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Publicado el 3 de enero de 2022 - 22:20 h.
Almudena Grandes, en la
presentación de su novela 'Los besos en el pan'
— Almeida: “Almudena Grandes no merece ser Hija Predilecta
de Madrid, pero para sacar los Presupuestos hay que hacer cesiones”
“Almudena Grandes no merece ser hija predilecta de Madrid,
pero para sacar los Presupuestos hay que hacer cesiones”, dice el alcalde de la
capital, José Luis Martínez-Almeida, en la enésima demostración del tipo de
ciénaga en la que se mueve la política española.
¿Los pecados de Grandes para no merecer esa distinción? A
juicio del alcalde, son dos excusas. La primera, que en una presentación de un
libro hace 15 años, Grandes aseguró que cada mañana “fusilaría a dos o tres
voces que le sacan de quicio” –o eso recuerda este viejo teletipo de Europa
Press, fuente original de esta historia, y donde no se explica ni el contexto
ni la más que probable ironía con la que pronunció esa frase–.
La segunda, esta columna de prensa, que Grandes escribió
hace 13 años, y donde bromeaba sobre una de las supuestas enseñanzas de la
beata católica madre Maravillas –"Déjate mandar. Déjate sujetar y
despreciar. Y serás perfecta"– y lo comparaba irónicamente con el “goce
que sentiría al caer en manos de una patrulla de milicianos jóvenes, armados y
-¡mmm!- sudorosos”. Fue un artículo que en su momento generó cierta polémica y
que pocos días más tarde la propia Almudena Grandes matizó: “Si no supe
expresarlo con la suficiente claridad, lo siento”.
Quienes tuvimos el privilegio de conocer a Almudena sabemos
que nada más lejos de su pensamiento que desear fusilamientos o violaciones a
nadie. También lo saben quiénes simplemente leyeron sus novelas o artículos, o
la escucharon en la radio, o en una presentación de un libro, o en una
entrevista.
Solo desde la mezquindad se puede despreciar su brillante
obra literaria como lo hace el alcalde por dos anécdotas sin contexto que dicen
más de quien las recuerda que de quien las protagonizó. Más indecente aún es
acusar a Grandes de fomentar “discursos de odio”, como también hizo este
alcalde que llegó al poder en Madrid con los votos de Vox. La paja en el ojo
ajeno.
Decía Almudena Grandes, y tenía toda la razón, que “la
especialidad del fascismo español es convertir a las víctimas en verdugos”. Y
es el mismo alcalde que no movió un dedo para evitar que el general Millán
Astray recuperara su calle en Madrid quien acusa a Grandes de no merecer
honores. Quien hacía discursos de odio, al parecer, era la escritora. Y no el
jefe de la propaganda de Franco durante el golpe de Estado.
Hace unos años, otro genial escritor –en esta ocasión, de
derechas– fue nombrado hijo adoptivo de Madrid, otro honor que concede el
Ayuntamiento. Por unanimidad: también lo apoyaron los partidos de izquierda a
los que Vargas Llosa desprecia casi en cada artículo.
En el fondo, el problema de Almeida es otro. Pequeña
política: debe hacerse perdonar ante la extrema derecha el pecado de haber
pactado los presupuestos con los concejales carmenistas, y no con Vox.
Los tres concejales de Recupera Madrid –escindidos de Más
Madrid– no solo le sacaron el homenaje a Almudena Grandes en el acuerdo para
los Presupuestos madrileños. También lograron eliminar las subvenciones
públicas a las asociaciones que acosan a las mujeres que quieren abortar –que
irán para asociaciones que defienden los derechos LGTBI–, un fondo para ayudas
al alquiler de familias en riesgo de perder su vivienda, un plan para las
personas sin electricidad en las chabolas de la Cañada Real, unas oficinas para
atender a solicitantes del Ingreso Mínimo Vital, nuevos carriles bici…
Dentro de un siglo, dudo que muchos recuerden al alcalde
Almeida. Y estoy seguro de que muchos recordarán a Almudena, que pasará a la
historia como una de las grandes escritoras españolas de nuestro tiempo.
Dentro de un siglo, tal vez la derecha perdone a esta
inmensa escritora por su verdadero pecado. Que nunca fue fusilar a nadie sino
ser simplemente de izquierdas. No es siquiera la primera vez que ocurre.
Hace un siglo, otro gran escritor también sufrió campañas
como las que la prensa conservadora de hoy aplica contra Almudena Grandes y su
memoria. También lo acusaban de fomentar la violencia. También lo despreciaban
como a un furibundo anticlerical, que representaba a la antiEspaña. También fue
caricaturizado como alguien movido por el odio, que quería ensartar con su
afilada pluma a curas y monjas.
Fueron tan duros esos ataques, tan brutales y cainitas esas
campañas, que la propia derecha española se movilizó para evitar que dieran el
premio Nobel a este grandísimo novelista español, el más brillante de su
tiempo, y cuyo verdadero pecado fue otro: era republicano y de izquierdas, y
acabó siendo diputado en una coalición con el PSOE de Pablo Iglesias Posse.
¿Saben de qué escritor les hablo? Es uno de los mejores de
nuestra literatura, aunque pocos recuerdan su lado político, que rara vez se
enseña en los colegios. Se llamaba Benito Pérez Galdós.
El año pasado, en el primer centenario de su muerte, el PP
apoyó nombrar a Galdós hijo predilecto de su ciudad natal, Las Palmas de Gran
Canaria. El propio Martínez Almeida le homenajeó en el día del libro.
Tal vez para el año 2121 la derecha también perdone a
Almudena.
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