Etapas de la
identidad latinoamericana
Si
seguimos el modelo de la tesis, antítesis y síntesis podemos distinguir grosso
modo cuatro etapas – en realidad tres, pues la cuarta es continuación de la
tercera – importantes en el devenir de la identidad latinoamericana en razón de
las influencias internas y externas, en virtud de las características
culturales propias y de las tensiones como resultado de las relaciones de poder
y dominación cuanto de la resistencia y la emancipación de los pueblos de
Latinoamérica. He aquí un esquema.
La etapa
autóctona (la
afirmación del ser latinoamericano) corresponde al desarrollo de las culturas
prehispánicas (Maya, Inca, Azteca y las múltiples culturas indígenas que
precedieron a la colonización europea). Es la etapa formativa de la identidad
latinoamericana y que precede a la propia noción de Latinoamérica, que será un
resultado cultural posterior al incorporará otras raíces como la europea y la
africana.
La etapa colonial (el ocultamiento del ser latinoamericano) es el periodo de
la dominación colonial, se impone la cultura occidental sobre la autóctona. Los
pueblos originarios devienen “indios”, una denominación colonial para denotar
no sólo la dominación europea sino también la dominación interna criolla.
La cultura aborigen es destruida u ocultada, sin embargo perdura como una
cultura de resistencia.
La etapa de la emancipación (la recuperación del ser o la invención
de la identidad Latinoamericana) emerge Latinoamérica como una
categoría que es expresión última de la lucha por la independencia contra
el dominio colonial.
Latinoamérica emerge
como un conjunto de naciones que nacen unidas por una voluntad historia
común, cual es, la independencia del yugo opresor colonial.
Al mismo tiempo enfrenta el
reto de insertarse en una modernidad capitalista que le impone sus reglas. En
consecuencia se pone a la orden del día la necesidad de construir una identidad
propia y liberadora. Latinoamérica debe responder a nuevas interrogantes y a
nuevos peligros para su soberanía. Se consolida el mestizaje.
La etapa de la diáspora (el ser diverso latinoamericano) es la etapa reciente
continuación de a anterior signada por la emigración latinoamericana a las grandes
metrópolis y por la constitución de las comunidades migrantes latinoamericana
en el mundo. Hay una re-semantización de lo latinoamericano a través de nuevas
categorías como lo “latino” y lo “hispano”. También se produce la
emergencia de identidades invisibilizadas como la de los afrodescendientes o de
los pueblos indígenas. La identidad latinoamericana se hace más diversa y se
compone de múltiples identidades en lo racial, lo lingüístico, y otros rasgos
culturales.
Como resultado, la identidad
Latinoamérica es poscolonial, diversa y emancipadora.
Polaridades de la identidad latinoamericana
Por lo dicho anteriormente
vemos que la identidad de América latina se abre paso en medio de luchas y
antagonismos. Es una identidad que se estructura en torno a determinadas
polaridades. Estas polaridades o tensiones se hallan presentes a lo largo del
recorrido histórico de la formación de las identidades nacionales, comunitarias
e individuales.
La nación no es un ente monolítico, no es una simple suma de
individuos.
Existen jerarquías y
mecanismos de dominación y de poder de unos individuos respecto de otros en su
interior.
Pero también hay tensiones
entre la nación y las fuerzas foráneas dominadoras.
Así tenemos el antagonismo
entre lo criollo y la cultura indígena, la relación centro-periferia, la
relación entre la nación y los centros de poder hegemónico mundial. No hay
identidades homogéneas. Las identidades expresan y contienen diferencias de
clase social, de género, de raza, tradiciones culturales.
Estas polaridades o tensiones
subyacen a los discursos, y a las conductas. Una de las tareas de la crítica
cultural es evidenciar las subalternidades y las relaciones hegemónicas en las
instituciones y los discursos oficiales. Hay identidades oficiales e
identidades subordinadas.
Eduardo Galeano nos dice por
ejemplo que históricamente la identidad latinoamericana ha sido
escrita por machos, militares, blancos y ricos, quedando excluidos los
indígenas, las mujeres y las mayorías pobres de la población.
