Claudio Berríos Cavieres
(Valparaíso-Chile)
Su vida y obra reflejan la intersección entre la experiencia personal y la lucha colectiva de la clase trabajadora. Desde sus primeros días en un entorno minero hasta su activismo cultural y político posterior, Mazzi encarnó la voz de los obreros y su lucha por la justicia social, desafiando las convenciones literarias al situar la poesía proletaria como una expresión legítima y valiosa dentro del panorama cultural latinoamericano.
Mis terribles protestas
son cantos que interpretan mis líricos
enconos
Mis gestas formidables hacen temblar los
tronos”
De manera similar, la poesía popular que reflejaba la llamada
«cuestión social» de los sectores vulnerables, aunque más presente, emergió
desde los mismos sectores excluidos. En el caso de la denominada «poesía
proletaria», surgen diversas cuestiones conceptuales para abordar este tipo de
trabajos, cuestionando si corresponde a escritos producidos por individuos de
dicha clase o si sus versos responden a un imaginario clasista, o quizás a
ambos.
El caso del poeta peruano Víctor Mazzi Trujillo ejemplifica
esta doble condición. Mazzi representa un extenso trabajo de gestión cultural y
creación poética, lo que lo convierte en una figura clave en la historia de la
poesía proletaria peruana y latinoamericana. Nacido en 1925 en el distrito
agrícola de Apata, provincia de Jauja, se trasladó junto a sus padres al
asentamiento minero de Morococha en sus primeros días. «Jurídicamente soy de
Morococha, pero telúricamente, de Apata», afirmó. Esta dualidad de origen,
entre un entorno campesino y uno obrero, se refleja en su obra poética
posterior, donde la presencia de ambos mundos se entrelaza:
a brillar entre mis sienes.
Adán -abrumado por su propia tristeza-
tiembla en las tierras de mi labranza.
¡Oh, el alba de asnos de praderas!
¡Oh, la fiera máscara de carbunclo!»
Morococha era entonces un vigoroso enclave obrero,
dependiente de la empresa norteamericana Cerro de Pasco Copper Corporation. A
mediados de la década de 1920, el intelectual marxista peruano José Carlos
Mariátegui fue uno de los que promovió con mayor interés la organización
sindical en ese sector, considerándolo un punto clave en el Perú para iniciar
un trabajo clasista. Víctor Mazzi tuvo sus primeros acercamientos a las letras
en el Centro Escolar Obrero, un espacio autogestionado por los trabajadores,
donde fue instruido por Gamaniel Blanco, líder minero e intelectual de
Morococha, promotor de la Federación de Trabajadores del Centro y organizador
de una huelga minera en 1929. Blanco falleció en 1931 en una cárcel de Callao
debido a las golpizas recibidas:
encuentra a Morococha
ardiendo de antimonio,
tosiento el voraz golpe
de toda su neumoconiosis.
Pueblo minero, cuyo sufrimiento
limítrofe con la sangre fresca todavía
del acribillado Malpaso,
más allá con el humo
fúnebre de Oroya; al otro lado
con el carburo triste de Casapalca
y con esa cumbre de mi canto,
Anticona, la del trueno amargo.
¡Morococha!… te grito,
aunque me duela hacerlo
con los dientes mayúsculos del hambre
y con la nieve de mis huesos;
me duele gritarte ahora,
en esta hora, que tu afecto
tiene rodillas de tiempo hincado.»
Víctor Mazzi Trujillo Cerro de Pasco, 1953. Leyendo un libro. |
de montañas, follajes y canteras.
No solo eres un regalo de albas jazmineras
que, entretejiendo una alfombra de amor, iluminan.
Ahora tus poblados son testigos del barro
y se vuelven beligerantes con los obreros
del cemento, ferrocarriles, papel,
cuyas sienes pronuncian tu sudor.
Así, desde entonces, en virtud del tiempo,
tu entorno adquiere una gracia renovada
con un lenguaje que resuena como bronces.
