domingo, 9 de julio de 2017

Claudio Chipana: Etapas de la identidad latinoamericana



Etapas de la identidad latinoamericana

Claudio Chipana Gutierrez

Julio 3, 2017 00:29
Si seguimos el modelo de la tesis, antítesis y síntesis podemos distinguir grosso modo cuatro etapas – en realidad tres, pues la cuarta es continuación de la tercera – importantes en el devenir de la identidad latinoamericana en razón de las influencias internas y externas, en virtud de las características culturales propias y de las tensiones como resultado de las relaciones de poder y dominación cuanto de la resistencia y la emancipación de los pueblos de Latinoamérica. He aquí un esquema.
La etapa autóctona (la afirmación del ser latinoamericano) corresponde al desarrollo de las culturas prehispánicas (Maya, Inca, Azteca y las múltiples culturas indígenas que precedieron a la colonización europea). Es la etapa formativa de la identidad latinoamericana y que precede a la propia noción de Latinoamérica, que será un resultado cultural posterior al incorporará otras raíces como la europea y la africana.
La etapa colonial (el ocultamiento del ser latinoamericano) es el periodo de la dominación colonial, se impone la cultura occidental sobre la autóctona. Los pueblos originarios devienen “indios”, una denominación colonial para denotar no sólo  la dominación europea sino también la dominación interna criolla. La cultura aborigen es destruida u ocultada, sin embargo perdura como una cultura de resistencia.
La etapa de la emancipación (la recuperación del ser o la invención de la identidad  Latinoamericana) emerge Latinoamérica  como una categoría que es expresión última de la lucha por la  independencia contra el dominio colonial.
Latinoamérica emerge como  un conjunto de naciones que nacen unidas por una voluntad historia común, cual es, la independencia del yugo opresor colonial.
Al mismo tiempo enfrenta el reto de insertarse en una modernidad capitalista que le impone sus reglas. En consecuencia se pone a la orden del día la necesidad de construir una identidad propia y liberadora. Latinoamérica debe responder a nuevas interrogantes y a nuevos peligros para su soberanía. Se consolida el mestizaje.
La etapa de la diáspora (el ser diverso latinoamericano) es la etapa reciente continuación de a anterior signada por la emigración latinoamericana a las grandes metrópolis y por la constitución de las comunidades migrantes latinoamericana en el mundo. Hay una re-semantización de lo latinoamericano a través de nuevas categorías como lo “latino” y lo  “hispano”. También se produce la emergencia de identidades invisibilizadas como la de los afrodescendientes o de los pueblos indígenas. La identidad latinoamericana se hace más diversa y se compone de múltiples identidades en lo racial, lo lingüístico, y otros rasgos culturales.
Como resultado, la identidad Latinoamérica es poscolonial, diversa y emancipadora.
Polaridades de la identidad latinoamericana
Por lo dicho anteriormente vemos que la identidad de América latina se abre paso en medio de luchas y antagonismos. Es una identidad que se estructura en torno a determinadas polaridades. Estas polaridades o tensiones se hallan presentes a lo largo del recorrido histórico de la formación de las identidades nacionales, comunitarias e individuales.
La nación no es un ente monolítico, no es una simple suma de individuos.
Existen jerarquías y mecanismos de dominación y de poder de unos individuos respecto de otros en su interior.
Pero también hay tensiones entre la nación y las fuerzas foráneas dominadoras.
Así tenemos el antagonismo entre lo criollo y la cultura indígena,  la relación centro-periferia, la relación entre la nación y los centros de poder hegemónico mundial. No hay identidades homogéneas. Las identidades expresan y contienen diferencias de clase social, de género, de raza, tradiciones culturales.
Estas polaridades o tensiones subyacen a los discursos, y a las conductas. Una de las tareas de la crítica cultural es evidenciar las subalternidades y las relaciones hegemónicas en las instituciones y los discursos oficiales. Hay identidades oficiales e identidades subordinadas.
