viernes, 11 de marzo de 2022

CONOCIMIENTO, COMPRENSIÓN Y SABIDURÍA EN LENGUAS INDÍGENAS

  

Pablo Quintanilla*

http://menteylenguaje.pucp.edu.pe
http://geographyofphilosophy.com

Tomado de: Quipu virtual. 
Boletín de Cultura Peruana-Ministerio de Relaciones Exteriores N° 93 11/3/2022
Se publica con la autorización del autor.

EN BUSCA DE UN PENSAMIENTO FILOSÓFICO PERUANO DE RAÍZ NO OCCIDENTAL

Brus Rubio Churay. El gran viaje cultural. Acrílico sobre llanchama, 2016. Colección privada.

La filosofía occidental, impregnada de teología católica, llegó de manera sistemática al Perú a mediados del siglo XVI, con la creación de la Universidad de San Marcos. Su desarrollo e influjo posteriores incitan también a inquirir por las perspectivas filosóficas conservadas o contenidas en las lenguas indígenas.


s frecuente interesarse por si la filosofía es un producto únicamente occidental o si hay este tipo de pensamiento en sociedades no occidentales (o, incluso, en sociedades occidentales anteriores o ajenas a la escuela de Mileto). Quienes niegan la existencia de esta actividad en comunidades no occidentales, sostienen que la filosofía nació en las colonias griegas establecidas en Jonia (que en realidad es Asia Menor y actualmente pertenece a la costa oeste de Turquía), a partir de ciertas condiciones históricas muy particulares que simplemente no se dieron en otras regiones, aunque posteriormente esa tradición griega se propagara por todo el mundo. Los que afirman que sí existe filosofía no occidental presuponen, aunque no lo digan, que la ausencia de pensamiento filosófico en una sociedad mostraría cierta precariedad intelectual, de manera que amplían el significado de «filosofía» para incluir prácticas sociales diferentes a las que se dieron en el mundo helénico a partir del siglo vi a.C.

Vocabulario quechua del jesuita
Gonzales Holguin, 1608

    Pero estas preguntas son meramente estipulativas: depende de cómo se defina «filosofía» para ofrecer una respuesta. Si la definición es demasiado estrecha, inevitablemente se considerará pensamiento filosófico solo al que tiene el molde griego, lo que resultará tautológico. Pero si la definición es suficientemente amplia, se podrá incorporar actividades intelectuales diferentes a las de la tradición occidental.

    Lo más probable, sin embargo, es que en todas las sociedades humanas haya habido grupos que se hayan planteado interrogantes que Occidente llama «éticas», «epistemológicas», «ontológicas», «existenciales», etc., incluso si no han dado lugar a una tradición transgeneracional. Es casi seguro que en toda comunidad hay gente que se pregunta cómo debe uno vivir, qué puede conocerse y qué no, qué es comprender a una persona, qué existe y qué significa que algo exista, cómo se pueden justificar nuestras creencias, etc. Muchas de estas preguntas abstractas no son solo consecuencia de otras más concretas, sino que tienen una importancia para la supervivencia. ¿Cómo podría sobrevivir, por ejemplo, alguien que no tuviera ningún criterio para determinar quién dice la verdad y quién miente, al menos en una serie de planos prácticos o utilitarios? Es de suponer que en toda sociedad se plantea dualidades entre representaciones del mundo confiables y no confiables, experimentables y no experimentables, reales y aparentes, existentes o no.

    En la mayor parte de casos, empero, no ha quedado registro de tales cavilaciones, como sí ocurrió en Grecia y, a partir de su influjo, en la tradición occidental. En efecto, la cultura griega dio lugar a una tradición escrita que permitió la integración de los debates de generación en generación, mediante refinadas argumentaciones racionales que iban precisándose a lo largo del tiempo, con los distintos interlocutores involucrados. Más aún, esta tradición no solo tematizó problemas que consideramos centrales a todo ser humano, sino deliberó sobre las posibilidades y límites de tales cuestionamientos. Es decir, no solo creó una tradición de reflexión, sino una de re- flexión sobre la naturaleza de la reflexión.