Y una voz creciente, como la mía,
que cada día afirma
tu vitalidad, tu caudalosa melodía.»
Su primer trabajo publicado fue Reflejos de carbón en
1947. Durante esos años, surgieron otras obras de temática proletaria, como Pan
y rebeliones de Jorge Bacacorzo, Antena proletaria de Augusto Mateu
Cueva, Alaridos de Oscar Cano Torres y De acero somos de Oswaldo
Jiménez Rojas. El trabajo de Mazzi formó parte de un universo proletario que
encontraba en la pluma una forma de expresión y de rebeldía.
En 1950, partió a trabajar en la construcción de la central
hidroeléctrica de Paucartambo. Durante su labor como obrero, se convirtió en
corresponsal del diario Última Hora, estableciendo contacto directo con
otros intelectuales obreros. Junto a otros trabajadores de la zona, fundó un
grupo de lectura colectiva llamado «Tierra y Libertad», con el objetivo de
compartir sus propias obras literarias.
Debido a la masiva desocupación de obreros de la
construcción a mediados de la década de 1960, Mazzi se dedicó a la venta de
libros, estableciendo un pequeño puesto en las escaleras del comedor de
estudiantes de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y
Valle-Chosica. Su modesto local se convirtió en un espacio de reunión
intelectual y consulta bibliográfica. Esta actividad continuó hasta la
intervención militar de 1977, cuando muchos de sus libros fueron confiscados y
destruidos. Luego, trasladó su puesto a un local en el jirón Camaná (Lima). En
1978, el «Grupo Intelectual Primero de Mayo», en una reunión que convocó a 48
agrupaciones artísticas de Lima, nombró a Mazzi como coordinador de la
Coordinadora de Trabajadores de Arte Popular, y también inició la publicación
del boletín Puntos de Clase. Durante las décadas de 1970 y 1980, fue invitado a
diversas partes del Perú para presentar sus trabajos y dar charlas sobre la
poesía proletaria peruana. Estamos, entonces, frente a un poeta-intelectual-obrero-gestor
cuya labor se desplegó en múltiples formas.
Víctor Mazzi Trujillo en su puesto de libros en la Universidad La Cantuta, 1976. © Archivo familiar
En 1976 publica la obra Poesía proletaria del Perú (1930-1976). En su introducción Mazzi señala las características de la poesía proletaria, señalando que es un “hecho nada ordinario en los registros informativos de casi toda la literatura iberoamericana”, reconociendo en ella el registro del sentir y pensar obrero. Una poesía que siempre ha sido colectiva, “que en múltiples oportunidades ha sido calificada (por obvios motivos) de clandestina, subversiva o informal”. Se hace cargo de la pregunta por la “poesía proletaria”, señalando que es “la vivencia y experiencia de la cuestión social y política de la clase obrera, cuya naturaleza siempre entrañe y perfile una fisonomía clasista en tanto halle la sociedad divida en clases”. Es por tanto una poesía de carácter netamente experiencial, de identificación comunitaria, sustentada en un compromiso político. En este aspecto, la cultura proletaria debe ser entendida como la construcción de un mundo clasista exogámico, capaz de traducir a su propio cosmos la cultura que nace fuera de él. Como señaló alguna vez César Vallejo en razón a las vanguardias: “Los materiales artísticos que ofrece la vida moderna han de ser asimilados por el espíritu y convertidos en sensibilidad”. Al igual que Vallejo y sus Heraldos negros, la poesía de Mazzi contiene el hálito universal a partir de un acto personal. Universo e individuo coexisten:
con un claro olor a heno de los campos
que baña el Mississippi
según va explicando Hugo Strasser
con el cromo de su saxo alto
y/o con su oscuro clarinete
mientras yo
suspendido en el andamio
corro peligrosamente para ganarme el pan
y trato de alguna manera de mirar el horizonte
y bajar pronto para encontrarme con Rosseta
y hacer estallar el grito ¡viva la revolución!»