Eduardo Galeano nos dice por ejemplo que históricamente  la identidad latinoamericana  ha sido escrita por machos, militares, blancos y ricos, quedando excluidos los indígenas, las mujeres y las mayorías  pobres de la población.
Lo indígena y lo criollo
La República – en gran medida en la actualidad lo sigue haciendo  – ignoró al indio y  lo mantuvo subordinado y en la servidumbre.
La reivindicación histórica del indígena, de sus lenguas y de sus otras manifestaciones culturales y sociales sigue siendo una tarea pendiente.
Sin embargo en esta oposición entre lo criollo y lo indígena se ha producido un proceso de mestizaje que sin anular aquella oposición ha generado espacios intermedio s que es lo que ha hecho de Latinoamérica una fusión de identidades, de mezcla de elementos europeos y aborígenes.
Modernidad y tradición
¿Qué tipo de modernidad debe adoptar América latina?. Para algunos  la modernidad supuso  borrar todo vestigio autóctono incluyendo a la raza indígena. Para otros, la modernidad en América latina no puede ser una  mera imitación de Europa, antes bien debe tener sobre todo un sello propio. Sin embargo, sin aceptar la dominación, una identidad basada en la tradición y las raíces históricas pueden conjugarse con la modernidad en un dialogo intercultural con otras culturas.
Autenticidad e inautenticidad
Según el filósofo peruano Augusto Salazar Bondy uno de los defectos de nuestra cultura es su inautenticidad, es decir, que las motivaciones de su  pensar y su  actuar siempre se han basado en modelos foráneos.
Dice Salazar Bondy: el “pensamiento inauténtico por alienado es además alienante, en cuanto funciona generalmente como imagen enmascaradora de nuestra realidad y factor que coadyuva al divorcio de nuestras naciones respecto a su ser propio y sus justas metas históricas.”
En otras palabras, una identidad inauténtica es una identidad alienada.
Lo culto y lo popular
La cultura, sobre todo la llamada cultura culta,  ha sido siempre  exclusividad de las elites  de las clases dominantes. El arte popular por su lado no ha sido suficientemente valorado. Esta dicotomía solo se puede resolver en la constitución de una cultura nacional que refleje la diversidad cultural y étnica, que recoja y reconozca los aportes de la cultura popular. Latinoamérica cuenta con raíces indígenas y populares que son  la fuente de su  vitalidad y fuerza y por lo tanto de su identidad. Cuanto más se reconozcan a las culturas populares, por ejemplo en la creación artística y literaria, más se afirman las culturas nacionales.
Lo masculino y lo femenino
La cuestión del género como la oposición  entre lo masculino y lo femenino siempre ha jugado un rol en la constitución de las identidades y en la dinámica  cultural de los pueblos expresada a través de manifestaciones sociales y simbólicas.
La ideología patriarcal siempre  se mantuvo como el signo dominante en la sociedad consignando a la mujer a un lugar secundario en las relaciones de poder entre los géneros. No obstante la historia también registra un lugar destacado de la mujer por ejemplo en algunas culturas prehispánicas y también posteriormente durante la lucha por la Independencia.   La igualdad de género y de los derechos sexuales sigue formando parte de la lucha por el reconocimiento de las identidades secularmente postergadas.
Lo propio y o ajeno
Gabriel García Márquez en su discurso de premio Nobel de literatura en 1982 sostiene que “la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos” y agrega:
“La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos solo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Siendo la cultura latinoamericana el resultado de múltiples influencias como la europea y aborigen, pero también africanas, asiáticas, árabes y otras, está marcada por la tensión entre lo propio y lo ajeno. La identidad latinoamericana como resultado de la modernización, la globalización y la migración no puede darse ni como exclusivamente nacional ni como exclusivamente cosmopolita. Partir exclusivamente de lo ajeno conduciría a la negación de lo propio y  por lo tanto a la alienación cultural y a la negación de la identidad. Lo latinoamericano para ser tal requiere partir de lo propio pero en diálogo con lo ajeno.

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