    Muchos de esos rasgos no están presentes en las culturas no influidas por la griega, a pesar de que lo más probable es que sí hubiera comunidades que se plantearan algunas preguntas que hoy llamamos filosóficas. Pero, incluso si esas preguntas no hubiesen sido formuladas explícitamente por alguien en particular o, de haberlo sido, se hayan perdido en la noche de los tiempos, hay intuiciones o presupuestos filosóficos contenidos en las cosmovisiones humanas que, a su vez, están condensados y densificados en los conceptos que habitan en sus lenguas.

    Así, por ejemplo, yachay es una palabra quechua que normalmente traduciríamos por «conocimiento» e inevitablemente tiene presupuestos que llamaríamos epistémicos, es decir, que contienen tesis implícitas acerca de qué es conocer algo. Yachay se usa para significar que alguien tiene información (producto de la experiencia sistemática) que le permite realizar una actividad práctica, como cosechar el campo, domesticar un animal, hablar una lengua, techar una casa, etc. Hasta ahí hay cierta diferencia con los conceptos para conocimiento en griego o latín (episteme y cognitio, respectivamente), pues estos tienen un carácter más teórico y representacional, mientras que yachay es eminentemente práctico. De hecho, los conceptos epistémicos occidentales suelen proceder de verbos asociados a la visión, es decir, que connotan la posibilidad de representar la realidad, mientras que los conceptos epistémicos quechua -y en especial yachay- inciden en la posibilidad de hacer algo, más que en solo percibirlo. Pero es interesante notar que, en los diccionarios virreinales, aquellos que registran usos menos influidos por el castellano, se consigna como sentidos adicionales para yachay residir[1], vivir, morar, soler hacer algo, acostumbrarse a algo o hacer algo y tener querencia en algún lugar. Así, entonces, a diferencia del castellano «conocer», yachay connota familiaridad o comodidad con cierta actividad que no es algo teórico, sino fundamentalmente práctico. El diccionario de González Holguin[2] añade los sentidos de crear, criar, hacer o hacer crecer. César Itier[3], por su parte, afirma que en el pre-proto-quechua, la raíz de yachay significa alcanzar algo con la mano, siendo un verbo de movimiento[4].

    En español, como en la mayor parte de lenguas occidentales, hay una relación establecida entre «conocimiento», «verdad» y «justificación». ¿Pero la habrá igualmente en quechua o en otras lenguas indígenas peruanas? ¿Qué relaciones tienen las palabras traducibles por lo que llamamos «verdad» o «justificación»? Podríamos intentar reconstruir los presupuestos epistémicos de los conceptos de lenguas menos influidas por el español y por las prácticas sociales occidentales. Esa tarea no sería de interés únicamente para lingüistas y antropólogos, sino también para filósofos, psicólogos y neurocientíficos porque nos conduciría a preguntarnos si hay elementos epistémicos universales, compartidos en todas las lenguas y culturas. De ser así, tendríamos que averiguar si se trata de contenidos innatos, producto de la evolución del cerebro o si son solo rasgos semánticos generados por las necesidades de supervivencia de las comunidades. Por ejemplo, dado que todas las sociedades necesitan distinguir entre información confiable y no confiable, sería de esperar que tengan conceptos para lo que llamamos «conocimiento», «verdad», «justificación», etc., y que estos estén de alguna manera conectados entre sí. Pero podría ser que esas conexiones fueran muy diferentes a las que estamos acostumbrados o que estén asociadas a conceptos propios de sus cosmovisiones, que no encontramos en las nuestras.