Víctor Mazzi Trujillo, enero 1989, un mes antes de su deceso. Foto: Eduardo Ibarra. |
Otros poemas de Víctor Mazzi Trujillo
Nana para el nene de la sonaja roja
Dormid, retoño de mis días,
en lo hondo de tu almohada
-Duerme, mi nene, duerme
quizá esta noche hay redada.
Dormid, hijo de mi aliento,
que nos rondan seres raros.
-Duerme, mi nene, duerme,
Aun resuenen botas y disparos.
Dormid, pequeño proletario,
junto a tu madre adorada.
-Duerme, mi nene, duerme
que no dormirá tu camarada.
Dormid, gajo de mi sangre,
Mientras con vosotros viva.
-Duerme, mi nene, duerme
con tu sonaja roja, subversiva.
Dormid, futuro socialista,
sin que te perturbe nada.
-Duerme, mi nene, duerme
que ya vendrá la alborada.
Canción para el pueblo de Chile
Con odio matador
el fascismo suena
por tierra chilena
a muro y tambor.
Cayó el poblador,
el minero yerto;
más queda despierto
el viento rugidor.
Cayó el labrador
y el estudiante,
más va adelante
el río atronador.
Cayó frío el cantor,
muerto el albañil;
más vive el fusil
del franco luchador.
Anda, ve y dile
al mundo entero
que aún sangra fiero
el pueblo de Chile.
De cal y canto
No preguntéis por el amor, el pan o la rosa,
aquí donde es delito pensar a diario,
decir lo que uno siente;
aquí donde Carmen, la lavandera,
o Juan Raimundo, el ferroviario,
hablan a secas, indefinidamente,
tal como voy haciéndolo entre mis versos.
Sucede lo inesperado, brutal, inadmisible:
suenan botas, resuenan tiros
horadando la tranquilidad.
Y eres preso y condenado a suscribir
no sé qué testimonios (cosa terrible)
contra el hermano o el compañero
y más de las veces contra tu propia vida.
Víctimas, cómplices, testigos. No digáis
que el cielo es nuestro, tampoco el averno
(son antiguas creencias).
Aquí, ay, yan sólo nos basta sentir
el golpe del frío en las entrañas
o arder con el bosque de los sueños
para entender la devastación del hombre.
No preguntéis por el amor, el pan o la rosa
aquí donde nos circunda el fuego de los bárbaros
y crece la matanza como un desolladero
no preguntéis por los vivos,
no preguntéis por los muertos,
en tanto no se levantan los puños
de la cólera y el odio del pueblo.
[Extraídos del libro Poesía proletaria del Perú (1930-1976),
1976, Ediciones de la Biblioteca Universitaria, Lima]
Claudio Berrios Cavieres © El khipu de Juan Yunpa |
Claudio Berríos Cavieres (Valparaíso, 1987). Profesor de Historia, Licenciado en Historia y Educación, Magíster en Filosofía, Universidad de Valparaíso. Doctorante en el Programa de Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, Universidad de Valparaíso. Miembro del Centro de Estudios de Pensamiento Iberoamericano de la Universidad de Valparaíso y parte del Comité Consultivo de la Cátedra Mariátegui. Editor de los Cuadernos CEPIB-UV. Actualmente es becario ANID. Ha publicado artículos en revistas nacionales e internacionales; y los libros Ensayos e investigaciones. Hacia una modernidad arcaica (2020); Contrapuntos latinoamericanos. Doce ensayos políticos-filosóficos para problematizar el continente (2020, coeditor junto a Gonzalo Jara); y el capítulo “Una revolución artística no se contenta de conquistas formales” en Jorge Polanco y Gonzalo Jara, Cien años de Los heraldos negros. Escrituras en torno a la poesía de César Vallejo (2019). [Todos descargables en Ediciones Inubicalistas]. Lee otro artículo de Claudio Berrios Cavieres en La Antorcha Magacín n° 4.
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