Lo indígena y lo criollo
La República – en gran medida
en la actualidad lo sigue haciendo – ignoró al indio y lo mantuvo
subordinado y en la servidumbre.
La reivindicación histórica
del indígena, de sus lenguas y de sus otras manifestaciones culturales y
sociales sigue siendo una tarea pendiente.
Sin embargo en esta oposición
entre lo criollo y lo indígena se ha producido un proceso de mestizaje que sin
anular aquella oposición ha generado espacios intermedio s que es lo que ha
hecho de Latinoamérica una fusión de identidades, de mezcla de elementos
europeos y aborígenes.
Modernidad y tradición
¿Qué tipo de modernidad debe
adoptar América latina?. Para algunos la modernidad supuso borrar
todo vestigio autóctono incluyendo a la raza indígena. Para otros, la
modernidad en América latina no puede ser una mera imitación de Europa,
antes bien debe tener sobre todo un sello propio. Sin embargo, sin aceptar la
dominación, una identidad basada en la tradición y las raíces históricas pueden
conjugarse con la modernidad en un dialogo intercultural con otras culturas.
Autenticidad e inautenticidad
Según el filósofo peruano Augusto
Salazar Bondy uno de los defectos de nuestra cultura es su inautenticidad, es
decir, que las motivaciones de su pensar y su actuar siempre se han
basado en modelos foráneos.
Dice Salazar Bondy: el
“pensamiento inauténtico por alienado es además alienante, en cuanto
funciona generalmente como imagen enmascaradora de nuestra realidad y
factor que coadyuva al divorcio de nuestras naciones respecto a su ser
propio y sus justas metas históricas.”
En otras palabras, una
identidad inauténtica es una identidad alienada.
Lo culto y lo popular
La cultura, sobre todo la
llamada cultura culta, ha sido siempre exclusividad de las
elites de las clases dominantes. El arte popular por su lado no ha sido
suficientemente valorado. Esta dicotomía solo se puede resolver en la
constitución de una cultura nacional que refleje la diversidad cultural y
étnica, que recoja y reconozca los aportes de la cultura popular. Latinoamérica
cuenta con raíces indígenas y populares que son la fuente de su
vitalidad y fuerza y por lo tanto de su identidad. Cuanto más se reconozcan a
las culturas populares, por ejemplo en la creación artística y literaria, más
se afirman las culturas nacionales.
Lo masculino y lo femenino
La cuestión del género como
la oposición entre lo masculino y lo femenino siempre ha jugado un rol en
la constitución de las identidades y en la dinámica cultural de los pueblos
expresada a través de manifestaciones sociales y simbólicas.
La ideología patriarcal
siempre se mantuvo como el signo dominante en la sociedad consignando a
la mujer a un lugar secundario en las relaciones de poder entre los géneros. No
obstante la historia también registra un lugar destacado de la mujer por
ejemplo en algunas culturas prehispánicas y también posteriormente durante la
lucha por la Independencia. La igualdad de género y de los derechos
sexuales sigue formando parte de la lucha por el reconocimiento de las
identidades secularmente postergadas.
Lo propio y o ajeno
Gabriel García Márquez en su
discurso de premio Nobel de literatura en 1982 sostiene que “la búsqueda de la
identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para
ellos” y agrega:
“La interpretación de nuestra
realidad con esquemas ajenos solo contribuye a hacernos cada vez más
desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Siendo la cultura
latinoamericana el resultado de múltiples influencias como la europea y
aborigen, pero también africanas, asiáticas, árabes y otras, está marcada por
la tensión entre lo propio y lo ajeno. La identidad latinoamericana como
resultado de la modernización, la globalización y la migración no puede darse
ni como exclusivamente nacional ni como exclusivamente cosmopolita. Partir
exclusivamente de lo ajeno conduciría a la negación de lo propio y por lo
tanto a la alienación cultural y a la negación de la identidad. Lo
latinoamericano para ser tal requiere partir de lo propio pero en diálogo con
lo ajeno.
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