguntó a un indio viejo: ‘A ver, tú dices que
antes de que viniéramos nosotros no mentíais, no robabais, no matabais, no os
embriagabais, no erais holgazanes, y ahora yo veo que todo eso ocurre’. El
viejo respondió: ‘Mire padre: antes de ustedes nosotros teníamos nuestras
costumbres y nuestras leyes, pero ustedes nos dijeron que eran cosa del diablo.
¿Y sabe qué pasó, padre? Que nos quedamos ‘nepantla’.
Nepantla, explica el doctor León-Portilla, significa en
lengua náhuatl estar en medio.
Ni en este lado ni en el otro.
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