Manuel
Lasso
os
entusiasmó mucho leer el nuevo libro de Sara Beatriz Guardia, Dominga,
Francisca, Flora. Soy una fugitiva, una profana, una paria. Editorial UNSA de
la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa. Arequipa, Perú. Primera
edición. 2016.
Descrita con una prosa ágil y muy impresionante, de la que ya nos ha dado
muestras en publicaciones anteriores, nos enteramos de la forma de vida de esta
nueva sociedad peruana de nuevo nombre; pero de larga duración. Los pormenores
son tan abundantes que por momentos nos parece estar viendo en persona lo que
le está sucediendo a esta gente. Nos da una visión muy detallada de los seres
que existieron en esas casas, de lo que hicieron dentro y fuera de sus alcobas
y de la forma como vivieron y condujeron sus conductas. Es como ver en carne y
hueso a los habitantes de la alta clase social del virreynato tardío y de la
temprana república, de la época de Manuelita Sáenz, tal como realmente fueron.
Despierta un genuino interés por saber más acerca de lo que fueron estos
hombres y mujeres. Ellos también disfrutaron de las paltas, las chirimoyas y
las naranjas de sus huertas tal como las disfrutamos hoy en día; pero sus
fundamentos éticos y sus reglas morales fueron diferentes.
Es un hecho aceptado que durante el virreynato la condición de la mujer fue muy
pobre y trágica. Prácticamente no tuvo ningún poder. Durante la época del
dominio peninsular, de virreyes, oidores e inquisidores, para la mujer española
y para la criolla sólo existían dos alternativas en la vida: el santo
matrimonio o el convento. Si ocurría algún divorcio o separación sólo quedaban
la prostitución o la casa de recogidas. Para la mujer nativa fue peor porque
para ella solo existió la posibilidad del amancebamiento, del vasallaje o de la
servidumbre. Trágicamente, para la mujer esclava no hubo ninguna opción. Luego
de la Independencia de España la situación continuó en idénticas condiciones.
Aunque los soldados de Fernando VII, cargando al hombro sus fusiles de
infantería con bayonetas, se retiraron a la península ibérica para guardar sus
armas en los arsenales reales, el idioma, la mentalidad y la manera de ser de
la población de la anterior Nueva Castilla, a nivel individual o a nivel de
sociedad, continuaron siendo españolas. La afición por las corridas de toros,
las suertes de banderillas y la estocada final continuaron vigentes. Todo esto
no podía cambiar. Las supersticiones, costumbres y creencias siguieron siendo
iguales.
En este libro se nos cuenta lo que ocurría cuando la mujer a pesar de tener un
buen soporte económico de su familia, optaba por seguir el sendero religioso en
el caso de una decepción amorosa. Nos hace ver lo que hacían las religiosas
dentro de las paredes de un convento. Nos describe la condición de la mujer y
la opresión que existió sobre ella cuando se comprometía a ingresar a una orden
religiosa. Por otro lado también nos enteramos de que las mujeres llevaban en
sus casas una vida de infelicidad y austeridad espiritual teniendo como acto
usual y cotidiano la procreación de una prole numerosa.
Sara Beatriz Guardia nos narra la vida de Dominga Gutiérrez de Cossío, quien
tras un misterioso desengaño amoroso causado por un irresponsable médico caza
fortunas, decide entrar a un convento. Con este propósito se describe la vida
dentro del claustro con todas las características de esa época: la hipocresía,
el racismo, el clasismo, el fanatismo y todos los defectos de una sociedad ya
decadente y destinada a desaparecer.
A pesar de que al principio el personaje parece adaptarse a la austeridad y a
la dureza de la vida conventual luego de unos años llega a hartarse y decide
abandonar la vida religiosa; pero las reglas de la época no lo permiten.
Prácticamente el ser que entraba a una orden religiosa se convertía en la
propiedad permanente de ese convento.
Para conseguir su libertad decide escapar, causa un incendio e introduce un
cadáver dentro de su celda lo cual produce una gran aversión en el mundo
religioso y en toda la población de la ciudad de Arequipa. De este modo Dominga
se convierte en un alma en fuga constante por el resto de su vida. Hasta su
familia actúa en contra de ella y es obligada a llevar una existencia
atormentada e infeliz.
Ulteriormente el personaje conoce en un barco a Flora Tristán quien escucha su
historia. Flora no pudo recobrar una parte de la herencia que le correspondía
en la ciudad de Arequipa por ciertas dificultades sociales de esos tiempos y
regresa a Francia. Antes de hacerlo conoce a una tercera mujer celebre, de
carácter masculino, que también vive su propia tragedia y desgracia. Francisca
Zubiaga, la Mariscala, esposa del difunto presidente don Agustín Gamarra. Este
tipo de lideresa aparece también en la literatura y el cine mexicanos del siglo
XX cuando una mujer se convierte en jefa de los revolucionarios, siendo la
actriz María Félix la quien hace una buena interpretación de ese personaje y lo
convierte en un rol clásico para la mujer mexicana. Francisca también le cuenta
su tragedia a Flora Tristán. Posteriormente la Mariscala fallece de
tuberculosis, la enfermedad del siglo XIX y así termina su recorrido por las
páginas de la historia.
Descrita con una prosa madura y moderna la autora de esta obra nos hace conocer
con maestría lo que la gente de la época post-independentista pensaba y hacía.
Nos da una muestra de la alarmante situación de la mujer dentro de una orden
religiosa y dentro de la población civil de esa época.
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