Guamán Poma de Ayala,
1615

    Este tipo de investigación es muy difícil de realizar, pues requiere el estudio de lenguas y culturas de difícil ac- ceso con equipos interdisciplinarios entrenados académicamente para ello, por lo que nunca se había realizado. Desde el año 2017, sin embargo, gracias al financiamiento de la Fundación Templeton, se viene ejecutando el proyecto The Geography of Philosophy, concebido originalmente en las universidades de California en Los Angeles (UCLA), Pittsburgh y Rutgers, y ahora con el apoyo de universidades de Corea del Sur, Ecuador, Eslovaquia, India, Japón, Marruecos, Perú y Sudáfrica.

En todos esos países, y en comunidades de tradiciones o raíces no occidentales muy variadas, se está aplicando pruebas estandarizadas para medir las intuiciones que sus hablantes tendrían ante preguntas sobre temas epistemológicos. De esta manera se intenta reconstruir, en las distintas lenguas, q relaciones hay entre conocimiento, verdad y justificación, q se entiende por comprender algo o a alguien, q rasgos suelen tener las personas a las que se llamaría sabias, entre otras cuestiones de naturaleza filosófica.

    En el caso del Perú, el trabajo lo realiza el Grupo Interdisciplinario de Investigación Mente y Lenguaje, de la Pontificia Universidad Católica del Perú, y se viene trabajando con lenguas quechua de Andahuaylas, shipibo de Pucallpa, urarina del Valle del Chambira (en el norte de Loreto) y castellano de la costa central, como grupo de control. A fines de 2022, se terminará el trabajo de campo y se comenzará a comparar los hallazgos de los distintos equipos de las diversas partes del mundo.

Brus Rubio Churay. monilla ámena.
Árbol de abundancia. Acrílico sobre lienzo,
2016.

    En un escenario minimalista, tendremos una suerte de cartografía de conceptos epistémicos de diferentes regiones del mundo. Para el caso del Perú, estaríamos elaborando un incipiente atlas de presupuestos filosóficos no occidentales que, con mayor investigación, podrá permitir una reconstrucción mucho s compleja de la manera como estos conceptos esn conectados entre , al interior de las diversas familias lingüísticas estudiadas y entre familias lingüísticas poco emparentadas. En un escenario maximalista, podríamos averiguar qué elementos compartidos hay, y a qué responde esa universalidad, en algunos conceptos filoficos fundamentales. En cualquier caso, podremos tener una idea s clara de cuáles son los presupuestos filosóficos de las sociedades peruanas menos influidas por las visiones occidentales, lo que nos encaminaría para estudiar las concepciones filosóficas no occidentales que habitaron y n habitan en nuestro país.

* Profesor principal de filosofía en la Pontificia Universidad Católica del Perú. PhD, por la Universidad de Virginia y M.A. por la Universidad de Londres, King’s College.


[1] Anónimo. Arte y Vocabulario en la Lengua General del Perú. Ed. por Rodolfo Cerrón Palomino. Lima: PUCP, 2014 [1586]. Este diccionario es atribuido a un equipo liderado por Blas Valera.

[2] Diego González Holguín. Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada qquichua o del inca. Lima: UNMSM, 1989 [1607]).

[3] César Itier. Estudio y comentario lingüístico, en Joan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua. Relación de antigüedades deste reyno del Pirú. Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos y Centro de Estudios Regionales Andinos «Bartolomé de Las Casas», 1993.

[4] Para profundizar en este tema puede verse: Zenón Depaz Toledo. La cosmovisión andina en el Manuscrito de Huarochirí. Lima: Ediciones vicio perpetuo, 2015; Jospeh Estermann. Filosofía andina. Estudio intercultural de la sabiduría autóctona andina. Lima: Ediciones Paulinas, 1998; Víctor Mazzi Huaycucho. Inkas y filósofos. Posturas, teorías, estudios de fuentes y reinterpretación. Lima: Edición del autor, 2016; Luis Mujica Bermúdez. Pachamama kawsan: hacia una ecología andina. Lima: PUCP, 2017; Pablo Quintanilla, Clark Barrett, Michael Cepak, Emanuele Fabiano, Edouard Machery (editores). Epistemologías andinas y amazónicas. Conceptos indígenas de conocimiento, sabiduría y comprensión (en preparación).

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